ERNESTO CÁCERES MOLINA
(Puente Genil, España, 1972). Abogado de profesión y reciente estudiante de Filología Hispánica, ha publicado la novela negra Angelicidium o un lazo de sangre en el Sella (2013) y el poemario Versos que mordieron el anzuelo (2014).
Da vergüenza decirlo.
Luis García Montero
QUÉ CARO me salió el amor.
Idolatré doblemente al ser más bello
y al sentimiento,
y fue aceptar para siempre un lugar secundario
en mi propia vida —¿acaso el amor es otra cosa?--
y, ay dolor, en la suya.
Con qué dulce ceguera celebré la conquista,
con qué cruel lucidez
vislumbré hoy la verdad.
Último informe tras el fin de las hostilidades:
derrota aplastante,
casi inverosímil para ese cobarde enemigo
que soy yo mismo.
Qué caro me salió el amor.
Pero cuánto sigue estremeciéndome
la caricia de mi nombre
en su voz adelgazada.
HOY LA LUNA LE MUESTRA EL SENDERO
(COPLA A NUESTRO PADRE JESÚS PRESO)
Para D. MIGUEL VELASCO VELASCO,
amigo de juventud de mi adorado padre
y hoy, para honor y fortuna míos,
mi hermano samaritano,
con un abrazo sincero y ferviente.
(1)
Tiene a sangre sabor en los labios,
aún le sudan la nuca y la frente,
vuelve en pie, Sus ojos arrasados,
que ha llorado intuyendo Su muerte.
Y ahora Judas se acerca y le besa,
señalando al Cordero Inocente,
le preguntan, “Yo soy” Él contesta,
cae a tierra la turba indecente.
Como a su nacimiento un lucero
dirigió a unos Reyes de Oriente,
hoy la luna le muestra el sendero,
paso a paso, al Sinedrio inclemente.
Preso va, por Su amor, por los celos,
se hace hielo la noche al prenderle,
baja el rostro pues sabe Su sino,
roja flor entre olivares verdes.
ARCOIRIS
Para Lucía.
En esta tarde de lluvia
y rumor de mar revuelto
permite, hija de mi alma,
que vuelva a contarte un cuento.
Muchas veces me preguntas
por qué amo tanto mi pueblo,
sin que lo venza este sol,
estas costas, estos puertos...:
Yo no nací navegante,
pescador, quizá, de versos;
en la curva que hace el Genil
bajo aquel puentecito viejo,
sólo allí, hija, se encuentra
la bahía de mis sueños.
No es capricho, es... fortuna,
es divino privilegio;
porque, amor, La Puente es
del firmamento un espejo.
¿Lo dudas? Pues verás,
te daré un par de ejemplos:
la luna duerme en las mejillas
de tu Virgen del Consuelo;
el Sol que más alto brilla
ya sabes quién es, lucero;
de tanta penita lleva
la Soledad un manto negro
que fue origen de la noche
cuando Cristo hubo muerto;
las luces de los penitentes
son estrellitas del cielo;
las ondas de nuestro río,
espumosas entre juegos,
son nubes a las que empujan
las aguas, que no el viento…
¿Ves como todo es igual
allí que en el firmamento?
Pues hoy...
-¿Tienes ya tres añitos, no?-
Te toca heredar un secreto.
¿Prometes no revelarlo?
Si lo haces, enfadaremos
a las hadas que te guardan
cuando te vence el sueño.
Esto es algo que sólo
los pontanenses sabemos:
ssssshhh, allí nace el Arcoiris.
¡Pon en tus labios un sello!,
¡no se lo digas a nadie!;
a mí me lo dijo tu abuelo.
¿Y quieres saber dónde tienen
los colores su venero?
Ajá, ya lo sabes, ¡qué lista!,
en la bahía de mis sueños,
justito bajo los arcos
de aquel puentecito viejo.
No es capricho, es fortuna,
es suertudo privilegio.
Y te voy a decir por qué
sus colores siempre van nuevos,
aunque el Arcoiris trabaja
sin descanso el año entero:
porque carga sus alforjas
de nuestra Mananta, lucero;
porque copia los capillos
de los hombres mananteros
que se abrazan y que cantan
en las salidas y encierros;
porque casi se emborracha
nuestro Jueves Santo excelso
cuando en traje de acuarelas
irrumpe marcial y regio
el gran Imperio Romano,
cual pincel cada plumero,
y hace lienzo de nuestras calles
pintando a diestro y siniestro.
Y el Arcoiris bebe y bebe,
como ebrio de sus arpegios,
y se frota la barrigota,
con sus espectros repuestos;
Don Gonzalo es entonces
de pétalos un sendero:
la escuadra grana son brasas
de un crepúsculo de fuego,
la cárdena un corazón
palpitando fuerte y lento,
la azul como las olas
del Señor de los océanos,
la tabaco, el más dulce
pentagrama en movimiento,
la verde, hierba perlada
de rocío puro y fresco,
y la amarilla es el trigo
ya maduro y al pan presto,
y todas se mecen a una
en un magistral concierto...
Mas si hay algo que da color
al lugar que tanto quiero,
eso es el día de la Cruz,
cuando vosotros, chicuelos,
salís a tomar el timón
de tan colosal velero.
Vosotros sois las guirnaldas
por las que nos vibra el pecho,
sois nuestra luz y esperanza,
hastiados de un mundo yermo...
Así que cuando la vida
quiera regalarme un nieto,
si un día veis asomar
el Arcoiris al cielo
y ha cumplido tres añitos,
debes cederle el secreto...
Y ahora vete a jugar,
en vivir no pierdas tiempo.
Por saber lo que ya sabes,
que lo ignora hasta el maestro,
vas a ser la misma envidia
de los niños malagueños.
Sonríe cuando veas colores
a la grupa de los vientos,
pero, sssshhhhh, si te preguntan,
debes guardar silencio,
que no se molesten las hadas
que vienen a velar tu sueño;
si te preguntan, tú canta
con carita de misterio:
“sé del Arcoiris
el lugar de su venero,
me lo ha contado mi padre,
que se lo dijo mi abuelo”.
Y con una sonrisa grande
repite pa´ tus adentros:
“No es del mar, ni del ocaso,
ni del rocío mañanero,
que el Arcoiris va y nace
bajo el Puente de mi pueblo”.
CUANDO EL SOL VUELVA ...
Cuando el sol vuelva a quedarse dormido
cual niño entre olivos de franela verde,
y vuelva la luna a entonar a su oído
una nana de adiós con voz dulce y leve,
cuando vuelva el crepúsculo cristalino
de oro a rociar de estos cerros las sienes,
y desde el templo a lanzar su tañido
vuelvan las campanas al viento celeste,
cuando el ruiseñor reviva con delirio
su pregón del Miércoles Santo en La Puente,
y, en torrentera, acudan en vilo
miles de almas cristianas a verte,
yo estaré allí, pecador, compungido,
a Tus pies, tras de Ti, entre Tus penitentes.
Cuando regalarme parezca el destino
un vano triunfo hijo de la suerte,
cuando su crueldad relaje conmigo
la vida a esta orilla ingrata y agreste,
cuando vuelvas a llamar a un ser querido
y el dolor y la angustia de nuevo arrecien,
sea tormentoso o bello mi sino,
sea estéril o sea fértil mi simiente,
estaré a Tu merced, cual junco de río
que implora a su amo “ten piedad, no me quiebres”.
Y el día que me ofrezcas, presto o diferido,
el trago en Tu cáliz de mi propia muerte,
como fui contigo por sendas y abismos,
Tu trono a mi hombro, al Tuyo mis preces,
diré: "Heme aquí, si me aceptas, Te sigo;
ni a Tu lado podría estar, ni frente a frente;
en pos de Tus llagas está mi camino;
siempre a Tus pies, Humilde, tras de Ti siempre...”
ENTRE CABALLEROS
Por mi honrada cofradía,
rebosante de amor, alzo mi copa,
porque os veo a todos aquí a la mesa
y el corazón se me alborota,
por este templo de sentimientos
que es mi cuartel, incienso y gloria,
por tantos ratos en hermandad,
por tantas noches que se hacen cortas,
por tantos diálogos en paz,
entre sonrisas, hasta altas horas,
por esa saeta tan bien “cantá”
que ayer dejó mi alma rota,
por quien me supo perdonar
algún desliz o frase tosca,
el que, al morir quien yo más quise,
sintió la pérdida como propia,
porque con vuestro feliz ejemplo
me enseñáis a ser mejor persona,
porque es mi deseo beber
con quienes mi memoria adornan,
porque habitáis en mis recuerdos
y hacéis la vida menos penosa,
porque sois Grupo, porque hacéis Mananta
por vuestra elegancia levanto esta copa,
a la salud de los presentes,
por el ausente que no está y nos llora,
por la Cuaresma, por el Viernes Santo,
por el Cristo de la Misericordia,
por esa azucena que le acompaña
que es su linda Madre Dolorosa,
por el Hermano Mayor de este año,
sea su penitencia la más hermosa,
porque yo, cuando estoy tan a gusto,
un trago de vino me llevo a la boca...
Por ustedes, caballeros, va este brindis,
y prometo apurar la última gota.
LA VIRGEN DEL MAYOR DOLOR QUIERE
SER SAMARITANA
La Virgen del Mayor Dolor
quiere ser samaritana,
dice una rosa temprana
que está en el altar mayor.
La Virgen del Mayor Dolor
se emociona en la Diana
al ver la escolta espartana
de Su Hijo, el Redentor.
Y es así que esa mañana,
con diez mil almas pontanas
del Calvario en derredor,
Sus manos de porcelana
sobre mi cuartel derraman
silenciosa bendición…
La Madre del Mayor Dolor
sueña ser samaritana,
lo entreoyó nuestra campana
de Sus suspiros de amor.
La Madre del Mayor Dolor
cuando hacia el filo del alba
ve llegar los cirios malvas
se siente granado en flor…
¡Ya vienen, Hijo del alma!
¡Ya vienen, Mi Bien, aguanta!,
se le intuye en oración,
¡Van a rezar a Tus plantas,
mira sus túnicas blancas
y Tu nombre en su pendón!...
La Virgen del Mayor Dolor
quiere ser samaritana,
lunas ha que pregonaba
al pinar el ruiseñor.
Por eso el altar mayor
florecía esta mañana
cuando la rosa temprana
anunciaba a media voz:
Que redoble la campana,
que se acerca la Diana
y, Bendita Madre de Dios,
la Hermandad Samaritana
Te ha nombrado capitana
de su regio batallón.
MARTES DE SILENCIO
A D. Fº Jesús Cáceres Molina,
Hermano Mayor de la Cofradía del Cristo del Silencio.
Silencio, pisadas,
dolor nazareno,
silencio, tiritan
los astros del cielo,
silencio de cal,
de cera, de rezos,
desiertas callejas,
pasajes estrechos,
espectros azules
blandiendo destellos,
silencio de olivos,
penumbra en los cerros,
silencio que cruza
todo el firmamento,
un Hombre vencido
traspasado de hierro,
silencio de Martes,
por séquito un pueblo,
la vía más dolorosa,
faroles, incienso,
unos pies descalzos,
de cuchillas el suelo,
y tras los visillos
se intuye un lamento,
silencio de estrellas,
silencio de hielo,
silencio de bocas
susurrando un credo,
silencio de culpas
hondo y turbulento,
silencio tejido
de suspiros macilentos,
silencio de penas,
de arrepentimientos,
silencio -ay, Padre,
qué injustos tormentos-,
se siente el perdón
puñal purulento,
silencio por Cristo,
tan callado, tan muerto,
silencio de lágrimas
y pensamientos,
silencio de luna,
de horrores, de duelo,
silencio que muerde
la carne del tiempo,
clavos oxidados,
de ciprés un madero,
un cuerpo languidece
a golpes abierto,
silencio que sirve
a quien peca de espejo,
se sabe la causa,
el arma, el medio,
silencio color
de sangre y negro,
silencio en el orbe,
en las almas... Silencio...
En el más triste día del orbe
Coplas al Santísimo Cristo de la Misericordia.
Letra: Ernesto Cáceres (2007)
En el más triste día del orbe
al final de un sendero de lirios
muerte están dando a Dios en un monte,
con cruel hierro su cuerpo extendido.
Han querido aumentar su tormento
con los clavos sin punta escogidos,
y su sangre su Madre a sus pies
detener pretende entre suspiros.
Magdalena se postra de hinojos,
llora Juan y hace escarnio Longino,
y a María le tiembla en los ojos
el Más Grande Dolor conocido.
El perdón susurrado en sus labios
del Calvario el vientre ha sacudido,
muere en Cruz abrazando a los hombres
en Misericordia convertido.
A los que nos dejaron
Por nuestros mayores hoy
os pido brindéis conmigo,
por los que nos enseñaban,
cuando éramos chiquillos,
cómo cantar cuarteleras
de alabanza a Jesucristo;
por aquéllos que lloraban
igual que si fueran niños,
al grupo al contar su pena,
desatada por el vino;
los que jugar nos dejaban
poniéndonos un rostrillo,
y su pasión contagiaban
a nuestro corazoncito;
la gente que puso esto en pie,
sin dinero, con cariño
y la plena convicción
de que éste es el camino,
de que Dios nos quiere así,
como hermanos los amigos.
Hoy os pido que brindemos
por nuestro mananterismo,
esta fiesta, y el abrazo,
que es su sello distintivo;
por aquéllos que nos daban,
con su pelo blanquecino,
afecto sin importar
que fuéramos chavalillos,
aquéllos con los que un día
nuestro plato compartimos
y hoy su sitio contemplamos
en la mesa tan vacío;
por las voces que se fueron,
por las risas que perdimos
y eran como el agua fresca
necesaria al peregrino;
por las aves que emigraron
en busca del paraíso
un día al alba, por sorpresa,
sin siquiera despedirnos,
que esas palabras de amor
que en tal trance habríamos dicho
se transformen en un brindis
que se eleve al infinito;
por aquéllos que hoy nos miran
desde algún balcón divino:
Pepe Giménez, Lavado,
Juan Hierro, Pérez Emilio,
Enrique Cantos, Navas López,
con quienes se habrá reunido
el "Comandante Rejano",
capa al hombro y bien erguido,
Ernesto Herrería, al que veo
sonriendo ("¡Siempre los mismos!"),
Ricardo Molina, que fue
ruiseñor de dulces trinos,
Ortega Melgar... y tantos
que nos dejaron su brillo,
o bien gustaban de trabajar
sin hacer mucho ruido:
Rafa Fresno, Pepe Rivas,
Kiko Parejas, Merino,
Antonio Aguilar,... cientos
cuyos nombres no domino.
¡Una legión de hombres buenos,
a los que no vence el olvido!...
Tenemos que demostrar que
de esta sangre somos dignos,
que los llevamos adentro,
que su legado está vivo,...
Que se sientan añorados,
¡hermanos, brindad conmigo!
Hombres de lirio y alba
Hombres de lirio y alba
llegaron del olivar,
despacio, como agua calma,
los ojos y el alma en paz.
Hombres de malva y luna,
ya en flor el membrillar,
Viernes Santo, aún oscura
La Huerta del Rabanal.
- ¿Quién viste capillo, madre,
venido del olivar?
- Hombres buenos, hijo, sangre,
vida, lumbre de este hogar...
Se abre un pórtico viejo,
las miradas, de cristal,
surge un rostro nazareno,
sangra su cuerpo moreno,
hiere a su Madre un puñal.
Hombres de lirio y alba,
hombres de luna y malva,
séquito de un rosal
en que dos rosas heridas
amantísimas se miran,
llorando de la otra el mal.
Océano el firmamento,
plata y sombra el olivar,
túnicas lirio y alba,
y un relente boreal.
El Calvario semeja espuma
que se alza desde el mar
al clarín y los plumeros
conjurar la `alboreá´.
Y amanece, se derrama
el cielo en el pedregal,
se hacen cirios los luceros
y las almas caridad.
- Madre, cuando sea hombre
quiero a Cristo acompañar,
quiero un capillo morado,
y venir del olivar,
quiero una Diana eterna,
seré lumbre de este hogar...
¡Hombres de lirio y luna
en la Edad del azahar!
Amanece, Viernes Santo,
Tradición, `alboreá´...
Y entre leves luminarias
van y vienen las plegarias
como las olas del mar.
Oración de María a Cristo Crucificado
A Ti, Todopoderoso,
Altísimo Rey del Cielo,
que naciste de mi vientre
y hoy tu fin es un madero,
vengo y pido un imposible:
haz que ruede atrás el tiempo,
borra el látigo y la espina
de esa carne, de ese cuerpo,
a ellos retorna la sangre
que ha vertido el hombre necio...
No he podido protegerte,
lo suplico, quiero hacerlo,
no Te hieran más verdugos,
no Te toque más ni el viento,
vuelve al joven bondadoso,
vuelve al niño nazareno,
o mejor, vuelve a mi vientre,
anda, vuélvete a mi seno
-ay de esos ojos perdidos,
ay de aquel ángel del Cielo-...
Regrésame a Galilea,
al taller de carpintero,
vuelva la joven encinta
que soñaba a su pequeño,
y ahí duérmase mi vida,
no sea cierto este tormento
-ay de aquel parto feliz,
ay de este día tan negro-.
Haz un último milagro:
haz que ruede atrás el tiempo,
ven, regrésate a mi vientre,
anda, vuélvete a mi seno...
Soneto al Santísimo Cristo de la Misericordia
De esa herrumbre soy fragua detestable,
miserere, Jesús de mis amores,
que tan vil como fueron tus captores
sigue el hombre, sustancia invariable.
De esa cruz soy astilla imperdonable,
Pan moreno Tú, Mártir de traidores:
si sumamos, de Ti los estertores,
el arma, mía, ileso yo, culpable.
Madera soy, y, a mis brazos tendido,
las mías sueño en Tus manos benditas,
mas, pues no sana mi amor, por descreído,
Jesús del alma mía, cuando gritas,
vénzame la edad de alba vestido
a la ribera malva de Tu ermita.
Lágrimas de Ausencia
Te me has vuelto sangre,
amada tierra,
te me has vuelto aire
y olor a hierba,
te busco sediento
como agua fresca...
Mi alma de espiga
voló en busca del mar,
volvió a la ermita.
Vas tan dentro de mí,
tan en mis venas,
que no sé si soy río
o soy ribera,
si soy almendro quizás
o soy vereda,
si encina centenaria,
si sol, si huerta,
si viña antigua soy,
si de Anzur piedra,
si verde olivo no sé,
si rama seca...
No sé, y por saberme
no sé qué diera.
Que me anega el amor
en primavera,
y no sé si soy noche
o soy estrella
cuando inunda tus calles
olor a cera,
que se turba mi pecho,
granada abierta,
y no sé si soy brisa
o si azucena,
si perfume de azahar
que al viento juega,
si clavel de trono soy,
si trabajadera,
si acaso incienso
o si entretela
con que el penitente
viste su pena,
no sé, y por saberme
no sé qué diera,
mas todo eso me habita
y todo eso me lleva
-¿de dónde naces, pasión,
con tanta fuerza?...-,
¿me amarás, Genil, un día
como quisiera?
Mi alma de espiga
voló en busca del mar,
volvió a la ermita.
Moriré contigo
CRUZ.- Dile a Tu Padre que te aleje de mí.
Dile a Tu Padre que arranque
estos clavos que me unen a Ti,
si en verdad su poder es tan grande.
Dile que no quiero ser verdugo
del divino Rey del Cielo.
Dile que rompa este yugo
que me ata a Tu muerte, que yo no deseo.
Dile a Tu Dios por qué me hace sufrir
la desgracia infinita
de tenerte clavado en mí
hasta que expires sin vida.
¿No comprende Tu Padre, mi Dios,
que, si es triste perderte,
más amargo aún es el dolor
de ser yo tu instrumento de muerte?
Dos veces he estado pegado a ti,
la primera te vi sudar sangre,
y hoy es para poner fin
a la paz que desprende tu semblante.
Jesús pregunta a su cruz, exánime:
JESÚS.- ¿Cómo un trozo de madera
puede ser que así me hable?
¿Cómo sabes de mi destino?
¿Cómo sabes quién es Mi Padre?
¿O acaso es que Dios hasta prueba a Su Hijo
en el lecho de sus carnes exangües?
CRUZ.- No, no te pruebo,
te hablo así por amor.
Y, si yo, un simple madero,
tengo alma y tengo voz,
es porque me acariciaron tus dedos
aquel día en tu oración.
Sí, sé que sudaste sangre,
sé que rezabas llorando
y pedías a Tu Padre
que pasase de Ti este cáliz,
mas su voluntad aceptaste.
Sé que te sometieron
a un juicio vendido y falso,
pues, una vez que te prendieron
y te llevaban espada en mano,
mi pobre madera escogieron
y talaron dos romanos.
Y mientras Caifás te acusaba de blasfemo,
y por su orden te azotaron,
te humillaron y escupieron,
mientras a Pilatos te llevaron,
te expusieron al pueblo
y por Barrabás te cambiaron,
ya conmigo construían la cruz
en que serías ejecutado.
¡Que todo estaba decidido!
¡Que tu defensa sería en vano!...
Y los malditos carpinteros,
trabajando en mí sus manos,
se reían del Nazareno,
de mi Nazareno amado...
No puedo morir por Ti, Jesús,
pero moriré contigo
cuando esos tus lindos labios
den su último suspiro.
¡No dudes de mí, Señor!
¿Aún no me has reconocido?
¿Por qué sé que eres mi Padre?
¿Por qué sé cuál es Tu sino?...
¡Tus lágrimas no te dejaban ver
que llorabas abrazado a mí
en el Monte de los Olivos!
Al Santísimo Cristo de la Misericordia
.
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