Felipe Pérez y González
Felipe Pérez y González (Sevilla, 15 de mayo de 1854 - Madrid, 16 de marzo de 1910), escritor, periodista, humorista y folklorista español.
Desde los catorce años se dedicó al periodismo, a los quince escribió un juguete dramático cómico-político y a los dieciocho su primer libro de versos, El libro malo, una colección de ingeniosos epigramas. Sus primeros escritos aparecieron en los periódicos sevillanos La Mariposa y El Tío Clarín. Se licenció en Derecho con brillantez y trabajó como oficial del Archivo Municipal de Sevilla y como secretario de su Ayuntamiento, cargo del que dimitió para consagrarse en exclusiva a la literatura, el teatro y el periodismo en Madrid, hacia donde marchó a vivir en 1884.
Colaboró en El Motín, en El Progreso y en muchos otros diarios y revistas. Siendo procesado por uno de sus artículos, se acordó de que era abogado y se defendió él mismo. Escribió algún famosísimo libreto de género chico, como el de La Gran Vía (véase Historia de la Gran Vía), una especie de revista satírica en un acto y cinco cuadros que pretendía criticar la reforma de la famosa calle madrileña con música de Federico Chueca y de Joaquín Valverde; se estrenó el 2 de julio de 1886 en el Teatro Felipe con un éxito sin precedentes en la escena madrileña. La función duró cuatro horas, la tiple Lucía Pastor y el tenor Joaquín Manini tuvieron que repetir hasta dos y tres veces cada número; el éxito fue similar en todo el mundo y le hizo rico.
En 1892 entró en la redacción de El Liberal de Madrid. En 1893 fundó La Gran Vía, Revista Semanal Ilustrada. Su redacción servía de tertulia de dibujantes, escritores y humoristas como Ricardo Monasterio, Ramos Carrión, Tomás Luceño etcétera. Otras piezas dramáticas suyas son Con luz y a oscuras, Casi... Casi..., El oso y el centinela, Simón por horas, La villa del oso, Pasar la raya, Los vecinos del segundo, Los cortos de genio, Estoy que ardo, La manzana, El fruto prohibido, La jaula, Las oscuras golondrinas, Pelillo a la mar, París de Francia, Bonito soy yo, El barbián de la Persia, Recurso de casación, Las ligas verdes, El marquesito, Oro, plata, cobre y nada, Doña Inés del alma mía, El niño Jesús, Champagne, manzanilla y peleón etcétera. Póstumo apareció su libro Un año en sonetos, donde se percibe la gran facílidad versificatoria del autor y su gran vis cómica. Popularizó en El Liberal y en Blanco y Negro el pseudónimo Tello Téllez para firmar unas curiosísimas Efemérides.
Otros libros del autor, pero no de género dramático, son El libro malo, 1872; Tajos y reveses; Fuegos artificiales (1897); Pompas de jabón, 1896; El nuevo sistema métrico; Teatralerías (1897); Chucherías y fruslerías históricas, Peccata minuta, Salud y pesetas, Filibusterías y yankees al hombro, 1898; Un cuadro de historia, el poema Levantar muertos etcétera.
Poseedor de una gran cultura, escribió apuntes para una biografía de Luis Vélez de Guevara y editó en 1903 el Diablo Cojuelo de este autor. Como folklorista se le debe una gran colección de cuentos populares: ¿Quieres que te cuente un cuento? Pues allá van ciento (1897).
Escritor, periodista y letrista de zarzuelas. La más famosa La Gran Vía.
Cristianos al uso
-Yo soy cristiano... -Y ¿ama la pobreza?
-Tonto es quien la riqueza no prefiere.
Yo soy cristiano... -¿A su enemigo quiere?
-Dar, como prueba, un palo en la cabeza.
Yo soy cristiano... -¿Y por las calles reza?
-El que lo ve mi santidad infiere.
Yo soy cristiano... -Y ¿odia, injuria, hiere?...
-Si es por mi bien, no hacerlo es gran simpleza.
Yo soy cristiano... -Entiendo; es caso llano.
Tal nombre es para muchos, por lo visto,
muestra de mercader o apodo vano.
-Yo soy cristiano... En preguntar no insisto.
Es la moda del día: ser cristiano,
despreciando las máximas de Cristo.
El último soneto
Aunque, en verdad, no me mandó Violante
durante un año hacer diario soneto,
metíme por antojo en ese aprieto,
que en más de un caso me pesó bastante.
Cuando marzo acabó, dije: «¡Adelante!
pues ya el primer trimestre está completo»
y en julio respiré menos inquieto,
viéndome a la mitad semitriunfante.
En octubre encontréme más seguro,
juzgando mi labor casi vencida,
y hoy, en diciembre, salgo de este apuro.
Colmé de los sonetos la medida,
y aunque Violante se empeñara, juro
que no haré más sonetos en mi vida.
Soneto
Ponte, María, el gorro... ¡Oh Dios qué encanto!
Ahora ponte el sombrero...¡Ah, qué bonita!
Ponte el pañuelo... A ver... ¡Se necesita
para no pervertirse ser un santo!
Ponte ahora la mantilla... No me aguanto
si así te miro mucho... ¡Quita! ¡Quita!
Pues ahora ponte el velo, Mariquita...
Pues ahora, Mariquita, ponte el manto...
Cabeza de mujer joven y hermosa,
no es preciso adornarla por sistema,
porque siempre está bien, con una rosa,
con mantilla, con gorro o con diadema.
Arreglarla por fuera es fácil cosa...
Arreglarla por dentro... ¡Ecco il problema!
Soneto
Pretendí de la patria ser «papá»
y mi constancia, al fin, lo consiguió:
cuanto he gastado y he sufrido yo
lo olvido al verme diputado ya.
Con el acta querida llegué acá
y un susto cruel la comisión me dio;
la declararon grave y dije: ¡Oh!
mas la aprobaron luego y dije: ¡Ah!
Cierto es que mi fortuna malgasté,
que disgustos y pérdidas sufrí,
que desaires y befas soporté;
pero, al cabo, mi anhelo conseguí
y cien veces impreso encontraré:
Don Inocencio Badulaque: SÍ
Habla Torres con el jabardillo de poetas
«Parad, parad, ingenios mamarrachos,
deteneos poetas contrahechos,
si le debéis a Apolo sus derechos
no crucéis sus montaña sin despachos.
Esa pira de conceptos machos
no tienen los portazgos satisfechos,
atad los líos que tenéis deshechos,
retraedlos allá entre los capachos.
Sin duda imaginasteis, pobre bichos,
que era hacer versos engullir bizcochos
y que estaba el ser buenos en ser muchos.
Pues, no por cierto, que vulgares dichos
os condenaron por ingenios mochos
en la cancillería de los duchos.»
A los Santos Reyes
Bienvenidos seáis, ¡oh Reyes Santos!
pronto la vuelta dais de ver al niño,
que hallaríais más limpio que un armiño,
entre pastores y sencillos cantos.
De regocijo romperíais en llantos
al mirar en Belén al pobre aliño;
de María y José su gran cariño
os tendría a los tres como en encantos.
Supuesto que sabéis lo que allí pasa,
y que en la tierra y cielo está mandando
Manolito Jesús..., pedid sin tasa
que por España siga procurando;
pues que tenemos ya dentro de casa
al mayoral virtuosos ¡el gran Fernando!
Poema didáctico: definición del soneto
El soneto es poema bien sucinto,
de leyes rigidísimas, severas,
que en ficciones y cosas verdaderas
nunca debe salir de su recinto:
Terrible complicado laberinto,
nivel de burlas y compás de veras,
que suele remontarse a las esferas
mejorado de Apolo en tercio y quinto.
Sus parte han de ser todas perfectas,
derivadas de un solo pensamiento,
sin estribos, tacones, ni muletas;
en los fines está su encantamiento,
y es la piedra de toque de poetas
o el Caribdis y potro de tormento.
Epitafio
«El día catorce de este mes corriente
del año del Señor mil ochocientos
diez y nueve, con grandes sentimientos
de la española y extranjera gente,
murió el señor don Diego de repente,
sin siquiera llevar los Sacramentos,
de lo que todos quedan descontentos,
como puedes creer, lector doliente.
Malucho andaba ya; pero no tanto
que no blandiere el gran Cristobalino,
y no hechizase su apolíneo canto;
murió a manos de duendes: peregrino,
si algo alcanzas en versos, rompe en llanto,
tributo al sabio numen rabadino».
Soneto
Puede ser tuerta y linda una mujer,
ya en la princesa de Éboli se vio,
puede ser bella y coja, de ello dio
buena prueba madame «de la Vallier».
Como la de Lenclós puede perder
la juventud y al belleza no,
y aun si los brazos, por su mal, perdió
otra Venus de Milo puede ser.
Pero a la más hermosa, a la sin par,
que la nariz se caiga se raíz
o la crezca una trompa en su lugar
y quedará horrorosa la infeliz.
Pues en la conclusión no hay que dudar...
¡La belleza consiste en la nariz!
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