Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013
jueves, 24 de noviembre de 2011
1047.- CRISTOBALINA FERNÁNDEZ DE ALARCÓN
Cristobalina Fernández de Alarcón [1576-1646]
Nació y murió en Antequera ( Málaga ). En su época fue llamada La dulce antequerana Clío. Su gran belleza física y espiritual levantó fuertes pasiones hasta el punto de que en alguna de ellas Pedro Espinosa, al sentirse defraudado, se hizo sacerdote. Lope en El Laurel de Apolo alabó de la poetisa con gran entusiasmo.
Durante siglos la mujer ha estado sometida a la voluntad masculina, su voz ha sido silenciada y sus facultades han permanecido ocultas o apenas desarrolladas, constituyendo sus únicas salidas el matrimonio o el convento. Sin embargo en los periodos de renacimiento cultural han surgido voces que reivindicaban la ilustración de las mujeres como un bien general para toda la sociedad. A finales del siglo XV y en el transcurso del siglo XVI se desarrollaron planteamientos humanistas como los de Luis Vives, que en su obra De institutione Faeminae Christianae (1514) recogía la teoría igualitaria de Erasmo de Rotterdam según la cual «la inteligencia no tiene sexo». El Renacimiento abrió pues las puertas de la ilustración al sexo femenino hasta el punto de contar con dos mujeres en las primeras universidades españolas:las de Alcalá de Henares y Salamanca. Sor Teresa de Cartagena, Luisa de Padilla, Isabel de Liaño o Sor María de Santa Isabel defendieron los postulados igualitarios porque «quien dio el alma a la mujer la dio al hombre, y que no es de otra calidad éste que aquella, y que a muchas concedió lo que negó a muchos», argumento que constituye el ideario de las dos grandes feministas de aquella época: María de Zayas y Sor Juana Inés de la Cruz.
Precisamente entre los rasgos que caracterizan a la escuela literaria antequeranogranadina de finales del siglo XVI se cuentan la profunda formación humanística de sus integrantes, la apertura a las nuevas corrientes poéticas que circulaban en el cambio de siglo y la presencia de varias mujeres: Luciana e Hipólita Narváez, Catalina Trillo y sobre todo Cristobalina Fernández de Alarcón, objeto de este perfil biográfico, la poeta más importante del grupo.
Hija natural de un escribano, la escritora vino al mundo en Antequera en 1576, siendo educada por su tía Beatríz de Rivera y algunos preceptores -entre los cuales se cuenta el horaciano Juan de Aguilar, al que se le considera su maestro- que cuidaron de manera especial su formación en gramática y latín. Este interés por el conocimiento de las lenguas clásicas originó la formación de un colectivo femenino conocido en la época con el nombre de «las latinas», al que pertenecieron entre otras Francisca Nebrija, Lucía Medrano, Beatriz Galindo y Lucía Sigea. La trayectoria vital e intelectual de Cristobalina Fernández de Alarcón corresponde a la de una mujer del estamento social alto pero no necesariamente nobiliario, con una cierta capacidad de acción y un aceptable reconocimiento en la esfera pública, avalado desde las normas de la perspectiva de género y siguiendo los cánones de la época, por dos matrimonios: el primero, fracasado, con el comerciante malagueño Agustín de los Ríos; el segundo con un estudiante de ascendencia portuguesa, Juan Francisco Correa, del que nacieron dos hijos. Un camino diferente siguió su relación platónica con el poeta de la escuela antequerana-granadina Pedro Espinosa, que le inspiró su «Canción amorosa», composición donde afloran profundos sentimientos:
«Cansados ojos míos, ayudadme a llorar el mal que siento». Un camino intransitable para los dos enamorados si tenemos en cuenta la retirada de Pedro Espinosa a la ermita de la Magdalena tras el segundo matrimonio de la escritora.
Pasado el tiempo, al enviudar de Juan Francisco Correa, Cristobalina Fernández de Alarcón abandonó Estepa, donde había residido, para instalarse de nuevo en Antequera en compañía de su hija.
La obra de Cristobalina Fernández de Alarcón está vinculada a la escuela poética a la que perteneció, caracterizada por la influencia humanista, la elección de temas religiosos o que rozan el misticismo, pero también de temas profanos, descritos de manera viva y colorista. Como suele suceder cuando se trata de la producción literaria femenina, a pesar de la fecundidad de la autora, glosada por su maestro Juan de Aguilar, no es mucho lo que nos ha llegado de su obra. Al parecer la falta de cuidado hizo que se perdieran muchas de sus composiciones, que fueron muy estimadas por Lope de Vega en la visita que hizo a la ciudad de Antequera en 1602, llegando a considerarla como la «musa antequerana» o la «sibila de Antequera» en la Silva III del Laurel de Apolo, y posteriormente alabadas por Bartolomé Gallardo y Serrano Sanz.
Pedro Espinosa incluyó dos de las canciones amorosas de la escritora en la obra Flores de poetas ilustres, publicada en 1605. En la segunda parte de la misma Juan Antonio Calderón incorporó otros dos poemas suyos. Cristobalina Fernández de Alarcón está representada también en el Cancionero antequerano, recopilado por Ignacio Toledo Godoy en 1627-1628, con un soneto y también con las composiciones marianas que envió a las Justas Literarias de Granada de 1626, con motivo de la festividad de la Virgen del Carmen. Su poema más famoso lo forman las quintillas que compuso al ser beatificada Santa Teresa en 1615.
Pero la gloria de las Letras duró poco para las mujeres. El avance de la Contrarreforma supuso un dique para la emancipación ilustrada. La muerte de Cristobalina Fernández de Alarcón, acaecida el 16 de septiembre de 1646, podría considerarse simbólicamente como broche de una etapa dorada para la literatura femenina andaluza.
B i b l i o g r a f í a
ALONSO, D. ; FERRERES, R. (eds.) Cancionero antequerano , recogido por los años de 1627 y 1628 por Ignacio de Toledo y Godoy. Madrid, CSIC, 1950.
DÍAZ DE ESCOVAR, N. «Hijos ilustres de Antequera. Cristobalina Fernández de Alarcón». Nueva Revista, Antequera, septiembre de 1933.
PAREJO BARRANCO, J. A. «Cristobalina Fernández de Alarcón» (157?-1646), en M. ALCOBENDAS (ed.), Málaga. Personajes en su Historia. Málaga, Arguval, 1986.
SÁNCHEZ MONTERO, E. En Femenino Plural. 5. La mujer y las Letras. Córdoba, Diputación de Córdoba, 1999.
Mª Dolores Ramos. Universidad de Málaga.
A SANTA TERESA DE JESÚS, EN SU BEATIFICACIÓN
Engastada de rizos de oro
la bella nevada frente,
descubriendo más tesoro
que cuando sale de Oriente
Febo con mayor decoro;
en su gloria celestial
mezclando el carmín de Tiro
con alabastro y cristal,
en sus ojos el zafiro
y en sus labios el coral;
el cuerpo de nieve pura,
que excede tanta blancura,
vestida de sol los rayos,
vertiendo abriles y mayos
de la blanca vestidura…
A SAN IGNACIO DE LOYOLA
Y SAN FRANCISCO JAVIER
Sale dando matices de escarlata
al cielo de zafir el sol dorado
y el grato al resplandor que le ha prestado
todo planeta influye en luz de plata.
Si en un espejo el cielo se retrata,
de estrellas, cielo y sol se ve un traslado,
mas si el cristal por arte es ochavado,
en diversas esferas se dilata.
Javier e Ignacio a Dios, que es sol, imitan
en la Iglesia, cristal de la triunfante,
distinta en dos opuestos paralelos.
Mas no en la unión que entre ambos solicitan,
siendo el uno en Poniente, otro en Levante,
dos planetas, dos soles en dos cielos.
QUINTILLAS A LOS MISMOS
Como en rayo de luz pura
al sol, planeta mayor,
cuando alumbramos procura
le acompaña el resplandor
y aumenta su hermosura,
así por la sombra fría
del que de Dios se desvía,
estos rayos suyos dos,
abriendo camino a Dios
hacen a Dios compañía…
CANCIÓN
Cansados ojos míos,
ayudadme a llorar el mal que siento,
hechos corrientos ríos;
daréis algún alivio a mi tormento
que tanto me atormenta
anegaréis con vuestra tormenta.
Llora el perdido gusto
que ya tuvo otro tiempo el alma mía,
y el eterno disgusto
en que vive muriendo noche y día;
que estando mi alegría
de vosotros ausente,
es justo que lloréis eternamente.
¡ Que viva yo pensando
por quien tanto de amarme se desdeña !;
que cuando estoy llorando
haga tierna señal la dura peña,
y que a su zahareña
condición no la mueven
las tiernas lluvias que mis ojos llueven!
¡ Sombras que en noche oscura
habitáis de la tierra el hondo centro,
decidme ¿ por ventura
iguala con mi mal el de allá dentro ?
Mas ¡ ay ! que nunca encuentro
ni aun en el mismo infierno
tormento igual a mi tormento eterno.
¿ Cuando tendrá, alma mía,
la tenebrosa noche de su ausencia
fin, y en dichoso día
saldrá el alegre sol de tu presencia ?
Mas ¿ Quien tendrá paciencia ?
Que es la esperanza amarga
cuando el mal es prolijo y ella es larga.
Oh tu, sagrado Apolo,
que del alegre oriente al triste ocaso,
el uno y el otro polo
del cielo vas midiendo paso a paso,
¿ has descubierto acaso
desde tu sacra cumbre
el hemisferio a quien mi sol da lumbre ?
Diráste, si lo esconde
en sus dichosas faldas el aurora,
lo mal que corresponde
a aquesta alma cautiva, que le adora;
y como siempre mora
dentro el pecho mío,
tan abrasado cuando el frío es frío.
Infierno de mis penas,
fiero verdugo de mis tiernos años,
que con fuertes cadenas
tienes el alma presa en tus engaños,
donde los desengaños,
aunque se ven tan ciertos,
cuando llegan al alma llegan muertos.
Yo viviré sin verte
penando, si tú gustas que asi viva,
o me daré la muerte,
si muerte pide tu piedad esquiva;
bien puedes esa altiva
frente ceñir de gloria
que amor te ofrece cierta la victoria.
Tuyos son mis despojos
adorna las paredes de tu templo;
que tus divinos ojos
vencedores del mundo los contemplo;
ellos serán ejemplo
de ingratitud eterna,
¡ Ay ojos ! ¿ quien os viera !
que no hubiera pasión tan inhumana
que no se suspendiera
con vista tan divina y soberana.
Quedara tan ufana,
que el pensamiento mío
cobrara nuevas fuerzas, nuevo brío.
Si amor, que me transforma,
quitándome el pesado y triste velo,
me diera nueva forma,
volara, cual espíritu, a mi cielo,
y no abatiera el vuelo,
que yo rompiera entonces
de cualquier imposible duros bronces.
No estuviera seguro
el monte mas excelso y levantado,
ni el mas soberbio muro,
de ser por mis ardides escalado,
y a despecho del hado,
descendiera, por verte,
al reino oscuro de la oscura muerte.
Mil veces me imagino
gozando tu presencia, en dulce gloria,
y con gozo divino
renueva el alma su pasada historia;
que con esta memoria
se engaña el pensamiento,
y en parte se suspende el mal que siento.
Mas como luego veo
qu´es falsa imagen, que cual sombra huye,
aumentase el deseo,
y ansias mortales en mi pecho influye,
con que el vivir destruye:
que amor en mil maneras
me da burlando el bien, y el mal de veras.
Canción, de aquí no pases,
cese tu triste canto;
que se deshace el alma en triste llanto.
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