Antonio Jesús Soler Cano
(Antas, Almería, 1946-1990)
Solía hablar despacio, aunque siempre con entusiasmo. Sus palabras transmitían cordialidad, sinceridad y calor humano. Tenía un alto sentido de la amistad y se refería con frecuencia a su juventud en Alcoy (Alicante), a donde había ido a cursar estudios de Ingeniera Técnica Industrial Química, los cuales no concluiría. De esos días hablaba casi como un iluminado y creo que con orgullo, pues se había integrado en grupos juveniles de resistencia antifranquista y había corrido delante de los “grises”, la policía de aquellos años, como tantos estudiantes de entonces. De actividades clandestinas, de multicopistas y octavillas recuerdo que me hablaba, de alguna detención, de un Club de Amigos de la Unesco de Alcoy, de algunos de sus amigos alcoyanos, de que fichado por la policía tuvo un servicio militar de represaliado político que lo había marcado para siempre (pues lo había minado psíquicamente y él pensaba que de ahí venían sus depresiones y sus problemas nerviosos), de su vida bohemia por tierras catalanas o francesas e incluso de algunos de los amores fugaces que había tenido. Ciertas referencias recuerdo de los años vividos en Almería, cuando trabajaba como administrativo y bedel en los institutos de la capital. Siempre abundaba más en su vida bohemia y en algunos de sus amigos almerienses, entre ellos el periodista Miguel Ángel Blanco, o artistas de la talla de Jesús de Perceval, quien siempre intentó atraerlo hacia sus postulados indalianos.
Era un ser libre que había nacido para no ser encasillado ni enclaustrado y en su breve existencia se cumplió el antiguo adagio que reza: “Aquél a quien aman los dioses, muere joven”.
Cuando iba a visitarlo, nuestras entrevistas tenían lugar casi siempre en alguna cafetería cercana. Antonio Jesús tomaba entonces alguna cerveza sin alcohol o café y recuerdo bien la familiaridad con que lo trataban los camareros. Él era el poeta y todos conocían las condiciones precarias por las que atravesaba su salud. Le gustaba hablar de los jóvenes y con los jóvenes, rodearse de ellos. Con ellos parecía entenderse mejor que con nadie. En ocasiones dábamos cortos paseos por los alrededores y a través de ellos pude comprobar cómo amaba a su pueblo, cómo conocía cada rincón del mismo y a sus paisanos. Una vez me mostró un ángulo desde donde, a lo lejos, podía verse o adivinar el mar cercano y visitamos el convento donde Celia Viñas iba a descansar convocada por la amistad de su discípula Tadea Fuentes, luego profesora en Granada y también autora de varios libros. Desde La Era supe de los cabezos que circundan la villa argárica y de la ubicación de la terrera de El Argar, casi como de un lugar sagrado. Me hablaba de un sacerdote con el que llegó a congeniar, pese a que él era agnóstico, don Primitivo Trigueros.
Mi amistad con Soler Cano se prolongó, pues, entre los años 1984 y 1990. Sus cartas me llegaban esporádicamente, más espaciadas conforme se iba agravando y complicando su enfermedad, y mi trato con él se completaba con las visitas que, periódicamente, realizaba a su pueblo, en ocasiones con amigos como Pedro M. Domene. En ellas pude conocer a gran parte de su familia, especialmente a su madre y a su hermana Mari Carmen. Me hablaba con un íntimo y desconsolado dolor de su sobrino Juan Diego, fallecido en plena juventud en accidente de tráfico. Pues bien, la primera carta suya que conservo está fechada en Antas, en noviembre de 1984 (el matasellos es del día 14). No era muy cuidadoso Antonio Jesús a la hora de poner fecha a sus cartas, que en algunos casos colocaba al final de la misiva. En ésta a que aludo se refiere a sus impresiones de lectura sobre mi libro Vulnerado arcángel, que había sido publicado en Murcia el año anterior. Y lo hace en estos términos: “Leo, con agrado, tu <>, que considero técnicamente conseguido por ese dominio de la palabra y ese ritmo firme y mesurado con que se desliza tu poesía.
Respecto a la temática, coincido en algunos versos, como por ejemplo: <> (del poema “La hora final”), pero me siento alejado de su génesis bíblica, ya que he de confesarte que, desde hace ya bastante tiempo, me considero agnóstico. Aunque, por supuesto, respeto a los que creen, ya que, a fin de cuentas, creo que la muerte no hace diferencias entre los que creen en algo y los que no creemos”.
Con aquella misiva me remitió ejemplares de sus poemarios Nueve poemas de otoño (1982) y Perfil de silencios (1982), advirtiéndome de que el segundo de ellos era de su hermana y de su cuñado, como podría apreciar por la dedicatoria del mismo y que, por tanto, debería devolvérselo cuando lo leyera. Por aquel entonces yo ya estaba trabajando en la antología de Poesía almeriense contemporánea (1992), que publicamos en “Batarro” y en la que aparece una muestra de la poesía de Soler Cano, aunque él no pudo verla impresa. En ese mismo envío me anuncia, en postdata, la inminente aparición de su libro Labios de azul (1984), que yo habría de reseñar en prensa.
Su segunda carta está fechada en enero de 1985 (matasellos del día 5) y en ella , tras felicitarme el año nuevo, afirma que aguarda con interés la publicación de mi libro La visión de arena (1987), agradece mis palabras sobre su libro último y me ruega que, en caso de publicar en prensa alguna reseña, le avise. Del mismo modo, me informa del fallecimiento, a finales de año, del padre del periodista Miguel Ángel Blanco y me dice que trabaja en una obra cuyo título provisional es Primavera herida, la cual “lleva, como introducción, un verso de Luis Cernuda, <>”. Y añade: “Mi estado de salud creo que es estacionario por el momento. Todavía continúo de baja, ya que las enfermedades hepáticas son lentas de curar. Pero leo y escribo, y por las noches siempre me duermo no sin antes haber complacido mi espíritu leyendo el <> de Hölderlin”. Concluye esta misiva preguntándome si conocía el libro de Domingo Nicolás, Elegía cantada, publicado por editorial Cajal y cuya aparición tanto habían celebrado los medios de prensa provinciales.
A Labios de azul y a mi reseña, publicada en el diario Ideal de Almería el 18 de enero de 1985 con el título de “<>, la transparencia poética de Antonio Jesús Soler Cano”, se refiere esencialmente su tercera carta, fechada en el mes de enero de 1985 (matasellos del día 24). Tras indicarme que, en su opinión, había sobredimensionado las cualidades e importancia de su obra, añade: “De todas formas te agradezco, tu bondad para con ella, y tu amistosa ayuda poética”. También aquí me adjuntaba dos libros desconocidos hasta entonces para mí: se trataba de Desde el umbral del adiós (1975) y Raíces de estío (1977), indicándome que debía devolvérselos, pues los ejemplares no eran suyos: “Estas obras fueron escritas en momentos muy críticos de mi vida, y hoy las veo, sobre todo <>, como una <> en mi acontecer poético”. Continúa trabajando en un nuevo libro, Primavera herida (1985), corrige los poemas y espera tenerlo concluido en unos meses y confía en que yo esté haciendo lo mismo con La visión de arena, que sería mi segunda entrega poética. Como se ve obligado a financiar la publicación de sus libros con sus escasos medios económicos, no tiene más remedio que venderlos para recuperar la inversión realizada: “<> se ha vendido bien, teniendo en cuenta las posibilidades de venta de la poesía que nos rodean. Hice 400 ejemplares y prácticamente están ya vendidos. O sea que no me puedo quejar. Pero lo importante es la juventud. Aquí, en mi pueblo, casi todos los muchachos y muchachas han comprado el libro”. Me envía además las bases de los “II premis de poesía Manuel Rodríguez Martínez, Alcoi, 1985".
El día 5 de febrero de 1985 adjunta a su carta una fotocopia de mi reseña a su poemario Labios de azul, ya mencionada, y me ofrece algunos datos particulares sobre la edición del mismo. Así, por ejemplo, podemos saber que la tirada del libro fue de 400 ejemplares y que costó 36.000 pesetas. La impresión fue realizada en Gráficas Gutenberg, de Almería, y el poeta muestra su descontento por lo que estima como falta de interés de la imprenta en la confección de su obra: “<>, por lo general, trabaja bien, aunque con este libro no quedé muy satisfecho de ellos, ya que tardaron mucho en hacerlo (tres meses) y no se preocuparon mucho de su esmero. Parece que lo hicieron algo deprisa y a última hora. Yo, ya el pasado mes de octubre (me lo entregaron a mediados de Diciembre), les había adelantado la mitad del presupuesto, 18.000 ptas.”. Hace referencia, fugazmente, a una carta que ha recibido de Juan José Ceba y me da algunos consejos para intentar la publicación de mis trabajos sobre el escritor oriolano Ramón Sijé, el entrañable amigo del poeta Miguel Hernández, sobre quien había realizado mi memoria de licenciatura, que había sido leída en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada durante el curso académico 1983-84, con el título de Ramón Sijé: Textos dispersos y olvidados (1926-1936).
El 25 de febrero de 1985, el poeta de Antas vuelve a escribirme para acusar recibo de los libros y la carta que le había enviado a través del profesor de Física y Química del entonces instituto de Formación Profesional de Huércal-Overa, Juan Ángel López Senise, casado con Juana Clemente Cano, a quien ya me he referido anteriormente y, por tanto, primos suyos. En aquellos días andaba yo con la idea de publicar una edición de textos sobre el escritor oriolano Ramón Sijé, de los cuales me había servido para la redacción de mi memoria de licenciatura. Intenté, primero, llevarla a cabo en la modesta imprenta Bretones de Almería, donde mi paisana, la delicadísima poeta Jerónima Berbel, había imprimido sus Flores de almendro; pero no fue posible. La edición se realizaría, finalmente, en la imprenta Cervantes, también de Almería, con el título de Textos sobre Ramón Sijé (1985): “Supongo que el libro de textos sobre Ramón Sijéque piensas editar deberá tener un trabajo esmeradísimo, ya que el presupuesto de que me hablas (215.000 ptas.) lo considero bastante importante.
Me alegra de que dispongas de ayuda económica en Alicante. Aquí, en Almería, la Caja de Ahorros hace años subvencionaba también obras literarias, pero, desde hace ya algunos años, creo que no suelta un duro con el pretexto de que no dispone de fondos económicos para ello.”
Me pregunta, así mismo, por el recital poético que con motivo del “Día de Andalucía” se celebró en la Biblioteca “Francisco Villaespesa” de la capital, organizado por la Delegación Provincial de Cultura, y en el que participé junto a otros poetas almerienses. Y añade lo siguiente: “Gracias por tus consejos para mi estado de salud, pero últimamente he pasado dos semanas bastante delicado. No obstante, trabajo en <>. Creo que la voy a dar por acabada ya pronto. La obra tendrá unos quince o dieciséis poemas. Se trata de una obra impregnada de pena y de tristeza. Y pienso publicarla pronto. Me gustaría que fueses tú quien escribiese su prólogo y, si me concedes ese honor, ya te enviaré una copia de ella para que lo más pronto posible me lo escribieses, ya que cuando decido publicar algo actúo con rapidez.
Esta obra la considero como mi penúltima obra poética (utilizando el refrán de que <>), como un lento adiós a la vida...”
En nota aparte me dice que le ha escrito el poeta José Diego García Guirao, de la revista “Aljambra”, de Albox, quien le ha solicitado unos poemas y una nota biográfica para una antología poética del Almanzora que, al parecer, está en imprenta. Él le ha remitido algunos libros suyos para que los conozca y pueda utilizarlos en la antología de poetas andaluces que está preparando el poeta albojense.
En marzo de 1985 me dirigió un nuevo envío al que adjunta fotocopia de una entrevista que se publicó en el Diario Ideal con fecha 24-3-85, día en que me escribe. La entrevista está firmada por Miguel Ángel Blanco y se titula: “Antonio Jesús Soler Cano, <>”. Se refería más extensamente a una invitación del Ayuntamiento de Berja para realizar una lectura poética, en la que estuve presente:“Me han llamado para participar en un acto poético en la Semana Cultural de Berja. He quedado en enviarle a José Ruiz (Concejal de Cultura) tres poemas para su lectura en el citado acto, al que, debido a mi estado de salud y a que esta semana me la voy a tirar de médicos, no podré asistir.
Me dijo también que te iban a invitar a ti y que estarán Julio Alfredo Egea, Ceba, Domingo Nicolás, Pura López y algunos otros poetas más que no conozco.
Espero, si vas a este acto poético, me escribas luego y me digas cómo ha sido”.
Del mes de mayo de 1985 es la siguiente misiva que conservo (matasellos del día 10) y en ella me ofrece sus impresiones de lectura sobre mi edición de textos relacionados con Sijé: “He leído tu libro sobre Ramón Sijé. La figura de este hombre la veo, a la luz del libro, muy contradictoria, debido quizá a la crisis de valores políticos y morales de su época.
Incidencia especial en su vida tuvo, a mi entender, la bancarrota de las ideas religiosas que ya por aquel entonces se estaba produciendo en España, y que produjo en él su radicalización religiosa y su toma de postura política reaccionaria. Se explica que tanto en lo político como en lo religioso dos amigos, como lo eran Miguel Hernández y él, se distanciaran mutuamente.
La figura de Ramón Sijé, desde la lectura de tu libro, la veo, culturalmente, algo pretenciosa y soberbia, aunque con atisbos de cierta genialidad inmadura. Me alegro de que hayas recibido ayuda, para la edición del libro, de algunas entidades bancarias de Alicante y Murcia (...)”.
A continuación se refiere a la obra que está escribiendo, y lo hace en los siguientes términos: “Con respecto a <>, creo que estoy ya en su acabamiento, aunque, a medida que te despides de la creación de una obra, tienes la sensación de tristeza y vacío interior, porque crees que no has conseguido gran cosa, y que deberías comenzarla a escribir de nuevo. Te sientes agotado y a la vez triste por lo no conseguido.
Tan pronto como la dé por acabada ( aunque tú sabes que nunca se debiera dar una obra por acabada), te enviaré una copia para que me escribas su prólogo, que espero lo hagas pronto, para llevarlo a imprenta”.
En su carta del 22 de mayo de 1985 me da noticia de que ha visitado la imprenta “Alpe” de Roquetas de Mar para tratar la edición de su Primavera herida, me confía una fotocopia del original del libro para que escriba cuanto antes el prólogo, y continúa: “Espero que no sólo aprecies lo que quizás haya conseguido, sino también lo que, al escribir esta obra, deseé y no he podido conseguir. Tú bien sabes la alegría por un lado, y el vacío y la tristeza por otro lado, que nos produce el acabamiento de una obra”.
De especial calor humano resulta para mí la misiva que conservo del mes siguiente (matasellos del 18 de junio), en la que, tras la lectura de mi modesto prólogo para su Primavera herida, redactado sin duda por un ilusionado y joven profesor de Enseñanza Media con indudable afecto y amistad hacia el poeta enfermo, me escribe las siguientes líneas: “Para José Antonio Sáez, por el hallazgo hermoso de su amistad.
Querido amigo José Antonio:
Tu prólogo lo veo muy bueno, mucho más de lo que me merezco. Lo que me ha pasado contigo es que no sólo me había hecho una <> fija de tu espíritu, tan pródigo y generoso para conmigo, sino también de tu físico. Y al conocerte realmente mi espíritu sintió un gran desprecio hacia sí mismo, porque se sentía y se siente aún mucho más en deuda con la serena y bondadosa grandeza del tuyo.
El prólogo de <> saldrá tal y como tú lo escribiste. Sus palabras finales han sido las que más han sosegado mi alma, tan derrotada y maltrecha (...) Yo también quiero conocer y ser amigo del poeta Diego Granados, y espero vengáis pronto por aquí, sin prisas, para que vayáis conociendo mejor la serena y clara belleza de estas tierras y la sencillez pródiga de sus gentes. Gracias por haberte gustado Antas, como pudiste comprobar es un pueblo blanco y tranquilo, donde el tiempo se recrea y se mira sin prisas”. Añade, además, que ha estado tentado de escribir algo para la prensa sobre mi libro de Sijé, pero que finalmente ha desistido, y que me enviará varios ejemplares de su Primavera herida para mí y mis compromisos más cercanos.
En la carta del 7 de agosto de 1985 habla de un recuerdo que ha tenido para con su persona el grupo poético “Alcaén”, en el que yo no participé. Hay una dolorida queja con respecto al Ayuntamiento de su pueblo en ese momento, y añade: “He comenzado a escribir de nuevo, y ya tengo los borradores de ocho poemas. La obra quizás se titule <>. Cada vez me siento más exiliado y dolorido en mi propio pueblo, y en la forma de vida que hoy se lleva en cualquier parte...”. Me pregunta si el Ayuntamiento de Olula del Río, donde vivíamos entonces, podría comprarle ejemplares de su libro Primavera herida, lo cual no fue posible.
Resulta doloroso y es cuando menos conmovedor comprobar cómo se iba deteriorando su salud física y psíquica. Así puede apreciarse en las misivas que se sucedieron, pero aún tenía ánimo para preguntar por mi nuevo libro de versos o referirse al suyo, como puede verse en la suya del 24 de octubre de 1985, donde se dirige a mí en los siguientes términos: “Te estoy escribiendo sin poder leer bien; las letras se me ofrecen borrosas, y es debido a la vista, que la tengo algo confusa debido a los medicamentos que ahora tomo para mi neurosis.
Me alegra que estés acabando <>. Espero me mandes una copia para conocerla. La dedicatoria que piensas ponerle me parece estupenda: un hijo vuestro.
Yo sigo escribiendo otro libro. Su título será <>. Se trata de una obra autobiográfica. En ella intento poetizar ciertos recuerdos de mi vida. Aquí te envío fotocopias de cinco poemas para que sepas de qué va y me des tu opinión crítica sobre ellos. Estos poemas también se los he enviado a Ceba”.
El día 12 de octubre de 1985 Soler Cano había publicado en el Diario Ideal un emotivo artículo titulado “Ahora que te has ido, Jesús”, donde el poeta dejó constancia de la gran amistad que le unió al pintor Jesús de Perceval. En su carta añade lo siguiente:”Yo a Jesús de Perceval lo quería mucho. Era el hombre de mayor cultura que teníamos en Almería. Se conocía hasta los vericuetos más insospechados de <> de Almería”.
Una postal con vistas de Pueblo Indalo, en Mojácar, me remitió con matasellos del 4 de junio de 1986. Su mensaje es breve y eficaz: “Perdona que aún no te haya escrito, pero es que llevo ya algún tiempo en crisis psíquica. Leí un escrito tuyo en <>: <>. A mí me ha gustado bastante <>. Saludos para Rosario y besos para el pequeño. Un abrazo: Antonio Jesús”.
Un sobre con matasellos del día 17 de julio de 1986 me trae, recortada, la página 11 del Diario Ideal de Almería del domingo, día 6 del mismo mes, donde el poeta publica el poema “A la tierra de Almería”, que va dedicado a mi persona. El texto expresa las carencias seculares de este rincón del sur, a la vez que constituye un canto al paisaje y a las gentes esforzadas de esta provincia.
De nuevo una postal del lavadero de Mojácar, con matasellos del día 2 de febrero de 1987, trae hasta mí, en breve mensaje, las noticias de su estado de salud. El poeta atraviesa por una depresión que le hace muy difícil el escribir, pero me envía una sonrisa para mi hijo. No escribiría su siguiente carta hasta el 6 de abril de 1988, que me llegó reexpedida a Albox desde Olula del Río: “Mi buen amigo José Antonio: Perdona que desde hace bastante tiempo no haya contestado a tus cartas. La pereza mental me cerca muchas veces. Últimamente he sufrido y sufro constantes depresiones que me hacen la vida cada vez más difícil. A veces pienso si mi destino no será la locura, y no la temo, pero si eso ocurriese, desearía que ésta fuese apacible, no violenta.
He vuelto, después de un largo paréntesis a trabajar en mi libro <>. Se trata de una obra en la que no quiero precipitarme. Está basada en los recuerdos de mi juventud”. Para concluir: “A ver si me puedes enviar un ejemplar del último libro de nuestro amigo Ceba, que creo tú has escrito su prólogo. Estoy, desde hace ya bastante tiempo, alejado del mundillo literario de Almería. No sé qué está pasando. Espero que tú me cuentes algo al respecto”. El libro de Juan José Ceba a que se refiere debe ser, sin duda, el extraordinario Huye el Sur (1987), una de las obras capitales de la poesía almeriense actual, cuyo prólogo es de Domingo Nicolás, no mío, los dibujos son de Ginés Cervantes y el diseño de Javier Cortés.
También de la primavera de 1988 es una carta sin fecha que adjuntó al envío de un ejemplar gastado por el uso del Hiperión de Holderlin, que me envió con una afectuosa dedicatoria en la que me decía que era el libro más querido para él y que deseaba que quedase en mi poder. El texto de la misiva es el siguiente:
“Amigo José Antonio:
Te envío el <> con la esperanza de que te gustará. Te mando el libro que yo tenía para mí. Hace ya tres semanas que estoy esperando me lo envíe la Cajal. Y he decidido enviarte el mío. Ayer recibí de Pura López el periódico-libro <>.
Con respecto a mi trabajo poético, ya llevo bastante avanzado <>. Tengo el borrador de 48 poemas y espero escribir algunos más. Mi intención, de momento, es poder publicarlo para comienzos del próximo año.
A ver si venís alguna tarde y hablamos sobre <>. Si hubieseis venido hace un mes yo os hubiera obsequiado con una caja de naranjas, pero ya no puede ser porque las han cortado”.
Sus mensajes son elementales y directos, efectivos por esenciales, como puede apreciarse. De agosto de 1988 (matasellos del día 8) es la breve misiva que sigue y en la que me daba cuenta de las gestiones que estaba realizando para el encuentro de poetas que se celebraría en Antas y en su homenaje. Cierto es que yo hice cuanto estuvo en mi mano para que se llevara a buen término aquel homenaje, pero sin el entusiasmo y la colaboración sincera de todos los poetas almerienses que se dieron cita allí no hubiera sido posible aquel evento: “Mi amigo predilecto José Antonio: He tratado de localizarte por medio de una prima mía que vive ahí, en Albox, pero hasta ahora no ha dado resultado. Ponte en contacto conmigo cuanto antes. Mi teléfono es 45-30-38.
Estamos tratando de que el próximo día 14 se realizase el encuentro poético aquí en Antas. Aparte de contar contigo, me gustaría que Ceba, Domingo Nicolás y Pura López nos honrasen con su presencia. Llámame cuanto antes por teléfono”.
De aquel encuentro de poetas en Antas queda noticia en las hemerotecas. Así, el Diario Ideal de Almería (13-8-88) lo anuncia bajo el título de “Cita de poetas en el Colegio Público de Antas”, con la participación de Antonio Jesús Soler Cano, Domingo Nicolás, Miguel Naveros, José Antonio Sáez, Juan José Ceba, Francisco Domene, Francisco Jiménez y Ana María Romero Yebra (cito en el mismo orden que aparece en el periódico). El martes, 16 del mismo mes, también Ideal publicó un texto mío bajo el título de “Cita de poetas en Antas”, donde reivindicaba el triple significado de aquel acontecimiento poético por la transcendencia histórica de la villa argárica de Antas, el seguimiento de la presencia de Celia Viñas invitada por las religiosas del convento y la solidaridad con su poeta, Antonio Jesús Soler Cano. Del mismo modo, La Voz de Almería dio noticia de aquel encuentro con un titular no exento de cierto sensacionalismo: “Acalorado debate entre los poetas sobre la difusión de la poesía” (17-8-88) y cita entre los asistentes dos nuevos nombres: el del periodista Koldo Larrea y el del poeta trovero de Antas Alfonso Pérez García.
En una nueva misiva, fechada en el otoño de 1988 (matasellos del día 14 de noviembre), se refiere a la lectura de mi segundo libro de versos, cuya edición malagueña apareció por aquellos meses, al avanzado estado en la redacción de la que sería su última obra y a la exótica presentación en la alcazaba de Almería del número dedicado a Al-Mutasim Ibn Sumadih y su corte poética, de Amelina Ramón Guerrero, publicado en la colección “Alfaix”; y se expresa como sigue: “He leído, aunque lentamente, debido al trabajo que cada vez más me cuesta, tu hermoso libro <>. Me ha dejado un “sabor triste” en mi espíritu, una desolación parecida al “desencanto de una rosa”, la aridez que se cierne, cada vez más cruel, sobre esta nuestra tierra. Aunque todavía dejas entrever una esperanza de que “tu hijo heredará otra tierra”.
La edición está muy cuidada, y es, en todos los aspectos, un libro muy decente. Más adelante ya hablaremos de las condiciones de la editorial que te lo ha publicado, ya que espero, para el próximo, acabar de escribirlo y publicar mi libro <>. Lo llevo bastante avanzado, aunque todavía quiero repasarlo una vez más. Se trata del libro de mi vida, una especie de “memorias” más o menos, pero en verso.
Dime si estuviste en Almería, cuando el “desayuno moruno”, ya que creo que esos actos, de raigambre árabe, te deben de gustar. Yo recibí una invitación de Ceba, pero no fui debido al trastorno que me suponía por los regímenes que debo observar, y le envié un telegrama de adhesión”.
Corría ya el mes de julio de 1989, justo un año antes de su muerte, cuando recibí una nueva misiva en la que se refería, por un lado, a su relectura de mi libro La visión de arena y, por otro, al que sería el último de los suyos: Para cruzar el laberinto. Así se expresaba con respecto a mi obra y a su estado anímico: “He vuelto a releer <> y he profundizado, con más vigor, en esa visión de agonía y desamparo de nuestra tierra, donde tú te reconoces nos reconocemos muchos también.
Tú tienes una esperanza: tu hijo; yo me encuentro más desasistido de ella.
<> es un libro para la meditación y el silencio; no para ser leído en voz alta, sino con profundo recogimiento, lejos del “mundanal ruido”. Todo está dicho con un grito sutil, espiritual, sin nada de algaradas, sino con una voz triste y desarbolada.
En cuanto a mí, vivo un exilio silencioso.
Políticamente, mi escepticismo se acrecienta ante el estado de corrupción y despotismo que, cada vez con mayor cinismo, invade nuestro país y también el mundo.
Mi viejo agnosticismo es cada vez más solitario y desesperado”.
Respecto a la poesía, me dice que ha abandonado su etapa lírica, pues lo necesitaba, y que ha dado por concluido su libro: “Está basado en recuerdos de vivencias de mi adolescencia y mi juventud (ya desvanecida). Hay de todo: sexo, lucha clandestina contra la pasada dictadura, mis tiempos de la mili (donde estuve como represaliado político; tenía tarjeta roja), y salí con los nervios destrozados. También hay vida carrilana y bohemia, etc...
En este libro me han ayudado, con sus posturas “críticas” ante él, un primo mío (profesor de instituto como tú) y el secretario de Luis Yáñez, que este verano se irá de embajador a Angola.
Cuando lo publique (que todavía no lo sé) sólo pienso hacer una edición pequeña (unos 300 ejemplares) y sencilla, que no sea muy costosa”. Me pregunta, así mismo, por las condiciones en que podía publicarse en la colección “Batarro”, que entonces daba sus primeros pasos, en su segunda época, y envía “Saludos para nuestro amigo Diego Granados, <>, deseándole siga perseverando en este común destierro, como hoy es la poesía”.
El 21 de agosto de 1989 me llegó un telegrama suyo en el que me felicitaba por mi reciente aprobado en las oposiciones de Lengua y Literatura Españolas en Enseñanza Media. Había recibido la noticia a través de Juan José Ceba y su esposa Ana María Martínez Urrutia, que se habían desplazado a Antas con motivo de una conferencia y la exposición que sobre Federico García Lorca se celebraba en su pueblo.
El tema fundamental de su carta del 20 de septiembre de 1989 es, sin duda, la publicación de su libro Para cruzar el laberinto, pues comienza a realizar gestiones firmes que le llevarían, finalmente, a su publicación; no en la colección “Batarro”, como al parecer llegó a pensar inicialmente, sino en la editorial almeriense Río-Mar-Desierto, de Francisco Domene y el grupo poético “Alcaén”. Se hace eco, así mismo, de la inminente aparición del primer número de la revista “Batarro” en su segunda época y del destino que me sería asignado en el curso 89-90, en estos términos: “Mi querido amigo: Supongo sabrás ya dónde impartirás clase este año. Deseo que haya suerte y estés cerca, pues no quiero que te alejes. Ya me tendrás al corriente de la revista, que espero salga pronto, y sea como un radiente amanecer tras una larga oscuridad y abandono. Cuando salga me mandáis seis ejemplares.
Ahora estoy revisando <>. Yo espero darlo por definitivo para últimos de año.
Me gustaría me lo publicaseis vosotros, pero se trata de poemas autobiográficos, descarados y de frente. No es la poesía que hasta ahora conoces de mí. Hasta hace unos años, yo llevé una vida bastante agitada y maltrecha. Tuve una niñez y una adolescencia y juventud bastante represivas en todos los órdenes: en el sexual, en el político y en el religioso. Y para <> es un acto de rebeldía y queja ante todo ello. En este libro hay también un poema que le he dedicado a Pedro G. Martínez Domene por su interés y su lucha cultural en esta tierra de nuestros pecados.
Entre los poemas que están dedicados hay también para los poetas almerienses Domingo Nicolás, Paco Domene y Pura López Cortés.
Al libro no pienso ponerle ningún prólogo ni epílogo. Lleva un poema como preámbulo. Ahora tiene 55 poemas, pero todavía no he pensado en su índice definitivo, lo mismo pueden ser más que menos.
Saludos Para Diego Granados y Pedro G. Martínez Domene”.
En octubre de 1989 me remitía una nueva carta con matasellos del día 9, y cuyo contenido abunda en lo ya indicado en sus anteriores: su libro Para cruzar el laberinto y la publicación del mismo. No acierto a comprender por qué albergaba tantas reservas, creo que infundadas, sobre que el libro no pudiera interesar a “Batarro”: “Ya me están pasando a máquina <>. Después haré una selección de sus poemas y lo daré por acabado. Entonces te mandaré una copia para que lo conozcas.
Tengo escasas esperanzas de que os guste para su publicación. El libro es una ruptura en la forma y la técnica con mi poesía anterior.
Se trata de una poesía desarraigada y vagabunda, como mi propia vida. No respeto nada de lo que reprimió mi niñez, mi adolescencia y mi juventud. Y en ella reflejo mi desilusión y mi tristeza ante el tiempo que he vivido y sufro.
Su lenguaje no es oscuro y rebuscado, sino todo lo contrario, llano y claro. No nace de una concepción mística o religiosa de la vida, sino de un sentimiento profundo de rebeldía y lucha ante ella.
Sé que, posiblemente, esta poesía no sea de recibo por vuestra parte, por lo que, probablemente, tendré que ser yo quien edite el libro.
Saludos de mi madre”.
Al final de la carta, antecede a la fecha lo siguiente: “Antas, vergel cada día más difícil”. El 18 de diciembre de 1989 me escribía por penúltima vez y manifiesta su deseo de colaborar en el segundo número de la revista “Batarro”, que por aquel entonces daba sus primeros pasos. En seguida pasa a informarme de una entrevista que le hicieron en Canal Sur Radio y de las gestiones que realiza para la edición de su libro Para cruzar el laberinto: “El pasado viernes estuve en Almería en Canal Sur Radio, en una tertulia breve con el poeta alpujarreño Enrique Morón y José María Ortega (Delegado Provincial de Cultura). Le di tus señas y tu teléfono a Antonio Torres para que te llamen cualquier día.
<> se encuentra ya en Almería. Se lo he enviado a mi buen amigo el pintor Ginés Cervantes, para que, con Ceba, le den “un toque” al Director de <> para que éste intervenga en “Grafivoz”a la hora de pedir presupuesto para una edición de 400 ejemplares, para que “no se vayan por las nubes”, ya que no dispongo de mucho dinero.
<> consta de 55 poemas y uno como preámbulo. Pienso que puede ser un libro polémico, y que hasta puede escandalizar a algunos. Pero yo lo he escrito como un “testamento” fiel a mi pasado y sus vivencias. Concibo hoy la poesía ante todo como comunicación. Comunicación a los demás de nuestros sentimientos y vivencias, de nuestros recuerdos y contradicciones, de nuestras desesperanzas y brumas...”
Llega a su final este epistolario con la misiva que el poeta me dirigió el 11 de abril de 1990, unos pocos meses antes de su fallecimiento. En ella me da la triste noticia de que le han detectado una grave dolencia cardíaca de la que iban a intentar operarle en Granada, cosa que finalmente no pudo ser por sus problemas hepáticos y diabéticos. Se acercaba, sin duda, el final:
Queridos José Antonio y Rosario:
Os envío dos ejemplares de mi nuevo libro, “Para cruzar el laberinto”. En él hay un poema dedicado a vosotros y otro a Pedro G. Martínez Domene. Como no sé las señas de Pedro, os lo envío a vosotros para que se lo deis.
Tengo que daros una desagradable noticia: hace unos días estuve ingresado en el hospital de Huércal-Overa y probablemente me tengan que operar del corazón en Granada.
Ya he leído en el periódico que está a punto de salir el nº 2 de “Batarro”, espero que me mandéis un ejemplar.
A ver cuando aparecéis por aquí y hablamos, largo y tendido, sobre estos últimos tiempos(...) Recibid un ancho abrazo de vuestro amigo siempre
Antonio Jesús.
Así deseo cerrar este epistolario del poeta carrilano que vivió en la Calle La Era, s/n, de Antas, con este otro que tuvo el privilegio de conocerlo y gozar de su amistad en unos años de tanto dolor y tanta desazón espiritual para él: con esa invitación para realizarle una nueva visita y charlar sobre los días oscuros y otros que habrán de sobrevivirnos. Allí, en su jardín feraz de perfumadas naranjas, dejando volar los ojos y perderse en el horizonte tras los cabezos, a la caída de la tarde, con el poeta cabizbajo y de pausado andar, señor de las cenizas de El Argar, siempre con atisbos de entusiasmo y un brillo indescifrable en las pupilas: A ver cuando aparecéis por aquí y hablamos, largo y tendido, sobre estos últimos tiempos...
Por JOSÉ ANTONIO SÁEZ
Cuando mis sienes
se ensombrecen y mustian
ante la opaca soledad
que las envuelve
yo uso del derecho que me asiste
a ser distinto, diferente...
Cuando mi cuerpo añora
su temprana adolescencia,
me digo como Whitman:
a cada cual su especie
y condición.
Nunca amé la guerra ni sus secuaces:
la sangre de los hombres
es tan sagrada y fiel como la de los dioses.
Respeto a los que creen
más yo no creo en nada.
El universo es tan sutil y amante
que escapa a nuestra mente.
A veces vuelo alto
y otras me desprendo.
Soy tal vez tan sólo
un puñado leve de olvidos
que recorre en solitario
como un labio herido
o sombra maltratada
al borde sin residencias de su ocaso.
LIBRO: PARA CRUZAR EL LABERINTO
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