Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

sábado, 30 de marzo de 2013

1526.- JUAN RUFO




Juan Rufo  (Córdoba, 1547 - Córdoba, 1620) fue un escritor español.

Era hijo de un tintorero apellidado Rofos. Viajó a Portugal para esconderse por ciertas irregularidades administrativas. Cambió su apellido Gutiérrez en Rufo, variando el Rofos de su padre. Vivió en Toledo, en Sevilla, en Madrid y en Nápoles. Perdió buenamente el tiempo como estudiante en Salamanca. Sufrió varios encarcelamientos por aventuras galantes y toda su vida fue una lucha continua por salir de sus deudas de juego. Fue jurado de su ciudad, Córdoba, cargo al que renunció nueve veces, y cronista de Don Juan de Austria, al que acompañó en la campaña de Granada contra los moriscos sublevados (1568). En la batalla de Lepanto estuvo en la misma galera de este famoso general, y sobre dicha experiencia compuso su poema épico la Austríada (1584, reimpreso rápidamente dos veces más). Muerto su padre regresó a Córdoba y se hizo cargo de la tintorería familiar. Su hijo Luis Rufo (1581-1653) también sobresalió en las letras: fue poeta y pintor.
Tiene dedicada una calle en Córdoba.

Obras

La Austríada (1584) fue alabada por autores contemporáneos como Luis de Góngora o Miguel de Cervantes. En sus primeros dieciocho cantos se limita a versificar la Historia de las guerras de Granada de Diego Hurtado de Mendoza, que conoció manuscrita, y en lo que respecta a la batalla de Lepanto dispuso del mismo Juan de Austria como fuente, pero su valor poético no es muy elevado, pese a que el autor empleó diez años en retocarla y pulirla. Frente a otras obras del género, su estilo no se presenta excesivamente deudor de la retórica; lo que más utiliza son anáforas, símiles e interrogaciones retóricas, por lo cual se presenta como más accesible al lector que otras obras del género. Sigue fielmente la cronología y se muestra realista y poco deudor de la épica italiana, de la cual sólo toma como modelo a Ludovico Ariosto. De Toledo salieron Las seiscientas apotegmas (1596) que suponen uno de los primeros ejemplos de literatura epigramática en lengua española: dichos, aforismos, breves y brillantes reflexiones, en las que, además de la sagacidad y sensibilidad de su autor, se encierra la vida cotidiana de una época. Pese al título, consta de 707 apotegmas; sigue como modelo la Floresta española de appthegmas de Melchor de Santa Cruz, aparecida en 1574. Aunque coinciden generalmente en contenido y estilo, la obra de Rufo es más moralista y carece de esstructura temática. Es una obra de todo punto erasmista . La obra está escrita con un gran dominio de la lengua y revela en el escritor a alguien muy dotado para el ingenio y la frase aguda, que le valieron al autor los elogios de Baltasar Gracián.


“Una dama hermosa y sin señal de corta vista, traía un antojo a la cual dijo: otras le traen por ver más y vuestra merced por ser más vista.” Juan Rufo 






Fue Jurado de Córdoba y cronista de D. Juan de Austria, al que acompañó en las campañas de Granada y Lepanto. 
Gracián transcribe este soneto de Juan Rufo: 




Primeros versos


A una Ana.

Di, Ana, ¿eres Dïana? No es posible,
que eres fecunda y eres más hermosa.
¿Eres, por dicha, el Sol? Tampoco es cosa,
aunque sola, a tu sexo compatible.

¿Eres Belona bella? Fue terrible;
ni Venus, que era fácil, aunque diosa.
¿Pues qué serás, oh imagen milagrosa,
si el ser humana y tal es increíble?

Serás Dïana, Ana, en la pureza,
Febo en el resplandor y en la alegría;
en valor Palas, Venus en belleza;

y mujer a quien dio más que podía
la atenta y liberal Naturaleza
que, en hacerte, más hizo que sabía.





De "La Austríada" 



Viérades el goloso desatino
Desenfrenar su hambre insaciable
Tras la cendrada plata, el oro fino,
Y la seda, que en parte es estimable,
Sin perdonar a paño, cera o lino,
O a cualquiera otra alhaja miserable;
Tanto, que aquel se juzga más honrado
Que sale sin aliento y más cargado

Todas las más moriscas de la villa
Llevan captivas, pero no ligadas,
Como ya se acostumbra de trailla,
O con duras esposas apretadas;
Antes, ¡oh engaño indigno de mancilla!
Con armas de sus dueños van cargadas,
Los cuales se las daban porque el peso
Las fuerzas les quitaba, y aun el seso. (VI, 15-16)




¡Oh infame embriaguez, gula hambrienta,
Odiosa ingratitud, mal incurable,
Inútil bestia, hidrópica, sedienta,
Desasosiego y ansia intolerable;
Miseria que de hambre se alimenta,
Contraria de lo justo y razonable,
Con falsas apariencias de riqueza,
Y esencia de asperísima pobreza!. (XXIV, 90)






Carta literaria
(fragmento)

Juan Rufo

Mas cuando sufra tu edad
tratar de mayores cosas,
con palabras amorosas
te enseñar é la verdad;

no con rigor que te ofenda,
ni blandura que te dañe,
ni aspereza que te extrañe,
ni temor que te suspenda;

antes con sana doctrina
y t ermino acompasado,
conforme soy obligado
por ley humana y divina.

Mas, pues la vida es incierta
y no s é, por ser mortal,
si al entrar t ú por su umbral
saldr è yo por la otra puerta,

esto que escribiere aqu í
con paternal afi ci ón,
en los años de raz ón
traslada, mi hijo, en ti.

Ver ás la fe encarecida
con que pude y quise amarte,
y quisiera gobernarte
en las ondas de tu vida.

en cuyo corto viaje
hallar ás tormentas largas,
mudanzas, disgustos, cargas
y mal seguro pasaje...

Ver ás que cada animal
(conforme su inclinación)
sigue la disposici ón
de su instinto natural,

y s ólo el hombre pervierte
sus justas obligaciones
sino vence sus pasiones
como valeroso y fuerte...

Sabe, hijo, que si vas
por el derecho camino,
un esp íritu divino,
un ángel parecer ás;

mas si tuerces la carrera
en esta vida mortal,
quedar ás, de racional,
convertido en bestia fi era.

Tu secreto en cualquier cosa
comuní calo contigo,
y no obligues a tu amigo
a carga tan peligrosa.

Si te es dif ícil cubrirlo,
como muchas veces suele,
el otro, a quien menos duele,
¿qu é har á si no decirlo?

De la dudosa esperanza
nunca hagas certidumbre,
pues por natural costumbre
aun en lo cierto hay mudanza...

Lo que cierto no supieres,
no te hagas de ello autor:
callarlo es mucho mejor
mientras dudoso estuvieres...

Ten siempre puesta la mira
en tratar pura verdad,
porque es gran calamidad
el ser cogido en mentira...

No f íes en los placeres,
porque pasan como el viento,
y cuando est és descontento
disimula si pudieres;

porque el mal, comunicado,
aunque dicen que es menor,
no arguye tanto valor
como el secreto callado...

Es la envidia testimonio
que denota vil flaqueza:
es malicia, y es simpleza,
es desdicha, y es demonio.

Holgar con el bien ajeno
es ser partí cipe de él,
y piedra de toque fiel
donde se conoce al bueno...

Las horas y su medida
debes, hijo, conocer,
y echar en ellas de ver
la brevedad de la vida...

Obra con peso y medida
y coger ás con decoro
de las horas aquel oro
que enriquece m ás la vida.

Y continuo se te acuerde
de que el tiempo bien gastado,
aunque parezca pasado,
no se pasa ni se pierde.

P àsase y pi érdese aquel
que los hombres gastan mal,
y es desdicha sin igual
que se pierdan ellos y el...

Del que te burl ó primera,
gu árdate la vez segunda,
y si en efecto secunda,
v élate bien la tercera.

Y piensa que el trato vil
redunda en tu menosprecio,
que si eres tres veces necio,
lo ser as trescientas mil...

M ás vale un tardar prudente,
aunque cause pena esquiva,
que la priesa intempestiva
si el caso no la consiente.

Que mejor es con trabajo
esperar lo deseado,
que perder lo trabajado
por codicia de un atajo...

La vida es largo morir,
y el morir fi n de esa muerte;
procura morir de suerte
que comiences a vivir.


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