Sara Mesa Villalba
Sara Mesa nació en Madrid en 1976, pero reside en Sevilla desde los tres años de edad. Es licenciada en Ciencias de la Información y en Filología Hispánica. Pertenece al cuerpo de profesores de Secundaria en Andalucía, en la especialidad de Lengua y Literatura, aunque desde julio de 2006 trabaja como analista en servicios especiales en el Consejo Audiovisual de Andalucía.
Además de la docencia, ha ejercido el periodismo en diversos medios escritos, como El Mundo de Andalucía y la revista Sevilla Cultural. Sin embargo, su verdadero interés reside en la creación y la crítica literaria. Así, realizó su tesina sobre la crítica literaria como género periodístico, y ha publicado diversos artículos sobre Francisco Ayala, Marguerite Yourcenar y Fernando Pessoa.
Ha publicado las novelas Un incendio invisible (Premio Málaga de Novela, Fundación Lara 2011) y El trepanador de cerebros (Tropo, 2010), así como los libros de relatos No es fácil ser verde (Everest, 2008) y La sobriedad del galápago (Diputación de Badajoz, 2008).
También es autora del poemario Este jilguero agenda (Devenir, 2007), que ganó el Premio Nacional de Poesía Miguel Hernández. Aparece en las antologías Pequeñas resistencias 5, antología del nuevo cuento español y La familia del aire, ambas publicadas en la editorial Páginas de Espuma.
Se esconde el sol brillante
Se esconde el sol brillante en esta bruma inmóvil.
Sientes que ahí palpita y espera su momento.
Sientes su resplandor, su calidez oculta.
Sientes que te acaricia tu piel huérfana y triste.
En su refugio el sol dora tus añoranzas
y te hace abrir el pecho,
y eleva tus pestañas.
CARPE DIEM NOS DIJERON
Soy una brizna de hierba que brota
de un sumidero sucio.
Una raíz perdida
que busca apurar todos los jugos,
que quiere aprovechar la savia de los días,
el venenoso y dulce licor de los presentes.
Vive el momento.
Como si acaso hubiera
un solo momento.
Como si fuese solo
cuestión de desearlo.
Como si no existieran jaulas,
zapatos embarrados que pisotean el suelo.
Si me concentro, sí,
siento que se pasean por mi cuerpo
cientos, miles,
cientos de miles de insectos diminutos
y cada uno me narra una promesa.
Soy una única flor
pero qué multiplicidad del cáliz
qué variedad de estambres.
Me multiplico para estrujar el tiempo
-carpe diemy cuántos otros senderos desperdicio
qué dulzuras malogro
qué imprevisibles destinos pierdo para siempre.
(De Este jilguero agenda)
SÍSIFO
La ciudad desolada
hoy no susurra nada en mis oídos.
Despega los labios y permanece muda.
Se agotó la palabra.
Tengo miedo; estoy sola.
Cada calle es idéntica y todas giran
formando un laberinto.
No hay escapatoria
para mí, para nadie.
Un rayo azul, metálico, ha devastado el cielo.
Los pájaros no cantan: chirrían como puertas oxidadas,
como instrumentos desafinados e infernales.
No encuentro el sol.
Una gaviota sucia busca entre la basura
algún despojo útil, residuos de provecho;
así yo miro atrás a ver que me he dejado
si hay algo de valor
y si es preciso quizá recuperarlo.
Pero la basura es basura,
la nada es negra, o blanca, pero es nada.
La ciudad ya no me ofrece cosa alguna
no me dice ni una sola palabra.
Estiro mis brazos y giro
como un molino en una encrucijada.
Podrían atropellarme
pero también el tráfico parece detenido.
Me siento.
Me pregunto: dónde está la belleza, dónde el bien.
Yo sé que existen.
Los he besado con mis propios labios.
He pasado mis dedos azulados
por sus suavísimos contornos.
Yo misma he sostenido sus pilares
y pinté sus colores
y pronuncié sus nombres.
Dónde afluyó entonces todo eso,
dónde ha parado.
La ciudad no responde a mis preguntas.
Me mira con su ojo impasible, despiadado.
Estoy sola entre escombros.
Otra vez estoy sola
y he de empezar de nuevo a levantar mi piedra
con paciencia infinita
como mi condena.
(De Este jilguero agenda, 2007)
EL ESPEJO TRIZADO
¿Qué hay en el espejo trizado, que en él me reconozco?
¿Son los fragmentos rotos, la ceniza,
este limo estrellado,
estas leves partículas briznadas,
el reflejo poliédrico, escarchado,
el eterno fractal inaprensible,
las limaduras, el serrín, los segmentos;
la descomposición,
es quizá más cercana a mi esencia
a mi alma
que toda la lisura y plenitud
de un espejo pulido?
Manto de hierba.
Soles movibles, fugaces, incompletos.
El mar está formado por un inabarcable movimiento de gotas, de mareas.
Mi saliva jamás destila igual,
nunca es la misma.
La metralla implacable de mis pies, de mis ojos,
reverbera en la noche:
un prisma de cristales, como agua infinita
que se ondula despacio con los flujos nocturnos.
Y soy yo, centelleo; somos todos brillando,
como pájaros de aire que surcan el espacio,
donde no tropezamos con estrellas rotundas,
donde solo hay migajas, ralladuras y polvo.
Mi rostro no se rompe; es elástico,
se recompone mil veces; humedades
distintas me modelan, soplos tibios
de vigor, de deseos, de temibles,
dulces, cambiantes, perecederas ansias
me conforman.
Una erupción de astillas me sostiene.
Soy débil y soy fuerte; ya mi cuerpo
que se alza soberbio y espejea
en añicos de azogue, con fulgores
propios, frescos, novísimos, nunca antes entrevistos;
ya mi forma transida se destapa
y soy yo y soy miles y soy yo siendo miles.
Sentada en una cumbre -visceral, no tangible,
imaginada siempre como refugio y roca-
contemplo el universo disgregado.
Y sé que estoy ahí y en cada cosa
y que el espejo roto me recoge con luces y con nombres
que yo aún desconozco
y que son míos.
CLORO
Dulce gas, amarillenta luz
mineral en mi PIEL
en cada onda
en el rítmico andar
de un chapoteo licuante y espumoso.
Gas halógeno en TI
me hundo
en TI el abandono en TI
el refugio mis oídos
ya no oyen mis ojos
ya no ven no pesa YA
mi cuerpo.
Sumergida en tu hipnosis
droga acuática amortiguado ruido
silencio azul verdoso
brazos pies brazos codos
salgo y entro y me empapo en OLVIDO
doy diez vueltas diez más
doy veinte vueltas
y ya NO sé contar cloro bendito
mundo paralelo.
Quién hay, quién es, quién está hablando ahora
qué palabra, dime paloma
de párpados violáceos, dime
paloma hinchada
qué palabra pronuncia qué persona
qué cuerpo qué garganta qué leche qué saliva.
He de saber en cuál
en qué charca en qué arroyo
en qué pantano sucio en qué
lavabo en qué tubería rota en qué
estanque de nieve
en qué estanque podrido en qué
vertido
he de beber yo ahora. He de saber
en qué palabra en qué idioma en qué
lenguaje he de decir
qué cosa y a qué oreja
a qué persona a quién
que interprete, que escuche
que entienda ahora estas gotas que penden de mis labios.
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