Miguel Colodrero de Villalobos (Baena, Córdoba, bautizado el 24 de mayo de 1608 - después de 1672), poeta español del Culteranismo.
Se discute si nació en 1608 o en 1611 y estudió en Granada derecho canónico y en Córdoba, donde se hizo un furibundo seguidor de Luis de Góngora, con el cual entabló gran amistad. Cuando tenía 21 años de edad publicó su primer volumen de versos, Varias rimas (Córdoba, 1629). Fue administrador del Duque de Sessa, el famoso protector de Lope de Vega, en sus estados de Cataluña y Aragón; el duque se halló por un tiempo desterrado en Baena por el rey a causa de una calaverada amorosa, por la cual perseguía a una dama casada que pretendía otro noble, entre septiembre de 1627 y noviembre de 1628, y es posible que se conocieran entonces. El caso es que no menos de diecisiete poetas importantes alabaron el libro, entre ellos Lope, José de Valdivielso, Juan Pérez de Montalbán, Pedro Soto de Rojas, Juan de Aguilar...
En su estilo culterano incorporó nuevos cultismos a la lengua poética, como singultizar, imaginoso, arundinoso, etcétera, que no trascendieron. El crítico Julio Cejador y Frauca dijo de él que era "un gongorino de tomo y lomo, bueno para leerse como muestra. Escribió algunas fábulas mitológicas burlescas como Mentira pura de Baco y Erígone, y otras más serias como Teseo y Ariadna e Hipómenes y Atalanta. También alabó las Soledades de su maestro Góngora:
Estas aquellas suspensión del suelo
cultas heroicamente Soledades,
donde en altas profundas variedades
siente imitada su armonía el cielo.
Destacan sus sonetos a la fugacidad de las rosas y sus epigramas. Su última obra parece ser una contribución a Célebres fiestas..., etc., un certamen poético en alabanza de Santa Teresa de Jesús celebrado del 14 al 23 de octubre de 1672, en casa de Francisco Aldana Tirado, lo que demostraría que aún estaba vivo por esas fechas.
Obras
Golosinas del ingenio, Zaragoza, 1642.
El Alpheo, y otros assuntos, en verso, exemplares algunos. Barcelona: en casa Sebastian, y Jayme Mateuad..., 1639.
Varias rimas de don Miguel Colodrero de Villalobos Córdoba: por Salvador de Cea Tesa, 1629
Diuinos versos o Carmenes sagrados, Zaragoça: por los herederos de Pedro Lanaja, y Lamarca, 1656.
POESIAS
La milagrosa imagen de N. S. de Guadalupe
que está en Santo Domingo de Baena
De Dios la mejor criatura,
al deciros alabanzas,
todo ingenio se va a pique
que, en tanto mar, es nonada.
Si las cosas grandes dicen
que es valentía intentarlas,
en elogios de María
harto hace quien amaga.
Dadme, músicos del cielo,
en esta ocasión, las harpas,
si para cantar sus glorias
harpas de querubíes bastan.
Sierras que a la vista estáis,
de esta Señora, al nombrarla,
hacedla tal reverencia
que os arrastren esas faldas.
Y tú, Marbella apacible,
que a los árboles regalas,
sube, sube, y en sus pies
besa otras mejores plantas.
A tu antigua madre deja
por ver una madre rara,
y pues la llevas ahora
camina con pasos de agua.
¡Salve, Divina Mujer,
gloria y honra de mi patria!
¡Salve otra vez, oh refugio,
de fatigas bien lloradas!
Mi patria, sólo infeliz,
en la situación mala,
si en el dueño lustre y propios
ninguna de mejor traza.
Vos, de todas las Marías,
sola la llena de gracia,
doncella con muchos hijos
por el nombre de abogada.
El corazón sus afectos
todos juntos os consagra,
vuestras orejas divinas
admitan voces humanas.
De Guadalupe os llamáis
porque este nombre de guada,
río se interpreta y sois
el claro río de Ana.
La casa honráis religiosa
de aquel grande Patriarca,
en cuya frente una estrella
siglos de excelencias raya.
Aquel de guardar Domingo
que en las celestes moradas,
hijo bienaventurado
con Padre feliz se halla.
Renuevo siempre glorioso
de augusta raíz guzmana,
que por la parte materna
fue grano de ilustre haza.
Que al hecho de su ascendiente,
escrito en hoja de daga,
atrás se dejó porque
ser tanto es mayor hazaña.
Contemporáneo divino
del Francisco, cuyas llagas
le hacen parecer más bueno:
que Dios da heridas que sanan.
Seráfico Padre mío,
que por de manos rasgadas,
y por su humildad, mi afecto
el Cristo de Asís le llama.
Vuestra Concepción, ¡oh Virgen!,
contemplo tan aseada
que le está dando un jabón
a la original desgracia.
Al que caro le costó,
en la primera arrogancia,
meter a barato el cielo
con sus altiveces vanas.
Al ángel que se perdió,
por amigo de barajas,
antes que tuvieseis pies
confundisteis a patadas.
Lámparas sin luz, os miro
y parece cosa extraña
que oscuras lámparas tenga
la que nunca tuvo mancha.
Sea antorcha que os alumbre,
esta rutilante hacha,
que en las aguas de occidente,
tres mundos de luz apaga.
En el tiempo que a esta tierra
rebelde el moro infestaba,
y en sangrientas correrías,
caballos rompía y lanzas.
Cuando era correlaen
del Emperador monarca
que a los Carvajales dio
sentencia tan despeñada.
Los que en Martos yacen pueblo,
de nobleza tan anciana,
que en Simancas su memoria
peina innumerables canas.
Aquí propicia os halló,
del remedio con las ansias,
un cruzado con la insignia
púrpura de Calatrava.
A Guadalupe de lejos
dirigía sus jornadas,
y por vos halló muy cerca
lo que de lejos ansiaba.
Al volver de un parasismo
dijo con voz alentada:
“De ventura soy, ya he visto
mil efectos de una causa.
Una suprema deidad
he visto, cuyas palabras
sin parar en los oídos,
llegaron a las entrañas.
En sus brazos poderosos,
Madre e Hijo se alegraban,
que luego que el sol apunta,
dizen que se ríe el alba.”
“Pues hechas mercedes tienes
—me dijo la Virgen Sacra—,
vuélvete, que todo es uno,
yo, y la Reina que buscabas.”
Que fuisteis aparecida
bien es cosa averiguada,
porque en el mundo no hubiera
pincel que tan bien copiara.
En un lienzo de pared
toda mi atención os halla,
haciendo cielo la tierra
de unas venturosas tapias.
Lo que yo sabré decir
es que vuestra hermosa cara,
Señora, está muy gustosa
con estar emparedada.
A vuestra capilla quiero
esta vez llamarle capa
de milagros guarnecida
de piedades targeada.
Fábrica dizen que fue
—venerables antiguallas—
de un hidalgo que sirvió
de un gran Córdoba en la casa.
Y Córdoba tan ilustre
en sangre y virtud preclara
que pudo llamar abuelo
al tercer Conde de Cabra.
Mora se nombraba y fue
obra vuestra, Virgen santa,
que el que se llamaba mora
obrase acción tan Cristiana.
Famoso varón, tu nombre
suene edades siempre largas,
en el latón vocinglero
de la trompa de la Fama.
Los astros del firmamento,
formen de tu bulto estampas,
que el que a la virtud se inclina,
bien merece gloria tanta.
Por dar guerra a sangre y fuego
a la precita canalla,
de cuerpos resucitados
aquí se tocan las cajas.
Los cojos que a vos se acogen,
(su fe y devoción no faltan),
se vuelven como unos potros,
las mulas dejando atadas.
Yo sé de muchas heridas
con vuestro aceite curadas,
Virgen, que a sangre caliente
hacéis milagros que pasman.
Medio ciego estoy, Señora,
y fuera mi dicha brava
si en mis ojos vuestro aceite
un medio milagro obrara.
Todos vuestros atributos
soberanamente os cuadran,
pero el de fuente es famoso
porque os viene como plata.
Fuente cristalina sois
que misericordias mana,
sin que se oculten ningunas
porque dais muy a la clara.
Fino espejo sin lesión,
¡oh si todos os usaran
para componerse en vos
de acciones y no de galas!
Al siempre verde ciprés,
pero no a su fruta avara,
claro está que os parecéis
en lo ser esperanza.
Torre de David insigne,
no soberbia sino alta,
que de las muchas que os siguen
tenéis, por almenas, almas.
Fecunda Vid que llevó,
con pretextos de intacta,
el racimo que exprimió
aquella viga cruzada.
Oliva de paz florida,
mejor que aquella que al Arca
donde Dios guardó a los suyos
trajo la paloma mansa.
Urna de oro peregrina
que se sale estando sana,
pues sobre los hijos de Eva,
en favores se derrama.
De piadosa abierto el pecho
tenéis a cuantos os llaman,
amena ciudad os nombran
porque en todo sois Granada.
Rosa sin espinas donde
tan del cielo es la fragancia,
que siendo olor de señores
puede ser tu mozo el ámbar.
Vara, y de justicia, sois,
¡oh si el mundo te tocara,
para estar bien gobernado,
las medidas de tal vara!
Bien que nunca en mal estado
pozo sois de donde sacan
agua para las dolencias,
que siendo vuestra es rosada.
Nave en quien el Verbo entró
por las treinta y seis semanas
para aportar hecho hombre,
entre brutos y entre pajas.
Candidísima azucena,
os miro, quando no blanca;
palma humilde, si eminente
árbol de cortadas ramas.
Candelero en quien hicieron
virtudes tan soberanas,
que son sombras con las vuestras
aun las más despabiladas.
El atributo de piedra
se me hace duro, mas vaya;
diamante por el valor
fuisteis y por la constancia.
Morena pero hermosa
estáis, Virgen venerada,
mas no es mucho esté morena,
la que es del Señor esclava.
Yo me precio de ser vuestro,
y dize mi confianza,
no ayas miedo que te venda:
fiel la Iglesia la aclama
Al cielo de vuestras glorias
se sube por una escala
de palo santo que tiene
con mucha cuenta las gradas.
El rosario vuestro, digo,
con quien el fiel dispara,
contra el enemigo eterno
tres veces cincuenta balas.
Con devoción afectuosa
os busquen de estas comarcas,
pues sois la mejor esposa,
seáis la mejor velada.
No con números obscuros
hinchada musa os canta,
que siempre tuve a los claros
por verlos de mejor casta.
Sólido el lenguaje sea
accidente con sustancia,
y las huecas oraciones
se pueden ir a ser cañas.
Ya he dicho, y he dicho poco.
Perdonad, diva serrana,
de un pastor de aquellas cuestas
la llaneza con que os habla.
Miguel Colodrero de Villalobos, Diuinos versos o
De Dios la mejor criatura,
al deciros alabanzas,
todo ingenio se va a pique
que, en tanto mar, es nonada.
Si las cosas grandes dicen
que es valentía intentarlas,
en elogios de María
harto hace quien amaga.
Dadme, músicos del cielo,
en esta ocasión, las harpas,
si para cantar sus glorias
harpas de querubíes bastan.
Sierras que a la vista estáis,
de esta Señora, al nombrarla,
hacedla tal reverencia
que os arrastren esas faldas.
Y tú, Marbella apacible,
que a los árboles regalas,
sube, sube, y en sus pies
besa otras mejores plantas.
A tu antigua madre deja
por ver una madre rara,
y pues la llevas ahora
camina con pasos de agua.
¡Salve, Divina Mujer,
gloria y honra de mi patria!
¡Salve otra vez, oh refugio,
de fatigas bien lloradas!
Mi patria, sólo infeliz,
en la situación mala,
si en el dueño lustre y propios
ninguna de mejor traza.
Vos, de todas las Marías,
sola la llena de gracia,
doncella con muchos hijos
por el nombre de abogada.
El corazón sus afectos
todos juntos os consagra,
vuestras orejas divinas
admitan voces humanas.
De Guadalupe os llamáis
porque este nombre de guada,
río se interpreta y sois
el claro río de Ana.
La casa honráis religiosa
de aquel grande Patriarca,
en cuya frente una estrella
siglos de excelencias raya.
Aquel de guardar Domingo
que en las celestes moradas,
hijo bienaventurado
con Padre feliz se halla.
Renuevo siempre glorioso
de augusta raíz guzmana,
que por la parte materna
fue grano de ilustre haza.
Que al hecho de su ascendiente,
escrito en hoja de daga,
atrás se dejó porque
ser tanto es mayor hazaña.
Contemporáneo divino
del Francisco, cuyas llagas
le hacen parecer más bueno:
que Dios da heridas que sanan.
Seráfico Padre mío,
que por de manos rasgadas,
y por su humildad, mi afecto
el Cristo de Asís le llama.
Vuestra Concepción, ¡oh Virgen!,
contemplo tan aseada
que le está dando un jabón
a la original desgracia.
Al que caro le costó,
en la primera arrogancia,
meter a barato el cielo
con sus altiveces vanas.
Al ángel que se perdió,
por amigo de barajas,
antes que tuvieseis pies
confundisteis a patadas.
Lámparas sin luz, os miro
y parece cosa extraña
que oscuras lámparas tenga
la que nunca tuvo mancha.
Sea antorcha que os alumbre,
esta rutilante hacha,
que en las aguas de occidente,
tres mundos de luz apaga.
En el tiempo que a esta tierra
rebelde el moro infestaba,
y en sangrientas correrías,
caballos rompía y lanzas.
Cuando era correlaen
del Emperador monarca
que a los Carvajales dio
sentencia tan despeñada.
Los que en Martos yacen pueblo,
de nobleza tan anciana,
que en Simancas su memoria
peina innumerables canas.
Aquí propicia os halló,
del remedio con las ansias,
un cruzado con la insignia
púrpura de Calatrava.
A Guadalupe de lejos
dirigía sus jornadas,
y por vos halló muy cerca
lo que de lejos ansiaba.
Al volver de un parasismo
dijo con voz alentada:
“De ventura soy, ya he visto
mil efectos de una causa.
Una suprema deidad
he visto, cuyas palabras
sin parar en los oídos,
llegaron a las entrañas.
En sus brazos poderosos,
Madre e Hijo se alegraban,
que luego que el sol apunta,
dizen que se ríe el alba.”
“Pues hechas mercedes tienes
—me dijo la Virgen Sacra—,
vuélvete, que todo es uno,
yo, y la Reina que buscabas.”
Que fuisteis aparecida
bien es cosa averiguada,
porque en el mundo no hubiera
pincel que tan bien copiara.
En un lienzo de pared
toda mi atención os halla,
haciendo cielo la tierra
de unas venturosas tapias.
Lo que yo sabré decir
es que vuestra hermosa cara,
Señora, está muy gustosa
con estar emparedada.
A vuestra capilla quiero
esta vez llamarle capa
de milagros guarnecida
de piedades targeada.
Fábrica dizen que fue
—venerables antiguallas—
de un hidalgo que sirvió
de un gran Córdoba en la casa.
Y Córdoba tan ilustre
en sangre y virtud preclara
que pudo llamar abuelo
al tercer Conde de Cabra.
Mora se nombraba y fue
obra vuestra, Virgen santa,
que el que se llamaba mora
obrase acción tan Cristiana.
Famoso varón, tu nombre
suene edades siempre largas,
en el latón vocinglero
de la trompa de la Fama.
Los astros del firmamento,
formen de tu bulto estampas,
que el que a la virtud se inclina,
bien merece gloria tanta.
Por dar guerra a sangre y fuego
a la precita canalla,
de cuerpos resucitados
aquí se tocan las cajas.
Los cojos que a vos se acogen,
(su fe y devoción no faltan),
se vuelven como unos potros,
las mulas dejando atadas.
Yo sé de muchas heridas
con vuestro aceite curadas,
Virgen, que a sangre caliente
hacéis milagros que pasman.
Medio ciego estoy, Señora,
y fuera mi dicha brava
si en mis ojos vuestro aceite
un medio milagro obrara.
Todos vuestros atributos
soberanamente os cuadran,
pero el de fuente es famoso
porque os viene como plata.
Fuente cristalina sois
que misericordias mana,
sin que se oculten ningunas
porque dais muy a la clara.
Fino espejo sin lesión,
¡oh si todos os usaran
para componerse en vos
de acciones y no de galas!
Al siempre verde ciprés,
pero no a su fruta avara,
claro está que os parecéis
en lo ser esperanza.
Torre de David insigne,
no soberbia sino alta,
que de las muchas que os siguen
tenéis, por almenas, almas.
Fecunda Vid que llevó,
con pretextos de intacta,
el racimo que exprimió
aquella viga cruzada.
Oliva de paz florida,
mejor que aquella que al Arca
donde Dios guardó a los suyos
trajo la paloma mansa.
Urna de oro peregrina
que se sale estando sana,
pues sobre los hijos de Eva,
en favores se derrama.
De piadosa abierto el pecho
tenéis a cuantos os llaman,
amena ciudad os nombran
porque en todo sois Granada.
Rosa sin espinas donde
tan del cielo es la fragancia,
que siendo olor de señores
puede ser tu mozo el ámbar.
Vara, y de justicia, sois,
¡oh si el mundo te tocara,
para estar bien gobernado,
las medidas de tal vara!
Bien que nunca en mal estado
pozo sois de donde sacan
agua para las dolencias,
que siendo vuestra es rosada.
Nave en quien el Verbo entró
por las treinta y seis semanas
para aportar hecho hombre,
entre brutos y entre pajas.
Candidísima azucena,
os miro, quando no blanca;
palma humilde, si eminente
árbol de cortadas ramas.
Candelero en quien hicieron
virtudes tan soberanas,
que son sombras con las vuestras
aun las más despabiladas.
El atributo de piedra
se me hace duro, mas vaya;
diamante por el valor
fuisteis y por la constancia.
Morena pero hermosa
estáis, Virgen venerada,
mas no es mucho esté morena,
la que es del Señor esclava.
Yo me precio de ser vuestro,
y dize mi confianza,
no ayas miedo que te venda:
fiel la Iglesia la aclama
Al cielo de vuestras glorias
se sube por una escala
de palo santo que tiene
con mucha cuenta las gradas.
El rosario vuestro, digo,
con quien el fiel dispara,
contra el enemigo eterno
tres veces cincuenta balas.
Con devoción afectuosa
os busquen de estas comarcas,
pues sois la mejor esposa,
seáis la mejor velada.
No con números obscuros
hinchada musa os canta,
que siempre tuve a los claros
por verlos de mejor casta.
Sólido el lenguaje sea
accidente con sustancia,
y las huecas oraciones
se pueden ir a ser cañas.
Ya he dicho, y he dicho poco.
Perdonad, diva serrana,
de un pastor de aquellas cuestas
la llaneza con que os habla.
Miguel Colodrero de Villalobos, Diuinos versos o
Carmenes sagrados..., Zaragoza, Herederos de Pedro Lanaja,
y Lamarca, 1656, fols. 43r, 43v, 44r, 44v.
Soneto a la milagrosa imágen de N. S. de Guadalupe
DON DIEGO SANCHEZ PORTOCARRERO, Caballero de la Orden de Santiago, Administrador de Millones de las Villas de Cabra y Baena, y sus partidos, por su Majestad, Regidor perpetuo del señorío de Molina, Capitán y Caudillo de su gente de guerra antigua.
A LA MILAGROSA IMAGEN DE Nª Señora de Guadalupe de Baena, y a su Capilla, edificada por Benito de Mora, por un milagro a que dio motivo el arrepentimiento de una impaciencia suya en la fábrica, y mudanza de la imágen.
Soneto a la milagrosa imágen de N. S. de Guadalupe
DON DIEGO SANCHEZ PORTOCARRERO, Caballero de la Orden de Santiago, Administrador de Millones de las Villas de Cabra y Baena, y sus partidos, por su Majestad, Regidor perpetuo del señorío de Molina, Capitán y Caudillo de su gente de guerra antigua.
A LA MILAGROSA IMAGEN DE Nª Señora de Guadalupe de Baena, y a su Capilla, edificada por Benito de Mora, por un milagro a que dio motivo el arrepentimiento de una impaciencia suya en la fábrica, y mudanza de la imágen.
SONETO
Que al primer Guadalupe este que adoro
sino en pompa en prodigios ha igualado
ya que vivientes lenguas no han bastado
las paredes lo dicen con decoro.
Entre antorchas de plata y luces de oro
se suspenda mi plectro mal templado,
por mi delito, si, desconcertado,
por tu milagro, ¡oh Virgen, si canoro!
Ya de un apóstol nos valió la duda
más que el creer de muchos, pues con ella
tocó la fe el milagro más divino.
¡Oh cuánto, Mora, tu impaciencia ayuda
la devoción de aquella imagen bella
pues a tantos milagros dio camino!
Miguel Colodrero de Villalobos, Diunos versos o
Cármenes sagrados, Zaragoza, Herederos de Pedro
Soneto a Ntro. P. Jesús Nazareno
Al Sitio, y Convento de S. Francisco del Monte.
Soneto a Ntro. P. Jesús Nazareno
Al Sitio, y Convento de S. Francisco del Monte.
SONETO
Éste, que vive enfrente de aquel risco
que de alto la vista desvanece,
San FRANCISCO del Cielo más parece,
que parece del Monte San FRANCISCO.
Aquí recoge en el claustral aprisco
sujetos tan sujetos doce, o trece,
que un muerto andando cada cual le ofrece,
y parado, así propio, es obelisco.
Salve divina Soledad, a donde
vive el alto JESÚS tan empeñado,
como lo dice el sitio, y la pobreza.
A lo que en ti se calla Dios responde,
dichoso el que del mundo retirado
huye de su malicia, a tu maleza.
Miguel Colodrero de Villalobos, Diunos versos o Cármenes sagrados, Zaragoza, Herederos de Pedro Lanaja y Lamarca, 1656, f. 19r. Biblioteca Nacional, R/6905.
Respondiendo a un religioso, que hablaba muy de veras, en que por la industria de un catalán, subiría el agua en Baena.
Que subirá el catalán
al agua, dice vuesencia,
concedo la consecuencia,
como se haga azacan.
Siempre a brazo la verán
los que mas en ello sudan,
(que hay cosas que no se mudan)
ni puede ser que lo entienda,
quien quiere que un agua ascienda
que aun a de caer no le ayudan.
Ahorrarse tanto estruendo
podrá el lugar, me parece
que puesto que se encarece
el agua se va subiendo,
den nuestra fuente yo entiendo
que no quiere dar tal salto,
Maese Pablo, al vulgo falto,
no con máquinas asombres:
que es más de bestias, que de hombres
poner el agua en lo alto.
En este cerro que mides
nos estás dando mamola,
con módulos de Biñola,
y con las líneas de Euclides.
Dente ahora lo que pides,
y deja de echar mastrazos
en tan ásperos ribazos
sin facultad, eminentes,
donde nunca habrá mas fuentes
que las que tienen los brazos.
Mas llegando a discurrir
la dificultad no está,
en que el agua subirá,
sino en que deje el subir.
¡Oh, quien la viera bullir
juguetona, y cristalina
sobre la misma Almedina,
donde la contemplo nube,
que si con el aire sube
en el aire se arruina.
El oprobio ya olvidado
que nos enciende cual fragua,
como es de que sube la agua
con ella se ha refrescado.
Uno que bien lo ha mirado
lo porfía; y con apuesta,
que es peor hurgarle a ésta,
do tanto bebiente aborda,
que el agua es algo gorda
y se cansará en la cuesta.
Del agua que ha de volar
las pajas han repartido
por bestias nos ha tenido
quien paja nos quiere dar.
Creeme a mí, sin jurar,
bebida que al valle esmaltas;
no subas a torres altas,
que si a la placeta vas
con tu pila jugarás,
y no te faltarán faltas.
Si halláramos un Juanelo
que hacia el pósito guiara
la que al sudor de la cara
semilla, concedió el cielo.
Fuera de mucho consuelo
y de crecidos favores
para todos pecadores;
y fuera gran fiesta ver
al señor trigo correr
por bestiales atanores.
Fiestas del Excmo. Duque de Sesa por la salud de su majestad
Escamoso, mudo signo,
a quien le debe influencias,
palustre, si undosa plata
orbicularmente opresa.
La majestad de los días,
deidad calurosa, aquella
que muere para nacer,
vistaba en luces treinta.
Cuando el gran Duque, aquél digo
augusta pompa de Sesa,
si Demóstenes cristiano,
Cicerón en la elocuencia.
Descendiente generoso,
del que con santa inclemencia
tiñó el acero cruzado
de infieles en las venas.
Aquél muchas veces grande,
cuando capitán las mismas
valiente alumno de Marte,
racional rayo en la guerra.
Para probar su virtud,
es infalible dilema
ver, que olvidando la corte,
de sus estados se acuerda.
En la mejor de sus villas
alentó gustoso fiestas,
tales fueron, que no fueron
indignas de su grandeza.
Sirvióle en tamaña acción
mucha, toda la nobleza
que tiene para probar fe
en posición la evidencia.
Para cantarlas, la fama
empuñe cítara eterna;
ten la región invisible
sonoro escándalo sea.
Que yo para darles nombre,
siento (ya sé que es soberbia)
felicitada mi pluma,
de científica Camena.
La nueva lleve a PHILIPO
monarca tanto, que impera
a más provincias que el sol,
desde el signo doncel tuesta.
El abuelo postre a sus plantas;
dígale que se celebran,
alborotos tan festivos,
por ser su salud tan buena.
Y por mercedes le pida
no más de atención, merezca
instrumento imaginario
ser lisonja de su oreja.
Después de haber asistido
(con piadosa reverencia)
en un seráfico alarde
de Scipiones de la Iglesia.
Los que vieron en Japón
(de su martirio por señas)
con calenturas el aire,
y con ciciones la tierra.
Por mejoras de su Rey
invoco la de la sierra,
deidad, que a centro increado
fue intacta circunferencia.
La que vive sobre un monte,
en cuya cumbre tropiezan
los potros, que rige el sol,
(que de mucho si es toda piedras?)
Después de erigirle gracias
a otra soberana Reina,
que pisando serafines
vive al pie de rubias cuestas.
Asistida de un vecino
siempre huyendo, y siempre cerca,
que no quisiera ser río,
por no pasar tan apriesa.
Salió el Duque mi señor,
día del vario planeta,
iluminando vasallos
valientes, de luz, emblema.
En la máscara salió
sobre un castaño, que huella
tan airoso, que a su sombra
parece que galantea.
Fogoso el bruto bizarro
en la correctora rienda
la mano del dueño siente,
y ufano se gallardea.
Famoso Conde de Luque
iba a la parte siniestra,
ostentando en el pellejo
autoridad cordobesa.
Sobre un corpulento rucio,
cuello poco, mucha greña,
pendiente extremo extremado
de bien partida cadera.
Dos relámpagos visivos
le arqueaban las cejas,
trueno animado al correr,
al parar, en centro piedra.
Que mucho pues, si nació
en gamenosas dehesas,
de naturaleza airosa
(si los céfiros engendran).
Eligieron los señores
(en verde campo seda)
cabos, donde culta mano
sembró plata en lentejuelas.
En los sombreros el aire
de plumas batió una selva:
a quien prendieron preciosos
diamantes por gala inquieta.
Galán salió por los cabos
cada cual, la diferencia
iba confusa en los dos,
porque igualmente campean.
A uno y a otro, sucedían
ordenanzas gentilezas,
de galanes a cuadrillas,
de lacayos a hileras.
Parecía tanta gala,
(oro brillando en las telas)
firmamento de acá abajo,
sino del aire floresta.
Después de paseo grave;
de Palacio en la plazuela
entraron, corriendo todos,
advirtiendo las espuelas.
Con igualdad discurrían
por la arenosa carrera,
sin haber pareja en todas,
que no fuese muy pareja.
Revolviéndose a compás,
repitieron ligerezas,
para el Convento famoso,
en cuanto la Luna argenta.
Este, que incluye (a pesar
de la región siempre fea)
jerarquía señoril,
o comunidad angélica.
Acabada tal fatiga
fuego hallaban en la arena,
coléricas gallardías
de animales Valenzuelas.
Negóse el Duque a la plaza,
púsose el sol, saber resta,
a cuál el silencia sombras
debió de las dos ausencias.
El día llegó jovial,
en quien notó su Excelencia,
logrados muchos deseos,
su pretensión satisfecha.
Apenas le mereció
la plaza, cuando contenta
alternó dulce alegrías,
voz de canora madera.
Paseos dando a las damas
advirtió, que sus bellezas
eran, si del cielo rosas,
de las ventanas estrellas.
Sitial ocupó decente,
donde tremoló banderas
Boreas veneró coronas,
y Majestad miró presa.
Salió en figura de toro
un rayo, y la plebe anhela
reparos, todo en vano,
que no hay a rayos defensa.
Sobre un cuadrúpedo viento,
airoso joven le cerca;
de cuyo acero la muerte,
pienso que aprendió violencias.
Envistiole el bruto horrible,
y él con la persona entera,
rompiendo el fresno, homicida
cerviz salvaje atraviesa.
El corazón ofendido,
parte a parte, vena a vena,
purpúreo veneno escupe,
por bocas sanguinolentas.
Hosco furor, coronado
de cuernos, y de guedejas,
que bebió a famoso río,
bética plata risueña.
No cabiendo en el toril
a golpes pidió franqueza,
y al salir, rigor plumoso
voló a infundirle megueras.
Deseoso de matar
tumultos de gente ausenta,
y no viendo a quien seguir,
fuego brama, y toro humea.
Que al hallar el monstruo oscuro,
donde ejecutar ofensas;
no dudo que por el cielo
alguno al infierno fuera.
Los caballos renovando
narcisos cuatro, presentan
denuedo arriscado al circo,
y al fiero animal voltean.
No así de acero arqueado
sale volante saeta,
como parte a destruir,
a donde vio resistencias.
Éste le taladra el pecho,
el cuello aquél le penetra:
y al fin uno de la vida
le acabó de abrir las puertas.
Raudal de líquida grana
el armamento añoso ostenta,
agoniza con sí mismo,
y cadáver bermejea.
Barroso tigere, terror
de la montaña morena;
en quien debió de pacer
mucha venenosa yerba.
A la vista se ofreció,
y agilizando braveza,
alcanzar quiso personas
de no enana palenquera.
Rabiando por ofender
a peligros se despeña,
y como el morir en ellos,
nunca dejó de ser fuerza.
Murió pues con más heridas,
que un abril flores engendra,
que un mayo dispone espigas,
que un junio granos deseca.
Dieron principio a la entrada,
y librando lanzas gruesas,
pensamientos son que corren
sino jinetes que vuelan.
Por ser tan propio a las cañas
echar lances, lances echan,
tales, que de cuantos miran
no hay voluntad, que no pescan.
Unicornios andaluces,
en tanto afán se recrean.
Cuando heridos sus hijares,
rosicler vital gotean.
El juego finalizando,
escaramuzas comienzan,
bueno todo, quiera Dios,
que escrito también parezca.
Todo se le debe al Duque,
más lustros viva, que cuenta
único pájaro inflantes
lirios una primavera.
Y con tal dicha los viva,
sobre afortunada rueda,
que, el vicioso infame, ofenderle
(la envidia digo) no pueda.
Miguel Colodrero de Villalobos, Varias rimas, Córdoba, Salvador de Cea Tesa, 1629, ff. 80-90.
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