Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

viernes, 22 de marzo de 2013

1488.- JUAN VALERA



Juan Valera
Juan Valera y Alcalá-Galiano (Cabra, Córdoba, 18 de octubre de 1824 — Madrid, 18 de abril de 1905) fue un diplomático, político y escritor español.

Hijo de José Valera y Viaña y de Dolores Alcalá-Galiano, marquesa de la Paniega. Estudió Lengua y Filosofía en el seminario de Málaga entre 1837 y 1840 y en el colegio Sacromonte de Granada en 1841. Luego inició estudios de Filosofía y Derecho en la Universidad de Granada. Empezó a ejercer la carrera diplomática en Nápoles junto al embajador y poeta Ángel de Saavedra, Duque de Rivas; allí estuvo dos años y medio aprendiendo griego y entablando una amistad profunda con Lucía Paladí, marquesa de Bedmar, "La Dama Griega" o "La Muerta", como gustaba de llamarla, a quien quiso mucho y que le marcó enormemente. Después, distintos destinos lo llevaron a viajar por buena parte de Europa y América: Dresde, San Petersburgo, Lisboa, Río de Janeiro, Nápoles, Washington, París, Bruselas y Viena. De todos estos viajes dejó constancia en un entretenido epistolario excepcionalmente bien escrito e inmediatamente publicado sin su conocimiento en España, lo que le molestó bastante, pues no ahorraba datos sobre sus múltiples aventuras amorosas. Fue especialmente importante su enamoramiento de la actriz Magdalena Brohan.
En 1858 se jubiló y decidió establecerse en Madrid, donde inició una desganada carrera política: fue diputado por Archidona, oficial de la secretaría de estado, subsecretario y ministro de Instrucción Pública con Amadeo de Saboya. En 1860 explicó en el Ateneo de Madrid la Historia crítica de nuestra poesía con un éxito inmenso. En 1861 se casó en París con Dolores Delavat. Le eligieron miembro de la Real Academia Española en 1862. Fue embajador en Lisboa, Bruselas, Viena y Washington; en esta última ciudad mantuvo una relación amorosa con la hija del secretario de estado estadounidense, Katherine C. Bayard, que acabó suicidándose. Durante sus últimos años, aquejado de ceguera, mantuvo una famosa tertulia nocturna en su casa de Madrid a la que acudían entre otros Marcelino Menéndez Pelayo y Ramón Pérez de Ayala.
Colaboró en diversas revistas desde que como estudiante lo hiciera en La Alhambra. Fue director de una serie de periódicos y revistas, fundó El Cócora y El Contemporáneo y escribió en Revista de Ambos Mundos, Revista Peninsular, El Estado, La América, El Mundo Pintoresco, La Malva, La Esperanza, El Pensamiento Español y otras muchas revistas. Fue diputado a Cortes, secretario del Congreso y se dedicó al mismo tiempo a la literatura y a la crítica literaria. Perteneció a la época del Romanticismo, pero nunca fue un hombre ni un escritor romántico, sino un epicúreo andaluz, culto, irónico y amante del sexo.
Amplió largamente su cultura mediante los viajes y un estudio constante. El hispanista y literato Gerald Brenan asegura que fue el mejor crítico literario del siglo XIX después de Menéndez Pelayo; actuó siempre por encima y al margen de las modas literarias de su tiempo, rigiéndose por unos principios estéticos generales de sesgo idealista. Fue uno de los españoles más cultos de su época, propietario de una portentosa memoria y con un gran conocimiento de los clásicos grecolatinos; además, hablaba, leía y escribía el francés, el italiano, el inglés y el alemán. Tuvo fama de epicúreo, elegante y de buen gusto en su vida y en sus obras, y fue un literato muy admirado como ameno estilista y por su talento para delinear la psicología de sus personajes, en especial los femeninos; cultivó en ensayo, la crítica literaria, el relato corto, la novela, la historia (el volumen VI de la Historia general de España de Modesto Lafuente y algunos artículos) y la poesía; le declararon su admiración escritores como José Martínez Ruiz, Eugenio D'Ors y los modernistas (una crítica suya presentó a los españoles la verdadera dimensión y méritos de la obra de Rubén Darío).
Ideológicamente, era un liberal moderado, tolerante y elegantemente escéptico en cuanto a lo religioso, lo que explicaría el enfoque de algunas de sus novelas, la más famosa de las cuales continúa siendo Pepita Jiménez (1874), publicada inicialmente por entregas en la “Revista de España”, traducida a diez lenguas en su época y que vendió más de 100.000 ejemplares; el gran compositor Isaac Albéniz hizo una ópera del mismo título.
Fue tío del escultor Lorenzo Coullaut Valera, que precisamente sería el encargado de realizar el monumento que se le dedicó en el Paseo de Recoletos de Madrid.

Ideas, estilo y temas

Cultivó diferentes géneros. Como novelista, fueron dos sus ideas fundamentales:
La novela debe reflejar la vida, pero de una manera idealizada y embellecida. Es realista porque rechaza los excesos de fantasía y sentimentalismo y porque escoge ambientes precisos, pero a la vez procura eliminar los aspectos penosos y crudos de la realidad. La diferencia con Galdós es evidente, ya que éste considera que la novela tiene que ser fiel reflejo de la realidad.
La novela es arte, su fin es la creación de la belleza. De ahí que cuide tanto el estilo. Éste se caracteriza por su corrección, precisión, sencillez y armonía.
Se pueden reducir a dos los temas fundamentales de sus obras: los conflictos amorosos y los religiosos.

Obra

Cultivó todos los géneros literario: epistolar, periodístico, crítica literaria, poesía, teatro, cuento y novela. Sus obras completas alcanzan los 46 volúmenes.

Narrativa extensa

Pepita Jiménez (1874, la más perfecta). En ella consigue el ideal que siempre persiguió su autor, el arte por el arte. Escribió esta novela a los 50 años de edad y fue convertida en ópera con música de Isaac Albéniz.
Las ilusiones del doctor Faustino (1875).
El comendador Mendoza, 1876.
Doña Luz (1879).
Pasarse de listo, (1878).
Juanita la Larga (1895).
Genio y figura (1897).
Morsamor (1899).
Elisa, "la Malagueña" (inacabada).

Narrativa corta

Parsondes
El pájaro verde
La buena fama
La muñequita
Cuentos y chascarrillos andaluces, 1896
Cuentos y diálogos
Novelas y fragmentos, 1907.
Cuentos, 1908.
El bermejino prehistórico
Garuda o la cigüeña blanca

Teatro

Asclepigenia, 1878, diálogo.
Gopa
La venganza de Atahualpa
Lo mejor del tesoro
Estragos de amor y de celos

Artículos y ensayos

Disertaciones y juicios literarios, Madrid, 1878.
Estudios críticos sobre literatura, política y costumbres de nuestros días, 1864.
Estudios críticos sobre filosofía y religión, 1883 a 1889.
Nuevos estudios críticos, Madrid, 1888.
Del Romanticismo en España y de Espronceda
De la naturaleza y carácter de la novela
De lo castizo de nuestra cultura en el siglo XVIII y en el presente
Apuntes sobre el nuevo arte de escribir novelas, 1887, donde polemiza con Emilia Pardo Bazán sobre el Naturalismo.
Del chiste y la amenidad del estilo
La poesía lírica y épica en la España del siglo XIX
La poesía popular como ejemplo del punto en que deberían coincidir la idea vulgar y la idea académica sobre la lengua castellana
La libertad en el arte
Del influjo de la Inquisición y del fanatismo religioso en la decadencia de la literatura española
Del misticismo en la poesía española
La novela en España
Sobre el Quijote y sobre las diferentes maneras de comnetarle y jugarle (1861).
Consideraciones sobre el Quijote
De la doctrina del progreso
La enseñanza de la Filosofía en las Universidades
El racionalismo armónico (sobre el Krausismo)
De la filosofía española
Psicología del amor
Metafísica a la ligera
La metafísica y la poesía
Sobre los varios modos de entender la Historia
De la revolución en Italia, España y Portugal
Sobre el concepto que hoy se forma de España (1868, publicada en la Revista de España).
La revolución y la libertad religiosa en España
Cartas americanas, 1889.
Nuevas cartas americanas, 1890.
Notas diplomáticas
Ventura de la Vega, 1891.
Crítica literaria, 14 vols.

Poesías

Al principio, en 1840, cultivó un cierto Romanticismo, pero pronto se decantó por la inspiración clásica y los temas antiguos.
Ensayos poéticos, 1844.

Traducciones

Dafnis y Cloe de Longo.
Pastorales, de Longo.
Traducciones de poemas de Byron, Goethe, Abul-Becka, Russell Lowell, Wetmore Story, Greenleaf Whittier
Poesía y arte de los árabes en España y Sicilia, de Schack.

Epistolario

Editado modernamente con las cartas que escribió a Leopoldo Augusto de Cueto, Marcelino Menéndez y Pelayo, Miguel de los Santos Álvarez y otros.








Amor

   Del tierno pecho aquel amor nacido,
que él viviendo mis delicias era,
creció, quiso el pecho salir fuera,
pudo volar y abandonó su nido.

   Y no logrando yo darle al olvido,
le busqué inútilmente por doquiera,
y ya pensaba que en la cuarta esfera
se hubiese al centro de la luz unido,

   cuando tus ojos vi, señora mía,
y en ellos a mi amor con esperanza,
y llamándole a mí tendí los brazos;

   mas él me desconoce, guerra impía
mueve en mi daño y flechas que me lanza
hacen mi pobre corazón pedazos.




Soneto

   Cual la perla que vierte la mañana
en el virgíneo cáliz de la rosa,
cuando el aura la mece cariñosa
y el sol desde el Oriente la engalana;

   tal sí de tus ojos, linda Juana,
se despende una lágrima que, hermosa,
rueda por la mejilla pudorosa,
y más con ella tu beldad se ufana.

   Que un delicado beso al darte amante
el que cubre tu rostro aljófar bello
inflama el corazón de tal manera,

   que quisiera mi pecho palpitante
que siempre, ¡dulce bien!, por recogello,
tu llanto el rostro plácido cubriera.





A Rojana

   Es mi anhelo vivir siempre contigo,
oír tu dulce y regalado acento,
mirar tus ojos, respirar tu aliento,
sin rival de mi dicha, ni testigo.

   Yo tanto bien, Rojana, no consigo,
mátame, pues, y acabe mi tormento;
mas al verme morir, por un momento
une tu labio al labio de tu amigo.

   Pensando en esta dicha que me espera,
si mi llanto y mis ruegos no son vanos,
con la esperanza de morir me alegro.

   ¡Cuán supremo deleite yo sintiera
si me amarrasen al morir, las manos
con una trenza de tu pelo negro!





Soneto

   Cuando robó Plutón, enamorado,
de los bosques de vívida esmeralda
a Proserpina, que la blanca falda
violas robada del florido prado,

   ardió de gozo en brazos de su amado;  
y lanzadas las flores a su espalda,
lloró perdida la nupcial guirnalda
que en el suelo natal había segado.

   Así, el ardiente espíritu del hombre,
que desatar anhela las cadenas 10
que le sujetan, y volar al cielo,

   aunque al llegar la muerte no se asombre,
siente, no obstante, punzadoras penas
al perder los placeres de este suelo.






Imitación de Lamartine

   Cuando los años con veloz carrera
arrebaten la flor de tu hermosura,
y en lágrimas bañados de amargura
tus ojos lloren tu beldad primera,

   no en el cristal tu imagen lisonjera
busques entonces con falaz locura,
ni del arroyo en la corriente pura
que blanda fertiliza la pradera;

   sino en mi pecho, donde eternas viven
mi ternura y mi fe; de tu belleza
bajo el abrigo de mi amor florece;

   de tus recuerdos sin cesar reviven;
de tu virtud y virginal pureza
tienen un templo que jamás fenece.





Fantasía

Un campo es el corazón,
un campo que tiene flores,
que se engalana con ellas
porque son sus ilusiones,
con cuyo perfume alienta,
cuyo perfume es su goce,
cuyo perfume embalsama
del corazón las regiones;
porque en el aire perdidas
las esperanzas del hombre,
son de la flor la semilla
con la que el campo cubriose.
Pero esta flor se marchita,
que está del sepulcro al borde,
porque tan sólo un momento
nos duran las ilusiones,
y el jardín se cambia en páramo
y en hojas secas las flores,
porque yermo el corazón
para siempre ya quedose.
Porque hay un huracán en la llanura
que el viento del deseo lo formó,
que marchitó del campo la verdura
y la flor gaya de ilusión seco.
Y este huracán, que lo engendró el deseo,
es la pasión que vomitó Luzbel,
y en sus alas marchito y en trofeo
lleva el que fue del corazón vergel.
Y deja un tronco seco y deshojado
de espinas lleno, lleno de dolor,
y éste es el desengaño, que clavado
se nos queda cual dardo matador.





A María

Dulce me eres,
linda morena,
como me es dulce
de primavera
naciente aurora
de luces bellas.
Que son tus ojos
que mi alma queman,
soles nacientes:
y tus guedejas,
que al aire flotan
o en lindas trenzas
caen en tu espalda, 
son por lo negras
como azabache,
y por lo luengas
como el cariño
que mi alma encierra
y que consagra
a tu belleza;
porque tu forma
toda es perfecta
toda es divina,
toda es aérea.
Es cual de un ángel
la tu voz tierna,
como un suspiro
que el aire lleva,
como el remate
de dulce endecha,
como el arrullo
de tierna queja
de la paloma
de amores llena.
Es lo que siente
tu alma bella,
que más encanta
que tu belleza,
puro y virgíneo
cual tu alma mesma,
cual el aliento
del Criador fuera
cual son dulcísimo
que exhala tierna
la lira armónica
del rey poeta.
Así, mi niña,
son las tus prendas
cual el perfume
de la flor bella
que el dulce céfiro
en alas lleva.
Por eso el pecho
mío se queja,
por eso siento
que mi alma incendias
en fuego vivo
de amor y penas,
un fuego eterno
que no remedian
mil y mil muertes
si mil me dieran,
que no consume
aunque quisiera
el agua toda
que, bravo, encierra
el mar ruidoso
que el mundo cerca,
ni el río de lágrimas
que lastimera
arroja mi alma
de amor deshecha.
Sólo tu labio,
tu mano bella
mi fuego ardiente
calmar pudieran.






En el álbum de María

En tu virgínea frente,
de olorosos jazmines coronada,
el pudor dulcemente
la mano delicada
puso, y dejola de ilusión colmada.
En tu mirada, pura
más que la luz de la naciente aurora,
la inocencia fulgura,
entre sus llamas mora,
y nítidos ensueños atesora.
El dedo colocado
sobre la dulce boca, adormeciendo
el velador cuidado
del mundanal estruendo,
mientras tu corazón está durmiendo.
Duerme, duerme, ángel mío,
en fresco lecho de encantadas flores;
el ave en el sombrío
te cante sus amores,
el céfiro te arrulle y vierta olores.






A Lucinda

T' is sweet to be awaken'd by the. &
DON JUAN, C. I.

Dulce es el tierno canto
del ruiseñor amante,
que en la tranquila noche
resuena sin cesar.
Dulce junto a la fuente
límpida y susurrante
adormirse arrullado
del céfiro fugaz.
De la armoniosa música
los melodiosos sones,
que de amor estremecer,
el blando corazón.
La voz de las doncellas
mezclada en las canciones,
el son del arpa de oro
del tierno trovador.]
Es dulce de las copas
el alegre estallido,
y dulce del banquete
el placer mundanal;
aspirar el aliento,
en el salón perdido,
de tanta enamorada
voluptuosa beldad.
Es dulce el giro rápido
del baile delicioso
de las cándidas vírgenes
que suspiran de amor;
de sus trémulos pechos
el deleite amoroso,
de sus miradas púdicas
el arrobado ardor.
Es dulce allá en los mares,
en la noche callada,
la canción ardorosa
del triste pescador;
por las tranquilas ondas
oírse modulada,
al compás de los remos
del ardiente amador.
Y es dulce el leve aroma
de las virgíneas flores,
que en su alas conduce
el céfiro gentil;
pero más es tu aliento
cuando me hablas de amores
con tus divinos labios
de nítido carmín.
Más dulces son tus ojos
o tu virgínea frente,
más dulce de tu pecho
el celestial ardor;
más dulce de tus labios
un beso tierno ardiente,
que todo lo más dulce
más dulce, más, tu amor.






A Laureta

¡Ay! Cuán hermosa, cándida y divina
brilla en su frente la inocencia pura,
más alba que la luz que el sol fulgura
al nacer entre mares de carmín.
Qué blondos sus cabellos aromados
que en mil rizos descienden por su espalda,
adornados tal vez de una guirnalda
de azucenas y cándido jazmín.
¡Qué pureza en sus labios sonrosados
y en sus mejillas de tempranas rosas!
¡Qué dulces sus palabras melodiosas!
¡Qué inocentes sus ósculos de amor!
Te alzas al cielo de placer radiante...
¿Qué deleite sus ojos embriaga
y qué secreta inspiración te halaga
que hace latir tu tierno corazón?
Porque esos ojos del azul del cielo,
brillantes cual la luz de la mañana,
sin una chispa de fulgor profana
buscan del cielo la suprema luz;
porque es un ángel desterrado al mundo
la celestial y púdica Laureta,
ángel que hiere el alma del poeta
y hace vibrar las cuerdas del laúd.
Santa inocencia te proteja siempre
cuando cesando tu dichosa infancia,
cual puro cáliz de eternal fragancia,
se abra al amor tu virgen corazón.
Pobre inocente púdica Laureta,
más pura que el amor de los querubes,
¿por qué sobre sus alas no te subes
a la celeste fúlgida mansión?
  



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