Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013
miércoles, 7 de diciembre de 2011
1060.- FERRÁN MANUEL DE LANDO
Ferrán Manuel de Lando, (¿-1450).
Poeta de cancionero español, natural de Sevilla. Poeta de estética más artificiosa que la de su supuesto oponente, Alfonso Álvarez de Villasandino, partidario éste de un estilo más libre y menos académico. Es uno de los mejores representantes de la poesía cancioneril de los años de Juan II. En su producción, recogida en el Cancionero de Baena, destaca, sobre todo, la poesía de asuntos doctrinales, morales y filosóficos.
APROXIMACIÓN A LA VIDA Y A LA OBRA DE FERRÁN MANUEL DE LANDO
Sandra Álvarez Ledo
Universidade de Vigo
En el presente artículo se exponen algunos de los aspectos fundamentales
de la vida y obra de Ferrán Manuel de Lando. La primera parte, dedicada a
la biografía del poeta, introduce los vínculos familiares, la posición social del
autor, sus relaciones con la corte y el problema del supuesto origen converso
del linaje. En el segundo apartado, además de delimitar la obra conservada
de Ferrán Manuel, se presentan los principales escollos que han afectado a
la transmisión textual de la misma.
Al igual que sucede con la inmensa mayoría de los poetas cancioneriles,
los datos disponibles para reconstruir la trayectoria vital de Ferrán Manuel
de Lando son escasos. A esta dificultad elemental se suma el problema de
las contradicciones que nacen de las diversas fuentes informativas. Existen,
a pesar de estas dificultades, dos hechos incuestionables que resultan de
gran importancia para aproximarse a un mejor enfoque y conocimiento de
la biografía del poeta: su pertenencia a una familia de la aristocracia media
sevillana y sus vínculos profesionales con el ámbito cortesano.
Los Manuel de Lando constituyen un linaje de origen extranjero que se
remonta por línea bastarda a los descendientes de Don Juan Manuel, según
los estudios genealógicos de Argote de Molina.
El vínculo con el autor del Conde Lucanor les llega a través de una de las nietas de este, Beatriz Manuel, hija de Don Sancho Manuel.
Los lazos foráneos del linaje se originan en el matrimonio de Beatriz con un caballero francés, Pedro de Lando, venido a Castilla para combatir en el bando de Enrique II durante la guerra civil.
Los miembros de esta familia adquieren a lo largo del siglo XV un notable
dominio en el contexto oligárquico andaluz, así como en el marco de la corte.
El padre del poeta sirvió a Juan I; su prima, Inés de Torres, obtuvo gran
valimiento con la reina regente Catalina de Lancaster durante la minoría de
edad de Juan II;su hermano Pedro ejerció como ayo del príncipe Enrique
por deseo expreso de Álvaro de Luna, compartiendo la custodia con Juan
de Luna y Ruy Díaz de Mendoza.
El mejor ejemplo de la intervención en los asuntos públicos por parte de este linaje está representado por un sobrino
del poeta, Juan Manuel de Lando, quien disfrutó del cargo de alcaide de las
atarazanas y reales alcázares de Sevilla, entre otras dignidades, durante
unos quince años.
La presencia de su familia en la corte es muy relevante a la hora de
abordar el estudio biográfico del poeta andaluz. Las experiencias de sus
parientes en el ámbito político-cortesano, además de servir como testimonio
fundamental para perfilar su estatus social, ofrecen el contexto que justifica
la existencia de algunas composiciones de Ferrán Manuel. Este es el caso,
por ejemplo, del decir sobre la Fortuna dedicado a Inés de Torres cuando
fue expulsada de la corte. Atender al lazo de parentesco entre el autor e
Inés amplía las vías de interpretación para el texto que, en ausencia de este
elemento, tendría que ser considerado como una enseñanza abstracta para
todos los cortesanos.
La advertencia moralizante a su prima puede ser leída como un intento de salvaguardar la situación familiar en el medio áulico tras la desavenencia con Catalina de Lancaster, a cuyo servicio estuvo Lando durante la época de la regencia.
La particular vida profesional del autor, así como su modus vivendi y su
formación personal, se explican desde este entorno familiar. Los hijos de los
linajes de la aristocracia media estaban destinados a progresar en la corte,
desempeñando cargos funcionariales para el rey, o en los poderes locales,
ocupando importantes puestos de poder bajo el auspicio de las familias de
la alta nobleza, como los Niebla y los Ponce de León.
Tales vías de ascenso social no eran incompatibles, pero hay que suponer que Lando desarrolló su vida pública centrándose en la primera de ellas. No existe ninguna noticia, exceptuando el cargo de doncel que Juan Alfonso revela en algunas de las
rúbricas para los textos del autor, que dé a conocer la actividad del poeta en
otros puestos o responsabilidades profesionales.
No se ha podido determinar de manera uniforme para qué rey ejerció Lando esta responsabilidad, pues es tal la disparidad de opiniones al respecto que la crítica ha manejado hasta tres opciones posibles: Juan I, Enrique III y Juan II.
Si se atiende a los usos de la corte, no sería inverosímil que el titular de un cargo mantuviese su puesto bajo el ejercicio de distintos monarcas, pues la muerte del rey no implicaba necesariamente el cambio de los funcionarios.
Se desconoce la fecha exacta de su nacimiento, si bien esta ha sido
tradicionalmente situada en torno a los años finales del siglo XIV. Los
apoyos que han servido para fundamentar tal propuesta son esencialmente
los datos cronológicos deducibles de sus poemas, los interlocutores que
intervienen en sus debates, los personajes mencionados en ellos, o los datos
de las rúbricas.
Siguiendo la clasificación de Vicente Beltrán, habría que situar a Lando en la generación C.
Sí que es posible, en cambio, proponer con más seguridad documental
una fecha para su muerte, gracias a la citada ejecutoria que en 1470 ponía fin
al pleito por la herencia mantenida entre sus hijos y su sobrina nieta.
LEER RESTO DOCUMENTO
http://ruc.udc.es/dspace/bitstream/2183/8382/1/CG%207%202009%20art%201.pdf
Preciosa margarita
Preciosa flor, margarita,
lirio de virginidad,
corona de la humildad,
sin error santa, bendita;
la de limpieza infinita
que no podrá ser cantada
por mi lengua tan menguada,
ni por mi mano escrita.
Pero, Virgen coronada,
en tu merced esperando
siempre viviré loando
tu bondad muy acabada.
Singular eres llamada,
que pariste sin dolor
mi Dios e mi Salvador
que me hizo de non nada
Garci Fernández, en dos poemas de sus coetáneos (II)
Ferrán Manuel de Lando
La segunda composición del Cancionero en la que vemos a Garci Fernández irónicamente humillado por un contemporáneo suyo es obra de Ferrán Manuel de Lando. En la colección de Juan Alfonso de Baena lleva el número 279.
Con la correspondiente rúbrica del recopilador, es la siguiente:
Esta pregunta fizo e ordenó el dicho Ferrant Manuel de Lando contra Garci Ferrández de Jerena, por quanto era christiano e se fue a tornar moro a Granada, E después que moro se passó a tierra de christianos con sus fijos e se tornó christiano
1 Eçelente e sabio dino201
grant poeta e natural202,
aquel Dios qu'es uno e trino
vos guarde siempre de mal,
por qu'el dragón infernal
non aya en vos poder,
e que podades caber
en la gloria çelestial.
2 Protestando mi simpleza,
que non es por vos dañar,
señor, la mi gran rudeza
vos querría preguntar:
¿a qué fin fuestes dexar
la Ley santa perfeta,
por vevir en tan vil seta203
trece años sin mudar?
3 Si dixéredes arguyendo
alguna sotil manera
que, maguer moro seyendo,
vuestra opiñón buena era;
mas dezidme, si la espera204
su grant rueda trastornara
e la muerte vos levara,
¿vuestra alma dónde fuera?
4 Bien puedo dezir verdat,
qu'el mi breve entendimiento
es ledo205 con caridat
por vos ganar salvamiento;
mas tengo un pensamiento
mucho de que me non plaze:
que aquel que un cesto faze
presumo que fará çiento.
Claramente se advierte que este poema en forma de pregunta lo compuso Lando después del regreso de Garci Fernández a tierras castellanas -y una vez reconvertido a la religión de Jesucristo- ya que en él se informa de que fue a dejar «la Ley santa perfeta / por vevir en tan vil seta / trece años sin mudar».
Esta directa alusión a su renuncia a la fe católica se completa con la noticia -que por fin Baena se decide a dar en el epígrafe de esta poesía- de que «después de moro se pasó a tierra de christianos con sus fijos e se tornó christiano». Se confirma asimismo que efectivamente fueron trece los años que estuvo viviendo Gerena en el reino de Granada.
El autor de la composición, Ferrán Manuel de Lando, era judío converso, como Baena, o procedía de familia judía206. Nació en Sevilla hacia 1385 (entre 35 y 45 años después que Gerena) y en 1407 ya se le menciona, según vimos, como doncel del rey niño Juan II. Era primo de doña Inés de Torres, dama de confianza de la reina madre doña Catalina, hija del duque de Lancaster (o de Alencastre, como transcribe este título la Crónica de los Reyes de Castilla) y de doña Constanza de Castilla, y esposa, desde 1388, del que dos años después sería el rey don Enrique III el Doliente. Al morir éste el día de Navidad de 1406, su hijo y heredero Juan II aún no había cumplido los dos años (nació en Toro en marzo de 1405), por lo que la regencia de Castilla la ejercieron doña Catalina y el infante don Fernando de Antequera, tío del rey y después soberano de Aragón207.
«Era este Ferrán Manuel de Lando -informa Amador de los Ríos-, hijo de Juan Manuel, hidalgo de Sevilla, quien, ganoso de labrar su fortuna [la de su hijo, naturalmente], le enviaba muy joven a la Corte, donde era bien recibido de la nobleza, logrando plaza de doncel del niño rey don Juan y con el tiempo la estima de la reina tutora»208.
En su incorporación a la corte influyó sin duda la presencia en ella de su prima Inés a partir de 1388. El ascendiente de ésta sobre la reina doña Catalina debió ser muy grande, sobre todo a raíz de la marcha del infante don Fernando para ocupar el trono aragonés. Y no menos grande la confianza que la soberana depositaría en el noble sevillano, al que llegó a encomendar misiones de importancia extraordinaria. Una de ellas la menciona Fernán Pérez del Pulgar en su Crónica de Juan II.
Según el cronista, «como la reyna doña Catalina fue certificada que el Rey don Fernando de Aragon, su hermano [realmente hermano político, pues don Fernando era hermano de Enrique III], se iba á coronar á Zaragoza, hubo dello muy gran placer, é mandó traer ante sí todas las joyas del Rey Don Juan, su hijo, para le embiar alguna joya de gran valor, y entre aquellas halló una corona que podría pesar quince marcos de oro, en la cual había muchos balaxes209 y esmeraldas, é zafires, é perlas muy gruesas de gran valor; e mandó llamar a Fernan Manuel de Lando, é á Juan de la Cámara, é mandóles que con ella fuesen al Rey Don Fernando, e le dixesen de su parte cómo ella había habido muy gran placer en saber que se quería coronar, é por eso le embiaba aquella corona con que se había coronado el Rey Don Juan, padre del Rey Don Enrique, su señor é su marido, é suyo. El qual [don Fernando] recibió muy graciosamente el rico presente que la Reyna le embió, y escribióle teniéndoselo en merced, é dio a los mensageros sendas piezas de seda, é cada doscientos florines para el camino»210. La privanza de doña Inés se prolongaría hasta 1416, en que fue desterrada de la corte junto con su aliado Juan Álvarez Osorio, Guarda Mayor del Rey, a cuyos tristes sucesos dedicó Ferrán Manuel sendos poemas (los números 277 y 278 del Cancionero de Baena).
Para Charles F. Fraker, Lando fue «un hombre inteligente, coherente consigo mismo, cuyas dispersas ideas religiosas, globalmente consideradas, presentan una armonía y una consistencia lógica notables». Sus conclusiones, añade, no son a veces muy ortodoxas, pero de un poema suyo, un «dezir» en que elogia la figura de San Vicente Ferrer y en el que le manifiesta su cordial y total admiración, deduce este hispanista que «el cristianismo de Lando no era meramente superficial o convencional»211.
De esta elogiosa opinión participa también Amador de los Ríos: «Era el joven sevillano hombre de gentil continente, de noble semblante, discreto en el decir y tan presto como agudo en sus réplicas. Uníanse a estas dotes naturales, que le ganaban desde luego admiradores y envidiosos, la reputación que traía de atildado trovador y alto poeta, docto en la lengua latina...».
Pero era, al mismo tiempo, un tanto presuntuoso. En palabras del mismo historiador, «más confiado en su ingenio de lo que debiera, achaque sin duda de sus cortos años, hizo Ferrán Manuel inmoderada ostentación de sus versos, menospreciando a los poetas de la corte» (lo que vemos hace con Garci Fernández).
Así, pues, su composición contra Gerena -la fecha no es posible precisarla; sólo puede establecerse con certeza que fue después de 1401- la tuvo que escribir siendo muy joven, en los momentos en que viviría digamos su época áurea, y cuando, por contraste, Garci Fernández pasaba por los peores años de su vida, viejo ya, mendigo y desamparado. Como antes hiciera Villasandino, Ferrán Manuel también pone el acento en la apostasía del gerenense y apenas alude a su arrepentimiento ni a su «reconversión». En el caso de Villasandino podemos suponer que sólo conociera por ajena referencia (por el «viejo almirante») la noticia de la apostasía, pero no, tal vez, la de su vuelta al cristianismo; Manuel de Lando, en cambio, sí que conocía el retorno del anciano vate a su primitiva fe cristiana cuando escribió contra él esta despiadada poesía.
Su tono en apariencia admirativo y respetuoso nos lleva a preguntarnos: ¿Utiliza la ironía cuando le llama «excelente», «digno sabio», «grande y científico poeta», incluso «señor»? ¿Le habla así porque así se solía, y aún se suele -a veces- hablar a los mayores? ¿Es sincero el respeto que parece dedicarle? En todo caso, el final de la composición no deja duda alguna de su malicioso pensamiento cuando en los últimos versos sugiere que Gerena, pese a todo, no resulta de fiar, pues, como dice el proverbio, «quien hace un cesto, hace ciento».
Tanto esta actitud del «joven y lindo hidalgo sevillano» -así lo llamó Menéndez Pidal- con respecto a Garci Fernández como la más hostil y persistente de Baena nos permiten descubrir la superioridad o prepotencia que exhiben ambos cuando escriben de él y nos llevan sobre todo a sospechar que por su condición de conversos -o tal vez, en el caso de Lando, descendiente de judíos conversos- utilizaran a Garci Fernández para mostrarse ante el Rey y los poderosos como paladines de su nueva fe.
Indiquemos finalmente que ninguno de los dos poemas, ni el de Villasandino ni el de Lando, compuestos ambos como «preguntas», encontró «respuesta» alguna de Garci Fernández. O, si alguno de los dos la tuvo, Juan Alfonso no quiso incluirla entre las composiciones de su Cancionero. Per o más nos inclinamos a pensar que fuera el propio Gerena quien optase por no contestarles. Ni su temperamento, por lo que se puede deducir, era muy proclive a la polémica, ni él se hallaba a la sazón en el mejor estado anímico para responder a los ataques de sus, por entonces, felices y satíricos amigos.
http://www.lluisvives.com/servlet/SirveObras/scclit/24604731213571839622202/p0000007.htm
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