ALONSO VERDUGO CASTILLA
Jaén, Alcala la Real 03.09.1706 + Italia, Torino 27.03.1767
Alonso Verdugo
Alonso Verdugo y Castilla Ursúa y Lasso de Castilla, III Conde de Torrepalma.
Caballero de Calatrava (1756), fue mayordomo de semana de Su Majestad (1775), ministro plenipotenciario en Viena hasta 1760 y después en Turín entre 1760 y 1767. Miembro de número de la Real Academia de la Lengua y cofundador en 1735 y miembro de número de la de la Historia; también perteneció a la de Bellas Artes de San Fernando. Animó, además, dos cenáculos poéticos: la Academia del Trípode en Granada y la Academia del Buen Gusto en Madrid.
Su poesía se dirigía a un reducido grupo de amigos y adeptos, con un muy elaborado culteranismo, lo que le valió el sobrenombre de "El Difícil". Sin embargo en sus versos aparece también el influjo de Lope de Vega y de Juan de Jáuregui. Utilizó a Ovidio para su gran poema Deucalión (editado póstumamente en el Parnaso español de 1770 y luego en 1854 por Cayetano Rosell). Se han conservado también romances, sonetos, elegías, etcétera y un poema denominado Las ruinas. Pensamientos tristes, que anuncia ya la sensibilidad del Prerromanticismo en hermosas series de endecasílabos blancos. En él un pastor, de nombre Alfeo, llora los desdenes de Filis junto a las ruinas del Alcázar de Toledo con un nuevo tono, reconcentrado e intimista. Leopoldo Augusto de Cueto le atribuyó otro poema, El juicio final, que parece ser obra de José Antonio Porcel. Entre los principales estudiosos de este poeta hay que citar en especial a Nicolás Marín.
A Nuestra Señora de la Aurora
Ya del eterno Sol, divina Aurora,
a tu Albor matutino, un nuevo día,
renace el pueblo y de la noche fría
huye el horror y el cielo se colora.
Ya te saluda en tu primera hora
tanta ave dulce, dulce Ave María,
compitiendo en tu agrado la armonía
del que himnos canta y del que culpas llora.
Salude alba tan pura húmedo cielo
con fecundo rocío y tu semblante
vivifique uno y otro campo adusto.
Vuelve, Señora, a ser nuestro consuelo;
danos nube de lluvias abundante,
como antes diste de tu seno al «Justo».
Soneto satírico
Si en la hebrea hermosura que desdora
la memoria de Alfonso, esclarecido
de España, el hado infausto vio vertido
el encantado cesto de Pandora.
Si al copiar la beldad que lo enamora,
Ulloa, a mis desgracias ofrecido,
vio inanimado el bulto apetecido
que con celeste ardor se informa ahora.
Ya, mejor, Prometeo, a su hermosura,
da, con fuego apolíneo, ser segundo,
en luz, robada no, sino influida
de numen tal, que a su eficacia pura
deben belleza, acierto, aplauso, vida,
Raquel la copia, Altamirano el mundo.
Reverso de la medalla antecedente
Al fuerte patriarca la primera
Raquel a larga senectud redujo;
al victorioso Alfonso, torpe indujo
la segunda a manchar su gloria entera.
La mental, la canora, la tercera,
al grande Ulloa duros hados trujo.
¡Oh hermosura nociva, cuyo influjo
fatal aun en las copias persevera!
Mas ya de la beldad el hado infausto
vence un ímpetu sacro y soberano
que en nueva copia el nombre antiguo emplea.
Jacob descanse, Alfonso viva casto,
Ulloa se asegure; Altamirano
lo enmienda todo, haciendo a Raquel fea.
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