Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

sábado, 20 de abril de 2013

1626.- LALO BARRA


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LALO BARRA

Villaharta (Córdoba). Pintor y poeta.







El regreso de las Sirenas.

Me asomo,
te veo
y admiro tus horizontes azules
de mañana soleada
y tu horizonte azul añil –casi rosa-
de tardes con luna nueva.
Me asomo
y eres verde,
un mar verde que respira entre olivos verdes
esperando los brazos de amantes,
de amantes de agua
donde antiguas sirenas vuelven
a ser tierra y estrellas,
latido intenso que acerca orillas y distancias.
Si quieres tu
quédate otro día,
otra noche, otros cien años,
otros mil siglos…hasta hacerte presente.
Regala el aliento de la vida
a las sirenas que vuelven derrotadas
por no saber poner olor a las nubes
ni brillos nuevos a tus noches.
Sirenas,
hijas del Guadiato
que se escondieron en las luces
apagadas de los carburos,
perdidas en el laberinto negro de la mina;
sirenas que juegan al escondite
en el filo del agua,
que empañan con sus voces distantes
el cristal que se torna espejo,
el azogue que se hace espejo de cristal,
que ven renacer de la niebla
un bando de reflejos que vuelan como
el de las gaviotas extranjeras
que vienen a sembrar sus semillas redondas y transparentes
debajo de tus puentes.
Me asomo
Y te veo,
Y no puedo dejar de pensar
en tus sirenas.






Río Alto.

Alto,
alto río,
río alto,
alto Guadiato
que en tu enredo de arroyos y riachuelos
te haces corriente que piensa en volver,
en volar hacia atrás,
en volver y hacerte manantial.
Alto,
Guadiato que rompes la roca
hasta creerte cicatriz de agua.
Agua que une y desune tus orillas,
orillas de agua
cosidas al viento de chimeneas muertas
y castillos sin vida.
Orillas de agua,
alto,
Guadiato,
alto.








En vía muerta.

La vía esta rota,
abandonada;
Sin vagonetas
y sin tren que trepe,
que baje y se esconda
en los túneles del futuro.

La vía es un camino
estrecho y largo,
frío y oxidado;
la vía grita pidiendo auxilio
porque, pobre de ella, no llega a ningún sitio.

La vía después de un largo, largo recorrido
entre las bailarinas hojas
que caen del otoño de las encinas,
del verde oliva, del olmo plateado,
y de la niebla de noviembre
que se mece junto al río,
descansa sin cansarse,
respira en su asfixia…
es como si su olvido le diera vida.

Vida.
Está en vía muerta,
esa que comienza y termina en el mismo sitio,
que no tiene andén,
ni paso a nivel,
ni farolillo…
solo dos piernas de hierro
que no encuentran ojos
que la miren con esperanza,
que suba en ella vagonetas repletas de sueños.

Pobre corazón
Que no se juega nada…
Sin destino, sin frontera,
siempre en ese equilibrio paralelo
que le dibuja un horizonte infinito
repleto de las palabras
que decimos para no decir nada.

La via.
No, la vida
es un camino largo y estrecho
con costillas de madera
y anclada a la piedra suelta
con largos tornillos de hierro.








Poema en la niebla

Desciende
y hazte niebla,
susurro de garza peregrina;
alivia las horas en las que solo
se puede decir la verdad.
Tiembla en cada roce del aire,
en cada intento de cuerda locura,
en cada hoja que le baila al viento,
al viento del aire;
al aire del viento
de canciones tan antiguas
como el junco y la adelfa
que perfuman, sin saberlo,
el aire y el viento de tus orillas.
Se doblan los cipreses,
más que nunca extraño
el recuerdo del amanecer
de otros días
en los que el espejo del agua no te miente.
Se sufre en la espera
y nuevamente te haces niebla que baja y baja…
hasta cuatro lunas te espero:
creciendo y menguando,
llenándome y haciéndote poesías de lunas nuevas.
Me arrepiento de mi invocación,
en balde espero la esperanza,
en vano detengo la distancia…
porque tu música me abraza,
me ahoga hasta hacerme niebla.






Horas de silencios.

Silencio.
Escucha;
oye como la noche respira cansina y rota;
como en cada latido
una estrella se torna lucero.
Escucha.
Silencio,
Porque en cada aliento
se esconden secretos
para teñir el silencio de horas muertas,
de minutos de sueños,
de segundos de luz.
Silencio.
Escucha;
oye como en la noche respiran los vientos,
como se mece el aire
para después,
nuevamente,
escuchar el silencio,
y otra vez,
un latido de sombras
inventa un reloj
sin números y sin manecillas,
sin cuerda…
un reloj que no se alimenta de tiempo,
un reloj que come
solo,
solo,
solo silencios.









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