Juan Olivares González
Nació en Navas de San Juan (Jaén) en agosto de 1947. Maestro de Enseñanza Primaria, vive en su pueblo, donde ha trabajado en el Colegio Público “Virgen de la Estrella” desde 1970 hasta su jubilación, en agosto de 2007. Es asiduo colaborador de la prestigiosa publicación local “Stella”, habiendo intervenido durante varios años en la preparación y elaboración de la misma. Gran aficionado a la lectura, desde su juventud ha escrito prosa y, sobre todo, poesía. Tiene publicados los poemarios: De esta tierra (2002) y Añorada distancia y otros poemas (2003) y "Bajo la piel ceniza”, libro de treinta y seis poemas, editado por Playa de Ákaba en febrero de 2013, dentro de su colección de poesía.
Ha obtenido el Premio de Poesía en el III Certamen Literario “Carmen de Michelena” (Beas de Segura –Jaén-) en el año 2005.
Como se pierde el viento
En el límite exacto donde empieza la nada
y se extinguen las voces
definitivamente.
Allí donde la luz
va cediendo a las sombras,
donde el tiempo es ausencia
y espuma la esperanza,
te perderás conmigo
como se pierde el viento.
Ideario
Mi patria es este cielo azul que me rodea
y me llena de gozo y aviva mis recuerdos,
esta luz del verano y esta lluvia de otoño,
estos recios paisajes que llevo tan adentro.
Y es contemplar el paso de las estaciones
comprobando que el tiempo nos ha pertenecido,
y esperar tranquilamente la mañana.
Mi patria son los rostros y los nombres queridos,
las hermosas palabras,
los pequeños objetos cotidianos
y unas pocas creencias
que siempre me acompañan.
Futuro
Este incierto futuro que nos persigue siempre
como amenaza firme o velado temor
no conoce la luz de los días de junio
ni el color de las tardes de otoño.
No sabe de sonrisas ni fija la mirada
en la humilde frontera de la melancolía.
Desconoce la piel abrasada en caricias
y la reseca piel y los labios sellados.
Pocas veces amigo,
espera agazapado y nos sale al encuentro
y nos deja desnudos,
perdidos en la noche.
Carece de memoria
y de ahí su ceguera,
y de ahí su impiedad.
Mujer
Te quiero así, mujer, con la firmeza
desde tu piel, con el alma encendida,
dueña de tu destino, soñadora,
gozando plenamente tus edades,
enamorada, tierna, decidida.
Y así eres tú, generosa y abierta,
inagotable fuente de paz y de sosiego,
acogedor regazo de los tuyos,
moldeada con barro, como yo,
y, como yo, esplendor en el tiempo.
¿Quién desata su ira contra ti?
¿quién levanta la mano y te amenaza?
Mujer, esposa, madre, ¿quién te ofende?
¿y quién te desconoce y quién te hiere?
Hermana, amiga, hija, ¿quién te mata?
No hay media humanidad y hay otra media,
no existen dos verdades separadas,
son una sola carne tu mitad y la mía:
yo soy tu padre y he sido tu hijo
y tú eres nuestra madre, nuestra vida.
Invierno
Esta oscura presencia que recorre la tarde
me devuelve el invierno que creía tan lejano:
las brumas, el silencio de las noches sin término,
el campo en soledad, los pasos presurosos
que se pierden ajenos a cualquier sentimiento,
la impenitente lluvia, la desnudez del alma,
el aire que congela las miradas esquivas,
el temblor de las horas que se alargan despacio…
Miro a mi alrededor y de pronto comprendo
que es invierno esta tarde, que siempre será invierno.
EL MÁS LIMPIO POEMA
Mi padre no escribió nunca un poema,
quizás lo entreviera en las estrellas
alguna hermosa noche de verano,
con la brisa sobre la piel quemada,
recostado en la era,
o lo pensara contemplando a los hijos
o al sentir la presencia,
siempre serena y firme,
de mi madre,
su mitad, su eterna compañera.
Sin duda, lo trazó entre surcos
cultivando la huerta,
al desbrozar los campos,
al podar los olivos
o al coger la cosecha.
Mi padre no escribió nunca un poema
y puede que tampoco lo leyera.
Como tantos hombres y mujeres
que recorren el camino en silencio,
lo vivió cada día
y lo dejó en la memoria de los suyos
y esparcido por la amada tierra.
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