Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

lunes, 15 de abril de 2013

1589.- ANTONIO RODRÍGUEZ ALARCÓN



Antonio Rodríguez Alarcón, nace en Albolote (Granada), en 1949. Actualmente es empleado de la Diputación de Granada, aunque ha trabajado con anterioridad en empresas de artes gráficas, prensa y en la Radio Televisión de Andalucía.

Ha residido durante muchos años en París, donde estudió dirección de cine. Durante su trayectoria profesional en el campo artístico, ha realizado una amplia muestra de exposición de pintura, fotografía, escultura, etc. Tras un período de 6 años organizando exposiciones de arte, retoma su actividad literaria en 2010, año en que ha obtenido numerosos premios literarios, ha obtenido premios en el Ayuntamiento de Loja, en Ciudad de Archidona (Málaga), premio en Villa de Padul (Granada),  2º premio de la Biblioteca Alhama de Granada, 1er premio 2002 Huerta de San Vicente Granada, 1 er premio Villa de Padul 2003, ha realizado una amplia muestra de exposición de pintura, fotografía, escultura, etc.  Tras un intervalo de  6 años ha retomado la actividad literaria obtiendo en 2010 el primer premio Maxi Venegas de Alicante y Primer Premio del Certamen de Martos, entre otros.




A MI ME LAS COSÍA MI MADRE

A mí me las cosía mi madre llorando
sorbiéndose las lágrimas hijo nos vas a buscar la ruina
decía como poniéndole sordina a aquella vieja máquina
incapaz de acallar el delito en tiempos
de barbarie y de ignominia.
Si ella no podía me encerraba en mi cuarto
y disponía la tela sobre la cama
con cierta emoción urdía con pegamento
los tres colores que nos quitaban los sueños.
El rojo y el amarillo se podían comprar juntos
sin levantar sospechas alguna camarada
preferiblemente y en algún gran almacén.
El morado siempre aparte y en sitio distinto
ya hubo quien alertó a la policía al advertir
en los tres colores las intenciones del comprador.
Era la combinación de color perseguida
la que abanderaba la esperanza latente
en muchos corazones y la que señalaba con el dedo
el alcance de lo que se preparaba para después.
Cuarenta años cuánto tiempo ya y qué lejos
y qué cerca todo. Un abogado amigo
recurría multas y denuncias o se interesaba
por los detenidos. Nunca preguntó nunca cobró
nada. Cuánta renuncia cuántos falsos pretextos
cuánto engaño entonces. ¿Y ahora? Y ahora callan
o disimulan yo no fui sin el menor arrepentimiento.
Al bueno de Miguel siempre le tocaba a él
le partieron en la cabeza los palos de las pancartas.
El servicio de orden un 1 de Mayo en Luis Montoto
nos expulsó de la manifestación gritando provocadores
le raparon la cabeza y  le echaron diez puntos de sutura
en el puesto de la Cruz Roja. Alguien nos envenenaba
y nos dividía. Una moda había puesto a la cabeza
a dos niños -que tierno- con una banderita a cada lado
la rojigualda y la blanquiverde.
La bandera más subversiva no cabía. 
Algunos mayores se acercaban y la besaban
ondeando entre el miedo salida del polvo y el olvido.
A mí me las hacía mi madre pero ya no está.
Hazla con tus propias manos
a trozos día a día a empujones con risas
con lágrimas con abrazos con amor. Con todo.
Que no nos la vendan cortada y planchada
en el Corte Inglés.




El día que cruzamos Abbey Road

(Premio XIV Certamen Poético Pepa Cantarero)


Pero lejos están los remotos días…

 VICENTE ALEIXANDRE



Pero lejos están los remotos días
en que cruzamos Abbey Road con Jack Kerouac al frente
y flores marchitas en la solapa.
Lejos el día, amor, que decidimos ajustar cuentas con la historia,
el cabello al viento erizado de crisantemos
y el paso decidido, -desafiante incluso- , cual peatones airados.



I

Casi me alegra
saber que ningún camino
pudo escaparse nunca

JAIME GIL DE BIEDMA



Hace ya tanto tiempo
que ni siquiera lo recuerdas: era septiembre y el asfalto
retumbaba bajo nuestros pies descalzos como redoble de tambor.
Septiembre y sin mirar atrás, como en tropel de elefantes anunciando
tormenta en la sabana, como en peregrinación iniciática por la Ruta 66,
la mítica cicatriz jalonada de desérticos almacenes y cantinas,
de surtidores de gasolina abandonados.
De la mano de Richard Ávedon entre mineros sin rostro
y niños desolladores de serpientes al borde de la carretera.
Desde ambas aceras nos miraban con indolencia señalando aquel paso de cebra.
¿No crees que la vida es tan efímera como un soplo,
como un silbido entre la multitud de la Séptima Avenida
en días de estreno o el Paseo de la Castellana en estruendosas
mañanas de desfile? O quizá me contradigo.
Ahora tú conjuras el paso del tiempo, cruel acompañante,
rectificando ante el espejo el perfil desvaído de tus labios
o apuras conmigo este Jack Daniel´s congelado entre las manos.



II

Cómo no advertí que levantaban esos muros

KONSTANTINO KAVAFIS



Así hemos atravesado este desfiladero en sombra.
Cuarenta años después, y prisioneros de nosotros mismos,
pilotamos un vuelo sin motor, a merced del azar, empujados a un abismo
de incierto futuro. En vuelo libre, vulnerable y frágil como hoja seca,
zarandeados por un siglo descarnado y triste.
Moviéndonos en un círculo inacabable marchamos contra la guerra de Vietnam
enarbolando un bosque de palomas de papel o fornicamos en Woodstock
sobre el lodo y bajo la lluvia en un vendaval de miles de vatios.
Ya me conoces, aunque a menudo me ignores o mires de soslayo,
como inquiriendo a quién corresponde esa pesadilla que te sigue
con docilidad canina: tú perseguías con Marlon Brando
un tranvía llamado deseo por las empinadas calles de Lisboa
hacia el Mirador de Santa Lucía, frente al Tajo, para repostar tus ojos
de azules. Yo, por ir a la contra, ya sabes, un deseo llamado tranvía
varado en una adolescencia también lejana
de cineclub universitario y libros bajo el brazo.
Habrás de convenir conmigo que el nuestro ha sido un sueño
tempranamente fracasado. Un espejismo en tiempo de rebajas.



III

Sobre un río de olvido
va la canción antigua

 LUIS CERNUDA



El tedio y la decepción toman café en el Flore, quizá en el Deux Magots.
Desde el escaparate, algunos parece que esperaran nostálgicos
el paso de la División Leclerc con parada en Saint Germain.
El Pernod de mediodía despide una mañana huérfana de noticias.
La Rive Gauche, inmortal, perfectamente maquillada para la ocasión,
reposa en el Pere Lachaise: allí los suicidas toman el sol sobre la hierba,
antes que el Sena se reinventara convertido en playa fluvial,
y arrojan tierra sobre los turistas que pretenden inmortalizar la piedra
que sella tanto despojo ilustre.
¿Oyes? ¿Es la arenga de Joan Báez desde los altavoces
que incendian las barricadas o ese joven pelirrojo alzado sobre sus zapatos
y nuestras cabezas? No nos moverán. Hermanaremos la multitud que clama
desde la Sorbona a la Renault ahogada en un mar de propósitos y banderas.
Desde el funicular que sube a Montmartre
los niños arrojan besos a las palomas en envoltorios de chocolate.



IV

(García Lorca foi fuzilado)

Deixa-o apodrecer no chão
como bandeira de carne de remorsos.

JOSE GOMES FERREIRA



Porque te quiero, te quiero, amor mío…

FEDERICO GARCIA LORCA



Y qué canción tan triste, qué vals tan desgarrado susurra Leonard Cohen,
siempre impecable, embutido en su traje de broker recién planchado.
Take this waltz, canta a Lorca como nana bajo tierra,
como el vaivén que meciera un siglo feroz y amortajado
entre el polvo de las hemerotecas. Lorca ha muerto, vals vaivén vienés.
Y también murió Machado, tan solo y triste.
Y Cernuda, tan despechado y triste.
Y Gil de Biedma, tan partidario de la felicidad, tan artista enfermo y triste.
Y tantos otros… !Oh qué muerte la nuestra tan desafecta y triste!
Muerto también de hastío, Césare Pavese dice adiós desde la ventana
de un hotel cualquiera en una ciudad cualquiera.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, escribió a modo de epitafio o testamento.
Vendrá y tendrá los ojos de ángel insobornablemente humano de Pasolini,
-mirada pícara, sonrisa canalla- que se desangra a las afueras
de cualquier playa ciega o sin luna. Ciao, amore, ciao,
Se han ido, se fueron todos dejando una estela inabarcable de decepción.



V

Ahora seremos felices
cuando nada hay que esperar

 JOSE HIERRO



Mas no desesperes: en cada esquina espera un beso, un aniversario.
En las alcobas consagradas a la decencia y la compostura,
en los prostíbulos más discretos, en los casinos de Las Vegas,
en los urinarios del Ritz cubiertos de mármol cual cámaras funerarias,
en los balnearios de Baden-Baden o Budapest,
en las oscuras salas de cine, debajo de nuestra cama…
millares de fotógrafos compiten al acecho. Retratan besos y aniversarios.
Detrás de cada beso hay un fotógrafo escondido que espía,
ladrón que espera el momento exacto: en el París de la liberación,
en cada rincón de Alexanderplatz,
en La Baixa de Lisboa un 25 de Abril,
ante, bajo, junto, sobre el Muro de Berlin,
en el aeropuerto de Moscú, en la portada de Vanity Fair…
jóvenes y soldados, astronautas y militares de uniforme,
azafatas y gánsteres se abrazan y besan
con gesto desenfadado de eterna celebración.
El mundo es eso, un brindis multitudinario con fuegos de artificio
y canapés, un fin de fiesta permanente entre muro y muro,
bajo máscaras de lodo y hambre, de plomo y sangre.



VI

Hoy es siempre todavía

ANTONIO MACHADO



La libertad, dicen, viaja en una Harley tronando por el puente de Brooklin.
La libertad, dicen, se desplaza en patines por las aguas heladas del Hudson.
La libertad, dicen, nunca lo he visto, se desplaza en los trenes multicolores del Bronx.
Pero ya no me excita la velocidad y me he vuelto drecreído y escéptico.
Sólo sé que hemos sobrevivido a todo
y a todo hemos renunciado a nuestro pesar.
Por eso ya no me pone el sitar soporífero de Ravi Shankar
recostado entre almohadones
ni los sesudos artículos de Truffaut en Cahiers du Cinema
ni los libros prohibidos que llegaban de Francia
ni las proclamas de Sartre impresas en ciclostil
ni la atormentada desesperación de Janis Joplin
ni la leyenda del Che para el culto al merchandising
ni el sopor de naftalina del Waldorf Astoria
ni el impostado jadeo de Jane Birkin
ni los laberintos añiles de Chaouen
ni el pálpito electrizante de Jhon Coltrane
ni las piernas eléctricas de Josephine Baker
ni los ensayos a puerta cerrada del Actor´s Studio
ni el infierno de Malcolm Lowry ebrio sobre el volcán
ni las famélicas, anoréxicas criaturas de Giacometti
ni las tertulias inocuas del Gijón
ni el surrealismo ortopédico de Frida Khalo
ni la playa de la Mareta en noches sin luna
ni el Dry Martini en Chicote después de la corrida
ni la plaza de Jemma el Fna incendiada al atardecer
ni los baños de Marilyn en nembutal
ni el aullido patético de Allen Ginsberg
ni la revolución en vena como narcótico sublime
ni la fiesta a sangre fría de Truman Capote en el Plaza
ni la guitarra de seda de Chet Beker
ni la pasión española de Hemingway
ni la crucifixión de Francis Bacon por los bares de Madrid
ni las amistades peligrosas en el Tánger internacional
ni Louis Anstrong desfilando un Mardi Gras por Nueva Orleans
ni la rebeldía iconoclasta de Jackson Pollock
ni le bateau ivre naufragando en un mar de absenta
ni el soul comprometido de Nina Simone
ni los sórdidos garitos de Quentin Tarantino…
ni siquiera las tediosas baladas de algún poeta.
Porque sólo me pone el azul de tus ojos en los que ahora me sumerjo
y ese paso de cebra sin señalizar que es la vida.


No hay comentarios:

Publicar un comentario