JUAN VELASCO MORENO
Fernán Núñez (Córdoba)
BAILAORA
Su brazo trazó en el aire
una estela de misterios
y sus plantas palpitaron
quebrantando los silencios.
Luego se abrieron sus ojos
como lagos bajo el cielo
y esperó que de él bajara
un rutilante lucero.
Pero el brillo estaba ya
arrebujado en su cuerpo
y encendiendo sus mejillas
de un albo casi perfecto.
Ágil sonó la guitarra,
con arrullos palomeros
que encabritaron sus carnes
y despeinaron su pelo.
Un casamiento de palmas
con roncas voces de aliento
hicieron correr su sangre
desde los pies hasta el cuello.
Crepitó la lumbre oculta
bajo sus ropas de yelo.
Clamores de llamaradas
dieron contorno a su cuerpo.
Fue cadencia y luego gracia,
fue tormenta y luego verso,
fue lujuria derretida
en arrebato poseso.
Inflamada por la danza,
se quemó todo su cuerpo.
Voz y guitarra callaron
oprimidas por el miedo.
Cuando el fuego se apagó
y todo quedó en silencio,
cuatro guitarras de plata
purificaron su cuerpo.
De Cuando gemido me siento
FERNANDA DE UTRERA
Tu voz es el lamento de un presagio;
un ribazo de sangre en las entrañas
guardando coagulada la esperanza
envuelta en un pasado tenebroso.
Eres viva presencia de los sueños
que perduran debajo de los puentes;
pero muestras tu cara de dulzura
cuando el eco es raíz del sufrimiento.
Y cantas porque sufres dependencia
y quieres o pretendes liberarte
llorando por tu boca las afrentas.
No es sencillo vivir con esa carga;
por eso cada cante y cada queja tuya,
hace que nos duela la memoria.
De Cuando gemido me siento
EN CASA DE LA DOÑA
Tan soberbia y distante su apostura
era, que nadie osaba aproximarse
ni a su beldad divina insinuarse
al ver su gesto de afectada altura.
Confiado a mi mejor y fiel ventura,
con osadía, la obligué a pararse
y le dije, sin tiempo a preservarse,
que aspiraba al placer de su hermosura.
Mi actitud la cogió desprevenida,
pues nadie antes le habló con tal descaro
que viera su altivez comprometida.
Entonces yo pensé: lo tengo claro.
Si ella, ahora, a su lecho me convida,
verá de qué es capaz un tipo raro.
De Andanzas amorosas de un discreto libertino
EPIGRAMA III
La primera vez que fui
a parrandear de amores,
me encontré con tantas flores
que ninguna recogí.
Una dejé por temprana,
otra fue por deslucida,
la tercera por parida...
Le pudo el miedo a la gana.
De Andanzas amorosas
EPIGRAMA VII
En la carreta, dormido
sobre la paja ahuecada,
me encontró una descasada
bien armado y mal vestido.
Me montó como un jinete
que se dispone al asalto,
mas me atacó de tan alto
que se descascó el ojete.
De Andanzas amorosas
SOLEARES DEL VINO SOL
Voy a ti, venenciador,
que quiero de tu venencia
un vino que sepa a sol.
Quita el tapón de la bota,
huele con placer la flor
e introduce la venencia
en la oscuridad del sol.
Logra que sus rayos fuljan
con la luz del resplandor
que fosforece en el aire
trasparente como el sol.
Déjame mirar el oro
amarillo y juguetón
como el agua en la marisma
cuando la acaricia el sol.
Y llevármelo a la boca,
suavemente y con amor,
mientras me llega su aroma
de levadura y de sol.
Un cante y un son,
de bota en bota,
oliendo a sol.
CEREMONIAL DEL VINO
Vengo a donde el vino vive,
sediento como las rosas,
buscando encontrar un mundo
de sabores y de aromas.
Vengo no, estoy aquí.
en un lugar de memorias
donde la vid se hace vino
en bodegas milagrosas.
Venenciador, ponle pulso
a la venencia airosa
y clávala en la templanza
que su flor le proporciona.
Describe un arco triunfal
como arpegio de la copla
y viérteme sus reflejos
en el fondo de la copa.
Brindar quiero por el alma
trasparente y espumosa
de este vino que es tan fino
como el anca de una potra.
Que su olor y su presencia,
brillantes como la aurora,
retocen en mis entrañas
con el calor de una moza.
BRINDIS POR EL VINO
Hay un camino sembrado
de esfuerzos y voluntades
por donde las uvas pasan
camino de los lagares.
El aire juega al silencio,
la bodega a la mesura,
y el vino que en ella vive
sueña con copas nocturnas.
Escancia el vino en mi copa,
que el timbre de su sonido
y su transparente aroma
embriaguen mis sentidos.
Que su color de los trigos
alboree en mi memoria
como copla de almijar
recordándonos su historia.
Una presencia, un olor,
un sentimiento del alba
hecho en la boca sabor.
Brindar quiero por tu vino,
Nicolás, dame una copa,
y que el duende de los cantes
viva por siempre en tus botas.
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