Milena Rodríguez Gutiérrez (La Habana, 1971)
Es poeta y ensayista.
Desde 1997 reside en España, donde trabaja actualmente como investigadora y profesora en la Universidad de Granada.
Doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Granada, ha publicado los libros: El pan nuestro de cada día (Premio de Poesía Federico García Lorca, Universidad de Granada, 1998), Alicia en el país de Lo Ya Visto (Diputación de Granada, 2001) y El otro lado (Sevilla, 2006) y otros cuadernos de poesía.
Como antóloga, ha editado Insuficiencia de la escala y el iris, antología poética de Rubén Martínez Villena (Ayuntamiento de Lucena, Córdoba, 2002), Sin nada en otro sitio, antología poética de Tomás Segovia (Ayuntamiento de Granada, 2009), El instante raro. Antología poética de Fina García Marruz (Valencia, 2010) y Otra Cuba secreta. Antología de poetas cubanas del XIX y del XX (Madrid, 2011). Es autora del ensayo Lo que en verso he sentido. La poesía feminista de Alfonsina Storni (Universidad de Granada, 2007).
Ha sido incluida en varias antologías, entre ellas: Antología de la poesía cubana (Ed. de Ángel Esteban y Álvaro Salvador, Madrid, 2002), Con voz propia. Estudio y antología comentada de la poesía escrita por mujeres [1970-2005] (Ed. de María Rosal, Sevilla, 2006), Y habré vivido. Poesía andaluza contemporánea (Ed. de Jesús Aguado, Aurora Luque y José Antonio Mesa Toré, Centro de la Generación del 27, Diputación de Málaga, 2011) y Campos magnéticos. Veinte poetas españoles para el siglo XXI (Ed. de Juan Carlos Abril, Universidad Autónoma de Nuevo León, México, 2011). Poemas y artículos suyos han aparecido en publicaciones como El Maquinista de la Generación, Encuentro de la Cultura Cubana, Cuadernos Hispanoamericanos y La Estafeta del Viento. Es columnista del periódico Granada Hoy. Durante la primavera de 2012 ha sido profesora visitante en la Universidad de Delaware (USA).
“A mí déjenme sola en mi jaula:
voy a sentarme
a morder mi corazón despacio,
bien despacio,
para no tener nunca
que volver a salir de cacería.”
EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA
Las mujeres se sientan detrás de sus sueños a esperar por los hombres
y los hombres no vienen.
Las mujeres les quitan la cáscara,
les echan sal y azúcar,
los ponen al fuego,
les dan vuelta y vuelta.
Y los hombres no vienen.
Y se pasan, se pasan...
Y los sacan del horno.
Y se van hasta el patio.
Y se los comen.
Solas.
(De El pan nuestro de cada día, 1998)
BLANCA NIEVES Y LOS ENANITOS
Pasan años y no crecen. ¿Quién dijo que eran siete? Son cientos, miles, tal vez millones; no logro verlos a todos. Nuestro rey dijo: "Creced y multiplicaos." Pero ellos escucharon sólo la segunda parte del mandamiento: sus oídos son también pequeños. De nada sirve que les eche agua, no logran más que ser semillas. Nos miramos pasar como seres que pertenecen a mundos distintos, o más bien los miro yo, porque ellos tienen que alzar la cabeza y eso es, quién lo duda, más difícil que inclinarla. A veces alguno me llama: "¡Blanca Nieves, Blanca Nieves!" y yo lo subo encima de un árbol y conversamos. Pero terminan por pedirme que los ponga en la tierra: se sienten extraños fuera de su ámbito. En otras ocasiones, yo me agacho y permanezco con ellos un rato, mas acabo por cansarme. ¡Ah, si supiera un conjuro, una palabra mágica que hiciera que aumentaran de tamaño! Pero en el bosque sólo las brujas conocen los hechizos y yo no soy más que una princesa del montón. Últimamente, he pedido a la luna que me convierta en hormiguita. Pero de ella ha salido una voz que me decía: “Blanca Nieves, Blanca Nieves, muchacha ingrata, soy la soledad. ¿Por qué te empeñas en dejarme si en este tiempo soy la única, la única, Blanca Nieves, que se ha puesto a crecer día tras día con tal de estar siempre a tu altura?”.
(De Alicia en el país de Lo Ya Visto, 2001)
TIERRA A LA VISTA
Se vive tan tranquilo en la ignorancia,
hospitalaria tierra
de corazón abierto para todos.
* * *
En la ignorancia no entran moscas,
ni sonidos molestos
(un ruido suena bien en la ignorancia).
No hace frío jamás en la ignorancia
y si el calor acecha
la ignorancia en su sombra te cobija.
Se come bien en la ignorancia:
sus bocados
alimentan más que pan y leche.
No hay sobresaltos nunca en la ignorancia,
ni inquietudes, ni dudas
(uno puede dormirse
en la ignorancia todo el tiempo).
Una fiesta perpetua es la ignorancia:
llanto allí
es palabra innombrable, de otro idioma
(en la ignorancia no entran lágrimas).
* * *
¡Ah, la ignorancia!...
Qué feliz era yo
cuando habitaba en ella.
(De El otro lado, 2006)
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