Luis Pérez Infante
(Galaroza (HUELVA) 1912 ─ Montevideo (URUGUAY) 1968), es un autor absolutamente desconocido entre nosotros. En 1936 fundó junto a J. Ruiz Peña y Francisco Infantes Florido la revista Nueva Poesía, adscrita a la poesía pura. Especialmente borrascosa es la polémica que el propio Pérez Infante mantiene en esta revista con el oriolano Ramón Sijé, pocos días antes de la muerte de éste. La sublevación fascista lo sorprendió en Madrid, realizando oposiciones. Afiliado al partido comunista, trabajó en la redacción de Hora de España y El Mono Azul donde publicará La muerte de Durruti, uno de los romances más celebrados de la contienda. En Madrid trabó amistad con Alberti, Neruda o Bergamín. El 3 de agosto de 1939, enfermo, se embarca en el mítico Formosa, fletado por Neruda desde Burdeos hasta Valparaíso, con un pasaje de más de 50 intelectuales españoles, entre los que se encuentran los hermanos de Antonio Machado, José y Joaquín. De Chile pasa a Argentina y de allí a Montevideo (1946) ciudad que ya no abandonará, salvo para pronunciar conferencias sobre el drama del exilio español. En la capital oriental colaboró con La Casa de España y el semanario España Democrática. Falleció el 29 de abril de 1968, cuando ya el régimen franquista, tocado de esclerosis, se disponía a su disolución monárquica.
(Galaroza (HUELVA) 1912 ─ Montevideo (URUGUAY) 1968), es un autor absolutamente desconocido entre nosotros. En 1936 fundó junto a J. Ruiz Peña y Francisco Infantes Florido la revista Nueva Poesía, adscrita a la poesía pura. Especialmente borrascosa es la polémica que el propio Pérez Infante mantiene en esta revista con el oriolano Ramón Sijé, pocos días antes de la muerte de éste. La sublevación fascista lo sorprendió en Madrid, realizando oposiciones. Afiliado al partido comunista, trabajó en la redacción de Hora de España y El Mono Azul donde publicará La muerte de Durruti, uno de los romances más celebrados de la contienda. En Madrid trabó amistad con Alberti, Neruda o Bergamín. El 3 de agosto de 1939, enfermo, se embarca en el mítico Formosa, fletado por Neruda desde Burdeos hasta Valparaíso, con un pasaje de más de 50 intelectuales españoles, entre los que se encuentran los hermanos de Antonio Machado, José y Joaquín. De Chile pasa a Argentina y de allí a Montevideo (1946) ciudad que ya no abandonará, salvo para pronunciar conferencias sobre el drama del exilio español. En la capital oriental colaboró con La Casa de España y el semanario España Democrática. Falleció el 29 de abril de 1968, cuando ya el régimen franquista, tocado de esclerosis, se disponía a su disolución monárquica.
[Selección poemas y notas Manuel Moya]
VOLUNTARIOS DE LA LIBERTAD
No importa de qué tierras.
Olvidasteis el nombre
de la ciudad que os asombró de niños.
Las canciones de cuna
quedaron repitiéndolas los yelos
dorándolas espigas
o negras al amor de ardientes soles.
Dejasteis los talleres,
el campo y su abundancia, los lugares
en vida convertidos
por vuestros rudos, vigorosos brazos,
el hogar y su lecho
que a descansar invita diariamente.
No importa de qué tierras
cuando la patria es una para todos.
Las letras se olvidaron,
las que dieron el nombre a las amadas
cosas, a la caricia
de la angustiada madre, a su ternura,
a su palabra trémula
que conmueve el oído de la amante.
Las que os sirvieron luego
para calar muy hondo en el estudio
las bellísimas letras
que hicieron vuestros ojos admirados,
niños de las ventanas,
que inundaban de luz tantas verdades.
El idioma no importa:
los hombres libres hablan una lengua.
Nos importa esa lengua.
Aquí la habéis hablado,
si en treinta y ocho idiomas diferentes,
vibrando al mismo impulso,
con una sola voz enardecida,
entera, clamorosa,
que es la voz d ela sangre cuando canta.
Confundida, revuelta,
la sangre del latino y del esclavo
con la del triste negro,
con la sajona, vedla derramada,
vedla aquí conquistando
una segura paz a las naciones.
Nos importa esa lengua
que a los hombres del mundo glorifica.
Que ya canta el Jarama.
Madrid y el Manzanares,
la Alcarria y el rumor de sus colmenas,
la Mancha y el Quijote,
Castilla la gentil, hidalga, honrada,
la oliva y el naranjo
harán reverdecer vuestros laureles.
Mas aquellas provincias
hoy tristes de pisarlas invasores,
mañana liberadas,
reforzarán la voz que España os debe,
sumándose a este coro
al aire levantado en vuestra gloria.
Que ya canta el Jarama
la sangre que cantó por sus orillas.
Este poema se publicó por vez primera en Homenaje de despedida a las brigadas internacionales, Ediciones Españolas ¿1937?, en las que interviene, además de Infante, Alberti, A. Machado, Altolaguirre, Hernández, Neruda, Prados, etc...
A MADRID
Por todas partes, Madrid,
te ofrece el fascio pelea.
¡Búscala! ¡Sal a los campos!
Remonta las carreteras
que conducen a la muerte,
antes que la muerte venga!
El poema fue publicado en El Mono Azul, nº 10, Madrid, jueves 29 de octubre de 1936.
Este poema, que no publicamos en el libro La muerte de Durruti y otros poemas recuperados, apareció en el libro España heroica, (homenaje en el 2º aniversario de lucha por su independencia), Ed. Teatro del pueblo, Buenos Aires, 1938.
LA MUERTE DE DURRUTI
(FRAGMENTOS)
En los frentes de Aragón
se libraba gran batalla
cuando llegó la noticia
de que a Madrid se acercaban
cinco ejércitos rebeldes
con las más modernas armas:
Buenaventura Durruti,
pelo en pecho, dura barba,
con sus hombres más valientes
va por tierras castellanas.
Sus ojos llevan el mar
hasta las llanuras pardas
-abrazo para Castilla
de Cataluña, su hermana-.
Los vientos de la meseta
soplan gentiles. Abrasan
de ardor que nació en la nieve
y que afiló la distancia
los pechos de sí encendidos
de las tropas catalanas.
Empujado por el viento
y empujado por sus ansias
llegó Durruti a Madrid
con el clarear de un alba.
-¡Quién dijera, Manzanares,
pequeño río sin agua,
que tu cauce había de ser
nuestro límite con África!
Que si tu orilla derecha
pisan Franco y su canalla,
la que de Marruecos vino
al son de promesas falsas,
de tu izquierda brota, viva,
fresca y ardiente savia,
templada ya en el combate,
de la verdadera España,
la de los trabajadores
que no reconocen castas.
Te prometo, Manzanares,
que en lo que te falta en agua
lo llenará el rojinegro
de mi sangre libertaria,
antes que ver por Madrid
a las turbas africanas.
[...]
LA VOZ DE LOS MUERTOS
Sí, porque estamos más vivos que nunca,
con la vida gigante del que sabe
morir en pie cuando la Vida ordena,
de entre esta tierra y esta sangre -fango
que si nos cubre el cuerpo no nos mancha
salimos, camaradas -frente único
que hemos forjado para hablaros, vivos-:
Mirad en nuestros pechos las heridas
que empaparon de sangre nuestros campos,
y mirad en la luz de nuestras frentes
el signo inconfundible de los hombres.
Os hablan -frente único- los muertos.
Recordemos que un traje, compañeros,
aunque sea bello el cuerpo que lo vista,
no es más que un saco lleno de vacío
en tanto que la Vida no reclama
la evidencia del ser en su momento.
Vuestro momento aquí: mirad que invade
todo el espacio enorme que os rodea,
que paraliza el viento, que se filtra
por la roca y el monte; que los hiere,
que hasta el reloj se pasma y lo señala.
El momento está aquí. Y allí la prueba:
la Muerte y el mirarla pecho a pecho.
... Y lograréis la libertad del mundo
y la impalpable vida de los héroes.
BELLVER
El aspirar del aire.
SAN JUAN DE LA CRUZ
El aire de los pinos
con fuerza he aspirado.
Lleno de polen, sol y bronquios verdes,
todo pulmón, mi pecho hacia lo alto
lleva en seguido vuelo
mi espíritu vibrando.
Mi cuerpo, alimentado en el respiro
-¡oh, delicado almuerzo de lo ingrávido!-
Sin peso ya de lastre,
globea por los ámbitos.
¡Y llegaré hasta el mar, desde los pinos,
el aspirar del aire pilotando!
Prepárale al enemigo
pasillos con puerta abierta,
que lo lleven a los pozos
más profundos de la tierra.
Y deja todas tus calles,
todas tus casas, dispuestas
a da el pecho a la muerte
por si la muerte viniera.
No te importe que las balas
silben sobre tus cabezas
ni te asusten los «capronis»
hijos de la Italia negra,
ni te acobarde la furia
de la legión extranjera.
No te desespere el paso
lento, aburrido, que lleva
la diplomacia, al firmar
tratados de «no ingerencia»,
tratados que el oro rompe
cuando la tinta está aún fresca.
Mírate a ti, Madrid, mira
lo que pierdes si la guerra
llegara a cuajar tu sangre,
tu sangre que siempre ardiera.
Perderías la libertad,
que levantaste en bandera,
y no serías la esperanza,
preñada de vida nueva,
de todo el proletariado
que te ve tras las fronteras.
Y más, Madrid, perderías
la vida, porque si llega
el fascismo a penetrar,
triunfante, por tus mil puertas
la tumba que estás cavando
para él, sería la cueva
que sepultase tu cuerpo
si la sangre no te ardiera.
La muerte de Durruti y otros poemas recuperados,
Col. Biblioteca de la Huebra, Jabugo 2003.
Poema dedicado al 90ª aniversario del nacimiento de Antonio Machado,
publicado ya a final de su vida, creemos que los últimos días de la guerra los pasó en la Barcelona acribillada, donde solía visitar al poeta sevillano:
Cuántas veces, maestro,
siempre que alguno más traza un surco, una estela,
cuántas veces, Antonio, tú que fuiste el primero
en abrir con tus pasos de gigante vencido
el camino difícil
de la España peregrina,
recuerdo aquellas tardes,
en aquel caserón con pátina y verdines
-cerca el jardín umbrío
de la muy leal y acribillada Barcelona.
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