Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

viernes, 22 de marzo de 2013

1474.- JUAN PÉREZ DE GUZMÁN


File:Juan Pérez de Guzmán Y Gallo.jpg

Juan Pérez de Guzmán y Gallo (Ronda 1841 — 22 de abril de 1928) fue un periodista, historiador, polígrafo español. Fue elegido Secretario Perpetuo de la Real Academia de la Historia el 20 de abril de 1906. Tomó posesión el 20 de mayo de 1906, elegido para ocupar el sitial vacante por la muerte de D. Manuel Dánvila (Diario ABC,lunes 21 de mayo de 1906, pág. 12) hasta su fallecimiento.
Centró su labor investigadora en el reinado de Carlos IV y en la Guerra de la Independencia: Estudios de la vida, reinado, proscripción y muerte de Carlos IV y María Luisa de Borbón, Reyes de España (1908) o El dos de mayo en Madrid (1908). Es el genuino representante de la “leyenda rosa” de Godoy, cuya figura y la de los reyes reivindica en numerosos escritos, como “Reparaciones a la vida e historia de Carlos IV y María Luisa”, en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, núm. 4, abril de 1904, pp. 243-268; '“El protectorado del Príncipe de la Paz a las ciencias y a las letras”, en La España Moderna, núm. 199, 1905, pp. 132-165; “El Toisón y la Legión de Honor”, en La Ilustración Española y Americana, 22 de enero, 1907, pp. 35-38, y, entre otros, “La rehabilitación del Príncipe de la Paz”, en La Ilustración Española y Americana, 8, 15, 22 y 30 de agosto de 1907. El conocimiento de la copiosa correspondencia mantenida entre la reina y el privado le llevó a presentar en sus trabajos a una María Luisa “poco menos que canonizable”, según Carlos Seco Serrano. Su apasionada defensa de los reyes y del valido (Vid. También La Historia inédita. Estudios de la vida, reinado, proscripción y muerte de Carlos IV y María Luisa, Madrid, Jaime Ratés Martín, 1908), pese a la abundante documentación en que se apoyaba, suscitó una dura réplica desde el extremo opuesto, encarnada fundamentalmente en los escritos del “diplomático metido a historiador” marqués de Villaurrutia. Pérez de Guzmán ingresó en 1905 en la Academia de la Historia, de la que fue secretario perpetuo desde 1913. Publicó sus Memorias de 1913 a 1921.
Por el libro –finalista del XIV premio Comillas– de La Parra desfilan la leyenda de los amores de la reina con el valido, la relación de éste con los hombres de la Ilustración, los complejos avatares de la política internacional, los intrincados meandros de las enemistades interiores y, en fin, los largos años de exilio. Todo ello en un extenso y apretado texto de casi 600 páginas, con un apartado de apéndices dedicado a numerosísimas notas, gran número de fuentes, copiosa y moderna bibliografía, una valiosa cronología del protagonista de la historia y un utilísimo y muy completo índice onomástico. Una obra, en suma, que viene a llenar el lamentable vacío historiográfico que, como ya se ha dicho reiteradamente, existe en torno a personaje tan decisivo de nuestra historia como fue Manuel Godoy. El texto no oculta ni disimula los aspectos negativos del ministro: su ambición desmesurada, su falta de escrúpulos a la hora de amasar una cuantiosa fortuna y de acumular bienes y prebendas. Pero al mismo tiempo, el profesor alicantino reconoce dos hechos innegables: primero, que el origen de su privanza y la razón de su ascenso estuvo “en el deslumbramiento que en sus regios protectores produjo la convicción de haber hallado en él al más incondicional guía para conducir la monarquía y encumbrar al país cuando descargaba sobre Europa la tormenta de la Revolución”; y segundo, que Godoy respondió a la confianza que en él se depositó con una lealtad sin fisuras y con un esfuerzo personal extraordinario, “sin regatear un momento de agotador trabajo para conseguirlo”, animado siempre por la más diligente voluntad de servicio para con los reyes y para con el país, “aunque pocas veces midió sus fuerzas, y confió demasiado en sí mismo, hasta convertirse en ‘náufrago’, y no piloto, en la tormenta europea”

Autor dramático e inspirado poeta, amó profundamente a su tierra; su rondeñismo, que todavía espera un reconocimiento local a la altura de su figura, lo tuvo siempre a mano; en las páginas de sus diarios nunca faltaron noticias de su ciudad, ni elogios a los autores y personajes rondeños de la época. Ronda, de la que no dudó en aceptar la alcaldía cuando se la ofrecieron, fue durante toda su vida su medicina y su paraíso. Una promesa hecha de no volver, por no haber podido ver a su madre muerta, le amargaron los últimos años de existencia. Así expresó en versos el dolor que le producía la plural ausencia: 



 Ya jamás te he de ver ilustre Ronda 
 no la he visto morir, no la vi muerta 
 y nunca he de volver a aquella puerta 
 donde a mi voz mi madre no responda 






Soneto

   ¿Qué me case decís? Disimulad
que renuncie tan fiel proposición:
tengo, señora, entera la razón
e indómita la libre voluntad.

   ¿Qué es la mujer un puerto de piedad?  
Ha tiempo que aprendí que todas son
un mar donde zozobra el corazón
y una playa de arena y soledad.

   La dicha del amor y la virtud,
hermosa aspiración del alma fue  
que halagó mi florida juventud.

   Cuanto por ellas padecí, no sé;
sólo que vivo en mísera inquietud,
sumido en las ausencias de mi fe.





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