Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

jueves, 24 de noviembre de 2011

1039.- JOSÉ MUÑOZ SAN ROMÁN


JOSÉ MUÑOZ SAN ROMÁN
Nació en Camas (Sevilla) el 10 de diciembre de 1876 y murió en Sevilla el 28 de enero de 1954. Cursó los estudios de Magisterio en la Escuela Normal de Sevilla en la que también fue profesor y bibliotecario. Fue redactor de El Liberal y colaborador de la casi totalidad de la prensa sevillana de la época en las secciones culturales y de información municipal. Fue amigo de Rodríguez Marín, a quien consideraba su maestro juntamente con Luis Montoto y José Velilla. Hijo adoptivo de Sevilla en 1919, Concejal electo en 1922 y Secretario General de Turismo durante la Exposición Iberoamericana. El 12 de enero de 1919 ingresó en la Real Academia de Buenas Letras pronunciando un discurso titulado Las canciones infantiles, en el que expresa su preocupación por la renovación de la enseñanza, coincidente en parte con los planteamientos de la Institución Libre de Enseñanza, a algunos de cuyos miembros cita, como D. Francisco Giner y D. Federico Castro. Fue nombrado hijo predilecto de Camas en 1943.

Su relación con el Ateneo fue cotidiana, intensa y constante. Cuentan sus biógrafos D. Pineda y J. J. Antequera que, ya en la madurez de su vida, un domingo o día de fiesta cualquiera, Muñoz SanRomán iba tres veces al Ateneo: por la mañana a leer la prensa, después de la comida para el descanso de la hora sexta, y tras el paseo de la tarde para hacer una breve tertulia antes de cenar. El Ateneo, a su vez, lo nombró Presidente de la Sección de Literatura (1913), Rey Melchor de la Cabalgata de 1921, Socio de Honor y Premio 'José Mª Izquierdo' de 1942 por un trabajo titulado Instituciones sevillanas benéfico-docentes infantiles de los siglos XVII y XVIII; su influencia en la pedagogía moderna. En estas relaciones con el Ateneo destaca, desde el punto de vista literario, el haber sido miembro permanente del 'pasillo de los chiflados', grupo de jóvenes que dieron en la manía de leer... de leer poesías y de hacerlas...y de vivirlas, según define José María Izquierdo en Divagando por la ciudad de la gracia a este inquieto grupo de jóvenes ateneístas que tomó el nombre del lugar en el que se reunían en el Ateneo y que fue, en un primer momento, un pasillo claro y alegre que da a la biblioteca, y algún tiempo después ... un riente y solado palomar. Estos jóvenes no sólo leían poesía y la escribían sino que, sobre todo, querían encarnar una manera de vivir ajustada al arte que profesaban, pues consideraron que en el arte está la verdad de la vida y que nada es la vida sin el arte que la expresa y al que debe consagrarse y dedicarse por entero. Se alejaron, así, de la tradición romántica que afirmaba la separación entre la razón y la vida, la disociación entre la pasión o vivir por mor de la vida, como dice un personaje de Thomas Mann, y la vida reflexiva, o vivir por mor de la vivencia, en palabras del mismo personaje, y afirmaron que vivir por mor de la vida no es nada o es cosa fútil si tras la vida no hay una palabra que la defina y con la que se exprese su última verdad. Y por todo ello eligieron el lema de Vitam impendere arte e intentaron vivirlo y practicarlo.

Además de la producción señalada, Muñoz SanRomán cultivó la novela (Sequía), el teatro (Sol de la Pascua), y el ensayo (Glosa del dolor). En su obra escrita hay que destacar de modo principal los poemarios Del solar sevillano (París, sin año, pero con prólogo fechado en 1910), y Floración (Sevilla, 1916) , pues los estudiosos de su obra coinciden en que en ella la poesía ocupa el lugar central. Gómez Carrillo afirma en el prólogo al primero de estos libros que la inteligencia poética de Muñoz SanRomán es una inteligencia que lo ve todo en imágenes y José Laguillo considera que nuestro autor es siempre poeta, también cuando escribe en prosa. Ambos coinciden, además, en que en la poesía de Muñoz SanRomán hay algo de ingenuo así en la inspiración como en la expresión que resulta de ella, ingenuidad que es libertad de prejuicios, libertad para una expresión que no pide justificación ni disculpa.

La cualidad más destacada de su obra de poeta no escapó a la agudeza de José Mª Izquierdo, quien en Divagando por la ciudad de la gracia propone una clave interpretativa luminosa y sugerente. La obra de Muñoz SanRomán, dice, es la obra de quien por haber ido del pueblo a la ciudad pasó por el campo, lo que parece querer decir, en primer lugar, que hay en la obra de nuestro poeta una nostalgia de la vida rural entendida, a la manera clásica, como anterior, más noble y mejor que la vida urbana, la cual es, inevitablemente, una vida más fácil y regalada que aquella, pero también una vida que tiene un mayor riesgo de artificio y corrupción, circunstancia de la que se duele el poeta con muy sentidas palabras (...ciudad...monstruo devorador de inocencias... Floración, p. 42); en segundo lugar, que en la obra de Muñoz SanRomán hay siempre una nostalgia del tiempo vivido sin prisa ni agobios, del tiempo extendido solemnemente ante el poeta, y por este motivo hay en ella una cierta melancolía que añora vivir el tiempo con dominio de la situación y de los instantes sucesivos, cosa que el ajetreo de la vida ciudadana obstaculiza e imposibilita, conflicto inevitable que el poeta vive como pérdida y salida del paraíso (así en Del solar sevillano, pp.190-192); y, en tercer lugar, quiere resaltar Izquierdo, sin duda, el carácter itinerante y afanoso de la obra poética de Muñoz, la provisionalidad de quien está en camino y no pertenece ya al pueblo del que se aleja y al que añora ni tampoco a la ciudad hacia la que va y la que le distrae y le perturba, y por todo ello la poesía de Muñoz SanRomán expresa que el camino en el que se detiene y en el que se recrea es de mejor calidad y de más valiosa condición que el punto de partida y el punto de llegada. No perdió el poeta en el camino, sin embargo, comenta Izquierdo, la buena voluntad, la bondad buena que siempre animó su vida y su obra.
RAFAEL RODRÍGUEZ SÁNDEZ

Sus primeros poemas aparecieron claramente influidos por el romanticismo becqueriano y tardío, al que se sumaban las huellas -presentes en casi todos los autores contemporáneos- del modernismo español y americano. A todo ello hay que sumar ese neopopularismo que estuvo presente en sus escritos desde sus primeras entregas a la imprenta, y que aún era bien visible en un poema que publicó en la mencionada revista Grecia en 1919, al lado de las composiciones más radicales -desde el punto de vista estético- de sus jóvenes compañeros de andanzas literarias:



Mis hijas, hoy viene
del pueblo la abuela:
pongamos la casa
de gala y de fiesta.
Vestíos de nuevo,
traed flores nuevas
y blancos manteles
que vistan la mesa.
Poned en los labios
las risas más frescas
y toda la casa
que huela a limpieza [...]

("Esperando a la abuela")

Cuando apareció esta composición entre las páginas de Grecia, hacía más de veinte años que José Muñoz San Román había dado a la imprenta su primer libro de versos, titulado Barquillos de canela (1898). Dos años después, el poeta de Camas volvió a los anaqueles de las librerías con una colección de madrigales agrupados bajo el título de Mariposas (1901). A este poemario le siguieron otras muchas entregas líricas, entre las que resulta obligado recordar los títulos siguientes: Zarza florida (1902), Glosa del dolor (1904), Remanso (1908), Del solar sevillano (1916), Del dulce amor (1916), Floración (1916), La tierra bendita (1916), Como antorchas (1917), Los niños anormales (1921) y El encanto de Sevilla (1921).

Como novelista, José Muñoz San Román fue muy alabado por los críticos y lectores de su época, que celebraron en sus narraciones la amenidad y originalidad de que hacía gala el escritor de camas. Entre esta obra en prosa, es justo destacar las novelas tituladas Sequía (1908) y Mayo florido (1916), así como una colección de apólogos presentada bajo el epígrafe de Fábulas en prosa (1900).

Finalmente, en su faceta de escritor dramático José Muñoz San Román escribió y estrenó tres comedias que fueron muy aplaudidas en la Sevilla de la primera década del siglo XX. Se trata de las piezas teatrales tituladas Buscavía (1902), El sol de Pascua (1909) y Redención milagrosa (1909).
Bibliografía.
- BARRERA LÓPEZ, José María. El Ultraísmo de Sevilla (Historia y textos). (Sevilla: Alfar, 1987). 2 vols.
- CUENCA BENET, Francisco. Biblioteca de autores andaluces: Modernos y contemporáneos (La Habana, 1922). 2 vols.
- MÉNDEZ BEJARANO, Mario. Diccionario de escritores, maestros y oradores naturales de Sevilla y su actual provincia (Sevilla, 1922-25).
- MOLINARI, Andrés. Pequeño diccionario de teatro andaluz (Sevilla: Alfar, 1994).








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