Alonso Álvarez de Soria, el Tuerto († Sevilla [Sevilla, España], entre 1603 y 1604), poeta y hampón sevillano del Siglo de Oro.
Acaso de origen judeoconverso, según las alusiones de algunos de sus contemporáneos, fue un importante poeta satírico, cuyas obras se confundieron con frecuencia con las de Luis de Góngora y Francisco de Quevedo. Fue ejecutado en la horca en Sevilla cuando tenía sólo treinta años por don Bernardino González Delgadillo y Avellaneda, asistente de Sevilla y señor del Castillo, víctima de sus sátiras e injurias y que tenía autoridad para llevarlo a la horca sin juicio previo pese a las protestas populares y a que el poeta Juan de la Cueva intercedió por la vida del sentenciado con el poema "A don Bernardino de Avellaneda, asistente de Sevilla, queriendo ahorcar a Alonso Álvarez de Soria". Con fama de mujeriego y donjuán, Alonso Álvarez de Soria es el "andaluz tozudo", "tirador repentista" de El Viaje del Parnasso y también el seductor Loaysa de El celoso extremeño. En 1603 inventó los versos de cabo roto, que luego tañeron otros celebrados vates, como, por ejemplo, Miguel de Cervantes, en alusión a los bravucones de Triana que, presumiendo de valientes, dejaban sin pronunciar la última sílaba de un período fanfarronamente. Haciendo alarde del nuevo tipo de verso de su creación, compuso un poema corto punzante en contra de Lope de Vega cuando éste envió a Juan de Arguijo el manuscrito de El peregrino en su patria para que se lo aprobara. En efecto, compuso algunos otros versos contra Lope de Vega y Quevedo alude a su desastrado fin en el Buscón:
«Los que las cogieron tristes a las borracheras, lloraron tiernamente al malogrado Alonso Álvarez, apodado el “Tuerto”. ¿Quién es este Alonso Álvarez… que tanto se ha sentido su muerte? –mancebito- dijo el uno- lidiador ahígado, mozo de manos y buen compañero».
Bibliografía
Escobar, Juan Antonio, Alonso Álvarez de Soria, biografía amarga de un poeta hampón de la Sevilla del siglo XVI Madrid: La Xilográfica, 1958.
Rodríguez Marín, Francisco, Miscelánea de Andalucía. Del Parnaso a la Horca: La Vida y la Muerte de Alonso Álvarez de Soria; Juan del Pueblo: Historia Amorosa Popular; El Divino Herrera y la condesa de Gelves; La Copla: Estudio Folclórico; La Cárcel en que se engendró el Quijote Buenos Aires: Editorial Páez, 1927.
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AVATARES DE UN POETA:
Alonso Álvarez de Soria, autor marginal
del siglo XVI
por
Niza Fabre
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Recorriendo el Barroco en busca de los grandes escritores de la época nos hemos topado con Alonso Álvarez de Soria poeta marginal que había ganado cierto prestigio en su tiempo. Sus poesías de alta calidad equiparan a las de Góngora y de Quevedo de tal manera que muchas se confundieron en el laberinto barroco de los manuscritos. Por ejemplo, el poema “Quando señor vuestra famosa espada” en algunos folios se encuentra entre las obras de Góngora y en otros se aclara que es de Alonso Álvarez de Soria. Dicho poema cobra gran importancia no sólo por su aspecto artístico sino también por el contenido patriótico en que el autor expresa impaciencia por la pasividad del duque de Osuna que no responde con valor los ataques del enemigo:
¿Cuándo señor, vuestra famosa espada
en sangre del Guzmán teñida?
¿Cuándo, rendido, ofrecerá la huida
que tan alegre sigue la jornada?
¿Cuándo a vuestra destreza celebrando
veremos dar siquiera una herida?
Porque no he visto yo en toda mi vida
satisfacción más bien considerada[1].
Lo mismo pasó con “Ninfas que en las tasqueras” cuyo lenguaje quevedesco dio lugar a que se la colocara entre la producción de Quevedo; después se verificó la autoría de Álvarez de Soria, maestro de la escatología. Conocedor del bajo mundo, el poeta recrea fielmente el ambiente putesco de su ciudad. En efecto les dedicó estas imágenes a las prostitutas de Sevilla:
Escobar, Juan Antonio, Alonso Álvarez de Soria, biografía amarga de un poeta hampón de la Sevilla del siglo XVI Madrid: La Xilográfica, 1958.
Rodríguez Marín, Francisco, Miscelánea de Andalucía. Del Parnaso a la Horca: La Vida y la Muerte de Alonso Álvarez de Soria; Juan del Pueblo: Historia Amorosa Popular; El Divino Herrera y la condesa de Gelves; La Copla: Estudio Folclórico; La Cárcel en que se engendró el Quijote Buenos Aires: Editorial Páez, 1927.
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AVATARES DE UN POETA:
Alonso Álvarez de Soria, autor marginal
del siglo XVI
por
Niza Fabre
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Recorriendo el Barroco en busca de los grandes escritores de la época nos hemos topado con Alonso Álvarez de Soria poeta marginal que había ganado cierto prestigio en su tiempo. Sus poesías de alta calidad equiparan a las de Góngora y de Quevedo de tal manera que muchas se confundieron en el laberinto barroco de los manuscritos. Por ejemplo, el poema “Quando señor vuestra famosa espada” en algunos folios se encuentra entre las obras de Góngora y en otros se aclara que es de Alonso Álvarez de Soria. Dicho poema cobra gran importancia no sólo por su aspecto artístico sino también por el contenido patriótico en que el autor expresa impaciencia por la pasividad del duque de Osuna que no responde con valor los ataques del enemigo:
¿Cuándo señor, vuestra famosa espada
en sangre del Guzmán teñida?
¿Cuándo, rendido, ofrecerá la huida
que tan alegre sigue la jornada?
¿Cuándo a vuestra destreza celebrando
veremos dar siquiera una herida?
Porque no he visto yo en toda mi vida
satisfacción más bien considerada[1].
Lo mismo pasó con “Ninfas que en las tasqueras” cuyo lenguaje quevedesco dio lugar a que se la colocara entre la producción de Quevedo; después se verificó la autoría de Álvarez de Soria, maestro de la escatología. Conocedor del bajo mundo, el poeta recrea fielmente el ambiente putesco de su ciudad. En efecto les dedicó estas imágenes a las prostitutas de Sevilla:
Ninfas que en las tasqueras
del Compás Resolanos, San Bernardo,
sobre humildes esteras
tendéis el pobre y traqueteado fardo,
y por virtud del hongo
a vuestra ambrosía parago y mondongo.
Mientras del sol matando estáis
el pacientísimo piojo
y en el bosque rascando
arrancáis con la uña al ojo
la ladilla hambrienta
que entre granos y parches se alimenta
…………………………… (p. 53).
Satírico ponzoñoso Álvarez de Soria lanzaba punzantes dardos a todo lo que le desagradaba. Estando en la cárcel de Sevilla atacó con saña verbal a un compañero de prisión que tenía fama de “conveniente” porque sabiendo que su mujer lo traicionaba, continuaba haciendo vida marital con ella:
Cornudo, cornudillo, cornudete
que eres hembra en obra y en palabra
llámate doña flor o doña Cabra
y déjate a un Doctor el Alderete
……………………………….
eres de los cornudos quintaesencia
………………(p. 60)
El contrincante responde aludiendo al origen judío del agresor:
Enemigos judíos maldicientes,
perdigados los más a la ley vieja.
Si tenéis de mi vida alguna queja
no pensáis desquitaros entre dientes
………………………..…………
que yo he visto aquí tras esta reja
Presas y presos vuestros descendientes (p. 69)
Su producción acaparaba la atención de las autoridades de la pluma. En una ocasión Lope dijo: “tenía gallardía de estilo, vocabulario poético y limpieza de las frases”. Su porte y figura también sirvieron como fuente de inspiración para obras de teatro y creación de personajes. En la comedia A un señor descrito Lope de Vega lo perfila en detalle:
Por ahí veo pasar
ese mozo …. pisa bien …….
Soy yo tentador también
Desto de brío y pisar.
Vile una daguita al lado.
buen cuerpo, sombrero a orza.
el cuello como una alcorza.
el bigote cultivado
aunque lo comienza a hilar
que había poco que salió
Los ojos de arriba abajo.
El talla a medio parar.
………………… (p. 20)
Su figura aparece aquí y allá en la literatura. De acuerdo a los estudiosos Alonso Álvarez de Soria es el “andaluz tozudo”, “tirador repentista” de El Viaje del parnasso y también es Loayza en El celoso extremeño.
La figura y la fama de Lope enfadaban a Álvarez de Soria. En una ocasión cuando aquél visito en Sevilla a su tío el inquisidor Miguel de Carpio, su presencia alteró el ambiente porque que para este tiempo “El monstruo de la naturaleza”[2] ya había adquirido fama y cundía la envidia en contra de él. En esta atmósfera de chisme e inquina, de un momento a otro apareció un soneto que andaba de boca en boca cuyo estilo denunciaba a su autor, Álvarez de Soria, por el lenguaje blasfemo e hiriente:
Lope dicen que vino- no es posible,
Vive Dios; que pasó por donde asiste…!
No lo puedo creer, -¡Por Jesucristo!
-¡Que no os miento! –Callad, que es imposible.
-Dijo que es chanza. Anda que voto a Cristo.
que entró por Macarena ¿Quién lo ha visto?
-Yo lo vide- No hay tal que es invisible.
¿Invisible?, Martín- Eso es engaño.
Porque Lope de Vega es hombre y hombre
-Como yo, como vos y Diego…..Diez…..
¿Es grande? –Sí; será de mi tamaño
-Si no es tan grande, pues, como es su nombre.
Cágome en voz, en él y en sus poesías (p. 57).
En 1603 Álvarez de Soria inventó “una jamás oída forma de versificar (no le faltaba talento para ello); una medida de acortar los versos; los de ‘cabo roto’, extravagante cuerda, que luego tañeron otros celebrados vates” (p. 57). Haciendo alarde del nuevo tipo de verso de su creación, compuso un poema corto punzante en contra de Lope cuando éste envió a Juan de Arguijo el manuscrito de El peregrino en su patria para que se lo aprobara:
Envió Lope de Ve-
al señor don Juan de Argui-
el libro del peregri-
a que diga si está bue-
y es tan noble y tan discre-
que estando como está ma-
dice es otro Garcila-
en su traza y compostu-
mas luego entre si quien du-
no diga que está bella- (p. 57)
El joven improvisaba fácilmente. En general el diario acontecer era su fuente de inspiración, ello también incluía sus aventuras amorosas como la que tuvo con una jovencita a la que se llevó a Madrid y luego la abandonó:
Otra vez, Sierra Morena,
con más contento te vi
cuando dos cuerpos y un alma
pasábamos a Madrid.
Cuando mi querido dueño,
con esfuerzo varonil
rompiendo dificultades
dejó a su padre por mí
era entonces a mi vista
esta montaña un jardín
y el más seco roble suyo
verde naranjo en abril
en la más inútil mata
nacía el blanco jazmín
para que le viese a ella
lo que ver no merecí
más ¡Ay triste de mí!
que vengo con el alma que la di;
y pues sin ella vengo (pp.22-23)
La magnitud de su talento y su creatividad eran impresionantes. Desgraciadamente empleaba su capacidad imaginativa para atacar a sus enemigos y fue este mal uso de sus dotes artísticas lo que lo llevó al patíbulo cuando hizo blanco de sus injurias a don Bernardino González Delgadillo y Avellaneda quien tenía autoridad para condenarlo a la horca. Vengativo y poderoso don Bernardino llevó a cabo su venganza sin escuchar los ruegos del pueblo que pedía clemencia para el reo. Juan de la Cueva clamó por la vida del sentenciado: “A don Bernardino de Avellaneda, asistente de Sevilla, queriendo ahorcar a Alonso Álvarez de Soria”:
No des al febeo la muerte,
oh gran don Bernardino, así te veas
conseguir todo aquello que desea
en aumento y mejora de tu suerte.
el cruel odio en piedad convierte
qu’en usar del tu caridad afeas.
Cierra el oído, ciérrale, no creas
Al vano adulador que se divierte.
de ese que tienes preso,
el dios Apolo es su juez
no sufraganeo tuyo;
ponlo en libertad, dalo a su foro
que de hacelo así, de polo a polo
Irá tu insigne nombre, y en el suyo
Hispalis te pondrá una estatua de oro[3].
Álvarez de Soria fue ejecutado cuando sólo tenía 30 años de edad y su desaparición ocasionó el llanto popular. La sociedad entera lo recordaba. El contenido de un romance anónimo nos informa cómo se revivía su trágica muerte a través de representaciones teatrales:
Elevada está Sevilla
Toda la gente suspensa.
Concurren a la gran plaza
de San Francisco con prisa,
porque oy lunes en la tarde
dicen que se representa
de Alonso Álvarez el bravo
la lastimosa tragedia[4]
Quevedo alude a este triste final en El buscón, Don Pablos dice: “los que las cogieron tristes a las borracheras, lloraron tiernamente al malogrado Alonso Álvarez’, apodado el “Tuerto”.¿Quién es este Alonso Álvarez…que tanto se ha sentido su muerte? –mancebito- dijo el uno- lidiador ahígado, mozo de manos y buen compañero’. –dijo el otro (I, II, cap.X).
La muerte, paralelo de la vida, cuando llega a destiempo marca con sello distintivo al individuo de acuerdo a cómo ha actuado a lo largo de su existencia. El triste final de Alonso Álvarez de Soria corrobora el dicho mexicano: “Dime cómo mueres y te diré quién eres”[5].
[1] Juan Antonio Escobar. Alonso Álvarez de Soria, biografía amarga de un poeta hampón de la Sevilla del siglo XVI, MS3890, p. 44 (Biblioteca Nacional) De aquí en adelante entre paréntesis en el texto.
[2] Cervantes llamó “monstruo de la naturaleza” a Lope de Vega por su capacidad de escribir e improvisar dramas y comedias en abundancia para satisfacer la demanda del público.
[3] B.J. Gallardo. Ensayo de una biblioteca española de libros raros y curiosos, I. II. Madrid, 1863-6 (cita de Lara Garrido)
[4] R. de León. Grandeza y miseria de Andalucía. Testimonio de una encrucijada histórica (157816160, ed. De P. Herrera Puga. Granada, 1981 (Cita de Lara Garrido, idem, pp.12-14)
[5] Octavio Paz. El laberinto de la soledad, “El día de los muertos”, cap. III.
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Niza Fabre nació en Guayaquil, Ecuador. Profesora, conferencista y escritora. Hizo sus estudios universitarios en la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Actualmente es profesora de lengua y literatura española e hispanoamericana en Ramapo College de Nueva Jersey. Ha publicado un libro: Americanismos, indigenismos, neologismos y creación léxica en la obra de Jorge Icaza. Quito: Editorial Abrapalabra, 1993 y artículos sobre literatura española e hispanoamericana. Desde 1994 es editora de The Cultural Journal, Ramapo College Literary Magazine. Ha participado en congresos literarios en Brasil, Ecuador, España, México y Estados Unidos.
http://www.baquiana.com/N%C3%BAmero_XXI_XXII/Ensayo_I.htm
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