Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

sábado, 20 de abril de 2013

1622.- ALBERTO CASAÑAL SHAKERY



Alberto Casañal Shakery
Alberto Casañal Shakery (San Roque, Cádiz, 1875 - Zaragoza, 1943), poeta, comediógrafo, humorista y escritor costumbrista español.

Nació circunstancialmente en San Roque, Cádiz, hijo del conocido topógrafo Dionisio Casañal; fue a Zaragoza de niño y allí vivió siempre. Se licenció en Ciencias Físico-Químicas y fue catedrático de Matemáticas en la Escuela Industrial de Zaragoza. Comenzó a componer versos en grande abundancia y con la mejor gracia, siendo especialmente célebres sus romances baturros; el más popular de los poetas regionales aragoneses, llegó a ser nombrado hijo adoptivo de Zaragoza. Recopiló cantares tradicionales baturros y escribió en aragonés y castellano narraciones y muy numerosas piezas breves cómicas de teatro, casi siempre ambientadas en Aragón y de fuerte sabor regionalista, a veces en colaboración con su amigo Pablo Parellada. Colaboró en La Gran Vía, Barcelona Cómica, Pluma y Lápiz y otras publicaciones.

Obras (incompleto)

Teatro

La tronada
Angelistos al cielo
Los tenderos
La hora fatal
Los chicos de los pobres
La paga de alivio
Los pícaros estudiantes (zarzuela)
Con Pablo Parellada, Historia cómica de Zaragoza, La justicia de Almudévar, Recepción académica, Cambio de tren y El gay saber.

Versos

Fruslerías, versos, 1898.
Romances de ciego, 1910
Versos de muchos colores, 1912
Jotas, en colaboración con Sixto Celorrio, 1912;
Cantares baturros
Fruta de Aragón. Versos Baturros.
Romance, Vida y Retrato De Ramón Laborda (El Chato).

Narrativa

Cuentos baturros, 1898 y 1900
Mostilladas, cuentos
Una boda entre baturros, novela festiva en verso

Otros

Baturradas
Más baturradas, 1903.
Nuevas baturradas. Monólogos y diálogos baturros.
Epistolarlo baturro
Nuevo libro de los Enxemplos
De Utebo a Zaragoza.
Gramática parda y otras picardías





¡Güelta a las andadas!
¡Güelta a las glarimas y a los suspiricos!
¡Siempre lloriquiando como una Malena,
con los ojos cachos y medio escondido
como el que tie miedo
de que le castiguen por algún delito!
Mentira me paice
que seas hijo mío…
¿No te da güervenza, tener a estas horas,
diez años cumplidos
y pasate la vida llorando
lo mesmo que un crío?
¡Mia que acobardarse
por que está hace días con un panadizo
en el dedo pulgar y a puncháselo
va a venir esta tarde el médico!
Mentira me paice
que seas hijo mío…
¡Mia tú, que afligirse
por un punchacico!
¿Qué se te figura, que tó en este mundo
se riduce a brincar por los riscos,
a buscar pájaros, a dormir en la era
y a correr, por la parva, en el trillo?
¡Aspera una miaja
que no tendrás frío!
Ahora estás aprendiendo a ser hombre,
ahora estás principiando el camino
y hay de ti si al andar por el mundo
te falta el anímo!
Hay que ser valiente. Si ahora te acobardas
por un punchacico,
¿qué harás cuando tengas blanca la cabeza,
negro el pensamiento y el cuerpo tullido,
por las privaciones, por los desengaños,
por las amarguras y por los martirios?
¿Qué harás cuando al tiempo de cojer la jada
se te queden los brazos dormidos
y al rezar se te olviden los rezos
que en la escuela aprendiste de niño?
¿Qué harás cuando veas
relucir en los campos los trigos
y al día siguiente
los encuentras tronchados y tendidos,
en los surcos que abrieron tus manos
y que en un menuto destruyó el granizo?
¿Qué harás cuando veas
que ese gusanico
que dentro del pecho
llevamos metido
va el tiempo robándole
toas sus esperanzas y tos sus cariños?
¡Mia que acobardarse
por un punchacico!
Hay que ser valiente.
Pa vivir en el mundo es preciso
golverse de piedra
como aquel castillo
que, en lo alto del monte,
premacene incansable en su sitio,
sin que le amilanen
ni el aire, ni el agua, ni el calor, ni el frío.
¡Hay que ser de piedra pa los desengaños,
pa las alegrías y pa los martirios!
No te asuste el morir. Cuando güelves
de la sierra, suando y rendido
con un fajo de leña en la espalda,
¿no te da gustico
dejar en el suelo la carga que llevas
y acostado a la sombra de un pino,
con los ojos clavados en el cielo,
quedarte dormido?
Pues eso es la muerte;
un descanso en metá del camino.
Una siestecica que echamos los hombres
cuando nos sentimos
cansados de la vida, pa dispertar luego,
con mayores juerzas y mayores bríos,
allá arriba, ande están esperándonos
tós los que se fueron, to los que quisimos.
Hay que ser valiente. Yo no hi llorau nunca.
¡Nunca!… Y he vestido
a tu madre muerta.
Y a tus hermanicos,
pa no volver nunca, camino de Africa,
desde esta ventana partir los hi visto.
Y estoy viejo y probe,
y la fiebre me tie consumido.
Y, ya ves, sin glarimas ni quejas
a sufrir y a luchar me resigno
¡y aún levanto los ojos al cielo
pa dar gracias a Dios, que ha querido
dejame con vida
pa hacer de ti un hombre valeroso y dino!
¡Basta de glarimas!
¡Basta de suspiros!
Devanta los ojos, que al mirar al suelo
no es de hombres enteros, si no de vencidos.
No te aflijas, ni tiembres, ni llores.
Eso es poca cosa pa lo que te espera.
¡Ahora estás principiando el camino!
Mentira me paice
que seas hijo mío.





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