Juan Alfonso de Baena fue un escritor español nacido en Baena. Era judío converso.
Entre sus obras destaca el Cancionero de Baena, escrito entre 1426 y 1430, el cual contiene una colección de las mejores poesías castellanas junto con notas críticas y un prólogo del autor.
Escribió poesías, algunas dedicadas al condestable Álvaro de Luna y otros personajes de la corte con el nombre de Suplicaciones.
Juan II de Castilla le nombró su secretario y a él le dedicó un poema en el que le aconsejaba acerca de la conducta que debía adoptar para solucionar los problemas del reino. Cortesano, poeta y literato español nacido posiblemente en Baena (Córdoba) en 1365 y fallecido probablemente en Córdoba hacia 1435. De posible origen judío converso, Juan Alfonso de Baena habría entrado a servir como escribano en la corte en tiempos de Enrique III de Castilla, supuestamente bajo el patrocinio de Diego Fernández de Córdoba; es seguro, en cambio, que fue escribano de Juan II, hijo y sucesor de Enrique III, hasta el momento de su fallecimiento.
Hacia 1408, Juan Alfonso de Baena se encontraba en Sevilla, ciudad en la que realizó diversos servicios a Juan II, especialmente en la recaudación de alcabalas del pan y del aceite del mismo año. Para esas fechas, es bastante probable que Juan Alfonso de Baena hubiese contraído matrimonio con Elvira Fernández de Cárdenas. De su matrimonio nacieron dos hijos. El mayor, también llamado Juan Alfonso, debió de heredar la posición paterna en Córdoba, donde continuó viviendo hasta 1478.
La gran mayoría de sus poemas demuestran su habilidad para buscar la pelea lírica con otros poetas, enfrentándose en preguntas y respuestas a diversos cortesanos con los que Juan Alfonso debió de coincidir en la corte de Juan II. También aderezó sus poemas con la tan querida tradición poética cancioneril de las peticiones de dinero, enseres o favores a diversos nobles de la época, entre ellos el poderoso condestable Álvaro de Luna, o incluso el propio rey Juan II.
No obstante, esta cierta actitud disipada, procaz y a veces obscena de sus versos (por otro lado, muy frecuente en la poesía de la época), se quiebra cuando Juan Alfonso se nota delante de un importante acontecimiento. Entonces, el poeta se transforma en excelente versificador, capaz de transmitir la emoción y la pesadumbre del momento, como en el caso del poema dedicado a la muerte del rey Enrique III (1406) o, especialmente, a la hora de prestar su pluma para las denuncias de los males que acontecían en el reinado de Juan II.
Juan Alfonso, poeta de Baena
Jesús L. Serrano Reyes, Antología del Cancionero de Baena, Baena, M.I. Ayuntamiento de Baena, 2000, pp. xvii-xxiv.
Busto de la estutua realizada por Francisco Ariza Arcas
Lo que sabemos de la biografía de Juan Alfonso de Baena está fundamentalmente basado en fuentes literarias, sobre todo en el Cancionero que él mismo recopila y en otros cancioneros. Solamente existen algunas aportaciones documentales, extraídas de archivos, que ha exhumado Manuel Nieto Cumplido,[1] de las que trataremos más adelante. Esta situación lleva a Brian Dutton y Joaquín González Cuenca (1993: xiii), autores de la última edición del Cancionero de Baena, a decir que su biografía no es sino “un tejido de hipótesis y suposiciones con no mucho fundamento”. Ciertamente, se está muy lejos de poder escribir una biografía, aunque fuera corta, de Juan Alfonso de Baena, con los datos que tenemos hasta el momento. Esta situación desvela un ámbito de investigación interesante y poco trabajado.
No se ha encontrado, hasta el momento, documento alguno que pruebe que Juan Alfonso de Baena naciera en el pueblo que lleva como apellido. Sabemos, por sus propias palabras, que fue educado en la villa de Baena:
Yo leí dentro de Baena,
do[2] aprendí hacer borrones
y comer alcaparrones
muchas veces sobre cena.[3]
En este poema da una larga lista de lecturas que revela una erudición envidiable por parte del poeta.[4] Diego de Estúñiga[5] apela directamente a Baena como lugar donde se formó Juan Alfonso:
Si vos hallasteis la vena
del decir y razonar,
yo tengo muy gran pesar
si se halló en Baena;
dígolo por non usar
en vuestra tierra trobar,
que más curan de sembrar
mucha buena berenjena,
el cual han por buen manjar. (50, vv. 1-9)
Se suele aludir a otro texto para tratar de fijar su lugar de nacimiento, pero éste también es impreciso:
Señor, cerca de Marchena
fue nacido en un lugar
el que vos hará temblar (51, vv. 1-3)
Aquí tampoco se desvela el lugar exacto de su nacimiento. Sobre Marchena, Amador de los Ríos (1969: 144, n.1) dice que “en 1435 le ponía Juan Poeta entre los viejos trovadores de la corte (Canc. de Martínez de Burgos, Memorias de Alfonso VIII, Apénd. p. CXXXVIII). Del contexto de sus últimas poesías se deduce que vivía en Marchena muy entrado en años”. Sobre el lugar de nacimiento está por la mayoría de los estudiosos aceptado que Juan Alfonso de Baena era del pueblo que lleva como apellido. Así Azáceta (1966: iv-v) dice que “sin duda alguna nace en Andalucía, con toda probabilidad en Baena, y en el sur de España reside en alguna etapa de su vida”. Era costumbre en aquellos tiempos, hasta que se fijaron los apellidos, el tomar los del pueblo en que se nacía. Esto queda reforzado por la condición de judío converso del autor de Baena, pues como indica Amador de los Ríos (1969: 138) “al recibir las aguas de la regeneración, trocaban los nombres de la ley mosáica”. De lo que no hay duda es de que la palabra “Baena” aparece en el Cancionero de Baena bastantes veces.[6] Ya el Anteprólogo termina: “Johanes Baenensis homo/vocatur in sua domo” (El hombre Juan de Baena/así es llamado en su casa), del mismo modo que en la Tabla de autores, que integra su trabajo de recopilación, él mismo se incluye como “Juan Alfonso de Baena/lo compuso con gran pena”. Sobre los personajes y topónimos que aparecen en la obra de Juan Alfonso estamos de acuerdo con Francisco Cantera Burgos (1967:75): “todavía restan, a nuestro juicio, un buen cúmulo de casos que requieren nuevos esfuerzos”.
Por la cantidad de referencias que existen en la contienda literaria del propio Cancionero parece que Juan Alfonso de Baena fue judío converso, es decir, uno de los muchos judíos que, para no sufrir persecución o expulsión de España, renunciaban a su fe convirtiéndose al cristianismo.[7] El mismo autor, en el Prólogo, afirma: “El cual dicho libro, con la gracia y ayuda y bendición y esfuerzo del muy soberano bien, que es Dios Nuestro Señor, hizo y ordenó y compuso y recopiló el indino[8] Juan Alfonso de Baena”. Hay otras alusiones a su condición de judío, como las referidas a la berenjena como comida judía (50, vv.5-9; cuando Juan García le dice: “la patena y el azucena/os harán administrar” (23 vv.27-28); o Rodrigo de Harana: “a vos que andades sin obediencia/apóstata hecho con mucha blandura” (37, vv12-13). Sin embargo, no existe prueba documental que lo avale con total certeza.
Otro de los aspectos que conocemos es su condición de escribano. Así, el mismo Juan Alfonso, en el anteprólogo, se define como “escribano y servidor del muy alto y muy noble Rey de Castilla, don Juan, nuestro señor”. También lo vemos presentarse al rey como “yo, Juan Alfonso, un vuestro escribano” (6, v.5). Aunque otros, como Ferrán Manuel de Lando, critiquen su condición de escribano diciendo que siempre está “con escribanías y tinta bien prieta/sumando las rentas del año pasante” (374, vv.7-8, ed. Dutton y González), tratando de reducir su trabajo al de un mero escribiente, lo cierto es que Juan Alfonso era, como indica Amador de los Ríos (1969: 140, n. 1), “uno de los escribanos o secretarios especiales”, es decir, “fue secretario del rey” Juan II, por quien fue muy favorecido y estimado en su corte. Según Amador de los Ríos (1969:140), quizás “bajo el patrocinio de Diego Fernández de Córdoba, señor de Baena y mariscal de Castilla, que se apreciaba también de atildado metrificador, eran presentados al rey don Enrique, cuya muerte lamentaba Juan Alfonso, tomando plaza de trovador entre los más renombrados de Castilla”. Se refiere a Juan Alfonso y a su hermano Frascisco, del que sólo incluye una composición (105, ed. Dutton y González) en el Cancionero. Incluiremos en esta antología la elegía a la muerte del rey Enrique III (1), por su valor literario, histórico (es la primera composición fechable del poeta, 25 de diciembre de 1406), y por ser el punto de arranque de una vida dedicada al servicio del rey con su oficio de escribano y secretario, y vida entregada a la poesía, con sus debates, fiestas y justas poéticas[9] tan del gusto de la sociedad cortesana de la época.
Bastantes estudiosos están de acuerdo en reconocer su mordacidad, su facilidad para la versificación ágil y graciosa; del mismo modo, también reconocen, como señala Francisco Cantera Burgos (1967:83), “su extracción humilde”, que “fue adulón, rastrero, irrespetuoso, coplero soez y desvergonzado, a veces hasta el exceso, henchido de vanidad literaria”. Su lengua queda comparada por el mismo Juan Alfonso con una pica, una barrena (“Pues mi lengua es barrena/que cercena/cuanto halla“ (22, vv.1-3), una ballesta, una navaja (con esta mi lengua/que taja y cercena” 4, v.45), y una guadaña: (“con mi lengua de guadaña” 2, v. 15). Una lengua que, como puede apreciarse en su trabajo de recopilación, está afectada por el seseo, así podemos ver cómo riman “cabeza” con “riquesa”, “plaser” con “nacer”, etc.[10] Sin embargo, hay que tener en cuenta que la copia del Cancionero de Baena que conocemos, como explicaremos más adelante, no salió de la mano de Juan Alfonso de Baena y, por tanto, el seseo tal vez pueda atribuirse al copista, al amanuense que escribe y que quizás lo hace al dictado.
Los documentos que ha aportado Manuel Nieto Cumplido (1979: 178), como él mismo reconoce, desvelan “interesantes - aun cuando escasas noticias”. Se trata de una carta de pago para Pedro Ortiz, recaudador de las alcabalas[11] del pan y del aceite de Sevilla, por el rey Juan II en Ávila el 31 de agosto de 1420, donde “certifica que Juan Alfonso de Baena, escribano del rey, actuó como tal en la mesa de las alcabalas del año 1408, percibiendo por su gestión 2.000 mrs. a cuenta de los 8.000 que debió cobrar en total”.[12] Aparece, por tanto, Juan Alfonso en un menester de “escrivanías” que nada tiene que ver con la poesía. Por lo que se desprende de alguna de sus composiciones poéticas, puede parecer que en su vida pasó ciertos apuros económicos; sin embargo, no puede afirmarse con rotundidad que así lo fuera, a pesar de peticiones como la siguiente:
Mi señor Martín González,
otrosí [13] Sancho Romero,
acorred [14] a tantos males
el que pudiere primero
con la pluma o tintero,
por que el Rey tan sólo una
mula parda o zorruna
me libre por su tesorero. (8, vv. 25-32)
Otro documento fechado en Córdoba el 13 de noviembre de 1416 desvela que Juan Alfonso “es hijo de Pero López y que se halla avecindado en la collación[15] de San Salvador de Córdoba”.[16] El poeta aparece citado en el documento como persona nombrada para recibir los bienes que correspondieron por herencia a un tal Bartolomé, hijo de Juan Martínez. He aquí otra vez al poeta desempeñando una función de trámite burocrático relacionado con las “escrivanías”, si bien éste parece pertenecer al ámbito de su vida personal. Un tercer documento fechado el 17 de diciembre de 1417 viene a confirmar que se encuentra en Córdoba, pues se trata de un documento autógrafo.[17] En él “Juan Alfonso de Baena, escribano del rey, otorga recibir prestados del prior del monasterio de San Jerónimo de Valparaiso, de Córdoba, tres libros de Raimundo Lulio”..., “el uno de Loores de Santa María, e el otro De Prima Entención, e el otro de Oraciones”.[18] El motivo que tiene para retirar estos libros lo declara en este mismo documento de préstamo: “para los trasladar”, es decir, para copiarlos como “escrivano del nuestro señor el rey”. A estos tres documentos aportados, Nieto Cumplido (1982: 39) añade otros cinco más que están “relacionados directamente con la persona de Juan Alfonso de Baena, localizados en el Archivo Municipal de Sevilla y en el de la Catedral de Córdoba”. En el primero de ellos, fechado en Sevilla a 31 de agosto de 1408, se le pagaban 600 maravedís por unas casas que Juan Alfonso tenía arrendadas para que almacenara algunos pertrechos de guerra el infante don Fernando de Antequera. En este año de 1408 queda claro que el poeta vivía en Sevilla, pues además de que en este documento se dice “Mandamiento de Sevilla al mayordomo para que diese a Juan Alfonso de Baena, vecino de esta ciudad”,[19] hemos de recordar el primer documento de los tres anteriores, donde se recoge un cobro de alcabalas en Sevilla este mismo año. El segundo documento está fechado en Córdoba a 12 de agosto de 1422 y es “una escritura por la que el cabildo de la Catedral arrienda a Rodrigo de Baena, carnicero, un olivarejo en el pago del Caño de la Reina, así como otro pedazo de olivar, viña e higueral en el pago del Caño de la Vieja, en linde con olivar de Pedro Fernández de Cárcamo, con los olivares de Juan Alfonso de Baena”.[20] Finalmente, otros tres documentos exhumados por Nieto Cumplido y relacionados con la herencia de sus suegros aportan estas noticias:
“a) Que la esposa de Juan Alfonso de Baena fue Elvira Fernández de Cárdenas, hija de Lope Ruiz de Cárdenas y de María López de Luna.
b) Que Juan Alfonso de Baena había fallecido antes del año 1435. Dato fundamental para establecer la fecha de composición del manuscrito.
d) Que el cuñado de Juan Alfonso de Baena es jurado de la collación de Santa María Magdalena”.[21]
También aporta Nieto Cumplido alguna documentación sobre la descendencia de Juan Alfonso de Baena: “del matrimonio con Elvira Fernández Cárdenas nacieron, al menos, dos hijos, Juan Alfonso de Baena, al que podemos seguir desde el año 1468 hasta 1478, y Diego de Carmona, trapero, vecinos respectivamente de Córdoba y de la villa de Lora (Sevilla)”.[22] Se relaciona a Antón de Montoro, el Ropero de Córdoba, poeta y converso famoso, cuyo padre fue Alonso de Baena, como sobrino de Juan Alfonso de Baena.[23] En las Ordenanzas de la Villa de Baena que editara Valverde y Perales (1907) hemos encontrado la pervivencia del apellido Baena desde 1472 hasta finales del siglo XVI. Aparece un Alfonso de Baena, desde 1489 hasta 1502, como escribano del Cabildo; así como Rodrigo de Baena en 1504, como contador del Conde, entre otros muchos. Un hallazgo curioso, de nuestra propia cosecha, ha sido la aparición de un artista llamado “Alfonso de Bayena” en 1494, a quien Sanpere y Miquel (1906: 66-83) consideran autor del famoso cuadro del Martirio de San Cucufate, cuya autoría aparece rebatida en un artículo de J. Arnaud y F. P. Verrié (1941: 31-51), quienes afirman que el pintor fue el alemán Aine Bru. Sea como fuere, la existencia de un Alfonso de Bayena (Baena), artista, en Cataluña está constatada en un documento trascrito por Puiggari (1880: 295).
Las valiosas aportaciones de Manuel Nieto Cumplido arrojan luz sobre la biografía de un poeta cuya importancia seguirá radicando, fundamentalmente, en su labor como compilador de las creaciones de varios poetas españoles de los siglos XIV y XV. Sin su trabajo todo estaría perdido. Es mucho todavía lo que se puede aportar, indagando en fuentes literarias y en archivos, para conseguir una biografía mínimamente consistente de Juan Alfonso de Baena.
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