Ibn Zaydun
Ahmad ibn ˁAbd Allāh ibn Aḥmad ibn Gālib ibn Zaydūn (en árabe, أحمد بن عبد الله بن زيدون), más conocido simplemente como Ibn Zaydun o por Abenzaidún según las fuentes cristianas (Córdoba, 1003 - Sevilla, 10711 ), fue un poeta árabe andalusí considerado como el mayor poeta neoclásico de al-Ándalus.2 3
Renovó la lírica amorosa en árabe al infundirle un tono de experiencia más propio y sensual; ello le supuso ser considerado el mejor de los poetas amorosos de la Hispania musulmana y constituirse en modelo para toda la poesía árabe occidental posterior, de forma que se le ha venido a llamar "el mejor poeta neoclásico de Al-Ándalus" y el "Tibulo árabe". Sus intensos amores con la princesa poetisa Wallada inspiraron a no poco escritores y dramaturgos del mundo musulmán.
Durante mucho tiempo fue favorito del emir de Córdoba Abulhazam ben Chauar. Sostuvo apasionados y tormentosos amores con la atractiva princesa Wallada. Acusado de un delito común, fue encarcelado, pero logró evadirse de la prisión y desde el destierro quiso hacerse perdonar de Chauar y de Wallada por medio de encantadoras epístolas y poemas, lo que logró. Tras obtener el perdón, vivió en varias ciudades de al-Ándalus, principalmente en Sevilla, donde fue ministro de Al-Mutadid y Al-Mutamid, monarcas cultos y a su vez excelentes poetas.
Apenas se conocen datos sobre su vida hasta que conoció a la atractiva princesa y poetisa Wallada, encuentro trascendental, pues de él arranca la revitalización de la poesía amorosa árabe, que adquiere un tono personal inusitado hasta su obra. Hasta entonces el tratamiento del amor en la poesía árabe estaba determinado por la reelaboración de tópicos basados en una reflexión sobre el aspecto espiritual de la relación amorosa que evitaba tratar el amor carnal, y que es conocido como "amor udrí". Tras su obra, se reúnen los conceptos del amor neoplatónico con la descripción de experiencias físicas de un modo natural.
Otra de sus innovaciones es la del amor concebido como religión. Se trata de una nueva profesión de fe que presenta rasgos de lo que conocemos como amor cortés: sumisión del amante a la voluntad de la amada, perenne fidelidad y constancia, paciencia para esperar la consumación de los amores, concepto de amor como prisión, mantenimiento del secreto de la identidad de esta e idealización de la persona amada, junto con otros rasgos que no distan demasiado de la poesía que en esta misma época se está gestando en occitania. Estos rasgos los podemos observar en los versos siguientes:
Podría haber entre nosotros, si quisieras, algo que no se pierde,
un secreto jamás publicado, aunque otros se divulguen. (...)
Te bastará saber que si cargaste mi corazón
con lo que ningún otro puede soportar, yo puedo.
Sé altanera, yo aguanto;
remisa, soy paciente;
orgullosa, yo humilde.
Retírate, te sigo;
habla, que yo te escucho;
manda, que yo obedezco.
Otra novedad en el tratamiento poético del amor es el nuevo papel que desempeña la naturaleza, que se compara con las emociones del poeta, lo que le confiere una sensibilidad que hoy llamaríamos romántica. Véase en estos versos:
Hoy, triste, me distraigo con las flores,
de los ojos imán, donde la escarcha
juega vivaz hasta inclinar su cuello.
Pupilas son, que, al contemplar mi insomnio
sollozaron por mí; por eso el llanto
irisado resbala por su cáliz.
Estos amores tuvieron un final tempestuoso, después de que Abulhazam ben Chauar se hiciera con el poder en Córdoba. Tras la ruptura la correspondencia mantenida entre los amantes se convierte en una sucesión de sátiras feroces, donde aparece el nuevo rival que ha obtenido los favores de Wallada, Abu Amir ibn Abdus, que también se convierte en destinatario de las duras imprecaciones de Ibn Zaydún. La nueva actitud se muestra en estos versos:
Me censuráis que él me suceda
en los afectos de aquella a la que amo;
mas no hay en eso infamia:
era un manjar apetitoso
y la mejor parte me tocó a mí,
el resto se lo dejé a esa rata.
Las consecuencias de las duras palabras dirigidas al nuevo amante, puestas en boca de la princesa para hacer más efectiva la ridiculización de éste, en la más conocida de estas sátiras, «la Risāla hazliyya», le llevaron a la cárcel, desde donde escribió bellas epístolas a sus amigos para que intercedieran por él ante Ben Chauar. Al fin, sus súplicas tuvieron efecto, y fue libertado aunque alejado de la corte con misiones de embajador ante otros reyes de taifas.
Recorrió distintas cortes (Sevilla, Badajoz, Valencia), para instalarse por último en 1049 en la corte de Al-Mutadid como secretario, cargo que desempeñará hasta su muerte en 1070 o 1071, ya con Al-Mu'tamid como rey. En este periodo escribirá poesía áulica al servicio de sus nuevos protectores, los abadíes sevillanos, renovando el panegírico, sobre todo en los destinados al joven príncipe y poeta, Al-Mu'tamid, por quien sentía un cariñoso afecto y respeto a su calidad como lírico.
Ediciones
Mahmud Sobh (ed. bilingüe, traducción y estudio), Ibn Zaydūn, Casidas selectas, Madrid, Cátedra (Letras Universales, 377), 2005. ISBN 84-376-2237-9.
El poeta se enamoró de la princesa Wallada y vivió una apasionante historia de amor.
Tu amor me ha hecho celebre entre la gente,
Por ti se preocupa mi corazón y pensamiento,
Cuando tu te ausentas nadie puede consolarme,
Y cuando llegas todo el mundo está presente.
Si he perdido el placer de verte, me contentaré oyendo hablar de ti. Si el guardián se descuida, me contentaré con un breve saludo. Temo que los censores sospechen, pero ¿hay plazo en el amor?.
Tras el descalabro amoroso con Wallada, Zaydun, se iba a las ruinas de la ciudada palaciega de Madinat al Zhara para encontrar inspiracion y de esa manera compuso alguno de sus mejores poemas.
Desde al-Zahra te recuerdo con pasión. El horizonte
Esta claro y la tierra nos muestra su faz serena.
La brisa desmaya con el crepúsculo, parece que se
Apiada de mi y languidece llena de ternura….
Así fueron los días deliciosos que ya pasaron,
Cuando aprovechando el sueño del destino,
Fuimos ladrones del placer.
Gacela que reúnes
Distintos tipos de belleza,
Cerca o lejos de mi,
En mi alma estas arraigada.
Cuando te uniste a mi
Como se une el pericardio al corazón,
Y te fundistes conmigo
Como el alma se funde con el cuerpo.
Que lindo es conocer de su amor a través de sus hermosos poemas.
Por la pasión por ti olvido el tiempo
Y como religión tu amor profeso.
¡Oh eterno paraíso y río,
cuyo lodo dulcísimo he trocado
por fruta del infierno y pus hediondo!
Zaydun fue acusado de tirarle los tejos a Munya, una esclava de Wallada.
y el se defendio de esta manera_
Nunca cambié su amor por otro alguno
Eso habría sido
Cambiar la religión por herejía.
La vida doy por una amada
Que, si pudiera;
Por mi daría su alma y su familia.
Desde que estamos separados el uno del otro por una larga distancia,
mi corazón no puede curarse del amor que siente por vos y mis lágrimas
no se secan nunca. Al perderos, mis días han cambiado por completo:
se han tornado negros cuando mis noches, gracias a vos, eran blancas.
Por Dios si los amantes jurasen que están muertos por mal de amor
el día de la separación no jurarían en falso. Los hombres cuando
se separan tras haber estado reunidos, mueren, pero cuando aquellos
a quienes aman vuelven, resucitan.
Podría haber entre nosotros, si quisieras, algo que no se pierde,
un secreto jamás publicado, aunque otros se divulguen. (...)
Te bastará saber que si cargaste mi corazón
con lo que ningún otro puede soportar, yo puedo
Sé altanera, yo aguanto;
remisa, soy paciente;
orgullosa, yo humilde.
Retírate, te sigo;
habla, que yo te escucho;
manda, que yo obedezco.
Me has hecho sentir una cosa tal, que si la hubiera sentido el sol,
no aparecía más; si lo hubiera sentido la luna, está no se elevaría;
si la estrella, no viajaría ninguna noche
Aspiro la fragancia que me llega de mi ciudad
Y me hace recordar la juventud y la amistad;
Al deslumbrar el relámpago brillando en intensidad;
Invita a mis ojos a verter sus lágrimas de ansiedad;
¿poseo yo alguna lágrima que por quien amo derramo?
He vuelto a acordarme del amor tras el mucho olvido
Y el corazón ha revelado la pasión tras lo que ha sido
De enamorarme de un doncella que semeja, por su belleza,
Estatua de plata adornada con una corona de oro fundido,
Muy inocente, que aún no le han quitado sus amuletos,
Cautiva mi deseo con mirada lánguida de ojazo casi dormido;
Voy yo a revivir con mi pasión hacia ella un tiempo antaño,
Que me hace olvidar lo que ha pasado en el tiempo perdido:
Para que sea el fin de todo lo que me ha apasionado en vano,
Con su amor cambio el ateísmo por la única fe, convencido.
Si en la muy tierna edad semejante eres a la luna naciente
En la belleza has superado a la luna llena y no ya creciente
Juro por lo que ha enturbiado mi pura suerte tan transparente
El estar cerca el lugar, me ha hecho la relación muy distante,
Que las motivaciones de mi pasión por ti, más súbitamente,
Han alcanzado un fin que no me había pasado por la mente;
Di al amor, que cabalga a sus anchas, tan veloz y solvente,
La plaza de mi corazón ancha es, y tu, mi única amada amante
¡Gacela!, que por estar de ti enamorado,
en manos del desastre estoy encadenado;
amor, desde que tu me has abandonado
no pruebo yo el gozo del sueño ni soñado,
ojalá mi suerte sea solo un signo señalado
de ti, o un instante muy fugaz y apresurado.
Mi único intercesor ¡ay corazón atormentado
En el amor! Es tu bello rostro sonrosado
Yo, antes, era libre de toda pasión, tan alado,
Hoy, del amor estoy cautivo y sin ser liberado;
Mi secreto estaba muy oculto y bien guardado
Mas, ahora, todo lo nuestro ya se ha revelado
De ti nunca me escapo como jamás he escapado,
Se como tu quieras ser con tu muy fiel amado
Cuantas veces pedí vino a una hermosa moza
Y ella muy generosa me ofrecía vino y rosas
Pasaba la noche libando el licor de tus labios
Y cogiendo rosa tras rosa de sus rojas mejillas
Me bastará de ti una mirada furtiva
Me conformaré con tu saludo breve;
Y yo nunca osare consumar el deseo
Ni iré más allá de robarte una mirada;
Te preservaré de toda concupiscencia,
Te pondré por encima de las sospechas
Me guardaré bien de las miradas del espía
El amor se puede perpetuar con tal recato.
Cuando quiero yo, y que poco me quieren
Que pena, lo que mi corazón siente y halla
Cariño sincero ofrezco a una niña coqueta
Que no me corresponde con cariño sincero
Si coquetería me mata, ya no aguanto más
A cada instante casi acaba con mi vida
¿Cómo puedo olvidarme, aún poco, de quien
se aposenta en lo más hondo de mis entrañas?
Ibn Zaydūn tiene unas características semejantes a la de su contemporáneo Ibn Šuhayd, del que sólo le separa una vida más larga, pero igualmente intensa. Es el creador, en al-Andalus, de un tipo de elegía que si tiene precedentes en el nasīb, recreada en el neoclasicismo por al-Buturī, por ejemplo, inicia una sobriedad serena en el verso, sin términos conceptistas, con figuras retóricas sencillas, como en una depuración del modernismo. El tema de las elegías son los amores y los lugares perdidos, la juventud que se aleja. Es famosa su elegía a la princesa Wallāda, con la que tuvo unos turbulentos amores, en el marco de las ruinas de Medinazahara, poema extraordinariamente traducido por Emilio García Gómez:
Desde al-Zahara con ansia te recuerdo.
¡Qué claro el horizonte!
¡Qué serena nos ofrece
la tierra su semblante!
La brisa con el alba se desmaya:
parece que, apiadada de mis cuitas
y llena de ternura, languidece.
Los arriates floridos nos sonríen
con el agua de plata, que semeja
desprendido collar de la garganta...
Pero no es la única de sus elegías, como no fue Wallāda su único amor. Es muy interesante la que a continuación traducimos porque además utiliza un poema estrófico, rompiendo la rima única de la casida, en estrofas de cinco versos, es decir lo que llama la retórica árabe un tajmīs. Escribió el poema en la cárcel, adonde le habían conducido intrigas palaciegas y sus amores con Wallāda. Poco después huiría a Sevilla:
Aspiro, del céfiro, su aura perfumada
que me recuerda, del amor, el deseo;
brilla un instante el fulgor de un relámpago
y brotan, a su conjuro, las lágrimas.
¿Puede, quien amó con locura, no romper en llanto?
¡Amigos míos! Excusada está mi impaciencia;
si paciente pudiera ser, por mi buen natural sería;
si es desgracia lo que hoy nos depara la suerte,
bebamos hoy y mañana nos preocuparemos.
No es prodigio sino cualidad del alma noble.
Las noches son arqueros que saetean desgracias;
los mensajeros del destino me engañan,
mis días paso con mentidas ilusiones
y llego a la noche, con la lentitud de las estrellas.
El astro más lento es aquel que, de noche, vela.
¡Oh Córdoba la bella! ¿No eres tú mi ansia?
¿No está mi corazón gritando por tu lejanía?
¿Volverán alguna vez tus afamadas noches?
La belleza era tu rostro, el placer, tu oído,
toda la dulzura del mundo, tu morada.
¿No es asombroso que pueda vivir lejos de ti?
Como si pudiera olvidar el aroma de tus calles,
como si no estuviese separado de tus linderos,
como si no fuese mi cuerpo criatura de tu polvo,
como si me rodeasen los muros de mis lares.
Tus días son claros, tus noches serenas,
tu tierra es aurora, tus ramas de vino,
tu suelo ropaje, tu cielo un desnudo,
tu aroma arrayán y sosiego del alma;
tu sombra acogedora colma los deseos.
¿Acaso olvidaste el tiempo de ocio en las Cuestas,
la vida regalada en la RuGrafíaāfa
mis estancias en la Ŷa‘fariyya.
¡Qué lugares para el alma, jardín y agua,
qué lugares para la juvenil locura!
¡Cuántas fiestas y tertulias en el Barranco,
junto a los arriates donde miraban los narcisos;
valle con aura, lugar de deseos y ansias,
aún nublado, se soleaba por el resplandor del vino
que aparecía refulgente en la copa!
Nos reunimos en la Fuente del panal, allí empezamos,
volvimos luego y aún fue mejor;
allí llevaron a la novia del placer, hurí de esbelto talle,
dulce sonrisa, mejilla de rosa,
de manos alheñadas con el vino.
¡Cuántas veces cruzamos el Puente,
al palacio del Cristiano, entre colinas blancas!
Pasábamos a la playa en la orilla del río,
donde juguetean los vientos y esparcen los perfumes
de las flores que allí crecen entre cañas cimbreantes!
¡Qué hermosos días que se fueron
en el aljibe de la noria o en el palacio de Nāi,
mientras el viento soplaba en los arroyos,
rizando la superficie del agua en las acequias,
y el sol hacía brillar su lanza enrojecida!
¡Qué amable Azahara, la de la bella vista,
con su aura suave como suspiro, de diamantina pureza!
Basta un atisbo de su belleza para admirarla,
jardín del Edén, río del Paraíso,
con sólo mirarla la vida se alarga.
Son lugares donde lloro el amor perdido,
más tierno y fresco que la rosa de jardín;
allí nos vestimos el ropaje nuevo y bordado del amor;
fuimos para el placer ejército poderoso,
nuestro aliado era el perdón, nuestro enemigo el vigía;
la temprana primavera los vistió con brocado
allí llegaron vientos suaves y húmedos,
sus hijos nacieron dulces de carácter.
Todavía nosotros, mañana y tarde,
mandamos saludos a aquellos lugares.
¡Oh amigos míos, a dónde hemos llegado!
No hay principio al que el fin no siga.
Miro cómo contentar a la suerte,
pero la fortuna es adversa y la miseria llega,
dicen que acaba, pero el odio sigue.
Me fui porque la libertad era oprimida;
intenté consolarme cuando estaba triste,
pero siguió desesperado mi corazón,
pues un país donde soy despreciado, es despreciable
y no estoy dispuesto a envilecerme.
Los enemigos no lograrán borrarme con la cárcel,
pues he visto al sol oculto entre las nubes.
No soy sino sable oculto en su vaina,
león en su cueva, sacre en su nido
o almizcle en su saquillo.
Mi vida se hundió, por diversos devaneos,
al ir hacia vuestros nobles pechos,
de plata, perlas y oro;
rivaliza la luna con las estrellas,
sabiendo que ella es más bella y brillante.
Estoy triste, sin alegría: el vino se avinagra;
no puedo tocar las cuerdas aunque suenen dulcemente,
no dejo de suspirar, aunque me censuren,
no encuentro otro consuelo, lejos de vosotros,
que la llegada de vuestras noticias esporádicas.
Recibid mi alabanza por los días que pasaron dulcemente,
cuando me alegré con vosotros en un mundo bello y frívolo,
que está libre de reproches y aburrimiento.
¡Continuad siendo mis protectores,
para que las viñas de los deseos crezcan libremente!
Las elegías de Ibn Zaydūn crearán escuela y volveremos a ver poemas de este tipo que cantan desde la lejanía al amor y la patria perdida.
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