TOMÁS ILLESCAS
Tomás Illescas Ferrezuelo nace en Córdoba, en 1965. Comparte aficiones tan dispares y poco comunes como la poesía y la micología. También cultiva la fotografía, siendo miembro de la Asociación de Fotógrafos de la Naturaleza de Córdoba (FONACOR). Actualmente reside en Córdoba.
Pertenece a la Junta Directiva de la Asociación Cultural Soñando Caminos, con sede en La Puebla de los Infantes.
Como miembro de esta asociación, recibe el premio “Giraldillo de Honor Cultural 2008” por parte de la Asociación Curso de Temas Sevillanos, por su labor divulgadora de la poesía.
Ha participado en varios recitales colectivos de poesía en dicha localidad y en Sevilla.
En 2010 recibió el V Premio Literario “Saigón” de poesía, concedido por la Asociación Cultural Naufragio (Lucena), a la que termina asociándose.
Colaborador (poemas, fotografías) en la revista Aldaba de la Asociación Cultural Itimad, de Sevilla, y en el blog VERSO LIBRO, de Nuño Editorial.
Como agitador cultural organiza el recital “Poetas andaluces de Ahora” (2 de agosto de 2011), en colaboración con la Asociación Cultural “Soñando Caminos” y el Ayuntamiento de la Puebla de los Infantes.
También coorganiza, junto a la poeta Ana Santaella, el recital “Cargada de futuro: 100 mil poetas por el cambio en Córdoba”, que se realiza en La Casa Azul (Córdoba), el 24 de septiembre de 2011, enmarcada en la iniciativa mundial “100 Thousand Poets for Change”.
http://www.bigbridge.org/100thousandpoetsforchange/?p=5375
Como visitante de la revista digital Groenlandia, colabora habitualmente en sus números tanto con poemas como con fotografías. En 2011 ha publicado en su web, también en formato digital, su poemario “Emisión Analógica”:
http://www.revistagroenlandia.com/PDF/emision-analogica.pdf
“Emisión analógica” consigue que visualicemos algo más que una imagen pasada: también la emoción. Aquí la soledad es tan importante como la tecnología, podríamos decir. Quizá el paso del tiempo nos vuelva a todos un poco más solos. Lo
analógico demuestra esa soledad porque ayuda a visualizarla Irremediablemente.
(…)
Poemas que van directamente a la memoria, a través de historias exactas, vividas por todos y sentidas para siempre. Poemas de Tomás Illescas que nos mueven hacia un pasado que deberemos considerar, a partir de ahora, en digital.”
Del prólogo “Las altas horas de la madrugada”, de Julián Cañizares Mata
POÉTICA
La poesía de Tomás Illescas es una poesía impura, tan ecléctica como sus gustos musicales, que pretende llegar directamente y sin anestesia a la sensibilidad del lector.
Es una visión del mundo a veces reflexiva, a veces sarcástica, a veces tierna, a veces dura.
El poeta simplemente vive, o procura vivir, y de vez en cuando, en los momentos en que sus ocupaciones se lo permiten, refleja las imágenes que recogen sus sentidos. Con ello no busca dinero (lo cual sería imposible para un poeta), ni fama (lo que está reservado para unos pocos elegidos). Busca algo que quizá es lo más difícil de conseguir en nuestra sociedad tecnológica: la COMUNICACIÓN.
PERSONA
He sido sublime. Vil y sublime
como todo humano).
Aparte de eso, ¡cuántas personas
he sido en una sóla!
He sido un traductor de cartas comerciales
que, en sus muchos días libres,
era el auxiliar de contable
que plasmaba en los libros
el desasosiego de una vida anodina.
He sido el ingeniero que deseaba ser
masoquistamente el pirata y sus víctimas,
que se queda en el muelle viendo partir el barco
que oblicuamente lo llevará a África,
sintiendo que un volante
(dentro de él) se detiene.
He sido el pastor que nunca
guardó ningún rebaño,
que en la naturaleza busca su metafísica
natural sin metafísica.
He sido un solitario anónimo en el Chiado,
pasando del estanco al café en el que sigo,
tomando inmóvilmente
mi copa de aguardiente.
He sido Hamlet para tí, Ofelia:
el único amor que he fingido.
Todos estos años he vivido exiliado
bajo el nombre de Ricardo Reis, pero ya intuyo
-los Dioses me sean leves-
que se acerca el instante:
dadme mis gafas. Llamad a mis personas.
Lo único que siento ahora es no saber
lo que traerá el mañana.
UN POEMA MÁS DE LOS DONES
Por cada uno de los días en que todo comienza y termina,
por los textos de Borges –que son el verdadero Aleph-,
por el otoño, que nos brinda la melancolía y la fértil lluvia,
por los libros una y otra vez releídos, y por todos aquellos
sobre los que nunca podré posar mis ojos,
por la mar de Cádiz, donde para siempre quedó mi niñez,
por el olvido, que nos hace seguir adelante
a pesar de la muerte amenazante,
por el latín cambiante que hablamos,
por el rojizo tronco del alcornoque
y su oculto tesoro de hongos diversos e irisados,
por Iberia, por Bética y al-Ándalus,
por algunos amigos,
por los seres vivos que incesantemente extinguimos
aún antes de haberlos conocido,
por la felicidad, fugaz e inalcanzable como el horizonte,
por el animal que, agazapado, aún se oculta en nosotros,
por la mujer que será la primera en leer este poema,
por la inmortalidad, esa ilusión que mueve
a hombres y mujeres a crear y avanzar,
por los cotidianos milagros del agua transparente
y del pan horneado –de los que muchos carecen-,
por la filigrana de plata y el oro del Carambolo,
por el sueño y los sueños que nos renuevan,
por el amor y el sexo, caras de la misma moneda,
por Mertens y su música elástica, intensa y metódica,
por mi padre y mi madre, encerrados ya en sí mismos,
por ese cadáver exquisito que, con desigual fortuna,
componemos entre todos, llamado Poesía,
por el primer café de la mañana y el último vino de la noche,
por mi apellido de árabe o judío converso,
por mis hijas, que me odiarán, y a las que quizá
termine inspirando ternura,
por los hijos de sus hijos, a los que no conoceré,
por el paraíso que fue Sierra Morena
y que, a pesar de la obra humana, volverá a ser,
por el Guadalquivir, por el que discurren todos los ríos,
por el papel blanco y la tinta negra,
por Vallejo y Neruda y Pessoa y Cernuda,
por la Judería, en cuyo laberinto de intrincadas
callejas y tabernas he llegado a perderme,
por el calor mitigado del Sol,
por la Luna, que nos acompaña fielmente,
por la dehesa en primavera y sus moteadas orquídeas,
por no haber nacido en uno de los infiernos de este mundo.
Gracias por todo ello -y todo lo que callo-
doy al sutil azar, supremo creador
de todo lo existente, lo pasado, posible o improbable
en cada uno de estos días
en que todo comienza y termina.
EXPAÑA
Un país
-o muchos
países en uno-
que limita
al norte
con la riqueza,
al sur
con el desierto,
al este
con la Historia,
al oeste
con su pasado.
Un país
donde nunca llueve
lo suficiente, o llueve
demasiado.
Un país
donde nunca
llueve a gusto de todos.
Un país
con eternos y cíclicos
reyes, pícaros, nobles.
Un país
que, alternativamente,
busca la libertad
y las cadenas.
Un país
cuya historia
parece de risa
pero es de llanto.
Un país
que en alguna ocasión
ha logrado ser grande.
Un país
capaz de la Inquisición,
de la Mezquita,
del Quijote.
Un país
lleno de unos seres
extrañamente alegres
llamados españoles.
El país
más al norte de África,
más al sur de Europa,
más al este de América,
y más cerca
del fin de la Tierra.
Llegamos tras arduas jornadas de marcha…
Llegamos tras arduas jornadas de marcha
a la provincia hispánica que riegan
Betis, Salsum y Singilis,
levantada de nuevo contra César.
Cruentas fueron las guerras civiles
entre él y Pompeyo,
y tan digna de elogio
o de repulsa una u otra causa
-dictador u oligarcas,
quien pierde en todo caso
el pueblo llano es-.
Una a una cayeron las hermosas ciudades
bien situadas y prósperas: Ategua,
Ucubi, Munda y finalmente Corduba.
Si en sus campañas César siempre usó de valor
y de benevolencia ante el vencido,
de quien supo ganarse su respeto,
en ésta dejó sólo destrucción
y exterminio movidos por el odio.
Nunca me había sentido
como hoy, asesino en lugar de soldado
-hubo un momento, en el saqueo,
que dudé entre atacar a un defensor
aterrado o al legionario ebrio
de riquezas que apoyaba mi flanco-.
Ahora vivo asentado en la feraz campiña
de Ulia la fiel, viendo crecer el trigo,
el olivo y la vid, y ocupando los días
en la caza de sus espesos montes,
sin señor ni caudillo al que deberme.
Amo a una ibera de ojos profundos,
fiel como la muerte que en tantas ocasiones
me acompañó en el campo de batalla.
Otros pueblos vendrán que darán a esta tierra
merecido esplendor en lugar de rapiña,
y nuestras orgullosas construcciones
servirán de cantera para sus edificios.
Yo, Cayo Quinto, que fui
decurión de la X Legión
al servicio de César.
YO YA NO CREO EN LOS REYES MAGOS
Uno empieza a hablarles
de Reyes Magos que, misteriosamente,
llegan a (casi) todas las casas
en una sola noche.
Que –con la ayuda de la oportuna
cohorte de pajes- leen todas sus cartas,
prolijas relaciones
de ilusiones.
Y ven las cabalgatas
de purpurina y de papel de plata
de irisados colores, la incesante
lluvia de caramelos y juguetes baratos.
Cómo no van a creerlo,
si al día siguiente,
por regla general, se cumplen sus deseos
al abrir los paquetes.
Después, con los años, pasa
lo que pasa:
lo mejor que puede sucederles
es que sean convencidos
monárquicos.
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