Javier Bozalongo (Tarragona, 1961). Reside en Granada desde hace más de veinte años. En esta ciudad publicó sus primeros libros, Líquida nostalgia (2001) y Hasta llegar aquí (Cuadernos del Vigía, 2005). En 2007 obtuvo el Premio Surcos de Poesía por Viaje improbable (Renacimiento, 2008), y en 2009 Visor Libros publicó La casa a oscuras (Accésit del Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma).
Es asesor del Festival Internacional de Poesía de Granada desde su primera edición, en 2004. Actualmente mantiene una columna de opinión en el Diario Ideal de Granada. Desde septiembre de 2009 coordina el Ciclo de Poesía en el Palacio, que se celebra mensualmente en Granada.
Carta a un lector
Se tarda aproximadamente
veintisiete minutos,
si tienes la vista acostumbrada,
en terminar un libro de unas sesenta páginas.
El índice no cuenta, ni las dedicatorias,
ni las hojas que nombran cada parte
ni las números pares que a veces van en blanco.
Ya ves lo que te queda: en cuatrocientos versos
ha dejado en tus manos su vida este poeta.
No te pido que te muestres amable
o seas indulgente,
no te quiero entregado
ni cómplice ni falso.
Sólo quiero contigo volver a andar lo andado.
De La casa a oscuras
Autorretrato
Los hay que viven sin contar los días
y se les vuelve el tiempo
felicidad sin prisa.
Los hay también pendientes del reloj
y se vuelven del tiempo
feroces enemigos.
Los conozco gratuitos, pusilánimes
que simplemente están.
Ni son. Ni lo parecen.
De La casa a oscuras
Una historia
Ella le conoció
mientras tocaba al piano
una pieza olvidada.
Se miraron de lejos
y empezaron a hablar
sobre el vaivén del tiempo.
Ambos iban en busca
de alguna libertad:
ella ansiaba hace mucho
complementarse en él
y él deseaba con ella
fundirse solo en uno.
Rieron como locos
y así fue como amaron:
con la misma locura
con que se han olvidado.
De Líquida Nostalgia
Tarragona
En la ciudad sin puertas
las ruinas de mi infancia
nunca fueron romanas.
En el anfiteatro
de mis jóvenes años
las piedras saben más
de lo que yo recuerdo.
Subir a tocar ferro
fue después la rutina
que animaba las tardes
al terminar las clases:
era la eucaristía
que juntos celebrábamos
los miembros de distintas religiones.
Un solo dios: el mar,
al que adorar en lenguas diferentes
mientras el sol, aliado con la piedra,
daba cuerda al reloj
que adelantaba el tiempo de marcharse.
De Hasta llegar aquí
DESPUÉS DE LAS FOTOGRAFÍAS
Mirar una fotografía
facilita la tarea del recuerdo:
el mundo visto alguna vez
a través de la cámara
se nos muestra
como una imagen quieta
asentada en el papel,
agazapada en la memoria.
Después de las fotografías
se impone la verdad
de dibujar los rostros sin mirar,
de saber quién o qué
ocupa su lugar en el rincón
profundo de los ojos,
depositarios últimos
de aquello que olvidamos.
ICÉ MIS VELAS
Icé mis velas a merced de tus vientos.
El primer soplo me dejó a la deriva;
el segundo, ay, desarboló mis palos:
si el tercero, al fin, me dejara sin barco...
mi vida y mi amor serían de las olas.
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