Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

sábado, 29 de agosto de 2015

FRANCISCO FÉLIX CABALLERO [2.121]


Francisco Félix Caballero

(Málaga, 1984) Ha publicado en 2015 su primer libro, el poemario La resurrección de los muertos (Éride Ediciones). Con anterioridad, ha participado y publicado versos en diferentes ediciones del Cuaderno de Profesores Poetas organizado por el I.E.S. Giner de los Ríos de Segovia. Es Licenciado en Matemáticas y Doctor en Estadística. En su trayectoria profesional, se mezclan investigación y docencia, y la participación como co-autor en diferentes publicaciones científicas. Trabaja en el campo de la investigación en Biomedicina y Ciencias de la Salud. La resurrección de los muertos es un libro que habla de la dicotomía existencial que conforman vida y muerte, hilvanando una serie de historias en las que sus personajes se enfrentan a sus propios temores y fantasmas, con el trasfondo a veces de una comprometida realidad social. “Olas” y “¿Para qué quieres el alma?” son dos poemas inéditos que aparecen publicados por primera vez en esta página.



Olas

La lluvia, el mar, la soledad,
el cielo púrpura, las olas,
la tierra prometida de otro amanecer
enterrado entre las sombras.

El viento, una canción, un ademán
de rasgar el aire con los dedos,
el sonido efímero de la gravedad,
la voz desnuda y ronca del silencio.

Olas que vienen y van
al compás del suave Sol de mediodía.
Olas que se funden con el cielo
en el crepúsculo de la tarde.

Olas que vienen y van,
meciendo un sendero que nunca termina;
ríos de gente buscando algo en que creer,
una sonrisa que les devuelva la vida.

Olas que vienen y van,
castigando ilusiones.
Barcas hundidas,
cuerpos sin nombre.




¿Para qué quieres el alma?

Negociando madrugadas,
con la Luna por testigo
me encontré
a la orilla de tu ombligo,
sin más luz que la que alumbra
esta ciudad.

Tú no estás
y nunca has sido
mucho de soñar,
pero quiero que me digas
de qué te sirve tu cuerpo,
para qué quieres tú el alma,
para qué tus ojos negros
si no hay nada que mirar
más allá de las ventanas
que el tiempo olvidó cerrar.
Para qué quieres tus labios,
si los besos que no diste
se perdieron
en el fondo de algún mar.
¿Para qué volviste
a pedir perdón?
¿Para qué,
si no te vieron?




Reseña de “La resurrección de los muertos”, de Francisco Félix Caballero  
POR ROSA YAGUAS

Hoy presentamos el primer poemario de Francisco Félix Caballero, “La resurrección de los muertos” (Éride Ediciones). Una obra que se sumerge en reflexiones existenciales que son comunes para todos y que él afronta con gran frescura:

En febrero de este año la editorial Éride publicaba el primer poemario de Francisco Félix Caballero. Investigador, docente, Doctor en Estadística y gran apasionado de la poesía, aunque su obra ya había sido publicada en antologías y cuadernos, esta es la primera vez que reúne sus poemas en un solo libro, y que lleva concretamente el título de “La resurrección de los muertos”. Un poemario que sabe aunar elementos clásicos con trazos vanguardistas y que narra una historia que tiene la grandeza de la propia vida, lo cual se va comprendiendo conforme se avanzan sus páginas.

La-resurreccion-de-los-muertos-eride

La trama central de “La resurrección de los muertos” tiene mucho que ver con el título y demuestra además el ingenio de Caballero “Es un autor que sabe no solo clarificar las emociones humanas y darle voz, sino también denunciar mucho de lo que es injusto en este mundo tan supuestamente desarrollado” para agrupar dentro de un mismo lema un conjunto de hebras filosóficas que, trenzadas con mucha habilidad, acaban formando un solo cabo que invita al lector a reflexionar y a cuestionarse su propia vida. Los muertos redivivos representan –como las sombras de la caverna de Platón-  aspectos de la memoria y de la existencia que cobran vida en muchas ocasiones de manera involuntaria pero siempre de manera trascendental. De esta manera, el libro se abre con estos versos a modo de introducción:



«La noche queda para los muertos
que no están sino enterrados
en otro tiempo y otra vida,
distinta a la que vivió
el dios que un día los mató
y para el que fueron creados»



Los muertos que resucitan en los poemas son la juventud perdida (Me asusta hacerme viejo, / mirarme en el espejo / y no reconocer / al que un día fui»), el amor («No hay un rincón en esta noche / que no guarde un hálito de ti») la desigualdad («Navidad, / dulce Navidad; / en la ciudad / un niño se hace a la calle / y otro duerme en un portal»), los fracasos («ya no puedo malvivir de la ilusión»), las cuestiones trascendentales («se revuelven mis miedos y preguntas, / y la vida me da otra identidad») el destino («En cierto modo la vida es un raíl y los humanos trenes que, cada uno a su manera, buscan irremediablemente su destino»)… y cómo no, la propia muerte, representada tanto por los que ya no están como por el propio paso del tiempo.




MIS FANTASMAS

Hace tiempo que los siento tras mis pasos,
el mismo tiempo que he dejado de soñar
por el miedo a que dormido se presenten.

Mis fantasmas ya hace años que volvieron,
me acompañan en silencio cada noche;
aún no sé las intenciones que les mueven.

Les escucho cuando abro la nevera
murmurar alguna historia de mi infancia;
yo les hablo y ellos nunca me responden.

Ríen sus sombras cuando ven lo que ya soy
y su aliento empaña los cristales del salón
que ahora desordenado y mudo les acoge.

Son aquellos que una vez también fui yo
y en algún punto del camino se perdieron,
entre el mundo real y el de los sueños

Mis fantasmas siempre aguardan mi regreso
tras la puerta que me sirve de frontera
entre el mundo real y el de los muertos.



Me ha encantado la musicalidad de sus poemas, cuyos versos –en unas ocasiones rimados pero otras no- podrían muy bien convertir en canciones, como ya se hizo con poetas como Alberti, Goytisolo o Benedetti que, como Caballero, eran capaces de hacer brillar el ritmo de su poesía. Como decía al principio, me parece verdaderamente destacable la capacidad para trenzar la temática central de “La resurrección de los muertos” tiene mucho que ver con el título y demuestra además el ingenio de Caballero para agrupar dentro de un mismo lema un conjunto de hebras filosóficas” poemario a través de una colección de poemas que, aunque en principio parecen simplemente eclécticos, cuando están en conjunto demuestran tener mucho en común. Se consigue de este modo un gran proceso que camina entre lo filosófico y lo místico, resucitando del olvido a lo inerte y cuestionando también cuánta muerte esconde lo que nos rodea.

Francisco Félix Caballero es un autor que sabe no solo clarificar las emociones humanas y darle voz, sino también denunciar mucho de lo que es injusto en este mundo tan supuestamente desarrollado y lleno de progreso («pueblos sepultados en nombre del progreso»). Los seres humanos, con la muerte a sus espaldas, comprenderán con este libro muchas de las cuestiones que cada día aparecen por su cabeza. En sus poemas no encontrarán necesariamente la respuesta, pero sí la llave a la reflexión que podrá clarificar la inmensa cuestión que representa nuestra existencia. En definitiva, un gran debut de Francisco Félix Caballero.





viernes, 28 de agosto de 2015

PABLO BENAVENTE [2.120]


Pablo Benavente 

(La Línea, Cádiz 1989) es un poeta gaditano, pero vive en Granada. Circo de Quimeras (Harpo Libros), su primer poemario, publicado en enero de 2015, ya va por su segunda edición.



Medio mes que parece un año

No sé bien si esto lo he vivido o lo he soñado
-esa era mi fea costumbre contigo-,
pero hace ya un tiempo que todo esto
me parece una mala pesadilla.

Podría mentirte igual que mentí a otras
cuando te escribía a ti y decirte
que este es el último vómito con un poco de olor familiar.
Hueles a margaritas, nunca te lo dije,
siempre estaba con eso de cómo suenas
o a qué sabes,
pero desde que lavaste toda mi ropa antes de devolvérmela
no paro de recordar cómo hueles.

Cuando te marchaste te cambiaron por un huracán.
No puedo evitar notar un pellizco de sutil ironía en todo esto.

Hoy leí una frase: ‘Tengo el destino en modo aleatorio’
supongo que me siento un poco así,
me he tirado diez años girando en torno a un mismo sol,
y ya ves, se me da fatal cambiar de órbita.
Me siento como en mitad de la resaca de la mujer de mi vida,
pero yo ¿Qué coño voy a saber de ausencias?
si no soy ni mío, cómo voy a ser de alguien.

La verdad es que llevo borracho desde aquel día
y me baso en agotar todas las fichas en una sola carta:
Olvidar tu nombre antes que el mío al emborracharme.

Te aseguro que siento,
y que lo siento.
Déjame explicarme:
equivocarme siempre ha estado entre mis planes.
Era contigo con quién no contaba.





Los rusos me atormentan
  
La vida es esta ciudad llena de bares
y yo tengo la sensación de haber visto ya
demasiados culos de botella.
Podría irme a casa,
acabar con el día,
volver a empezar otro
con la misma historia.
O podrías cruzar esa puerta,
con espuelas en los tacones,
haciendo que medio bar se gire
a disfrutar de cómo la puerta se cierra a cámara lenta
tras tus pasos.

Podrías acercarte, con algún aire nuevo,
quizá unos ojos resultones,
una sonrisa consciente y de disparo fácil,
una conversación de mil viajes, mochila en mano,
o un culo que vuelva en mi contra
toda la gravedad de la situación.
Te diría que los dos nos sabemos, de sobra, la película
que no nos esperan fuegos artificiales más allá de esta noche
y que no soy pianista, pero no me preguntes por qué,
sé que podría tocarte sonatas en la espalda durante toda la noche.
Que la hierba se volverá añeja, en nuestros bolsillos,
de buscarnos y disfrutarnos sin llegar
a consumirnos.
Que seremos pulmón, cigarro y ganas, porque no hay más.
Vida,
muerte y el tiempo
que los une.
Te podría decir que seremos de la octava a la decimotercera
maravilla mundial,
que harán documentales sobre nosotros
y nos retransmitirán en todos los canales equis a la misma hora en la que
siempre
pierdes los tacones.
Esculpiremos en mármol recuerdos que nos sobrevivirán
y, llegará el día,
ese maldito y fatídico día,
en que la rutina llegue
y tendremos que defendernos con todo
lo que tengamos a mano:
garras, dientes,
tendrás que ser más oso que todas esas otras truchas que también
reman a contracorriente.
Y los rusos, con todo ese frío calado en los huesos,
al otro lado de la puerta,
esperando
la mínima perdida de calor
para hacerse con todo,
para no dejarnos
nada.
Ese será el momento:
Tendrás que dejarme ir.
Tendrás que dejarme ir porque yo,
yo ya no podré.
Tendrás que dejarme ir para que no lleguemos a perdernos
en un desierto de fotos bocabajo,
no quiero llegar a necesitar de sonrisas de quita y pon,
cada vez que el mundo se me venga encima y tú
no quedes debajo.

Exacto.
tienes unos ojos verdes preciosos,
no dejas de sonreír al camarero
mientras pides una cerveza,
llevas un tatuaje por el que seguro
podría preguntarte
y una marca de un anillo en el dedo,
hasta parece que vayas a girarte a mirarme.
Con tu permiso,
voy a fingir que ya espero a alguien,
yo ya te conozco, te quiero
demasiado para dejar de quererme a mí
para hacerlo.
Podría contarte tantas cosas que hemos hecho juntos,
en estos diez segundos,
desde la puerta a la barra:
toda una vida.
Pero sería como pedir la paz
para poder seguir cavando trincheras.
Tú, al menos,
acepta mi consejo,
sigue sonriendo así
y nunca
te faltarán poemas.





Estaciones en curva
   
Hace unas horas, todo eran copas, todo puntuaba en positivo
y, por un momento, la felicidad parecía estar en alza.
Después, como todas las noches,
llego a la conclusión de que bebo más por afición a la nostalgia de las resacas
que por la euforia transitoria del punto alto de la borrachera.

A las seis de la mañana,
todo el mundo está triste.

Vuelves solo a casa, acompañado por el ruido
que ahora te parece sordo
de un camión de basura en periodo de servicio
te cruzas con una chica que se tapa el vestido de la noche anterior con la chaqueta
como avergonzada de haber alargado la celebración un poco más de la cuenta.

Llueve,
porque hasta el cielo tiene ganas de llorar a estas horas.

Cuando llegas a casa, poner otra lavadora con la ropa que tendiste anoche
se te antoja la menor de tus preocupaciones.
Diez llamadas perdidas.
Deberías dar señales de vida, pero la vida, ahora mismo,
no está para tus tonterías.
Así que dejas el teléfono en casa y coges un metro camino al trabajo.
Empresario, desesperado.
Mendigo, sobreactuado.
Músico en el metro, seguro que es playback.

Joder, un día sin mirar al Smartphone y  te das cuenta
de que el que lleva toda la vida
bajándose en estaciones en curva
eres tú mismo.






Pablo Benavente. Circo de quimeras. Harpo Libros, enero de 2015. 





REENCUENTRO

Nos encontramos como nunca
para perdernos como siempre.

Doce horas más tarde,
completamente víctimas de una nostalgia
felina,
quedamos en aquella cafetería
-aunque yo llame bar a cualquier sitio donde me pongan una cerveza-.

Yo bebo,
tú bebes,
el alcohol nos priva de los sentidos
y nosotros, en privado
y privados de la ropa,
le buscamos sentido a una vida
que no daba un duro por nadie.





VIEJO TESTARUDO III

Ya no llenamos de mensajes las botellas,
comemos en una mesa huérfana
y no lloramos, si no es para regar los sueños que nos dejaste.
No contamos historias porque seguimos pensando en las tuyas
y no nos tropezamos con algunas piedras
porque te molestaste en señalizar el camino.

Ojalá los vieras cuando hablan de ti,
no sabes cuánto dejaste.

Isamay sigue peleando, el teatro tiene suerte;
Susana sigue con sus clases, tertulias y bailes;
y Evaristo... Evaristo sigue como siempre,
no deja de subir.
Algo hiciste bien,
todos siguen.

No creo en la eternidad,
pero sigo viéndote cuando los veo juntos.





Reseña: Circo de Quimeras, de Pablo Benavente

Pablo Benavente es uno de los poetas más importantes del mundillo poético joven español en la actualidad. Podemos verle con frecuencia en recitales y conciertos y tiene un seguimiento brutal en las redes sociales, con más de 11.500 seguidores en Twitter. Y como no podía ser de otra manera, ha acabado sacando un poemario a la luz. Circo de Quimeras, publicado por Harpo Libros, es un libro de poemas de esos que lees tres o cuatro veces y sigues flipando.

La vida duele porque sigue avanzando sin que uno pueda detenerla a disfrutar de las cosas que ama irremediablemente y se van quedando atrás, los amores se van quedando atrás, pero el amor permanece intachable.

Leo a Pablo Benavente desde hace tiempo, por su blog, y la verdad es que me encanta cómo escribe. Porque tiene un estilo que es personal y al mismo tiempo de todos. En este Circo de Quimeras he encontrado algunos versos que ya había leído en su blog, versos potentes de amor sincero que cómo puede ser tan certero. Que cómo se puede dar tanto en el clavo. Es ese estilo sencillo y agudo el que lo consigue.

El libro se centra principalmente en el amor (¿cómo iba a ser de otra manera?), pero también encontramos temas sociales, el paso del tiempo, la nostalgia... Poemas como "Ella", con esa estrofa tan brutal:


"Defines tan bien el amor, que igual 
debería llamarle como a ti, 
y no al revés."


Otro poema que me encanta es "Podría llamarla por su nombre", y "Náufrago en alguna parte" también me parece genial. El perfecto final de "Medio mes que parece un año" no tiene comparación. Pero no se trata de ver cuáles son mis favoritos (cada poema tiene algo que lo hace apuntar y disparar directo al corazón) sino de explicaros, por muy difícil que sea, por qué quiero recomendaros este libro. Y es por la sinceridad de los versos, porque no son poemas forzados o juegos de palabras vacíos. Porque Pablo se ha abierto el pecho para darnos su corazón en palabras y no podemos no sentirnos identificados con él en alguno de sus poemas. 

El "Grito de guerra" de Pablo Benavente es un reflejo de la sociedad actual, su "Declaración de intenciones" nos explica "eso de que no hace falta escribir poesía / para hacerla". Sus palabras son las tuyas cuando lees sus poemas y, qué voy a deciros, siempre aciertan. Así que eso: sumergíos en estos poemas en prosa y verso y dejaos ganar por las palabras. Esta vez es su turno. Ponédselo fácil.

PD: El libro tiene intercaladas versos sueltos que son absolutamente geniales. Simplemente por ellos ya merece la pena.


http://www.bibliolocura.com/2015/03/resena-circo-de-quimeras-de-pablo.html






ASÍ

Imagina que pierdes las gafas en mitad de una multitud,
que ves, a todo el mundo, cantar una canción que tú no conoces,
que se te borran todos los mensajes, y al azar,
que tus canciones favoritas empiezan a sonarte desconocidas,
que te leen tus poemas y no sabes de quién hablan,
que te sueltan en mitad de otra vida con los ojos vendados y un mapa de mentiras,
que tus amigos, de repente, no saben ni oírte ni entenderte,
que un día despiertas, y se te han desordenado todas las fotos,
que miras al espejo, y no reconoces lo que ves.

Así me siento yo,
desde que tú no me miras.

en Izar la negra (poemario inédito).






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martes, 25 de agosto de 2015

LYDIA CEÑA BRETONES [2.119]


Lydia Ceña Bretones

(Córdoba, 1979). Licenciada en Humanidades por la Universidad de Córdoba y Master en Gestión Cultural. Escritora y fotógrafa. Compagina la creación literaria (escribe en una revista digital sobre arte y cultura) con su trabajo (imparte clases particulares en una academia) y su formación académica. Actualmente, desarrolla su labor en una fundación cultural que, desde la biblioteca, realiza funciones de investigación y
documentación. 




Algún día sin agua

Yo bailo la danza de la lluvia
saltando sobre piedras puntiagudas.
Me muevo alrededor de una hoguera
con los ojos vendados sin distinguir
el fuego crepitar
del tintineo de cien abalorios en mi cuello.
Los árboles se agitan arañando el cielo.
Yo danzo, danzo y danzo
y once gaviotas cruzan las nubes anunciando
el agua.
Tú haces sonar la flauta encantando a ninguna serpiente, 
encantándome a mí que repto hasta tus rodillas.
La tierra ya huele a barro. La noche se hace más negra.
Ya nunca nos alcanzaremos, 
por la mañana nos habremos disuelto.





SIETE FORMAS DE DECIR ADIÓS

I

Sophie abrió la bandeja de entrada
y allí estaba,
el correo que llevaba días esperando,
vacío.


II

Recordé los números que componen
tu número de teléfono
siete años después de tu última llamada.
Recordé las luces de aquella habitación
el olor a cerrado y a velas quemadas.
Recordé aquel lunar en tu espalda
el sonido de tu respiración
el de tu sístole y diástole.

No regresé.
Esa tarde había olvidado las llaves. 


III

Esquina de Bakery Street.
Al otro lado de la calle
ella aguanta en pie bajo la lluvia
casi descalza en unas sandalias moradas.
Se encharca. El corazón se encharca.

Esquina de Bakery Street.
Escribo desde la mesa junto a un café.
Ella mira el reloj
y los autobuses pasar.
Se encoge. El corazón se encoge.

Esquina de Bakery Street.
Te veo en la esquina se dirían.
Escribo en la cafetería.
Donde siempre.
Quedan diez minutos para el cierre. 


IV

Por más que pienso no encuentro el modo
de decirte en menos de cuatro versos que
siento el abismo antártico que no veo el
horizonte desde este féretro que nada
queda en mí salvo el vacío ingrávido. 


V

Junto a la foto ajada guardaba también un telegrama
sin abrir, sin leer,
pero que decía:
"Imposible salir esta noche. Stop".
Hace años que acabaron los bombardeos.


VI

No quedaban gritos ni pilas en el reloj
la mantequilla se descomponía sobre la mesa
dos baldas vacías dentro del armario
dos macetas que no florecerán por primavera.
No quedaban libros ni nada de todo lo suyo que
había poblado esta casa desierta.
Entonces, todavía no era consciente de que con ella
se iba también mi memoria. 


VII

Cuelga de la percha mi falda de rayas,
tu sonrisa,
la manera en que te miro cuando te giras,
tu camisa sin planchar,
la última letra con la que acaba tu nombre,
las tardes de sábado en espera.
Espera. 







lunes, 24 de agosto de 2015

JESÚS GÁZQUEZ [2.118]


Jesús Gázquez

Jesús Gázquez (Montilla, Córdoba 1965) estudió lenguas clásicas y música. Librepensador apasionado, abandonó pronto culto y cuna, y más tarde hipoteca y servidumbre, para dedicarse en cuerpo y alma a la vida poética. Es autor de los poemarios El norte del desasosiego (Ópera Prima, Madrid, 1997); El asombro (premio de la Fundación María del Villar, Tafalla 1999); Escombro (premio Ciudad de San Fernando, Huerga & Fierro, Madrid 2009), y Ríos (ediciones Baile del Sol, Tenerife 2011), con el que obtuvo diez galardones. Corpus dei es su primera novela.




Mi padre metía la mano en la olla
Hirviendo para comerse una col de mierda                                     
No tiene lista de espera la felicidad
la vida es un chiquillo aprendiendo a morir

Soy un hijo de piedra
Llevo nubes en la sangre
Y de un niño sin padres
Por una guerra que no iba con él
Yo no empecé todo esto
Sino por todos los hombres.




*



Dejé pasar el tiempo y perdió fuerza
Hasta que se detuvo en los poemas

Los poemas son animales salvajes
No sirven para nada
Gente que parece no dormir nunca
La belleza es un tigre que te encuentra primero.




(Del poemario Ríos)


Está a su lado pero lo ve en otro sitio
La soledad y el tiempo se han acabado liando
El mar estos años estaba en las cortinas de las pensiones
Él ha esperado un beso pero ella sólo apagó la luz
Ahora le da las cosas sin mirarlo
Prefiere no ver otras islas en sus ojos
También ella es un lugar extraño

Recuerda qué era yo antes de que me conocieras

El amor cambia de tamaño con la distancia
En el regreso nadie es el mismo
Cada uno piensa en el que nunca volvió
El tiempo es un maremoto

Ya no hay más tristeza que valga, mintió como Penélope.

Nuestro amor es un refugio
Una cabaña en medio de la lluvia
Donde está sólo el recuerdo del otro
Cuando uno acude allí a resguardarse del frío.



*



Estuve con una mujer que no hablaba
Podía soñarlo todo con ella
El silencio trae extrañas ideas
A veces cerraba los ojos para creer que se había ido
Entonces la echaba de menos
La recuerdo haciendo las maletas
Cada uno miraba a un sitio
¿Es el amor un lugar común?
Maletas, tal vez el amor sea eso
Algo que sólo va con uno

Ahora vive donde no se olvida a nadie.





*



El poeta es un cazador fabuloso
oye respirar a los peces cuando se acercan
como las ideas
su alma está hecha para esperar

Que los poemas sean días que vengan para quedarse.



(Del poemario Escombro)




Tirada en el suelo la luz
Amarilla de una farola fiel
Un perro asustado hace del mundo una lata vacía
El silencio del que calla no tiene fondo
Hasta aquí se arrastran los mudos sin cura
Es otoño en el corazón de los árboles
Pasando la noche en el parque
Se oye la ciudad crujir

Los vagabundos parecen árboles secos
Como si la vida no fuese con ellos
El poeta es anónimo
Por qué lo buscáis entre los vivos
De los árboles caen los árboles.



*



El hambre hace que uno mismo se muerda
El amor es dar calor sintiendo frío
Sólo las cicatrices no se pueden compartir.



*



Dejé pasar el tiempo y perdió fuerza
Hasta que se detuvo en los poemas
Los poemas son animales salvajes
No sirven para nada
Gente que parece no dormir nunca
La belleza es un tigre que te encuentra primero.



*



La mentira es hacer por un poema
Más de lo que yo haría por mí
Mi mayor ilusión es que me entiendas
Dice el hombre a la verdad.



*



Me exigen lo que no me dieron
Como si naciéramos para ser juzgados

Somos culpables antes de hablar
Hay un cazador detrás de cada idea
El miedo a la libertad del otro
Dispara a todo lo que vuela.



*



El vagabundo mea en la calle
La venganza es una necesidad fisiológica

En pleno centro del bienestar
Saboreo mis últimos días como un hombre bomba
No hay riqueza como la satisfacción.



*




Lo más digno es darse la vuelta
Dejar sin nombre a los días de la semana
No darle oportunidad al futuro
Es un perro suelto
Lo cambio por la vida
No voy a sembrar lo que recojo.



*



Los hombres no somos iguales
El hambre nos distingue

El mundo huele a perro mojado
Un cubo de basura es mi boca
El orín es un perfume
La mirada un vaso
El vino muerde
El corazón un borracho.



*



El amor a la vida no es más que un absurdo
Miedo a la muerte

Me importa cada día menos lo que tengo
Más lo que abandono



Discurso de presentación del libro Escombro, de Jesús Gázquez, pronunciado por el autor en el Museo Histórico de San Fernando, Cádiz, el 27 de febrero de 2009.


Creo que el lenguaje poético es el lenguaje más real. Nadie piensa normalmente a la manera de una obra filosófica, con todo su orden en la argumentación, eso requeriría de un ejercicio de concentración, de una disciplina, un trabajo y un esfuerzo impensables, también de una intención, poner en marcha toda la capacidad de elaboración, como cuando se inventa una mentira, o como cuando se da un discurso. 
Creo que la poesía carece de intenciones; y digo que es el lenguaje más real porque trata más de lo que se piensa (o se siente) y que no se dice. Puesto que el poeta no está obligado a decir nada puede permitirse un discurso fragmentario, incluso incoherente. Estamos en el terreno libre del arte y realmente el poeta es alguien que no tiene nada que decir sino que sencillamente lo dice. El lenguaje entonces, este lenguaje real, tiene todos nuestros defectos y nuestras obsesiones, es más cercano. Como en la conversación, donde lo que decimos son versos. Y la poesía, en realidad, no es más que la conversación con uno mismo. 
Lo que cuesta mucho, la elaboración, el trabajo, todo eso no es arte, es sólo oficio. Trabajar cansa, decía Pavese. Escribir no. Si no es una necesidad fisiológica, escribir poesía es una tontería solemne. 
Qué más. Para qué sirve la poesía. Por ejemplo, estoy de acuerdo en que la ciencia necesita de la poesía. Para definir las cosas con belleza, o sea, de una manera primitiva, sencilla y contundente. Igual que la idea es la medida de la ciencia la economía del verso es científica. El verso, esa especie de unidad de gracia y pensamiento, como el razonamiento científico, ha de ser riguroso y aspira a ser incontestable, sólo que el verso nace irrefutable y el razonamiento termina con el tiempo siendo cuestionado, sustituido. Pero la poesía no, por ella no pasa el tiempo. 
Pero pobres poetas, no los escucha nadie, nadie los lee. Sin embargo la poesía nos rodea a diario, qué es la publicidad sino versos. Y el lenguaje publicitario ha encontrado un nuevo filón en el lenguaje poético. No paran de quejarse los poetas. Pero, a ver, a nadie le interesan los sueños ajenos. El poeta se ve obligado entonces a vivir la vida por todos nosotros. Tiene que estrellarse contra el mundo a menudo. Por eso necesita más cariño que los demás. Se está sacrificando por todos para hablarnos de nosotros mismos. O al menos eso piensa él.
Por eso nunca un dinero público estuvo mejor gastado que el de los premios de poesía, mientras no estén amañados, claro. Por cierto, ¿no sería eso prevaricación? (Yo les puedo asegurar que éste no lo está.) Pero no nos equivoquemos, la sociedad ha de mantener pobres a los poetas. De otra manera dejarán de sernos útiles y pasarán a ser complacientes con nuestros pecados y olvidos.
No hay peor amenaza que la obsesión por el éxito. La prisa por llegar al reconocimiento. El éxito es como una autovía, que puede convertir al poeta en un turista del mundo. Y la velocidad, hoy en día, es una epidemia. 
Los versos que llegan al corazón cogen caminos. Se salen de la ruta y van despacio. Hablan con la gente. No tienen miedo de la lluvia, de la nieve. ¡Ah!, poesía de invernadero, que no se moja. Que busca temas que nadie haya pisado, lugares originales. Especie de ingeniería artificial. Escuché en una ocasión a un poeta asegurar que los temas en poesía están agotados. Sería como haber desautorizado a Velázquez en su momento por seguir pintando retratos. Lo único que necesita el arte son otras visiones. Nada más. Si estos están cansados, que los poetas sean otros. Por ejemplo los sordos, ellos tienen una ventaja sobre todos nosotros: ven el telediario sin voz

http://nosololibros2.blogspot.com.es/2009/03/jesus-gazquez-la-verdad-que-nos-lleva.html










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