Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

domingo, 27 de febrero de 2011

272.- DOMINGO LÓPEZ


Domingo López, (1967, Sanlucar de Barrameda, Cádiz)
Como narrador es autor de obras como “La soledad y nosotros” (Premio Nacional de Narrativa Julio Cortázar 2002, Colección Relatos, Universidad de la Laguna, Tenerife 2002), “La lluvia y las rayuelas y otros cuentos” (Colección Monosabio de Narrativa, Concejalía de Cultura, Ayto. de Málaga, 2003) o “Alentejo Blues y otros textos” (Papeles de Uno, Cádiz, 2010) participando en antologías de prosa como “Tripulantes” (Editorial Eclipsados, 2006) y “Cuento vivo de Andalucía” (Universidad de Guadalajara, México, 2007) y “Si me persiguen, me iré más al sur”, (Raro Ediciones, Almería, 2009). Asimismo tiene varios poemarios publicados, destacando títulos como “Blues” (Premio del XXII Certamen de Poesía Ángel Martínez Baigorri Ed. Ayto de Lodosa, Pamplona, 2006) o “Suburbia” (Premio del Certamen Internacional de Poesia Ciudad de Morón 2006 - Editorial Point de Lunettes, Sevilla, 2007) y ha sido incluido en varias antologías, entre ellas “Voces del Extremo – Poesía y Utopía” (Fundación Juan Ramón Jiménez, Moguer, Huelva, 2004) y “Poética 2005” (Área de Cultura, Ayto de Zaragoza)





Del poemario “Suburbia” (Ed. Point de Lunettes, Sevilla, 2007)


ESTADO DE EXCEPCIÓN

A veces
- muy de tarde en tarde -
la dicha le visita de improviso
se queda un rato
deambula
mira los libros
y se va
no sin antes advertirle
- apuntándole con un dedo -
que no se haga ilusiones
por el simple hecho
de haber escrito
otro poema






INDIGENTE

Vive
en el parque y
de la beneficencia
tiene cincuenta años y
los dientes podridos
y le gusta el fino, el buen flamenco
y las piernas de las enfermeras
cuando acude algunas tardes
a las urgencias del ambulatorio cercano
quejándose con mucho teatro
de una nueva mordedura
de la soledad.







EL DESOLADO

Madrugó
se aseó en la palangana
hizo un poco de café
salió mordiendo un pedazo
duro de pan
y en la plaza se sentó
junto a otros viejos
que también venían
a coger un poco de sol
y a soltar un rato
- como si fueran perros -
sus soledades.







MANO DE SOBRA

Del ingrato
trabajo inestable:
1 - A la calle
por quedarse embarazada
sin consideración.
2 - Al cementerio
cuando resbaló sin avisar
en el andamio.







Del poemario “Llegar hasta aquí” (Inédito, 2010)


LAVORARE STANCA

Hacía años
que ya no escribía nada
tratando únicamente
de sobrevivir y trabajando
diez horas diarias
- una familia que mantener,
la hipoteca,
la suerte de tener un empleo -
por un sueldo que apenas le llegaba
pero en el bolso del almuerzo
se llevaba a la fábrica
un libro de Antonio Machado
- amarillento y viejo -
porque a las cinco y cuarto de la tarde
paraban la cadena de montaje
y tenía unos minutos
- no fumaba -
para leer algún poema.








BAR LISBOA

Si trabajaba
- me dice el camarero -
debía de ser
- por sus manos finas, aclara -
en una oficina o escritorio.
Usaba gafas
y ya no era joven.
Tenía la palidez triste
de la gente sola y de los enfermos.
No, no vino nunca
con amigos ni con mujer.
Pedía con torpeza
uno con leche y sin azúcar.
Contaba el dinero
como si temiera mucho
que no le llegara paga pagarlo
y se sentaba a leer
toda la tarde
- en aquella mesa del fondo, señala -
el mismo libro sobado
de un tal
- al servirle leía la portada
con disimulo -
Fernando Pessoa.


sábado, 26 de febrero de 2011

271.- JOSÉ PERAL JIMÉNEZ "SCOTTA"


José Peral Jiménez,
aunque siempre me verán firmando como J.P.J.[Scotta].
Nací en Campillos [Málaga], el día 29 de enero de 1962.
A los 9 años de edad, como hijo de emigrantes, me marcho con mis padres a Alemania. Allí, dentro de los frondosos bosques de hayas, comienzo a escribir mis primeros versos que ya desde un principio los intento cantar.
A los catorce años vuelvo a Campillos y sigo escribiendo. Sigo rellenando cuadernos de poesías, pero un desgraciado accidente me paraliza: cuando tenía prestados los cuadernos a una amiga mía, profesora y entusiasta de la poesía, un incendio en su casa acaba con la vida de ella y las poesías mías. Rescato algunas que quedaron, como bocetos, en mi cajón y las vuelvo a plasmar en cuadernos, pero el contratiempo es muy fuerte y dejo de escribir con asiduidad.
Con mi marcha al Servicio Militar, la entrada como vocalista en el grupo de rock DDT y el descubrimiento poético de Walt Whitman, comienzo una frenética relación con la escritura de canciones, poemas y mis primeros escritos en prosa.
Tras el Servicio Militar, el compromiso con la escritura es ya un hecho y me nacen las primeras obras no publicadas: \'Un adiós interminable\', \'El pecado legal\', \'Los pájaros desprendidos\' y \'Desde el infierno\'como poesía, \'Los fuegos de Igries\', \'Yo soy el elegido\' y \'La gran pelea\' como relatos y \'El corte de Patxi\' que es una pequeña obra de teatro que llegó a ser representada por el grupo de teatro \'Savia Nueva\'.
En 1986 consigo el primer premio del Certamen de Poesía del Colegio de F.P. \'La Rosaleda\' de Málaga con la poesía \'Podría escribir los versos más bonitos\'.
En 1991 ganó el primer premio de poesía de la Escula Taller de Campillos con el poema: \'Un turbulento mar etílico\'.
En 1995 publico mi primera obra poética \'Diario de un mes de enero\' y ese mismo año, bajo la influencia de la lectura de poetas como Vicente Huidobro, Allen Ginsberg, Nicanor Parra, Gregori Corso, Leonard Cohen o Fernando Merlo, escribo \'¡Agua!\' que también lo publico y más tarde \'Palabras Usadas\' que no está publicado.
En 1996 viajo a Cuba y de allí me traigo escrito en poesía \'Una ventana en La Habana\'.A la vez termino también \'Cuando el volcán se despereza\', de poesía.
En 1997, Javier Espinosa [Javier Luna], me propone publicar algo en la colección de libros de poesía que él dirige, Aben Humeya, y le entrego un trabajo poético. Al considerarlo muy extenso, lo divido en dos \'El día que amanezca\' y \'Viento indómito\' y finalmente se publica en la imprenta El árbol de Poe, \'El día que amanezca\'.
En 1998, la editorial Corona del Sur, me propone publicar en una de sus colecciones de poesía, exactamente en la Biblioteca General y publico \'De las sombras a la violencia\'.
En 1999, escribo como relato \'Color de ida Color de vuelta\' y como historia de viaje \'Marruecos\', además publico un libro de tres relatos titulado \'Tripon pon pon\' y comienzo a tener relaciones con la Academia Iberoamericana de Poesías en su Capítulo de Málaga, en ella y desde entonces, se me publica cada año un poema en un libro anual de homenaje a algún o alguna poeta.
En el 2000, publico \'La rebelión de los niños muertos\', también dentro de la colección Biblioteca General de Corona del Sur y con la intención de crear una trilogía.
En el 2001, escribo \'Como un sol\', \'Salto al vacío\' y \'AGUR\', que no publico.
En el 2002, se imprime una segunda edición de \'La rebelión de los niños muertos\', y escribo sin publicar \'Trincheras rotas\'.
En el 2003, escribo \'Diario de NO A LA GUERRA\', mezcla de prosa y versos y publico \'Los cuernos del diablo\' como cierre de la trilogía de la Biblioteca General.
En el 2005, consigo el tercer premio en el Certamen de Poesía \'José Mª Campos Giles\', de Campillos y una mención de honor en un certamen internacional de Junin [Buenos Aires] donde se presentan más de 2.800 trabajos, con el poema: \'A Miguel y Arantxa en el día de su boda\'.
En el 2006, se imprimen segundas ediciones de \'De las sombras a la violencia\' y \'Los cuernos del diablo\'. Obtengo el primer premio de poesía en el Certamen de Poesía \'José María Campos Giles\' con el poema: \'Boabdil\'.
En 2005 viajo a Venezuela y en 2006 a argentina y Uruguay, de estos países me traigo poemas escritos que auno en un trabajo que titulo \'Brecha colorá\'. No lo publico.
En el 2007, publico el trabajo poético: \'El Taller de las campanas\'.
He compuesto letras de canciones para cuatro discos publicados por el grupo DDT y para el único disco del desaparecido grupo DAF.
He dirigido varias revistas en las que he escrito constantemente artículos periodísticos \'La Palabra\', \'La Soga\', La Chicharra\'... . Con el seudónimo de Cristina Sánchez Gamito publico durante un año [2004-2005] en el periódico ya desaparecido \'Andalucía Centro\'.
He participado con varios poemas en poemarios conjuntos editados por la Academia Iberoamericana de Poesía en su \'Colección Acis\', concretamente en Bocacalles [2003], Voces de fondo [2005] y Los peldaños de la palabra [2006].
En el 2008, publico mi última obra titulada \'Yo Rimbaud\'.
Actualmente, me encuentro trabajando en un poemario dedicado a la cantora de Jazz, Pepa Niebla, titulado \'Estrella fugaz\'. Otros dos poemarios sin título, uno de poesía social y otro de poesía romántica, la segunda parte de \'El Taller de las Campanas\' y un intento de poemario visual. También dirijo una colección de poesías \'De puño y letra\' en la Editorial Atrapasueños de Sevilla, en la cual he prologado la primera publicación: \'Romance de locos, coplas de ciego\'.




...A ella

Detrás de esas nubes encarnadas,
en este atardecer blanco y sencillo,
se esconde un vendaval de sangre y lava.
Me hiere el alfiler de ese sonido,
me hieren como escarcha las palabras
cortando con sus dientes y sus filos
el pétalo sensual de mi garganta.
Después de tanto ahorrarme los suspiros,
después de que envainé mi última espada,
de nuevo vuelvo a ser el fiel amigo,
el pan que se coció en la última hornada,
el bueno a quién no quieren en el nido
sus hermanas de otra casta y otra jaula.
Detrás del mal ensayo de cariño,
detrás de esa caricia mal trazada,
vendrán los conocidos orificios
en esta triste cáscara deslavazada.
Oiré, el cruel lamento de estar vivo,
otra vez la cicatriz de mi fiel yaga
pedirá para su cáliz un buen vino
y detrás de todo esto, cuando caiga,
veré asustado que otra vez no me han querido,
sentiré en mi espalda: otra puñalada.

Despedida

Se me ha clavao un esquirla
de una lágrima temblorosa,
en uno de los pasos que atreví,
al palpitar al son de Mataderos
soñando con el Valle del Tafí.
Otro lamento de Boca y de San Telmo
me recorre las arterias bataclanas,
bajando por Corriente me paré
a llorar letras en una azul ventana.
No se si en Plaza de Mayo
estará ahora mismo
aquel gorrión despierto,
prestándole las alas
a los blancos pañuelos
pintados con pan del día
en el cariñoso suelo,
saltando entre la barba
de la grama y su secreto.
Suena por el Cabildo mi soledad
y retumba desde Nuñez a Belgrano
con ese lamento lunar
de un bandoneón besando un tango.
Seguro está en Puerto Madero
mi sombra buscando una farola,
seguro persiguiendo alguna luz,
seguro coqueteando a alguna ola,
esa es de las que abraza por la noche,
esa es de las nunca duerme sola.
Anudo mi memoria en Plaza Italia
entre los gatos y los árboles
que irradian magia,
tomando el sol
y sesteando a la romana.
Me subo y bajo el Subte,
declamo como un loco
en la puerta del Colón,
aspiro todo el verde
de los bosques de Palermo,
estoy como fluyendo
en arroyos de carmín,
estoy como un poseso,
como aprendiendo a sufrir.
no se como decirte Buenos Aires
que estoy ya despidiéndome de ti.

Vida

Vida,
¿A dónde me estás llevando?
Dentro
de este vagón de ganado.
Huelo
a podrido y a pescado,
yo que había elegido ya
mi propio y triste calvario.

Vida,
¿Qué hago yo entre escapularios?
Viendo
como rezan a mi lado
Huelo
a incienso duro y sudario
yo que siempre he estado libre
de castigo y de pecado.

Vida,
¿Porque abrigas al malvado?
Cuando
te dan a elegir dos bandos
Porque
pierden siempre los honrados
y los falsos y embusteros
acaban siempre mandando.

Vida
cuando dejarás tu escaño
sobre
tu parlamento de engaños
Sabes,
ni te creo, ni comparto
las malas mañas que tejes
cuando urdes el reparto.

Vida
no me gustan tus encantos
tienes
dos caras como el Dios Jano
una
para el débil y el humano
y otra llena de alegría
para el juez y pa\'l tirano.

Vida,
tu no tienes ya dos manos,
una
la vendiste en el mercado
solo
te queda en la que has tatuado
desde el pulgar al meñique
políticos y soldados

Vida
déjame llegar al barco
alguien
quedará siempre a mi lado
tengo
ese viaje reservado
ese que a mi me devuelva
junto con los condenados






A la probesita demokrasia. (Andaluz)
A la pobrecita democracia (Castellano)

Por José Peral Jiménez “Scotta”



Texto en andaluz

En esoh moneeroh trahparente
entran lah boluntade
tan retoríah, tan repelenteh,
se presipitan tanto ar basío,
tienen tan maloh kliente
k´en dihpuéh tó lo ke sale
son kormiyoh´e serpiente.

En la kaye libertá,
a la sombra d´una arkansía
abía una ehkuela griega
ke yamaban demokrasia.
Oi sige siendo un negosio,
pueh negosio eh tó akeyo
ke t´ensiende una kandela
en un rinkón der cerebro.

Ai fuegoh gueno
i ai maloh fuego,
kien vende ideah
kien bende biento
kien kobra pa komè
kien kobra en mieo,
unoh en salú,
otroh en euro.

Por eso anteh,
ase ya tiempo,
fue una ehkuela de baloreh
i oi un supermerkáo
d´interkambio.



Traducción al castellano

En esos monederos transparentes
Entran las voluntades
Tan retorcidas, tan transparentes,
Se precipitan tanto al vacío,
Tienen tan malos clientes
Que después todo lo que sale
Son colmillos de serpientes.

En la calle libertad,
A la sombra de una alcancía
Había una escuela griega
Que llamaban democracia.
Hoy sigue siendo un negocio,
Pues negocio es todo aquello
Que te enciende una candela
En un rincón del cerebro.

Hay fuegos buenos
Y hay malos fuegos,
Quien vende ideas
Quien vende viento
Quien cobra para comer
Quien cobra en miedo

Unos en salud,
Otros en euros.
Por eso antes,
hace ya tiempo,
fue una escuela de valores
y hoy un supermercado
de intercambios




El poeta andaluz José Peral "Scotta" nos ofrece un nuevo libro, esta vez por partida doble. Doblemente será el placer de leer una poesía tan humana, cargada con la estética de la ética y
el compromiso. Sus poemas se complementan, sus lecturas se enriquecen conjuntamente y
el lector queda atrapado en el interior de sus palabras rebeldes.





viernes, 25 de febrero de 2011

270.- ANTONIO MURCIANO


ANTONIO MURCIANO. Poeta español nacido en Arcos de la Frontera, Cádiz en 1929.
Estudió la carrera de Comercio en Jerez y luego se licenció en Derecho en la Universidad de Sevilla. Dirigió la
colección Alcavarán en colaboración con su hermano Carlos, con la que obtuvo numerosos premios.
Es miembro de las Reales Academias de Málaga, Córdoba, Cádiz y Jerez de la Frontera.
Una de sus grandes pasiones es el arte flamenco, en especial El Cante, siendo autor de numerosas coplas y ensayos que lo han convertido en ganador por cinco veces del Premio Nacional de Flamenco.
Ha obtenido numerosos premios entre los que se destacan: Nacional de Poesía, Juan de Mena, Joan Maragall, Virgen del Carmen y Ciudad de Melillla.
De su obra poética se destacan: «Amor a la palabra» en 1957, «La semilla» en 1959, «Los días íntimos» en 1962, «Perfil del cante» en 1965, «Canción mía» en 1965 y «Los ángeles del vino» escrito en colaboración con su hermano Carlos.








Antiguo amor

Hoy en la calle sola,
cayendo a plomo el sol en las veletas,
comprendí que la vida
a veces abre heridas que no cierra.

Venía de lo suyo.
Yo iba a lo mío por la misma acera.
Pero hacía tantos años,
tantos recuerdos que dejé de verla,
que fue verla y sentirme
como alfileres dentro de las venas,
como una mano que oprimiera el cuello
y me pusiera la saliva seca.

Fue subirme a la boca
una palabra tonta, una cualquiera,
fue hacer un gesto absurdo con la mano
mientras pasaba, amor antiguo, ella.

No fue buscarla. No.
No fue decirla, ni quererla.
Venía de lo suyo
y cruzó por lo mío, viva, muerta.







Balada de la Adelfa

NO me esperes
-te dije-
junto a la adelfa,
que la adelfa es amarga
y eres doncella.

(La tarde era de verde
como fruta que empieza.)

Espérame
-te dije-
allí donde no sea
turbia la luz, ni el aire,
ni el agua de la acequia.

(La tarde era naranja
como una fruta nueva.)

Pero tú me esperaste
-muchacha-
donde era
amarga la dulzura
de tu boca entreabierta.

(La tarde era amarilla
como una fruta seca.)







Balada del anillo

TÚ, por la primavera;
yo, amor, para el verano.

Tú, cuando los jardines;
yo, cuando los sembrados.

Yo siempre prometiendo,
tú siempre preguntando,

que si en el pueblo alegre,
que si en el campo,

que si a la orilla, orilla,
cantándonos
los álamos...

Te pondré la alianza
de oro, por mayo,
en el dedo tercero
-corazón-
de tu mano.







Canción de amor para el camino

¿Lo pisado es lo perdido,
lo por pisar el encuentro?
En saber por dónde vamos
consiste, amor, nuestro juego.

Tierra de donde venimos,
por donde fuimos viniendo,
por donde vamos, camino
de donde no volveremos.

Caminando escuchamos
los propios ecos.
Nada ni nadie somos
al detenemos.

Si la vida es camino,
caminaremos.
Yo, conmigo y contigo.
Tú, con mis sueños.







Canción donde el poeta intenta hacer el retrato de la esposa

UN hermoso cabello
que con mi mano aliso;

frente tras la que pienso,
mirada en que me miro;

boca de la que bebo
agua de gozos íntimos;

oído para el requiebro,
cuello hacia donde giro;

hombro sobre el que sueño
pecho con mi latido;

brazo en el que me enredo,
mano con que acaricio;

vientre donde me siembro
y renuevo y revivo;

urna de mi universo
manantial de mí mismo;

pierna en que me sostengo,
pie para mi camino.







Canción para tu silencio

¡Qué paz de noche plena,
amada mía!
Hago como que sueño. El agua suena
en mi melancolía.

Tú devanas despacio lana rosa.
Hago como que leo.
Por dentro de este verso vas, esposa.
En tu silencio creo.

Tu canción del Peer Gynt de Grieg, de fondo;
con mis palabras lucho.
La música te instala en lo más hondo
y hago como que escucho.

Sigue el son de la lluvia en los cristales
por tu silencio vivo.
Duermen los hijos. Lo compruebas. Sales.
Hago como que escribo.

Te sientas otra vez. Te siento junto.
Permaneces callada.
Hago como que aspiro y no pregunto...
Y tú eres el aire, amada.







Corazón

Abierto tengo el corazón a todo
lo que sea palabra verdadera;
hombre que llegue a mí de otra manera
lo encontrará cerrado a piedra y lodo.

Mi corazón es llano y sin recodo,
y tan por dentro humano y tan por fuera,
que aunque de ausencia y desamor muriera
no quisiera que fuera de otro modo.

Quien palabras le llueva de ternura,
quien en su tierra siempre honrado grano
comerá el pan de la amistad segura.

Que abierto está en la palma de mi mano
como una roja fruta ya madura,
pura para la boca del hermano.






Del verdadero amor

Hoy traspasé el umbral de mi ventura.
Estabas toda tú desnuda, digo
vestida de candor.
-Ven. Te esperaba.
Hoy la mañana proclamó tu nombre
y de dorada, se me fue poniendo
del color verdemar, claro y antiguo,
de tus ojos abiertos.

Y me miré en tus ojos
-¡qué claridad de viña al mediodía!-
y te besé los ojos
y me mojé los labios
del agua rosa-niña de los tuyos.

Nunca pude entender que amarse fuera
quedarse quieto al borde de unos ojos,
asomarse a otra vida y contemplarse
vivido desde lo hondo y para siempre.

Las dobles caracolas de mi oído
guardaron el eco de tu mar, ¡qué dicha
tener conmigo tu reír, tu canto,
tu palabra de amor, claro murmullo!

Toda la casa olía a tu perfume.
Tus dos manos palomas por mi vida.
Mi dolor, mi alegría, todo en orden.
Ser sólo corazón es lo que importan.







Dialoguillo entre el amor y el amado

-¿Cómo reparto mi tiempo,
cómo comparto el amor?
-De luna a luna conmigo
contigo de sol a sol.
-También existen los otros...
-Sólo existimos tú y yo.
-Somos tres: tú, yo
y los otros.
-Somos dos.
-¡Uno!... ¿Tú?
-No
-¿Yo?
-Ninguno
( Y fue en silencio el amor. )







El poeta vive la víspera de su boda

Me tiembla marzo por la sangre. El viento
bate cristales por mi duermevela.
Se me enreda en las manos todo. siento
que una ronda de arcángeles me cela.

Que una ronda de arcángeles la guarda
para que venga a mí de gracia plena.
todavía no viene. ¡Cuánto tarda!
¡Oh noche larga de la luna llena!

¡Oh noche larga en que la luna acuna
-bamba de plata- mi soñante empeño!
(Miro caer las horas una a una
apoyado en el hombro de mi sueño.)

Apoyado en el hombro de su vida,
¡qué bien ya para siempre peregrino!
Peregrino de amor. ¿Por qué escondida
senda se va la cima de un destino?

Senda. Cima. destino. Tres palabras.
A las cimas se va sólo subiendo.
Al amador, Amor, puertas le abras
cuando venga en llamar. Va amaneciendo.

Hoy vengo yo a llamar. -¿Quién es?... -¿Quién
soy?
un hombre solo y hasta todavía
que viene y que se va que vengo y soy
en busca de una sola compañía.

Buscando estoy la paz en la mañana...
No venid, mis amigos, no... Dejadme.
Bien me sé que es costumbre, cosa vana,
lo sé, pero hoy no puedo. Perdonadme.

Hoy no puedo. De veras. Otro día
me dáis la despedida y los abrazos.
( ¡Cómo me pesa, Dios, esta alegría
de levantar un mundo con mis brazos! )

Norte y sur de mi vida: cuna y losa,
principio y fin. El mundo está bien hecho.
Vida del hombre: amor, espina, rosa
y una alondra que cante por el pecho.







El tiempo no existe

«Si vienes por ejemplo a las cuatro...,
comenzaré a ser feliz desde las tres.»
Saint-Exupery

El tiempo no existe
cuando estás conmigo.
Tan sólo lo cuento,
lo peso y lo mido,
tan sólo lo sufre
mi carne y mi espíritu,
lo bendigo sólo
no sé o lo maldigo,
cuando estás viniendo
o cuando te has ido.
el mundo no existe
cuando estoy contigo.







En el sur

En el sur,
todo es del tiempo;
quiero decir que no cuenta,
que le echemos tiempo al tiempo;
que no vemos las manilas
de ese gran reloj del tiempo;
quiero decir que parece
que hay un poco más de tiempo
que en las otras tres esquinas
de la rosa de los tiempos.








Hoy camino hacia el alba. Sueño. Vivo...

Hoy camino hacia el alba. Sueño. Vivo
lo por vivir, revivo lo vivido.
Hoy soy el humo manso de las casas
el que me eleva el corazón. Hoy nace,
dentro de mí, el pueblo. ¡Qué milagro
soñar, guardar, sentir tanta blancura,
tantas horas gemelas, calles, patios
de siempre, tanta oliva de paz, tantos
recuerdos, tanta infancia mía ida!

Hoy es la brisa malva de sus campos
la que me orea el corazón. Hoy crece
su tierra en mí. ¡Qué olor a malvavisco,
a romero, a tomillo y a cantueso,
qué verde el ceñidor de sus chumberas,
qué lento andar uncido el de los bueyes,
qué soledad lanar la del rebaño,
cuán dorada su mies, cuán pleno el fruto
de sus racimos en agraz, sus huertos,
su total granazón esperanzada!

Hoy es la sangre antigua de sus gentes
la que me puebla el corazón. Hoy late
el pueblo en mí. ¡Oh, qué belleza honda
la de sus leñadores con el alba,
la de su laboriosa artesanía,
la de su plaza con su alegre rueda
de niñas en la tarde, sus muchachas
con la sonrisa en flor; esposas, madres
aguardando la hora del regreso
tras la pura clausura del visillo
y esos ancianos de la barba en nieve
trenzando el hilo-pita o la tomiza
mientras baja la luna a su azotea!

Llevar un pueblo así entre la carne,
con su nube arrollada a la cintura,
con palomas y flores, con campanas,
con ríos-venas y hacia un mar de dicha,
con amigos y surcos y canciones,
es encalarse el alma y decir: ¡Vivo!

Allí está el pueblo, aquéllas son sus torres.
Sobre mi corazón al fin, crecido
bajo mi voz. Qué renovado gozo
irse acercando hacia su piedra en vilo,
hacia su cal, hacia su nube... Pueblo
norte de un sur, ya para siempre mío.







La amada

Aquí, bajo mi frente poseída,
bajo el mar de mis ojos, naufragada,
bajo mi boca cálida, abrazada,
aquí, bajo mi pecho, estremecida;

aquí te quiero, vida sobre vida,
suspiro y risa y fuego y sed calmada,
aquí, entre mis dos brazos, abrazada,
con tu cintura en flor, aquí, ceñida.

Aquí te me destrenzas, te me llegas.
Y ahora que ya eres mía y puedo y quieres
te me proclamas casta y te me entregas.

Aquí te me destruyes, te me hieres,
te bebes mi vivir, te me doblegas
-tibia carne de amor- y te me mueres.







Vuelta al amor

YA estoy de vuelta, amor, viniendo estoy,
llegando más a ti cada rodada;
no vuelvo a lo dejado la mirada,
siempre adelante remirando voy.

Hombre que sueña y que se acerca soy,
hombre que viene por la madrugada,
que anhela y goza y tiembla la llegada
muerto de ayer y redivivo de hoy.

no sé si de mis huertos, de mis rosas,
si vengo de mi campo con espinas,
si del mundo, no sé, si de mis cosas...

Sé que soy hombre que se acerca al beso,
hombre que sueña pueblo con esquinas,
hombre que sueña que se acerca... Eso.


jueves, 24 de febrero de 2011

269.- VIRGILIO CARA VALERO


Virgilio Cara Valero (Granada, 1964) es licenciado en Filología Española por la Universidad de su ciudad natal. Ha sido profesor en institutos de bachillerato y secundaria en Morón de la Frontera y Almuñécar y ha desempeñado esta actividad, durante quince años, en el I.E.S “Aguilar y Cano” de Estepa. Actualmente es profesor de Lengua Castellana y Literatura en el I.E.S “Alhendín” de Granada. Ha ampliado, también, su actividad docente impartiendo, durante cinco años, los cursos del Aula de la Experiencia de la Universidad de Sevilla y participando en los ciclos de conferencias que organiza la Diputación de dicha ciudad.
Ha dirigido, entre 1999 y 2007 la revista literaria Los Papeles mojados de Río Seco en cuya colección de “Libros Perdidos” ha colaborado en la publicación de los tres títulos que, hasta ahora, han sido editados: Primeros Poemas de Juan Ramón Jiménez, con estudio introductorio de Jorge Urrutia, Siete Romances de Joaquín Romero Murube, con prólogo de A. Martínez y M. García y Ramoneo de Ramón Pérez de Ayala, con introducción y notas de Andrés Amorós. Actualmente coordina la sección de poesía de la revista en su segunda época.
Ha publicado textos de creación y de crítica literaria en revistas como Antaria, El Fingidor, Letra Clara o El coloquio de los Perros.
Poesía:

Los años que pasé fingiendo. Granada, Colección Genil, Diputación provincial, 1998.
No he visto lo que he visto. Epistolario apócrifo. Madrid, Hiperión, 2004.
Región del desengaño. Sevilla, Edit. Point de Lunettes, 2009.
Selección de poemas recogida en el volumen Granada. En lo oscuro y en el agua, recopilada por Juan Varo Zafra. Huelva, Diputación provincial, 2006.
Premios y reconocimientos:

1998: Premio Genil de poesía.
2004: Premio Internacional de Poesía Antonio Machado en Baeza.






ALI AL NAFZI SE RETIRA A DESCANSAR

A Rafael Juárez

Dicen de mí que he sido,
durante el ejercicio prolongado
del cargo que ocupara en esta corte,
de carácter pacífico y actitud ponderada,
que supe preservarme
tanto del mentecato adulador
cuya boca envenena,
como del intrigante que acaba con el sueño.
Y, si hay algo de cierto en la opinión
de quienes esto afirman,
no a otros se lo debo sino a aquellos
con los que conocí la virtud del estudio;
a Abu-Bar al-Kafif quien me instruyera
en las correspondencias de los nombres
y en los falsos sentidos con que, a veces,
las palabras ocultan la verdad;
interpreté los textos con Abu
Zayd al Suhayli, fiel conservador
de las leyes sagradas
pero dúctil y pródigo aplicando justicia;
y fui, también, discípulo (Dios guarde
su memoria) de Abu Marwan Quzman,
del que un día lejano recibiera
conocimiento y júbilo.
Lo que ellos me enseñaron traje aquí,
hasta estas tierras fértiles que han visto
pasar mis años (como pasa el río
que baña sus murallas).
Y aquí habrá de quedarse cuanto he escrito
acerca de la ley, mis comentarios
sobre el hombre y la paz, y los poemas
con los que me atreví, algunas madrugadas.
Me dicen que he cumplido mi trabajo
con honradez y fe, sin obligarme
en pasiones efímeras
ni en fugaces ideas;
y que es tiempo, por fin, de abandonarme,
alejado de pleitos y traiciones,
al placer que tan sólo proporcionan
las cosas naturales.
Entre ellas, en el huerto junto al Dauro
que hace poco adquirí, pensando en mi retiro,
haré balance ahora, más dueño de mí mismo,
del valor verdadero de la vida.





268.- MANUEL MANTERO




Manuel Mantero

Nacido en Sevilla en 1930. Doctor en Derecho. Profesor de las Universidades de Sevilla y Madrid. En 1969 marchó a Estados Unidos. Actualmente es Distinguished Research Professor de la Universidad de Georgia, en donde ha tenido una Cátedra Especial de Poesía Española e Hispanoamericana hasta 2000, año de su jubilación.
Premio Nacional de Literatura, Premio Fastenrath de la R. Academia Española de la Lengua y Premio de la Crítica de Andalucía en dos ocasiones. Ha sido consultante de la Academia Sueca para los Premios Nobel de Literatura varios años. Medalla de Oro de la ciudad de Sevilla.
Entre sus libros de poesía figuran Tiempo del hombre (1960), La lámpara común (1962), Misa solemne (1966), Memorias de Deucalión (1982), Primavera del ser (2003) y Equipaje (2005). Ha publicado novelas (Antes muerto que mudado, 1990) y obras de crítica y ensayo (La poesía del Yo al Nosotros, 1971; Poetas españoles de posguerra, 1986), así como antologías de Jorge Guillén (1975) o de los Derechos Humanos en la poesía hispánica (1973). En el año 2004 se publicaron sus memorias (Había una ventana de colores), y entre 2007 y 2011 sus Obras completas, en cuatro volúmenes.    

                      


A NIEVES

               Letum non omnia finit.

                                 (Propercio)

Otra mañana. No otra, la primera:
¿quién se acostumbra a la felicidad?
Siempre hermosa te veo, con la edad
invulnerable de la vez primera.

Salimos al jardín. La primavera
rosa es de rosas, verde de verdad.
Yo el periódico leo, eternidad
degradada a noticia, a pasajera.

Paz en armas. Política. Blasón
del dólar. Béisbol. Modas. Religión
que a su infierno me arroja por quererte

humana y diosa… Un día, más fragante
despertará el jardín y yo, radiante,
te leeré la noticia de mi muerte.




     
             
PIÑATA

A ciegas quiero darle con el palo
al tesoro en su aire (los tesoros
verdaderos no están bajo la tierra),
entre empujones, gritos de los niños
que me orientan en falso y que se ríen
de mi inhabilidad. Como no veo,
huelo más y mejor, y bien distingo
cada azucena, cada rosa, cada
jazmín del arriate. Esquiva y fértil
isla flotando en el azul del cielo,
mía tienes que ser. Y mía eres.
Oigo el gemido de tu rompimiento
y sobre mí como bautismo cae
la lluvia de color de tus regalos.

Hoy aprendí, felicidad, que a ti
sólo se llega desde las tinieblas.
Desde el azar. Y desde lo que hiere.

            




GOETHE

Los genios, obra de los dioses,
¿acaso necesitan de su tiempo?

Mágicos son los ríos
si lo son los paisajes que reflejan.

Pero la magia de los mares
en ellos sólo está.









En lo alto

La ninfa ha despertado.
Desnuda, no me teme.
Cansada está de tanto andar en sueños.
La hierba la sostiene como a cáliz tendido.
Vierte la fuente un agua confiada
en donde beben los que duran.
Ciervos rondan, perdices sobrevuelan.

Digo en voz baja mi deseo
y ella: “No. Volverás a mí
cuando aprendas los gestos y palabras
de los dioses.

Vuelve
cuando hayas aprendido a contemplarme.
Ver es humano y contemplar, divino”.






LA QUEJA QUERIDA

Poeta. Es decir, náufrago que grita,
que quiere sacudirse la tristeza
de su isla desierta y exquisita,
cuando la muerte a rodearlo empieza.

Su queja, cada día, arroja escrita
al mar: botella verde, uña, corteza.
Cada día, iza al cielo una infinita
bandera roja que arde en la maleza.

Y si algún transatlántico de espanto
sorprende su mensaje de humo y llanto,
es inútil la búsqueda, el viaje.

La expedición arribará a la playa
y el poeta, en su cueva más salvaje,
esperará de nuevo a que se vaya.

Mínimas del ciprés y los labios, 1958.







CONDENACIÓN DEL POEMA

El poema mataba a la poesía
con su opresión,
su límite,
su forja.
Dentro del verso el aire se volvió
irrespirable como un cuervo muerto.

Tiré al suelo las sílabas,
sajé las aliteraciones,
desanduve la música,
olvidé las ideas en su sombra,
y una vez abolida la estructura,
salí fuera, miré a los árboles,
toqué la luz de la luna en el agua,
corté una flor,
le dije algo vital a una mujer.

Volví a mi casa,
me dispuse a escribir.
Mas ya escribir era traición.

Y traicioné.

Poemas exclusivos, 1972.








GENERACIÓN POÉTICA DEL 50 (O DEL 60)

Míos son vuestra edad, nación, idioma,
no vuestro tema. No os entiendo,
oh aburrida asamblea monocorde
a los pies de los ídolos abuelos.
Me indago
como una espina penetrando un cuerpo,
lloro en Dios porque lloro lo que borro,
excavo mitos y en sus atrios duermo,
mi muerte tiene forma esbelta de ángel
no sé si de la guarda o del tormento,
mi palabra se afirma entre mis manos
golpeada y vertical (Colón y el huevo)
y es mi poesía contingencia mágica,
moderno aroma, juventud del hueso.

Esta mañana, al levantarme,
en vosotros pensé. No os pertenezco.

Poemas exclusivos, 1972.









AL LECTOR

1

Las palabras son vírgenes difíciles,
y escribir es arder en sus desaires,
y más quererlas, y asediar a un sexo
adivinado entre su noche oscura,
y enloquecer, y suplicar, y ya
propicias ellas, las palabras, vienes
tú y tú las gozas. Tanto urdir y arder,
¿sólo valió para una dicha ajena?

2

Digo mi palabra y todos
entienden lo que yo digo.

Alguno, hasta entiende el canto
de mi pájaro de símbolos.

Pero nadie sabrá nunca
el vuelo, el árbol, el nido.

Fiesta, 1995.









ARTE POÉTICA

Tú no alabes a aquel que muestra
deshilachados o confusos
los hilos de oro de su filigrana
pues (dice) toda perfección requiere
su transgresión para que no fatigue, etc.

Tú escupe en su oro díscolo, no es oro
ni díscolo. Es nailon y torpeza.

Equipaje, 2005.






CARTA A UN POETA NUEVO

Oh apasionado adolescente, cuida
que tus palabras no lo digan todo,
y sirvan ellas de iluminación
porque les diste persistencia de astro,
no por quemarlas y quemarte en ellas.

Equipaje, 2005.








sábado, 19 de febrero de 2011

JOAQUÍN MÁRQUEZ [267]


Joaquín Márquez Ruiz 

Nació en Sevilla (1934), ciudad en la que residió habitualmente hasta que, en 1984, abandonando sus anteriores ocupaciones profesionales, se trasladó a la playa de las Tres Piedras –Chipiona– y, posteriormente, a Sanlúcar de Barrameda (Cádiz).

Desde 1974 hasta 1979, en que se interrumpió su publicación, dirigió la revista de poesía Cal.

De su obra poética, Carlos Bousoño ha destacado la “originalidad, inteligencia e intensidad”, mientras .Rafael Montesinos asegura: “No es corriente en nuestro tiempo encontrarse con una voz tan clara, auténtica y, a la vez, tan honda y conmovedora”.
Su extensa producción poética ha sido recompensada con numerosos premios (Boscán, Ciudad de Barcelona, Ausias March, Miguel Hernández, Ricardo Molina, Feria del Libro de Madrid, José Hierro, etc)

OBRA PUBLICADA

Poesía:

Hay tiempo de nacer (Col. Angaro. Sevilla, l973). Los pies de las estrellas (Col. Aldebarán. Sevilla, l974). Premio "Aldebarán".La casa navegable (Col. Angaro. Sevilla, l974). Premio "Ciudad de Barcelona".El tren desnudo (Col. Alamo. Salamanca, l974) Premio "Alamo".Pasos en la memoria (Col. Ausias March. Gandía, l976). Premio "Ausias March".Albergue para noctámbulos (Col. Angaro. Sevilla, l978). Accésit Premio "Angaro".Etiqueta para pieles humanas (Col. Leopoldo Panero. Madrid, l978). Solo de caracola para un amor lejano (Col. Premios Boscán. Barcelona, l978).La lluvia traducida (Col. Dulcinea. Madrid, l978) Premio "Ricardo Molina".La aguja sobre la piedra (Col. Adonais. Madrid, l982) Premio "Pérez Embid".Todo mortal (Col. Premios Villa de Rota. Rota -Cádiz-, l983).Substancia fugitiva (Endymion. Madrid, l984). Premio "Miguel Hernández".Cristal de Bohemia (Col. Premios Leonor. Soria, l985).Fe de erratas (C.A. Municipal de Pamplona, l985) Premio "Arga".Plantaciones de lúpulo (Col. Premios Blas de Otero. Majadahonda -Madrid-, l989).Clave de espumas ( Col. Premios "Tiflos". Madrid, l994)De tanto amor eterno (Antología de poemas de amor l973-l99O. (Renacimiento.Sevilla, l992).Libro de familia (Endymion. Madrid, l987) Premio "Feria del Libro de Madrid".Por selva oscura (Endimión. Madrid 2001) Premio Aljabibe. Album de seres perdidos (Diputación Provincial de Soria 2002)Bajo las cúpulas doradas (Libros del Malandar) Sanlúcar de Barrameda 2004)Puente de los suspiros (Colección Melibea) Talavera de la Reina 2005 Dibujado en la nieve (Algaida) Premio Ciudad de Badajoz 2005 Fábulas peregrinas (Universidad Popular) Premio José Hierro 2006)

Novelas:

Reconstrucción de la niebla (Hiperion. Madrid, l984).El jinete del caballo de copas (Espasa Calpe. Madrid, l987). Premio "Andalucía” De un gorro color limón (Col. Premios Castilla-La Mancha. Madrid, 1990)La música de don Juan (Algaida. Sevilla 1999) Finalista Premio Ateneo de Sevilla.


Antología poética
Joaquín Márquez

El tren desnudo



El jarrón

El viajero recuerda
que aquel jarrón azul que se hizo añicos no tuvo sangre.
Cayó como una flor de lluvia, hasta que el suelo
abrió sus gotas en añil, mostrando
las desnudeces del vacío.
Breve
granada de color, y una estampida de ciegos saltamontes.
Después silencio y barro
en estrellas sin norte —igual que antes
de que Dios nos tocara—. No resultó difícil
congregar su pasmado firmamento.
Cuando alguien, al barrer,
se llevó aquellos trozos desahuciados
sin que se descubriera
el embrión de un grito, giró sobre el instante
un tenue escalofrío; como el ala
de algún presentimiento.
(Quién sabe si la prisa
de aquel momento oscuro se llevó a la basura
un hermanastro azul que no tuvimos).


Regreso

Abre los ojos.
Ya está de nuevo en casa
Una hilera de besos
hace guardia a la sombra del manzano
y una sonrisa grande
le ladra conociéndolo.
En la tierra
del jardín, donde antes florecían
los ojos de los niños,
aún le espera la última comunión del pequeño.
Y el jarrón más azul que la desgracia
está entero en el centro de la mesa,
ofreciendo su vientre de payaso
al aire.
Todo sigue en su sitio.
Pero el viajero no comprende.
Trata de entrar. Abre la puerta.
Y está saliendo siempre de su casa.



Albergue para noctámbulos


Encuentro en la oscuridad

El canto matemático del grillo
pone un reloj de ausencias en la estancia
mientras la noche acorta la distancia
recogiendo caminos en su ovillo.

Grita en la cesta el cráneo del membrillo
desde la vanidad de su fragancia,
sumando a mi ignorancia su ignorancia
con un rebuzno triste y amarillo.

No sé si el fruto o yo estamos despiertos,
pero sé que lo miro y que me mira;
Yorik los dos en tiempos diferentes.

Late en el grillo el pulso de los muertos
cuando tomo el membrillo y —¿quién delira?—
visto su calavera con mis dientes.


Pescador

Llego cada mañana cuando acabo
de recoger mis redes, .pongo el viejo
pez-corazón-reloj tras su aparejo
latiendo todavía. Luego, esclavo

de la costumbre, me desdoblo; lavo
mi imagen sobre el agua del espejo
y un mítico naufragio borro y dejo
correr por la riada del lavabo.

Piso firme la orilla. Me despido
del silencioso pescador desnudo
que se queda en las lindes del olvido

Y al sueño vertical que me delata
amarro por el cuello con el nudo
marinero sin mar de la corbata.


La ducha

Hace calor. La ducha. Y apareces
—desnuda claridad— como una espada.
Y me dejas la carne traspasada
cuando a la lluvia, sin rubor, te ofreces.

El agua pone el río y tú los peces.
Yo no sé qué poner. No pongo nada
más que un corvo deseo; una mirada
como un puñal que clavo muchas veces.

Y el agua cesa y se acrecienta el fuego
cuando la piel recorres con cuidado
agotando tu aseo y mi paciencia.

Y miras, y te ríes, y hablas: ¿Luego?
No, luego no, mujer. Ahora el pecado,
que ha sido mucha ya la penitencia.



Etiquetas para pieles humanas


Joven desnuda ante el espejo

No salgas que hace frío.
Deja a la noche donde está. Las fiestas
son un engaño torpe por el que se acostumbran
los cuerpos al cansancio. Quédate en ese aljibe
ahora que eres tan joven, ahora que no hay madrastra
capaz de conminarte a inclinar la sonrisa.
No salgas que han dictado leyes contra la música
de las ondulaciones, y cercenan gladiolos
por todas las esquinas. Que han abierto el olvido
y urgen, con agujeros, la piel de los zapatos.
No salgas. No te asomes al balcón
de ese traje de noche, o se te irán los pechos
a cazar golondrinas por el país del mirto.
Quédate en ese arroyo que se muerde la cola,
que desemboca y nace para ti y tu desnudo.
Deja sola a la noche columpiarse en su miedo.
Deja a los bailarines que desangren sus tangos.
Deja que el whisky archive su pena en los vencidos.
Déjale libre el día a tu ángel de la guarda.
Y sigue duplicándote para engañar al tiempo.
No salgas. No hagas caso de guiños fluorescentes.
Agárrate a ese espejo. Sujétate con clavos.
Si sales esta noche te morirás de prisa.
Que ya están escondidas por todos los rincones
las ancianas que vienen a mustiar los espejos.



Etiqueta para una desconocida que bosteza

El tedio es un aviso. Los ojos tan oscuros
le dicen a la muerte que hay dos puntos y aparte,
y que, aunque luego siga,
la vida se detiene ahora, en este momento.
(El aire halló un estuche donde esconder sus joyas
para escaparse luego, a lomos de un suspiro).
Habla un idioma triste que no es inglés, ni tiene
parecido con otro que sepan las ardillas, las águilas reales,
los cazabombarderos, si acaso los arcángeles
cuando andan de amoríos, o el vientre de la tórtola
cuando empolla capullos rellenos de guitarra.
Todavía no había amanecido la majestad del diente.
Bostezó. Se hizo sueño. Y se perdió de pronto.
Y de pronto aparece soleando el paisaje.
Y habla con las primeras palabras que se encuentra.
Y se toca los ojos por saber si volaron.
Y ya todo en su sitio
y en su lugar la muerte,
me mira y se columpia despacio en mi sonrisa.



La lluvia traducida


Quien inventó el amor

Quien inventó el amor,
creó desnudo el cuerpo
y dio al tacto semillas precursoras.
Imán
para los ojos. Eva lo supo a tiempo;
sólo puede ascender hasta los dioses
lo que perece. Nuca hubiera
servido a la pasión un cuerpo eterno.


Breve viaje al sueño


I

Se muestra nebuloso —torpe niño de arena
concebido en la playa—.
Descubre otro dogal en otra dimensión.
Dejadle. Que otros abran las puertas de las calles.
Que nadie tome un trago de cerveza
hasta saber si nacerá varón
o tristeza de agua o vaso de alfarero.
Ya no encuentra los ojos que tenía.
¿Qué perro le ha comido la mirada?


II

¿Es seguro que el sueño
va a devolver un hombre?
Se marchó confiado.
No extrañó ese camino de cristales oscuros.
La idea, blandamente, la carne, despaciosa,
poco a poco alimentan
claridad de otro espacio. Podría derrumbarse
por una arquitectura vegetal,
por un plinto de garras sucesivas.
¿Un objeto es un sueño que no pudo volver?


III

Abierta la ventana de lo imposible,
una inquietud araña las hormigas
de la mente.
¿Podrá resistir otra noche
esa fría oleada,
lluvia de sensaciones insidiosas?
Hay que esperar paciente,
como cada mañana, que los ojos
vuelvan de nuevo a casa.


IV

Oscuro entró. Ahora gris,
vuelve de un tiempo muerto
—el corazón o pez viscoso, irremediable,
se lo anuncia en el peso y en el fallo cardíaco—.
Ya le tallan las manos. Ya le pintan los ojos.
Ya preparan sus gestos para dejarlo al borde
de aquel naufragio antiguo.
Se despidió de la ciudad dormida
donde reposa el traje —sin condecoraciones—
que lo vistió de célula incolora.
El asombro señala en los relojes
su paso por la magia. Y vuelve.
Pudo llegar por la línea del ángel,
o por la más directa del gusano,
o quedar en el tren gastado de la nada.
Pero vuelve en el hombre.
A toda prisa
se arranca las ortigas de la noche
para que, todavía, no le crezcan
interminablemente.


Un zapato en el suelo entre el orden y el desorden

I

La mirada equivoca;
risas por mueca, besos por carmín,
fuego por luz.
Un punto
visto desde el batracio,
sólo haría aumentar la confusión.
Y seguimos buscando situaciones
definitivas, cuando
ni suelo, ni sillón, ni ropa,
ni zapatos, ni muecas, ni recuerdos,
son más que alguna trampa
en un tiempo, sentido, o mirador, distinto.


II

Una flecha de luz le marca el rumbo
a la mirada.
Ropa
y claridad ocupan el asiento.
Tallado por la mano del ambiente,
el momento se fija, ya infinito.
Una pulsera puede
transformar en su circo los elementos
—sillón con ademanes
de elefante dormido entre las cosas—.
¿Se desordena el mar porque la tierra gira?
Poco a poco, las luces van cubriendo objetivos
hasta alcanzar los límites.
Sobre un zapato olvidado en el suelo ¿quién diría
que pudo alzarse el trono de un cadáver?


III

Cerca de la ventana hay ropa.
Una pulsera
dio santidad al rostro del asiento.
El caos tiene un orden en el instante.
Abrigo
que ya se ha desvestido de nosotros.
Siguen recuerdos telefoneando —¿aquel zapato
de Cenicienta se perdió en la magia?
¿Quién desciende? ¿Quién sube?
Al otro lado viven los murciélagos;
si desnudas un pie, allí lo visten.
Esta duda es vivir. Hay que agarrar
la rama del instinto.


IV

La ropa allí. Ventana
diciéndonos sillón. Por el zapato
¿sabemos que hubo un pie? Al menos tuvo
alguien su referencia. Todo va sobre un punto
y aparte en el espacio.
El túnel se oscurece hasta hacernos perder
el rumbo. Abrir los ojos es igual a cerrarlos;
la duda maestra es de la ignorancia.
¿Decimos, fin? Ya estamos al principio.


V

Una flecha de luz
¿ocultará el camino a la mirada?
Llamad urgentemente a los periecos
el mar se va a caer y no lo saben
¿Tienen allí
su verdadera sombra nuestros cuerpos?
¿Circulará también la sangre por la izquierda?
El zapato es ahora un puntapié de duda.
¿Cómo encontrar el orden entre tanta
confusión y verdades tan distintas?




 La aguja sobre la piedra


Puerta del perdón

Llaman. ¿Quién va?
La sombra
ha posado sus dedos en el amplio
aldabón. Almohades
son los ecos que rizan las piedras y sostienen
tensas las bridas
del siglo XII, aquel terco y ruano.
Amigos son el bronce y el alerce
bajo el anillo que desposa al viento.
¿Quién va? ¿Quién va? La sombra;
un reverso de luz que hace medallas
y escribe y no repite
el nombre de Allah en vano.
Sombras, sombras.
Preguntas sin respuestas; dardos fríos
contra la eternidad.
También es ciego
este alarife que reparte gloria
y se sujeta al muro soportando
la embestida del tiempo y sus achaques.
No vencerá el cristiano. Esta batalla
la ha perdido el rey santo contra Allah.



Virgen de los Reyes


Siglo XIII

Locos, pobres, tunantes,
cornudos, sifilíticos, borrachos
—la Virgen de los Reyes
ya aparece en la puerta de Los Palos—,
mudos, verdugos, viejos,
mendigos, invidentes, maniáticos
—la Virgen de los Reyes
le deja al sol de agosto usar su manto—,
enanos, drogadictos,
negros, negreros, ricos, cojos, mancos
—la Virgen de los Reyes
lleva al hijo de Dios en su regazo—,
tramposos, seducidas,
violadores, violentos, desahuciados
—la Virgen de los Reyes
está enseñando a Dios a abrir los brazos—,
herejes, prostitutas,
blasfemos, judas, inclementes, sátiros
—la Virgen de los Reyes
tiene un hijo que sabe hacer milagros—,
lesbianas, sodomitas,
masoquistas, rufianes,
asesinos, coléricos, ingratos
—la Virgen de los Reyes
va levantando un palomar de aplausos—,
cojos, mudos, mendigos,
viejos, pobres, borrachos,
sordos, blasfemos, ricos,
seducidas, enanos,
herejes, prostitutas,
lesbianas, locos, santos, santos, santos
—la Virgen de los Reyes
vuelve a cruzar la puerta de Los Palos.



Matusalén


Enrique Alemán, 1483

La imagen del anciano en el cristal
cumplió ya cerca de quinientos años
y sigue delicada y transparente.
¿Halló
el maestro vidriero aquí la fórmula
para la eterna juventud? Si fuera
así, escogió un modelo bien probado.
No en vano el patriarca
fue centenario —cuentan— nueve veces.
Pero si acaso el tiempo hubiera decidido
la eternidad para esta imagen,
no os dejéis engañar; sólo estaría
mostrando eternamente, sobre un viejo
reproducido en vidrio,
la condición de todo lo creado
que aún permanece: su
fragilidad.


Llave


Sacristía Mayor

Según la tradición, ésta es la llave
que el rey moro Axataf
entregó al rey Fernando.
El hierro aquí
no es importante;
nunca abrirá una puerta. Y, sin embargo,
si esta llave no hubiera
sido entregada en las reales manos
de Fernando III, ahora las piedras
de la gran catedral serían otras
y estas líneas, un hermoso dibujo
como el que está en las guardas de esa llave.


Inmaculada Concepción

«Piu vale la tua gamba che il mio San Cristoforo»
(M. P. de Alesio a L. de Vargas)               

Mirad cómo la Virgen se levanta
sobre el frondoso árbol genealógico
que, en el Edén, fundaron con caricias
nuestros primeros padres. Contemplad
a los santos patriarcas componiendo
sus ramas firmes,
a Eva
con el pecho desnudo —se presiente
la leche tibia y fértil— junto al cuerpo
musculoso de Adán.
Pero prestad
atención a esa pierna
de Adán que Luis de Vargas modelara
con la delicadeza
de quien sabía adonde nos llevó.
Ved que no está pintada en posición de fuga.
Aparece en el cuadro
para mostrar al mundo, sosteniendo
el edificio de la fe y el arte,
cómo pudo un pecado
ser abuelo de tanta maravilla.


Santiago en la batalla de Clavijo


Juan de Roelas, 1609

Una vez y otra vez alza la espada
Santiago.
Las cabezas
sarracenas, maduras de terror,
ruedan bajo los pies de los caballos.
El tajo ilustre aparta
miembros, divide cuellos. Por la tierra,
la sangre saca moldes a la herradura.
El grito
y el asombro conmueven las filas mahometanas.
¿Quién es este demonio?
Milagrosa es la escena. Respóndeles Allah.



Inmaculada con el retrato de Miguel Cid

Pacheco, 1620

Inmaculadas hay en este templo
de estilos varios. Todas
van sobre otras figuras apoyando
su majestad. Algunas
son de artistas anónimos; sus nombres
pasto de olvido fueron. Otras llevan
firmas egregias: Zurbarán,
Murillo, Luis de Vargas...
Pero hay una
Inmaculada singular. En ella
Miguel Cid —fue poeta, hoy desterrado
de las antologías— aparece
con sus versos camino de la gloria,
adonde ya llegó por mano de Francisco
Pacheco y con la Virgen de intercesora. Así
cualquiera.


Adán y Eva


Duque Cornejo. Armario Sacristía Mayor

De una madera noble.
Había árboles,
sin duda, en el Paraíso
de tan buena madera como ésta,
pero los dioses son
caprichosos; todo lo hacen
porque sí.
Adán y Eva prevalecen
sobre una puerta y son hermosos.
Abrid, dioses, abrid. Probad de nuevo.


Crucificado de marfil


Alonso Cano. Sacristía Mayor

Debió ser una historia de sangre —perseguido,
la jauría detrás, el rastro denso,
la inmensa vida, el corazón buscando
un hueco, el barritar del miedo, la esperanza
de escapar por la fuerza,
el acre olor del hombre, la misión
sagrada de un colmillo incomprendida.
Nadie
consultó su deseo.
Fue
pedestal de milagro, mas lo cierto
es que debió morir como no quiso.
Alguien una mañana o una tarde
puso frente a sus ojos toda la muerte junta.
Y ahora el crucificado
que al mundo vino por salvar al hombre
tallado en su marfil se muestra al mundo.


Sacristía Mayor

Tras el cristal de la vitrina pueden
verse tablas, arquetas, cálices, medallones,
cruces y urnas, en oro, plata y piedras preciosas.
Contienen las reliquias de: San Bartolomé,
San Félix, Santa Bárbara,
San Isidoro, San Leandro,
San Tadeo, San Blas, San Pedro, San Lorenzo,
San Servando, San Agustín, Santiago
el Menor, San Germán,
San Laureano, Santa Rosalía,
Santa Úrsula, San Agapito, San Teodoredo,
San Celestino, una
de las once mil vírgenes y el brazo
diestro del Papa San Clemente.
Todo
es parte del tesoro
que se fue acumulando año tras año
y que un mal día
se ha de perder. El día en que una voz
ordene la reunión de la ceniza.
Si no ocurre un milagro.


Seises

Poniendo gracia en sus pies,
con diez peones de lujo
juega Dios al ajedrez.
Hay alfiles y caballos
en el tapiz que los seises
van tejiéndole al espacio.
El Rey está en todas partes.
Y la Reina vigilando
desde todos los altares.
¿Quién va a ganarle este juego
si es suyo el tablero y suyos
son también los movimientos?
(Al salir, nos vuelve a dar
jaque mate con la torre
que guarda su catedral).


Han llegado los bárbaros

Han llegado los bárbaros.
El grito
recorre la ciudad.
Una corriente eléctrica sacude
el espinazo de diez mil caballos, cuando Ataúlfo
al frente de sus huestes se detiene
ante las piedras que el verdín corea.
Suevos, alanos, vándalos, gente del Norte —todos
de algún norte serán, pues todos hablan
con voz de intensa lluvia—, van dejando
aurigas y caballos, previo golpe
de billete contado receloso,
a la puerta. Desfilan,
renqueantes algunos, tras el jefe
que empuña un yes con filos y señala
la cueva con su inri de cincuenta pesetas.
Beautífules
muros dan acogida al gres de asombros
con que adornan sus rostros. Y, despacio,
la tierra conquistada ya penetran y apartan la penumbra
condescendientes con el siglo XIII.
She is the Virgen de los Reyes. Oh.
She is the Concepción lnmaculada.
Revoloteo —manos que comprueban en el bolso y suspiros
de alivio. No forgotten la píldora—. This is
the Custodia; trescientos
kilogramos de plata nos contemplan. Here's Colón
que fue y volvió cargado de tinieblas
en su quinto viaje. Ah, San Fernando
...quebrantó y destruyó a sus enemigos...
No le temáis, infieles, que hoy descansa.
Volvamos por la puerta de Los Palos.
Si hay suerte, algún suicida
ofrecerá su número excitante.
Y los bárbaros salen deslumbrados por un sol de justicia
que pone precio —en oro— a sus cabezas.



Luna en cuarto menguante

La torre ha vuelto al Islam
hoy que media luna brilla
sobre el viejo pedestal.


Noticia

En los cimientos
de la que fue esplendor de cristiandad,
antes de que viajáramos a lejanas estrellas
y se helara por días el corazón del mundo
XLIII —hace un millón de lustros—.
se han encontrado restos.
Aquel hombre
que preparaba trampas hermosísimas
para atrapar a Dios sin conseguirlo nunca,
el mismo que aún debía soportar
el lastre de su cuerpo, hoy nos ofrece
una enternecedora herencia.
Entre las piedras
de la que fuera excelsa catedral
en el viejo planeta, se han hallado
restos que le pertenecían.
Un sólido antebrazo —ha resistido el curso
de átomos y milenios— se conserva; en él puede
leerse todavía la inscripción
de un nombre, de mujer posiblemente.
Y era un hermoso nombre: MADEINUSA.


Todo mortal

Noticias de Abdelaziz

Alah, mira a este hombre que reza la oración
del alba en la mezquita sevillana.
Hijo de Muza el vencedor y esposo
de la dulce Egilona (oh, viudedad, antes Rodrigo y hoy...).
Mira cómo levanta hasta la frente su mano poderosa,
cómo rinde los labios, que sorbieron placeres
al nocturno yacer, sobre la piedra en homenaje a ti.
Contémplalo, oh, Alah, que Ixbiliah
madre es ya de este príncipe
árabe enamorado. Y está a tus pies.
Admira esa cabeza elegante y altiva,
que, allá en Damasco, será el presente regio
que reciba el califa Suleimán
en tu nombre.


¿Quién podría acusarte?

Ay, doña Juana de Ponthieu, lozana
hembra, de puntiagudas
y repetidas cumbres, manifiestas
bajo el cuidado arte de la seda.
París
te reconocería; talle
santificado el tuyo por la mano
del rey Fernando, muerto y enterrado.
¿Quién podría acusarte
de haber pecado —esbelto el mozo, tañedor
de sutiles bordones, poco dado
al incienso, rampante
cachorrillo real sobre tu falda—?
Alfonso
décimo, hijastro
también mas comedido, se entretiene
con el verso. Y la luna que contempla es tan fría
como el cadáver de tu esposo.

no tienes vocación para el martirio,
ni naciste mujer para ser virgen, pues sabes
que corrupta es tu carne y que mañana
no admitirá contemplación sin lástima.
¿Quién podría culparte
de que ofrezcas tu cuerpo, ahora que puedes,
a la veneración?


Cerco de Granada

Corre el rumor igual que una serpiente,
por un convento de clausura, corre
y tropieza con pasos asustados,
con gestos desmedidos, con revuelos
de faldas.
Federico,
ese que era poeta y nos contaba
cómo puede la sangre desmantelarse, dicen
que ha muerto. Y era tan joven.
Genio
de la palabra, mágico destilador de imágenes.
Y eso qué importa ahora, era tan joven.
(Las huestes católicas ya entraron
en la ciudad. Parece que Boadill
se ha marchado llorando de Granada).


Muerte de Veneno

El trece de diciembre
de aquel mil ochocientos treinta y dos
fue casi martes pues colofón se puso
a las obras completas de los Siete
Niños de Ecija.
Veneno,
en hábito amarillo —como pócima
para ojos inocentes— ascendía
al cadalso; su nombre
mortal sería de necesidad.
El pueblo
arracimado frente a tal solsticio
de invierno, condensaba
la mirada en el rostro —el gualda sólo
se pintaba en el lino, pues su cara
era carbón de Sierra Morena.
Se contaba,
con un siseo tembloroso,
toda la hazañería del bandido. Aquel
era el gran matador, felino augusto
de la comarca.
Bajo
la rápida presión del torniquete,
el cuello se hizo talle de lirio consumado.
Y un suspiro de alivio surcó la multitud
para consuelo del verdugo.
Aquí
se terminó la historia de Veneno,
dijo el memo de siempre.


Substancia fugitiva

Ha pasado

Ha pasado elegante, firme sobre sus piernas,
con un ritmo de jaca tras las riendas del bolso.
Morena como el alma
del mazapán, viste de arco voltaico
y deja con sus huellas catedrales de chispas.
Ha pasado, imantada la cintura, colgando
su sonrisa en la tarde, sin que una sola sombra
le consiguiera el sol componer en la acera.
Qué importa que no hable, que no me ofrezca nada,
si mueve y le maduran las manos en el aire
y hasta mí llega el tacto.
Ha pasado. Ha pasado
como un tren sin viajeros,
fantasmalmente hermosa, las luces encendidas.


Cima de la Tour Eiffel

Debo ser muy estúpido;
estoy al borde
de la inmortalidad —sólo un pequeño
p
a
s
o— y no me decido.



Encuentro

Ibas posiblemente a alguna cita;
el pelo presuroso, los ojos ya llegados
—¿cómo hubieras podido reconocerme?—. Al verte
me sentí duplicada la memoria.
Fueron cuatro estaciones de metro; las que miden
Stalingrado y Chateau d'Eau —en el agua
se me perdió tu imagen, como siempre—. Saliste
de aquel vagón de metro sin mirarme
y tus manos de música siguieron a tu lado
como gemelas tontas.
Comprendí que eras tú porque al instante
reconocí tu ausencia. Pasó todo
como en un mundo ajeno, como en el sueño de otro,
pero qué me importaba. Tú, vestida
de ti, sentada enfrente, en aquel metro de París estabas
repitiendo la historia. Si no me conociste
fue porque eras muy joven para aquellos recuerdos.


Aeropuerto de Orly

Llegabas coronada de presagios
hermosos, bendecida de tarde. Y allí, en medio
de aquel salón, cargada de un maletín y de los ojos,
iniciabas la cuenta atrás de los abrazos.
Venir despacio a mí, fue tu triunfo;
después pude partirte la cintura.
No sé si el maletín, pero tus ojos
los llevé yo. Ese luto
aún me viste de insomnio por las noches.
Aeropuerto de Orly. Mil novecientos
ochenta. Enero. El día importa poco;
no tuvo muchos días ese año.


Sacré Coeur

Nos arañaba el pecho una guitarra,
allá, en aquella cima.
Eran las seis
de la mañana en Sacré Coeur. París,
tendido a nuestros pies, llegó devuelto
por tus ojos de dóberman; sus luces
me miraban.
Herido
por aquella sonora cimitarra,
contigo al lado, contemplé las piedras
que a eternidad llamaban inútilmente. Nadie
quiso abrirnos las puertas.
Era el séptimo día
de tu estancia en París; Dios descansaba.


Cave du Cardinal Paf

Las llamas se burlaron de nosotros
desde los férreos candelabros. Cave
del siglo XVI; mucho era
el alcohol y era mucha la pasión contenida
(estuvimos a punto de hacer arder París).
Anciana cave, donde se detenía el tiempo, a veces,
y nunca el vino, donde fuimos incienso conducido, lúpulo
del tacto, extremaunción constante.
Gestos,
caricias y palabras,
se hundieron en las sombras movedizas,
se nos mezclaron con el polvo antiguo,
y hoy celebran también su cuarto centenario.
Cave del siglo XVI, donde nada
nos podrá conmover, donde seremos
el frío de otras voces, la evidente
indiferencia, el paso de la cera que ardió.
Consumida emoción que he pretendido
resucitar aquí, sin recordar
que aquella noche arrojamos la llave
de la locura al Sena.


Place Pigalle

Aquí, donde desvisten sus cuerpos las muchachas,
he venido a llorar hoy, muy temprano.
Es una forma de decirte adiós
y buscar un consuelo en los desnudos
que nunca amé.
Ya pasan. Van con su maletín
de baratijas mínimas y urgentes,
como quien va a la plaza con su cesta.
Pasan y me sonríen. Echan un anticipo
en mi gorra de pobre; una sonrisa con sedal. Y tiran,
suavemente al principio, luego con
toda su fuerza, que no es mucha.
Tengo
dolorida la boca, porque nada me dicen
sus cuerpos presurosos. Van pasando seguras,
hoy todavía vírgenes
—es tan difícil esa profecía del sexo—.
Y vuelven por la esquina donde sigo esperando.
Y no me dicen nada porque me ven dormido
sobre las azaleas de tu carne marchita,
más anciana que todas sobre el caballo loco
de la distancia.
Aquí donde desvisten
sus cuerpos las muchachas, me quedo
por si acaso también pasara tu cadáver
y, al ir a desnudarlo, me hicieras una seña.
Y aún nos quedara tiempo.


Reloj

No espero nada y sin embargo miro
el reloj;
útil de envejecer que llevo puesto
como una joya.



Déjeuner sur l'herbe

¿Qué haces ahí desnuda sobre la hierba como
una lámpara?
No es de noche,
ni entienden mis amigos de claridades. ¿Sueñas?
Lo hubiera imaginado sin que tú lo dijeras. Ya sabes,
últimamente sólo por el sueño
coincidimos en sitios como éste.
Entra a vestirte; deja caer alguna ropa
sobre tu piel, pues pronto vamos a despertarnos
y hará frío.



Epílogo bajo un chaleco de punto

Ha pasado bastante tiempo, tanto
como para que aquel eterno amor quedara
reducido a cenizas. Y, de pronto, hoy —ya invierno—,
gracias a tus hermosas y diligentes manos,
compruebo que un calor de esa fecha
sigue intacto en mi vida.


Cristal de Bohemia

LLEGABAS CON LA PRISA
de quien socorre a un niño.
De pronto aparecías por un roto de tarde,
igual que si vinieras veinte veces de un golpe.
Y en mí te serenabas. Colgaduras
conspiradoras (delicadas sedas
compradas en bazares somnolientos)
cercaban aquel íntimo jardín de las delicias.
Sobre una silla urgente
tu vestido caía devanando la gracia.
Después llegaban pájaros de sombra
a los almiares cálidos de las sábanas.
Cuerpo
a cuerpo, hasta la muerte —sin saberlo; tal vez,
buscándola— luchábamos. Y heríamos,
saboreando cada dentellada.
Héroes de una venganza consentida,
fanáticos de aquella desmesurada religión, tomábamos
cada debilidad como una fortaleza inexpugnable.
El estremecimiento de tus pleamares piernas infinitas
y una jauría de agonías lentas
anunciaban el doble suicidio consumado.
Después
alguien entre las sombras decretaba
una resurrección que no entendíamos.


ME OFRECÍAS TU CUERPO
como se ofrece pan a un pobre. Yo, temblando
—siempre avaro de ti—,
lo tomaba y lo iba devorando a la sombra.
Y ahora no sé qué gesto fue más torpe.
Tal vez aquella dicha
murió entre mi avaricia y tu largueza.


AbajoEL MAR
luchaba con tu risa.
Levantaba su verde escalinata
y mostraba tu rostro allá en lo alto,
medalla y contrapunto de la espuma. Después
te dejaba venir hasta el abrazo, siempre
con frío,
como si se cobrara aquel paseo
que te hacía reír con la tibieza
de tu cuerpo reciente y me ofreciera
—ya entonces— su memoria.



OH, MAGIA SIMPLE DE LAS COSAS.
¿Recuerdas
las velas que encendimos cuando el cuerpo
también se consumía? Están aquí,
oliendo todavía a carne por besar, a corazón
desenterrado. ¿Aspiras el aire de aquel tiempo
cuando te nombro? Pude haber sacado entonces
un molde a tus caricias. Ahora vive
esta dócil materia sus razones a oscuras.
Y hace frío. La llama aún podría encenderse;
de aquellos días nos sobró esta cera,
¿o nos faltó esa vida?



Fe de erratas

En la agenda de Alfonsina Storni

32 27 18
24 60 31
19 40 27
33 16 54
35 14 23
(Ninguno era el amor)



Tras el último sueño

Igual que si acabara de tropezar, levanta su estatura,
sacude el polvo que su piel excede
y se apresta a saber quién lo convoca.
Todo es de luz, mas no le han secundado
sus anteojos; mira turbiamente
el diamante purísimo en que el cielo
y la tierra se aúnan. Por su nombre
le llaman y él acude,
aun extrañándole el lugar y el hecho
de encontrarse desnudo, a la llamada.
Benvenuto Cellini siente que toda su vida pasa
por el revés borroso de sus ojos
ante el ser de flamígera tizona
que al corazón le apunta, mientras oye
sólo el duro rigor de la sentencia.
Por un instante —ya sin tiempo, eterno—
parece que va a hablar, mas se detiene,
mira al fulgor intenso que lo enfrenta
y, dando un paso atrás, pone distancia
entre él y el doble filo que su pecho
señala, y grita con insensata decisión:
¡Mi espada!


Coincidencias

Aunque rimbaud escribió una temporada
en el infierno y rilke los sonetos a orfeo
aunque los dos fueron inquietos
viajeros y algún tiempo
gastaron al unísono aunque rilke
utilizó el francés en sus poemas
no consta
que se encontraran nunca sin embargo
hoy yacen
sobre la misma página de las enciclopedias
y una palabra los separa
rima.


Un sueño de Edgar Allan Poe

Edgar Allan Poe
soñó que había muerto; asistía con cierta
curiosidad a la incineración de su cadáver.
Vio cómo sus cenizas se arrojaban al río Potomac.
Dentro del mismo sueño, un gran salmón
engulló aquella pasta gris que el río acercaba a la orilla.
Hasta muchos meses más tarde,
cuando invitado por su tío John
almorzaba en el puerto y una espina
de salmón estuvo a punto de ahogarlo,
no vino a su memoria aquel extraño sueño.


La camisa

Cuelga en la percha igual que una bandera
desahuciada; no hay aire
dentro o fuera que mueva esta reliquia.
Quieta como el fantasma de un armónium,
a veces deja oír algún gemido. El miedo
sigue escondido en ella (el mismo miedo
que un día hizo temblar a Federico),
mirando por los ojos transparentes
de los seis Polifemos que la habitan
a la altura del pecho.


Competición apasionada

Se ha hecho un hondo silencio en el estadio.
De la Cruz se santigua presto al vuelo,
Garcilaso, tensada la ballesta
del músculo, dispone el corazón. Quevedo
palpa la pista de ceniza donde
posa los pies —el frío
ha empañado sus anteojos.
Se oye
—¡Preparados!— la voz
de Larra
unos segundos antes del disparo.



Plantaciones de lúpulo

La casa

Hoy te sentías solo y has querido
volver de nuevo a casa,
no a la fotografía ni a su museo de cera,
sino a la casa donde tu madre debe estar
preparando el lentísimo camino
del aceite en el pan y los tazones
de leche frente al alba.
Y has llegado a la puerta y, de pronto, el dolor
se te sube a la boca, porque todos los besos,
con zumbido de avispas,
te los da la memoria. Se ha disuelto
aquel oro en un tiempo de mercurio, y la ausencia
es el más trágico color. Caminas
por la casa temblando; vas como un alma en pena,
como un ladrón que no encuentra las joyas
y lo revuelve todo. Y sabes que es preciso
que insistas, que recorras
la vieja casa hasta llegar al fondo;
deben quedar las voces, el olor
del espliego, la lumbre
de un cigarrillo haciendo madrugada,
una queja siquiera, pues todo hace un instante
estaba ahí. Y caminas
con desesperación —¿quién va engañarte?
Pero no encuentras nada, ni lo más evidente,
ni un suspiro. Y te aterras, y quieres escaparte;
corres por los pasillos, saltas por las ventanas,
sacudes los espejos, pero eres un ladrón
que no encuentra la puerta para salir del sueño,
un ladrón inocente al que han desvalijado.


Jardines de Murillo

Aquí, en estos jardines, me sorprendió el desastre;
aún sigue la montura de cartón asustada
y conserva el fotógrafo luces de aquella tarde.
Las flores no recuerdan aunque andan de puntillas
todavía y columpian disparos en el aire
junto a la cadavérica tez de los fusilados.
Son los mismos jardines donde buscó mi padre
su sombra compañera; de esa otra guerra tengo
una herida que nadie ha podido curarme.
El álbum de familia me contó algunas cosas
pero las más terribles me las contó la sangre.
Algunas veces sueño que vuelve aquella guerra
y corro entre las flores. La mano de mi madre
me conduce segura camino de la casa,
tan segura me lleva que temo despertarme.
Aquí, en estos jardines, me sorprendió la vida
mientras la muerte andaba descalza por las calles.
En los muros cercanos, donde hoy trepa la yedra,
tocaban los fusiles un solo interminable,
y los hombres caían con música en el pecho;
algunos corazones aún se ven en los árboles.
Aquí, en estos jardines, se refugiaba un niño;
él fue de los primeros que cayó en el combate.


Abajo Misioneros

Llegaban
cargados con sus fuegos, trompetas y altavoces,
como barcos de velas enlutadas.
Y el espacio incendiaban frente al ajusticiado
en la cruz. Por un beso el infierno.
Y los huesos de Bécquer temblaban en su tumba.
Me empuja dulcemente la mano de mi madre
—oigo un rumor: sus alas
arcangélicas— hasta el reclinatorio,
ante aquella señora bondadosa en su trono
sin que atreva mis ojos con tanta majestad.
Rejas y rejas guardan misteriosos leones;
sólo el rugido suena desde las catacumbas,
mientras santos y mártires se reparten los vanos
del altar y del lienzo. A través del cristal,
como una primavera de sangre contra el surco,
brilla la tierra prometida. Duerme el alabastro,
se consumen los cirios.
No encontrando enemigo
las voces palidecen. Hilando ausencia y piedra
consumen las orugas unas briznas de gloria.
Nadie arriba. Los ángeles se cuelgan inseguros
de sus pesadas alas y anochece de prisa
mientras el aire tiembla con un brillo de espadas.
La eternidad comulga sobre el reloj parado.
Y salgo del pulmón ajeno que me oprime
a respirar conmigo, buscando el resplandor
de las calles desiertas, dejando solo al hombre
que teje mariposas en un rincón oscuro
girando sobre su eje como un planeta ebrio.
No, no haré penitencia; no la haré hasta que sepa
adónde va la fuerza de los que mueren jóvenes.
Y aún camino con miedo a que pueda caerme
un rayo en la cabeza. Dejo sola a mi madre
con su índice en los labios, con su velo de fiesta,
arrodillada humilde, cierta de hacer diana
con su rezo, entre monjas, como un débil jilguero
rodeado de albatros, vigilándome ya
desde el próximo vuelo.
Llegaban misioneros
cargados de altavoces, con sus fuegos terribles,
con sus ojos pesados, con sus manos movidas,
como hachas de abordaje.
Procesiones de niños temblorosos mirábamos
aquel infierno próximo, aquella lluvia de astas.
Y el cielo estaba siempre donde estaba mi madre.


Una fecha en la agenda

Siempre es invierno en el recuerdo.
Acaso
una antigua sonrisa que apenas da calor
a la estancia, suaviza sus rigores,
mas hoy no aparece su irónico visaje.
Y ya no importa si fue mayo; ahora
duerme aquel tiempo envuelto en su perfume
o cámara sellada del instante
como un indiferente faraón.
En mi agenda
está escrita la fecha como la última cifra
de un epitafio; torpe
anotación que nunca resucita
ni el color de sus ojos ni su voz de melaza.
Aún aguantarán firme la espadaña
del convento cercano,
y la torre, y el cielo. Y puede que
existan su vestido y los zapatos
que llevaba. La cinta
con que anudaba sus cabellos debe
continuar allí, junto al macizo
de azaleas, cumpliendo
con sus deberes de serpiente.
Siguen
las cosas en su sitio, no se alteran
por una herida, a menos que haya sangre,
ni se dejan vencer por un adiós.
(El recuerdo debió ser un ensayo
juvenil; un anciano jamás prescindiría
de las tres dimensiones).
En mi agenda
está aquel día, inútil para otra primavera,
como la última cifra de un teléfono
que nadie marcará.


Retrato de mujer

I

Hoy me resultaría
fácil reconocerla por aquellos
ojos que el fuego volvía inhabitables,
donde el crimen se levantaba estatuas,
o por su paso elástico de domadora en celo.
Pero la juventud
tiene limitaciones por encima
de la cintura, y era
tan hermoso ofrecerle el sacrificio
de las alas.
Su cuerpo era una larga calle
dedicada a mi frente, y ardí en aquella calle
con mi mejor suicidio.
Un murmullo de prendas
interiores y risas apagadas
eran el rezo, el himno
que se elevaba al sol. Aún no comprendo
la indiferencia de los astros, fríos
en sus jaulas de oro
mientras el campanario de mi pecho llamaba
a rebato y ruina.
Extraño caso
aquel; cómo explicarse
mi avaricia cuando ella no lucía
más joya que su cuerpo
desnudo. Es cierto que pagó
bordándome las sábanas
con sus saltos lascivos
e invernando en mi carne ataviada
de relámpagos.
Sobre
la mesa, donde iba su palabra
mezclándose al sabor de la fruta mordida,
aún conservo la cesta de guardar corazones,
y está vacía.
Quise
buscar su más allá, quise la frente
más alta de su frente, la palabra
de su palabra, el polen
de luna candeal que me dejara
enjoyada la piel de eternidad. Bendita
inocencia: ignoraba
cuánto trabajo da luego el olvido.


II

El cielo es un desván de marchas fúnebres.
Arriba, en lo más alto de los límites,
están las alas de los que ascendieron.
Y ella se acerca en la canción del óxido
y en el temblor de los cipreses. Ella
que llenaba de fiesta los espacios
y daba forma al mundo del silencio
cuando miraba al frente. Dónde están
aquellas tibias manos que, cerradas,
eran dos corazones asustados
y, abiertas, le robaban a la luz
las diez constelaciones de la gracia,
cuando las perlas daban sus burbujas
a los redondos mares del champán
y en el breve mantel nos defendían
de las sombras mil lunas infantiles.
¿Dónde quedamos muerto?
¿Quién nos conoce ahora sin que un nombre
identifique al tacto aquella piel
que ampliaba la sonrisa?
Hoy viste mis sentidos de luto con su abrazo
desheredado, hermana de la lluvia.
¿Y fue el pecho un altar donde la hostia
de la emoción temblaba entre las manos?
¿Con qué voz? ¿En qué plata sucesiva
grabar la invocación? ¿Qué maleficio
conjurar si los dioses desertaron?
Qué próximo el infierno cuando se mira atrás.


III

Tú eras para sentirte, para andarte
como un sendero de impacientes pájaros,
no para reclamarle a tus raíces
una verdad sin flores. Fuegos fatuos,
espejos criminales donde el aire
nos fue difuminando (no es la muerte,
sino la decadencia, lo más triste).
Ni siquiera aprendimos a ponerle
cadenas a aquel tiempo, y ya es recuerdo,
es decir, nada. ¿Nada? Un golpe bajo
al que la suerte ha vuelto indiferencia
pues pudo hacerlo odio. Nada nuestro
queda de lo vivido. Y no es posible,
nos dice la razón, esa ramera
que se acuesta con todos los que sufren
por motivos tan nimios.
Son los dioses hostiles
a que los palpen sobre un cuerpo. Acaso
nos debimos quedar allí prendidos,
como dos mariposas traspasadas
por el mismo alfiler, tentando al cielo
a castigar de nuevo, a repetirnos.


Hablo de tres amigos y un poeta de mármol

«Suceden cosas muy quietas»
(A. Fernández Cotta)               

Hablo de tres amigos y de una larga tarde.
La ciudad era entonces más alegre; los años
duraban mucho, y poco duraba la tristeza.
Hoy puedo ver partículas de esas horas vividas
en el calidoscopio de la memoria; gestos
como breves relámpagos, palabras
entrecortadas, pasos que se traga la niebla
como al día siguiente de una gran borrachera.
Y no bebimos tanto, al menos no bebimos
como si acompañáramos a un condenado a muerte.
Hablo de tres amigos y de una larga tarde
propicia a la locura, donde eran los caminos
herencia del azar (pasó junto a nosotros
una mujer con música, el mundo en la cintura,
sin que se deshojaran sus pestañas de seda).
Las copas de champán nos midieron las horas
con alas de clepsidra y no lo comprendíamos.
Hablo de tres amigos, y un poeta de mármol,
profanando el jardín donde el cortometraje
de un suspiro extendía su desmayo a la piedra.
Enfrente el árbol daba su sombra como un fruto,
descifrando en silencio la entraña de los pájaros.
Para saber la edad de un hombre también hay
que derribarlo.
Miro
por la rendija del recuerdo, acudo
a los mismos lugares, desentierro
una sonrisa de metal, un ánfora
que ya no se cimbrea, una moneda
con fecha. Son los únicos vestigios
de aquella raza alegre,
de aquellos pobladores.
Hablo de dos amigos
y de una larga noche.



Retrato de amigo

«Ved la complicidad de las estatuas»
(José Luis Núñez)               

Como los búhos miran; los muertos no preguntan.
Quedan quietos de pronto, pierden el sol. Camino
detrás de un ataúd más asombrado que triste.
Cuéntame alguna cosa que me despierte.
Suena
un corazón, o una campana acaso,
como un tren que circula
en todas direcciones. Voy andando
detrás de un ataúd como quien duerme
atravesando un bosque.
La muerte de los otros
siempre ocurre en domingo.
Alguien me dicta un verso
que no entiendo, aunque aguanto
su sílaba en mi hombro.
Escucho su palabra; su corazón escucho;
sendero, primavera, mano, sollozo, niño.
Voy mirando las cosas con los ojos de un muerto.
Sobre el hombro sus trajes, sus libros, sus corbatas,
sus confidencias llevo.
Cuando voy a llorar
me lo encuentro riéndose. Era sólo una broma;
él viene y me saluda, me pone sobre el hombro
(sobre el hombro) la mano, se ríe como un niño,
me pregunta por éste, por aquél, por mi vida,
y no sé qué decirle porque no me la encuentro.
Voy con un ataúd corriendo por el campo.
Debe ser una herida pequeña este dolor
porque no sangra.
El cielo se ha vuelto tan azul
que temo una desgracia, pero todo está en orden.
Bailan los pardos gorriones su minué descarado,
las mariposas llevan de seda las entrañas,
y en las enredaderas verdean los gemidos.
Todo está en orden. Brillan los rostros sudorosos,
el polvo apenas toca la piel de los zapatos,
y los cipreses cuentan altas nocturnidades.
Con sus ojos abiertos y amarillos contemplo
lo que ocurre: un teatro. Es eso, era un teatro.
Los aplausos se oirán dentro de unos momentos,
cuando acabe esta escena. Y nos iremos juntos
a tomar unas copas, mientras alguien nos cambia
deprisa el decorado.
Por favor, quiten pronto ese ataúd de en medio.



Semblanza crítica

Joaquín Márquez nació en Sevilla en 1934. Allí residió de forma habitual hasta que, en 1984, abandonó sus anteriores ocupaciones profesionales para dedicarse por entero a la literatura, trasladándose a las luminosas costas de Chipiona y, posteriormente, a Sanlúcar de Barrameda, donde ha residido los últimos años.

Desde 1974 hasta 1979, en que se interrumpe su publicación, dirige la revista Cal. Su poesía, hasta la fecha más de veinte libros, ha sido distinguida con relevantes premios, entre ellos el Boscán, el Ausias March, el Ciudad de Barcelona, el Tiflos o el de la Feria del Libro de Madrid. A partir de 1984 ha simultaneado su ocupación como poeta con su tarea como narrador. Es autor de cuatro novelas, la segunda de la cuales –El jinete del caballo de copas– obtuvo el Premio Andalucía.

A pesar de su nutrida producción lírica, y atenidos a la fecha de publicación de sus libros, Joaquín Márquez puede considerarse un autor tardío, dado a conocer una vez alcanzada su madurez vital y literaria, cuando ya lo habían hecho los principales autores de la generación posterior a la suya. Ello ha supuesto que no se aprecien en sus primeros títulos los normales titubeos expresivos del aprendizaje; pero también ha implicado una cierta desubicación en los sistemas historiográficos vigentes, muy compartimentados y rígidos. Desde que en 1973 publicara Hay tiempo de nacer, Joaquín Márquez ha ido entregando a la imprenta sin grandes pausas un libro tras otro, hasta dar cuerpo a una obra que lo sitúa en un lugar relevante entre los poetas de su tiempo.

Su poesía recibe influjos diversos, de Juan Ramón y Antonio Machado a Luis Rosales, y por supuesto la rica corriente de poesía meridional de posguerra que enlaza la dicción simbolista con un culturalismo matizado y vinculado a la experiencia humana. La temática dominante en su obra es muy variada, y responde a los universales humanos de todas las épocas, atravesados por un cierto tono existencial: el discurrir del tiempo y sus efectos, el arte y su correlato existencial, la belleza y sus demonios, la sublimación de la anécdota cotidiana, el desmoronamiento de las ilusiones, la reflexión sobre la muerte. Los motivos concretos de los que arrancan sus poemas son el punto de partida de un proceso de sublimación esencialista, que se presenta literariamente coloreado por un sistema metafórico propio de los mejores poetas de tradición andaluza.

Pedro Rodríguez Pacheco se ha referido a la poesía de Joaquín Márquez como «la vibración de la vida en el color, en la sensualidad de unos sentidos abiertos a todas las incitaciones. Una poesía basada en las facultades, en los dones, en los registros de la voz, nunca de los ecos o las limitaciones que imponen los modelos o las escuelas».

Prueba magnífica de la justeza en el uso del lenguaje y de la capacidad para ascender a consideraciones generales a partir de instancias culturales y artísticas inmediatas es su libro La aguja sobre la piedra (1982), demorado recorrido por las pinturas y motivos de la Catedral de Sevilla. En cuanto a la experiencia de lo cotidiano, las emociones y los paisajes, habríamos de remitirnos a Substancia fugitiva (1984), una original serie de poemas que nos retratan la visión del París que vivió en aquella época.

La intuición poética de Joaquín Márquez, señaló Enrique Molina Campos, allega por el inexcusable camino del lenguaje todo un universo de referencias sensitivas y emocionales que se constituye en genuina poesía. Un sistema de filtros formado por la cultura, el ingenio y la ironía no frena la emoción del poema, pero sí la gesticulación retórica o la exasperación expresiva, ausentes de esta escritura. Y todo ello en un verso fluido, melodioso, con el nervio templado y preciso para transmitir el temblor.

Juan José Vélez Otero



.