ANDRÉS DE LA ORDEN. (Sevilla, España, 1967)
Estudió Ciencias Económicas y Derecho en Madrid. Ha tenido múltiples residencias dentro de España y en el extranjero (Inglaterra, EEUU y las Highlands escocesas). Actualmente reside en Murcia, donde trabaja como juez de instrucción.
Ha publicado los libros de poemas Horror and Hope (2006), Ex (2009) y en breve se publicará Negro metal. Mantiene una bitácora titulada La falacia del creer (lafalaciadelcreer.blogspot.com).
De galaxias e invasiones.
Es de madrugada cuando vuelvo de tus manos,
de tus estirpes de risa fría y sed de otoño,
son "Arch Enemy" mis solos compañeros, cuando con tu olor en ciernes cruzo la verja del cementerio,
se ha hecho tarde en nuestra redención de las quimeras,
en este andar contra el perfil de lo grotesco, en alzar banderas que dijeron imposibles
tras los alcázares inmóviles de las noches de tus huestes
¿negras?
Los relojes callan secretos de rojo alquitrán, las sogas
que aprietan los cuerpos deslazados de tantos (ya, largos, numéricos) destinos,
en estas pertenencias, una estufa de vientre y una cama de lentas palabras táctiles,
y aún sueño, y mis orfebres preparan pollas,
esmeraldas de enseñas blancas,
rasgando de las telas viejas las arrugas, y niegan resistencias y estructuras,
y me cuentas esos cadmios de otro dolor, ese último proyecto de paletas y guadañas,
y quiero,
y vuelvo,
y me persigue la nueva alborada, y en las ruedas sigue suspirando el grito del Death Metal,
quedo gemido de cercanía que no es presencia,
arista ensangrentada contra esta espalda de tus vientos.
Loving you was like fucking the dead (Steele)
No entiendo por qué no...
a deshora están creciendo estas (tantas) malas hierbas,
Garcilasos empalmados contra la tiranía de los astros,
y me dices, me dices que no es tiempo.
¿Hojas caídas al socaire de tus mayos,
las cigarras muertas a las nieves de tu agosto,
las uñas de gaviota y las heridas del pasado, y me vienes a decir que el sol tiene sus ritmos,
y yo qué coño sé por dónde está Antequera, y cómo vas a amarme si sólo soy
lo procedente?
El daño, sí, el bálsamo
antes que la faca, Taranta, lágrimas hoy (las mías) y camas vacías,
y por las plazoletas campan, copulan (ellos) los fantasmas,
no es el tiempo, dices, no es el tiempo...
(Cronos y su puta esfera, mi yo virgen,
conforme,
cobarde).
Eivissa.
Siempre acudo a destiempo,
cuando las piscinas verdearon y los imbornales se anegaron,
regreso a la ciudad de las ínsulas antañas,
solo (con y sin acento), sobre las playas del gris en el que se agolpan las algas,
al eco de mis pies aislados en los pasadizos
del permanentemente
h
o u
c e
castillo.
Blandiendo armas, fotografías de soportales, balaustradas,
baluartes de piedra vella y ansia vermella,
rindo iconos a la arqueología de mi amor,
en parca compañía, con el único argumento de mis botines
veinteañeros,
presa fácil mi mirada de estos viejos hippies del anhelado
invierno.
Es por ello que acudí, insistente, al solsticio,
al único lugar que me vio feliz,
a Ses Salines, donde mi pene era un aparte,
una incógnita indebida en el coito de los ya
no-amantes,
y de nuevo todo fue lo mismo,
amigos al abrigo, cenáculos de vides, quedas tortillas de Norte,
Santa Agnes del mar, elevada Corona sobre el frío y la muerte,
(sí, siempre hablo de la muerte)
Punta Galera ya no cree en Shiva, estudiantes
magreando sus sexos como troneras y torreones, bajo el éxtasis
onanista
de Santa Llucía...
Por eso todo me suena a salmo repetido,
al alma reiterada que se reencarna en vida, a los cabellos de una pútrida yegua,
a cuanto aquí sigue, entre los lisos adoquines,
en las ventanas fantasmales de Dalt Vila, balconadas
al paso orfebre de los meses, la Catedral de Misas Negras
como años sin labio,
y mi mandara contará
sárta aicah,
pues alguien me querrá libando entre su vello público,
y nadaré desnudo contra la roca de los últimos filos,
que hoy es tu nombre el que susurro contra el helor de las plazas,
que quede (¡Crom!) en los adarves y se aferre a las murallas,
(boga o vete),
o acaso, pitiüsa, osa a la galerna, duérmete, aterrada,
en
el culto arcano
al siempre
(sí, para siempre
me parece mucho tiempo).
Del odio.
Escóndeme, tápame de noches y divorcios, llévame...
antes de que se acerque ese que me cerca, antes de que la amenaza se haga verbo,
ocúltame donde nada duela, llévame a la rada junto al rompeolas de la misma
inexistencia.
Por Dios, por el puto Dios, por su jodida barba ciégame,
cierra mi boca,
arranca mis dientes,
escápame a otras certezas, que ya no quiero ser yo, que ya caen las lágrimas como sangran los ortos,
sal, perro, sal de ti, muérdeme, sí, fauce nunca suficiente, voraz sobre la mano que te da de comer,
córtame hasta mutarme, macedonia de coños y pasados, sájame como ese semen que largo ha huyó,
que mis tres escarapelas se han hecho escalopendras,
que no deseo mi senda y que añoro la nada, que Sartre sea la vomitada guinda de los finales.
Date prisa, pues, y capa los visillos,
que aquí ya acrece el odio, que hay un confín de sierra y sangre,
que serán menos los fines de semana
(me dicen),
que erramos como ménsulas del ras y de la mugre, que campan en mis tierras
sacramentos
terribles del pasado,
que lejos no es suficiente, que grietas no nos apartaron, que antes del desdén
sólo ansiaré del vino blanco
el dulce corte liberador de su roja botella
rota.