Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

miércoles, 17 de abril de 2013

1602.- RAFAEL CANTIZANO GARCÍA



Rafael Cantizano García (San José del Valle, Cádiz, 1947). Reside en Sevilla desde 1972. Su infancia transcurre en el campo. Cursa bachillerato en un internado de los Salesianos en Campano, Chiclana (Cádiz). Posteriormente estudia en Sevilla Ingeniería Técnica Agrícola. Funcionario de carrera desde 1972, lleva veinte años dedicándose a la edición institucional en la Consejería de Agricultura y Pesca de la Junta de Andalucía. El hecho de vivir hasta bien entrada la adolescencia en un ambiente rural le inclinó muy pronto hacia la soledad reflexiva y contemplativa, pero también hacia las primeras lecturas que explicaban e ilustraban su mundo, experiencia y enseñanza que le llevaron a sentir la tierra, el agua, el viento y el fuego, elementos que impulsaron su poesía, como el amor y los sueños. Descreído, desencantado de una sociedad adocenada en la que sólo se premia la impostura y se desprecia tan groseramente la inteligencia, tiene por enemigos lo banal y un sistema que ensalza la mediocridad y subvenciona el sometimiento y la adulación, mientras persigue la independencia y el mérito de los que se atreven a ser verdaderamente libres. La personalidad de Rafael Cantizano es inseparable de su sentido profundo de la amistad. Ha publicado las obras: Fósil (1995), Del Amor y el Viento (1996), Hijo de la Tierra (1999), Una, Dona, Trena, Poesía Catona (2005) y Orilla del Silencio (2009).






SILENCIO

Te equivocas
si crees que el silencio es olvido.

Cuando se está lejos de la mar
no se oyen las olas
que besan o arañan la playa.

El magma estalla cuando sale,
antes, borbotea,
arde muy adentro, 
enmudecido.

Por eso te repito:
el silencio no es olvido.

Es cierto 
que el olvido trae silencio
e indiferencia,
miradas sin ojos
y palabras de espuma.

Vencejos, tus ojos, en el silencio
ya no paran.
Veloces, miran sin detenerse,
aleteo apenas percibido de ojos de miel.

Así que ya no sé
si el silencio es olvido, o el olvido es silencio.






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