Pedro Gollonet Carnicero (Granada, 1953) es Inspector de Hacienda del Estado y ha ocupado diversos puestos de responsabilidad en el Ministerio de Economía y Hacienda, siendo autor de numerosas publicaciones y colaboraciones en materia de Derecho Tributario.
En el año 2000 abandona toda actividad directiva en la Administración Pública y comienza lo que él denomina “ el tránsito de los años más oscuros “, sometido a una profunda catarsis colmada de aflicción, que desmenuza en este compendio de textos de poesía libre y poemas en prosa, en los que desnuda su alma, su intimidad y sus recuerdos, retratando con afecto infinito el entorno que más ama y evocando su nostalgia de Granada, para adentrarse, “ en la inestable paz de su otoño más soñado”, en los días finales que estén por llegar. Es autor también de otros títulos de poesía entre los que podemos destacar “ Sueños para otro día “, “ Genciana azul oscuro “ y “Todos los segundos” (2010) publicado por la editorial ALMED.
De otro lado, administra un blog de poesíahttp://pedrogollonet.blogcinndario.com -, en el que periódicamente publica poemas y recoge textos de autores de todas las generaciones y corrientes de la poesía internacional y española en particular.
POEMAS DE “TODOS LOS SEGUNDOS”
Palabras
Porfío en la angustia por la desesperanza
de los versos con palabras excesivas,
palabras con ecos deformados por el tiempo,
por el engaño de la memoria,
y exploro en la palabra escrita para nadie,
la más pura y próxima al silencio,
a la ausencia de artimañas,
la que se confunde con el axioma más despojado,
porque son palabras oxidadas en el corazón,
oriundas de las vagas sombras del pasado,
que visten de forzada ternura
la desoladora realidad de otros tiempos.
Y al final, al final todos los esfuerzos infecundos
se agotan en el silencio definitivo,
la palabra menos estéril, la última,
en la postración absoluta.
Desvaríos
He cultivado el arte de desaprender
adiestrando mi inteligencia en la ignorancia,
aliviando la memoria de los más estériles recuerdos
y rastreo en el desvarío,
el más lúcido de todos los recursos,
porque regresan días que no quiero,
con luces oscuras que ya se apagaron
y los vivos colores de entonces
se presentan sofocados en la tarda memoria.
Y cuando regreso al principio de todos los finales,
cada vez más despojado de mis sombras,
de evocaciones aliviadas por el tiempo,
me cobijo en la imaginación, el desvarío,
- de waanzin of ijlen-
mi sustancia.
Oficio de esperanzas
Aunque el desasosiego inunde mi alma de penas imposibles,
subsista a duras penas y con heridas
a la búsqueda extenuante de mi vida,
me sumerja en la cíclica y amiga depresión
y crezca el dolor del desafecto, de las lejanías, de la ausencia,
me obstino en adiestrar mi oficio de esperanzas,
porque mi oficio es observar sin nostalgia
la marcha irremediable del ayer,
divisar de lejos lo que viene,
esperar en la ilusión de la vida que yo quiero,
descubrir con esmero y de cerca mi presente
en la ávida curiosidad por casi todo
y olvidarme del futuro que no existe.
Y aunque la traición me vuelva a sorprender,
aparezcan de nuevo los buitres insaciables,
la soledad deje de ser la que yo quiero
y sobreviva sin besos, sin abrazos,
entre estériles palabras que me agotan,
me obstino en adiestrar mi oficio de esperanzas.
Otoño
El orden de las estaciones ya no importa.
Yo soy otoño asido a los primeros verdes,
a tierra húmeda, al mar de azules apagados,
más violento, con aromas a roca castigada,
a quiméricas esperanzas,
a esta paz que ansío permanente,
seguro del último sendero,
preludio de lunas olvidadas.
Soy otoño, llueve
y doy gracias
por la angustia abandonada.
POEMAS DE “EXTRAÑOS”
de INterior
Eolo enfurecido
Desde que nací estoy lleno y vacío de mí mismo
y así conozco que la verdad más inocente es un destino.
Juan Gelman
Quisieras que el dolor se replegara
como la adormecida ola
en las tórridas noches de verano,
poco a poco, reptilmente,
que en su huída arrastrara suavemente los despojos
y se alumbrara tan sólo con destellos salpicados
del candil de tu memoria derrotada,
mas siempre triunfa la versión de Eolo enfurecido
y al iluso olvido codiciado
sucede el implacable puño
que te hunde la daga en las entrañas
y recuerdas que ya estás herido para siempre,
que no bastan como antaño los anhelos,
que los años te estorban, te apisonan,
y las grietas de los pies amarillean,
al esqueleto lo presientes más que antes
y sobrevienen adúlteros tus sueños
en mugrientas pensiones de una noche,
y en medio de esta jungla
que aborreces,
del tiempo que te engaña
en cada recodo de tu calle
que, después de tantos años,
tantos días ni siquiera reconoces,
ahí sigues, sólo
y con el alma dolorida.
Retírate; no te obstines,
asume el fracaso y la tiniebla,
que el miedo a la nada es peor que ese dolor
que -al menos- alimenta la locura de estar vivo,
mientras crees que el escozor está curando tus heridas.
Déjate arramblar por todas las galernas
que despiertan a las olas timoratas,
revuélcate y permite que el agua te salpique
y en tu rostro se incrusten los cristales,
a la espera de alguna sorpresa, un sobresalto,
aunque cada vez aparezcas ante el mundo más extraño
y seas extranjero en el próximo segundo.
duda
Juan Gelman
Quisieras que el dolor se replegara
como la adormecida ola
en las tórridas noches de verano,
poco a poco, reptilmente,
que en su huída arrastrara suavemente los despojos
y se alumbrara tan sólo con destellos salpicados
del candil de tu memoria derrotada,
mas siempre triunfa la versión de Eolo enfurecido
y al iluso olvido codiciado
sucede el implacable puño
que te hunde la daga en las entrañas
y recuerdas que ya estás herido para siempre,
que no bastan como antaño los anhelos,
que los años te estorban, te apisonan,
y las grietas de los pies amarillean,
al esqueleto lo presientes más que antes
y sobrevienen adúlteros tus sueños
en mugrientas pensiones de una noche,
y en medio de esta jungla
que aborreces,
del tiempo que te engaña
en cada recodo de tu calle
que, después de tantos años,
tantos días ni siquiera reconoces,
ahí sigues, sólo
y con el alma dolorida.
Retírate; no te obstines,
asume el fracaso y la tiniebla,
que el miedo a la nada es peor que ese dolor
que -al menos- alimenta la locura de estar vivo,
mientras crees que el escozor está curando tus heridas.
Déjate arramblar por todas las galernas
que despiertan a las olas timoratas,
revuélcate y permite que el agua te salpique
y en tu rostro se incrusten los cristales,
a la espera de alguna sorpresa, un sobresalto,
aunque cada vez aparezcas ante el mundo más extraño
y seas extranjero en el próximo segundo.
duda
a José Luis Zúñiga, amigo, poeta cabal
Deambulaba mi amigo Zúñiga por un difícil poema,
de puntillas jugando con la duda
e insinuando sus puntos suspensivos….,
y con cautela especulaba
sobre si el no nacer llenaría tanto vacío,
si sería la nada o la única vida que no decepcionara.
Yo le salí al encuentro, sin previa invitación
y con cierta irreflexión impropia de mis años
–sabedor de que le brota el amor en cada verso,
de que tan sólo jugaba con la nada, la existencia
y esas cosas en las que tantos de nosotros
nos cebamos sin gustarnos, en ratos de ciega soledad
y suave angustia, aunque siempre aguardemos
el hálito final de un verso sutilmente calado de esperanza-
e instalado en esa duda que nos fluye por las venas
le decía que la ansiedad por cada una de la muertes
-porque son varias en las que puedo asegurar que yo he morado-
es el aliento para prolongar esta descabellada historia
y que en esta hora aún me estimulaba nacer y morir
y volver a nacer expirando en cada recodo de mi vida,
porque la nada –con cierto simplismo argumentaba-
no significaría, entonces,
que, en ese caso, sería,
lo que nosotros, no,
e inevitablemente habría volado para siempre
-voz que tampoco encajaría en el discurso-
la oportunidad de dolernos
que tanto alimenta nuestro verbo y la memoria,
y hasta la quimera ruinosa de seguir amando,
mucho más de que nos sigan queriendo
-aunque el amor duela ya menos que el tiempo-.
Y en eso que yo también vagaba entre palabras
y me quedé anclado en un verso
que insinuaba que la nada no importa,
porque si lo fuera alcanzaría su esencia
cuando ya no estamos o ni tan siquiera a ser hemos llegado,
con lo que sin consciencia de identidad
la nada en sí misma sería la oquedad trivial de nadie,
absolutamente dependiente de todos.
Y, tan superficialmente ufano,
salí a comprar un poemario
que de la nada me hablara
con sus puntos suspensivos….,
en la certeza de que la vida
siempre la superará en mis versos,
aunque de soledad se preñe
y en cada segundo muera.
Largo aliento
Lo pequeño no es flor sólo,
crepúsculo, mareas
aromas a verde y hoja seca,
espejos de nieve de diciembre,
explosión de la entraña de la tierra en primavera;
lo pequeño es mucho más.
Es el orden de las cosas
que hacen de lo íntimo
rito, costumbre, liturgia,
esas cosas en que casi nadie repara,
testigos de la vida,
del mundo que tantos ni imaginan;
el pensamiento inescrutable que se oculta
tras la absorta mirada del mendigo
cuando pasas por su lado abstraído
en lo fútil o en ti mismo
-que puede resultar aún más trivial-,
el rostro atormentado que hoy no disimula
el conductor del autobús que utilizas a diario,
el silencio entrecortado del tímido
en cualquier encuentro casual,
la aflicción exacta que se intuye
tras forzada mueca de sonrisa
o el rencor, la amargura y el vacío
que otras tantas se transmiten,
el perro fiel y quieto al lado de su amigo
-cuan asimétrica amistad-,
el trasiego sin sentido de los viernes,
la inexplicable atonía de las tardes de domingo,
tantas cosas pequeñas o medianas –que depende-
que a fuerza de vivir cada segundo
agudizan los sentidos,
porque son nosotros si sabemos aprehenderlas,
si alumbramos el alma más allá de lo evidente,
si olvidamos al ser que aparentamos
o al que otros aparentan,
si despedimos a las sombras
que son vana compañía,
si evitamos las palabras porque sí,
si recordamos que somos moléculas mutantes
en un mundo mágico y absurdamente loco,
de inalcanzable esencia
colmada de todo lo pequeño,
eso en lo que tantos ni reparan,
porque van recorriendo su camino
sin conciencia de todo lo que importa,
de que no hay amores grandes ni pequeños,
tan sólo palabras, soledad, fuego y frío,
pasión, dolor, miradas, caricias, deserciones del yo
o el yo elevado a su máxima potencia,
el sentido del tiempo indispensable
para descifrar el silencio más denso
que antecede a los instantes finales,
el amor que dura un beso,
los pies que se entrelazan,
se penetran y se hablan,
la ternura que brota en cualquier pasión furtiva,
y también la flor y su perfume, por qué no.
Mas he de confesar que me angustio tantos días
y me pierdo en la obsesión por la razón
de tanto espíritu perdido
en tantas cosas pequeñas, tan baldías,
que no alcanzan la grandeza
de todas las cosas pequeñas, tan sublimes,
esas en las que muchos ni reparan.
Pero en esta hora me importa un bledo
si muchos no advierten la belleza sutil de lo pequeño;
no pienso dedicarles ni un segundo.
Hoy no sufro por nadie que no aprecie
la entidad de todo lo pequeño,
la grandeza de tanto intangible, tan valioso,
que atempera lo anodino del presente
y soslaya las sombras del pasado,
la memoria castigada;
hoy sólo estoy para mí.
de EXtraños
extraños
Eres un extraño para mí
y ayer lo fuiste también,
como tantas otras veces yo para ti,
aunque no nos lo digamos,
porque todos somos extraños,
naturalmente extraños, casuales,
en nuestra soledad
intrínsecamente extraña.
Ajenos a cualesquiera otra sustancia,
fingimos conocernos, jugamos
y hasta poseernos creemos,
pero fuimos extraños desde siempre.
Somos la adición de recuerdos
tachados por el tenaz empeño
en revelarnos más extraños,
inmensamente más de lo que ya éramos.
Contradecimos nuestro común desigual
-el similar innegociable por extraño-,
pactamos y nos pacificamos para no enloquecer,
porque nunca es dentro por según nada.
Desde el principio de todo lo conocido,
que fue lo más extraño.
retractos
Y fue de tanto amar
que me topé de pronto
con demasiado mar.
Javier Egea
Mucho más amargo,
bastante más desolador que un mal poema
-inocua nimiedad al fin y al cabo-
es desdecirte del que amabas,
con insondable dolor,
y negarlo
con repudio irremediable,
todos los días,
para siempre.
de POSTrimerías
palabra y tiempo
Para algunos, exigua memoria
-unos cuantos tan sólo-,
abisal aflicción para menos,
bien pronto -para todos-
nada;
unos antes que otros,
a la postre todos.
Quién del silencio viene
al silencio retorna;
lubricán del alma,
silencio más olvido
-dulce narcótico
para sanar la locura
que a la existencia
envuelve -.
Palabra y tiempo,
hasta que el tiempo
se funda,
la palabra se extinga;
silencio,
más olvido siempre.
Soledad del alma, silencio,
silencio -insondable presencia-.
¿Cuál es su aroma?.
¿A qué huele el alma?
¿A nardos o a pena?
A soledad.
Metástasis de sombras.
Para algunos, exigua memoria
-unos cuantos tan sólo-,
abisal aflicción para menos,
bien pronto -para todos-
nada;
unos antes que otros,
a la postre todos.
perdiendo
No es difícil dominar el arte de perder;
tantas cosas parecen llenas del propósito
de ser perdidas,
que su perdida no es ningún desastre.
Elizabeth Bishop.
Perdí demasiados nombres -puede que tantos como días-,
amantes fortuitos que no llegaron a ofrecerse ni partieron,
respetados amigos desleales -a mi pesar inquilinos-,
los que sí y nunca estaban,
tres ciudades, dos que yo amé,
paisajes imaginarios, tiempos en los que jamás me alojé,
mis viejos vaqueros descosidos,
el reloj de mi padre que nunca llegaré a tener,
tres casas, dos hogares,
más y menos, bastante más,
unos cuantos abrazos -los precisos-,
tiernos besos de mejilla, mis cuatro álamos,
mas para ganar hay que jugar a perder
y desdeñar las ganancias que se antojan;
y así me fui perdiendo, adiestrándome en el extravío.
Porque siempre guardamos demasiado,
me gustan las hogueras y en la pérdida
hasta encontrarme pude,
abrigado en la soledad
-como hábito,
inconmensurable heredad-
que me enseñó a prescindir,
en la privación a vencer.
paciencia
que su perdida no es ningún desastre.
Elizabeth Bishop.
Perdí demasiados nombres -puede que tantos como días-,
amantes fortuitos que no llegaron a ofrecerse ni partieron,
respetados amigos desleales -a mi pesar inquilinos-,
los que sí y nunca estaban,
tres ciudades, dos que yo amé,
paisajes imaginarios, tiempos en los que jamás me alojé,
mis viejos vaqueros descosidos,
el reloj de mi padre que nunca llegaré a tener,
tres casas, dos hogares,
más y menos, bastante más,
unos cuantos abrazos -los precisos-,
tiernos besos de mejilla, mis cuatro álamos,
mas para ganar hay que jugar a perder
y desdeñar las ganancias que se antojan;
y así me fui perdiendo, adiestrándome en el extravío.
Porque siempre guardamos demasiado,
me gustan las hogueras y en la pérdida
hasta encontrarme pude,
abrigado en la soledad
-como hábito,
inconmensurable heredad-
que me enseñó a prescindir,
en la privación a vencer.
paciencia
risa o llanto/silencio o barahúnda
competimos con el aire más fiel
y ya que al fin el poeta se despide
somos testigos de uno mismo/amén
Mario Benedetti
Ya me gustaría, buenas gentes,
poder ofreceros versos
de soledades ayunos,
que los hatillos que cargo
aligeraran tristezas
y escupieran los recuerdos,
mas, a vuestro pesar,
soy yo
-peregrino no sé a dónde-
quien escribe
las palabras ajuntadas
que amablemente leéis.
Tened paciencia, no obstante,
que acaso claree un día
en el que la memoria extravíe,
el conocimiento a la soledad venza,
el ombligo no me mire
y, de asco, a las penas yo destierre;
ese día, estad seguros,
no habrá más versos
ni palabras hastiadas de tristezas.
Ya me gustaría, buenas gentes,
poder ofreceros versos
de soledades ayunos,
que los hatillos que cargo
aligeraran tristezas
y escupieran los recuerdos,
mas, a vuestro pesar,
soy yo
-peregrino no sé a dónde-
quien escribe
las palabras ajuntadas
que amablemente leéis.
Tened paciencia, no obstante,
que acaso claree un día
en el que la memoria extravíe,
el conocimiento a la soledad venza,
el ombligo no me mire
y, de asco, a las penas yo destierre;
ese día, estad seguros,
no habrá más versos
ni palabras hastiadas de tristezas.
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