Miguel de niño con sus padres Servando Martínez del Cerro y Elena Gómez Aramburu y sus hermanos Jose Luis, María y Clara . :: LA VOZ
Miguel Martínez del Cerro
Hombre polifacético y amante de la historia y el arte de Cádiz, desarrolló su vida y su obra literaria en la ciudad que lo vio nacer.
Miguel Martínez del Cerro y Gómez, escritor nacido en Cádiz el 21 de febrero de 1912 y fallecido en esta misma ciudad el 11 de junio de 1971.
Estudia bachillerato en los marianistas de San Felipe Neri. Viaja por Francia, Suiza, Italia y Alemania. Estudia Derecho en Granada y Sevilla. Finalizada la guerra se licencia en Filosofía y Letras en Sevilla. Se dedica a la enseñanza de la Lengua y Literatura Española en el Instituto Columela de Cádiz, cuya cátedra obtiene por traslado desde Santa Cruz de Tenerife, pasando luego al también gaditano Instituto Femenino de Santa María del Rosario, donde permanecerá hasta su muerte, ocurrida el 11 de junio de 1971, tras una larga enfermedad.
Fue diputado provincial y delegado del Ministerio de Educación. Como tal, intervino en la organización de los Cursos de Verano de la Universidad de Sevilla en Cádiz. Colaboró en las principales actividades literarias gaditanas y en revistas como Platero, en la que colabora desde los primeros números, Caleta y otras. Frecuentó la tertulia literaria "Jarcia y Olivo".
Trayectoria artística
De su obra en prosa destaca Un paseo por Cádiz. Pero lo más extenso e importante de su producción es su obra poética. Su primer libro de versos Nave de piedra, es de 1941. Senda iluminada, su segundo libro, contiene ya una poesía más personal, de un simbolismo transparente.
Recogido en un mismo volumen, aparecen dos libros en 1948: Oro y Falsa antología de cantos ibéricos. En los años cincuenta se inicia una nueva etapa mucho más intimista en la poesía de Martínez del Cerro. Será su etapa de plenitud, integrada por tres libros capitales: Pozo interior, El amigo y Mensaje desde el silencio. La obra de Martínez del Cerro se distingue por un perfecto oficio retórico, un prurito de claridad y sencillez y un sentido de la luminosidad al que tal vez no sea ajeno el sol y la salada claridad gaditana.
Casi siempre vital y optimista, sensorial y espiritual al mismo tiempo, Martínez del Cerro se inserta cronológicamente en la generación poética del 36, que floreció con una primera poesía de posguerra donde el culto a la forma va cediendo sitio a una creciente reivindicación al humanismo. Generación, que entre sus poetas destacan: Miguel Hernández, Juan Gil-Albert, Arturo Serrano-Plaja, Gabriel Celaya, Dionisio Ridruejo, Luis Rosales, Germán Bleiberg, Luis Felipe Vivanco y Leopoldo Panero.
Dotado de una exquisita sensibilidad, Martínez del Cerro, cantó primero a su Cádiz y a su mar en versos limpios y musicales, agravando más tarde su voz cuando su poesía se hace más intimista, llegando a ser un auténtico poeta místico en pleno siglo XX.
La obra de Martínez del Cerro, en su conjunto, se nos aparece envuelta en un ropaje métrico que es casi siempre culto Desde el punto de vista de los temas la coherencia es mayor si cabe. Dos grandes núcleos de contenido se reparten casi toda la obra de este poeta. El tema de Cádiz, con su “nave de piedra”, con su mar y su bahía, se prolonga por una parte en el tema de España, su pasado, su historia y su arte y, por otro lado, en el tema del cante flamenco andaluz. Otro gran núcleo temático es el religioso.
En su verso, como sabiamente escribió Leopoldo de Luis, la sorpresa toma forma de Luz. Así, con mayúscula. Su tan vivenciada vocación profesional presta a su escritura una claridad y una ordenación expositiva que algunas veces, bordean lo didáctico. Y es que, como exclamó nuestro poeta:
"¡Cómo palpita cada nombre
de amor y gozo, de ansia y pena!
Miré la lista de la clase
y me encontré que era un poema".
Hagamos una España...
«Una España yo quiero igual que aquella España
que hace doscientos años se nos quedó dormida...
Una España perfecta y generosa, compendio
de constantes trabajos y supremas conquistas.
Una España, como ella, fecunda y bienhechora
y, como ella, odiada y combatida;
hecha con sueños de virtud y amores
y con rigor de esfuerzo y disciplina...
¡Capitanes de Flandes, marinos de Lepanto,
héroes y misioneros de las Indias,
maestros de Alcalá y de Salamanca,
pintores y escultores de Sevilla!
¡Teólogos de Trento, artesanos del Escorial,
poetas que cantabais al Dios Eucaristía,
santos los que sentisteis y enseñabais
las leyes interiores de la mística!...
¡Todos los que gozasteis de aquel afán eterno,
todos los que sentisteis aquella inquieta vida,
dadnos vuestras espadas y vuestras claras plumas,
vuestra fe, vuestro esfuerzo, vuestras rimas...
y venid con nosotros en afán de combate
a sentir nuestra empresa y a gozar nuestro día!...
Españoles de hoy. Santos y mártires;
héroes de independencia y de reconquista.
Españoles de hoy. En el reloj del tiempo
la hora sonó de la inmortal consigna:
¡Hagamos una España como la España aquella
que hace doscientos años se nos quedó dormida!»
No hay comentarios:
Publicar un comentario