Francisco Carrascal Moreno
Sevilla. Licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad de Sevilla y cuenta en su haber con varios masters en temática ambiental. Ha impartido clases sobre Medio Ambiente en diversas universidades españolas y colaborado como experto en cursos y masters relacionados con el entorno natural y el cambio climático. Posee numerosas publicaciones de carácter científico-técnico en áreas como la gestión de los espacios protegidos, la recuperación de ambientes degradados y la toxicología del medio natural por agentes tóxicos.
Es miembro de la Asociación Colegial de Escritores de España (ACE) y de la Red de Escritores por la Tierra (RIET). Autor de los libros y poemarios: “Barra de arena, 22 relatos breves” (2011), Ediciones Padilla Libros. “eMe” (2013), Ediciones Anaquel, “entre pliegues” (2014), Ediciones Padilla Libros, y “amante infiltrada” (2015), Editorial Anantes.
Ha participado como autor en diversas antologías y publicaciones colectivas.
Fusilado del 36
Caracoles por la tapia
contra espalda,
proyectil en ira
órbitas.
Miedo en los dedos, en los hombros
en las sienes miedo.
Los segundos enferman, envejecen
pues la sentencia los amamanta.
El invierno se aproxima
mientras las algas adormecen
y el musgo brama a la pólvora
que ahora solo es esquina,
esquina que horada.
Serán mensaje mi bota, sin cordones,
mi peine mellado
la fotografía
en el barro,
mi herrumbrosa navaja.
Mi hijo espera
es la hora de comer
los caracoles por la tapia
y la sangre, la sangre que resbala.
La valla
(de Melilla, de cualquier frontera)
Es suave la noche mientras te mira
adviertes la locura
al borde de las flores
al borde del mástil que transmite la silla
la que sostiene tu raza
la valla recuerda la frontera
se adorna entre bidones de sangre
y la bandera -o el trapo- se recrea con espasmos
mientras, tu carne se engancha al metal fiero
y te duele.
Es suave la noche cuando el ojo se quita el clavo
con el que no puede ver la ola brava,
aquella
de una miseria con nombres.
Como una red de anclas
o un alzacuellos con óxido
la valla de la vergüenza
se instala con la pasión de los gibones
cuando la caléndula muestra su tallo
sentenciado
por el frío.
En el rincón de Eva
(maltrato machista)
Tantos peces llenos de peceras
y globos con tierra dentro
tantos árboles repletos de collares
y nidos pajareados de espinas
tantos sueños en ámbar
y vigas con escarcha
tanta tripa que tapiza los pasillos
y recuerdos adornados de meriendas
tantas canciones sin letra
y algas para comer
tanta mesa de piedra con sillas de cieno
y lengua seca y lengua bruta
tanto miedo entre cuadros con caras de muertos
tanto desconcierto en el rincón de Eva.
Hace tiempo
Hace tiempo que el rocío
se congela sobre los pétalos
que el viento adormece
y el agua seca la memoria
de la pierna suave
que con los cabellos no puedo arar la tierra
ni que la falda de la montaña es hogar y refugio.
Tiempo hace que te dediqué poemas ebrios
y los árboles
se cobijaron en tierras devastadas
horas nuevas
entre lápidas que braman
o aúllan lo que saben del mármol y el fuego.
Hace siglos que no te nombro
y ahora,
otra vez,
me desmiento.
Hermoso fluido
Eres un hermoso fluido
un líquido sin nombre todavía
derramado
un charco encendido
mientras soy pez hambriento
como cenizas líquidas con esperma
en un invernadero sin pistilos
ni estambres
ni polen
como mano abierta repleta de vacío
y lluevo
alcanzo un tiempo desmembrado
respiro profundo
y me diluyo.
La palabra como refugio
Anoto la palabra
como arma,
igual que en aquel invierno veraniego
cuando las alas densas y el billete de ida sin vuelta
como defensa,
Me duele si las palabras son inútiles,
y sólo se dejan caer para que suenen…
(PEDRO LUIS IBÁÑEZ LÉRIDA)
uñas que descansan en los dedos heridos
y la boca atada a una profundidad que a ti conduce
tras la atenta mirada de los perros de bronce
como refugio,
en tus pliegues confusos
creados por la voz de un esqueleto
hambriento siempre de tu certeza.
Inventario
el mar recordó de pronto
el nombre de todos sus ahogados
(FEDERICO GARCÍA LORCA)
Tengo numeradas las hojas de nuestro árbol
sustantivos tienen las hormigas negras que suben por tu tapia
etiqueto las sombras en las piedras que pisaste
en lista los perfiles del viento que te despeinó
inventariadas las muescas de la erosión de cada gota de lluvia que te rozó
en florido catálogo los estambres de todas las flores que te imitaron
especificados quedan los murmullos de cada animal que nos sobrevoló
pormenorizadas las siluetas de los insectos alborotados
que tintinearon ante tu ausencia
contadas las pisadas de cada sentimiento que te pertenece
detalladas las veces que de ti me acuerdo
enunciados tengo los que son
todos tus nombres.
http://www.luzcultural.com/?p=3435
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