Antonio de los Ríos Rosas
Antonio de los Ríos Rosas (Ronda, MÁLAGA 16 de marzo de 1812 — Madrid, 3 de noviembre de 1873), jurista y político español. Fue elegido Presidente de la Cámara del Congreso de los Diputados durante las Legislaturas de 1863-1864, 1865-1866 y 1872.
Ríos Rosas era licenciado en Derecho por la Universidad de Granada y accedió por vez primera a las Cortes Generales como Diputado por la provincia de Málaga en 1836. Contrario a las maniobras del General Espartero durante la Regencia de María Cristina, se opuso frontalmente al mismo a partir de 1840. Con la caída del general y la mayoría de edad de Isabel II, fue nombrado miembro del Consejo Real.
A lo largo de los años evolucionó hacia posiciones menos absolutistas y más proclives hacia un moderantismo democrático, oponiéndose a Narváez en la Década Moderada, si bien también se opuso firmemente a las modificaciones constitucionales que se proponían desde el Gobierno del Bienio Progresista, más próximo a la vieja doctrina de la soberanía compartida entre la Corona y las Cortes. Con la llegada de Leopoldo O'Donnell al poder en los gobiernos de la Unión Liberal, se le encargó la redacción del Acta Adicional para hacer más liberal la restaurada Constitución de 1845 y fue nombrado Ministro de Gobernación el 14 de julio de 1856 en el primer gobierno, aunque cesó en octubre del mismo año. Jurista de gran prestigio, en 1852 ingresa en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.
Posteriormente fue embajador de España en Roma y llevó el peso de las negociaciones para restablecer las relaciones diplomáticas con la Santa Sede y poner de nuevo en vigor el Concordato de 1851. A partir de 1861 se va separando de la línea de O'Donnell y en 1863 es elegido Presidente del Congreso de los Diputados en los momentos más críticos de la Unión Liberal, ingresando en la Real Academia Española y siendo elegido Presidente del Ateneo de Madrid. Durante dos años es desterrado por Narváez en Canarias.
Tras la caída de la monarquía, durante el Sexenio Democrático fue elegido miembro del Consejo de Estado y se mantuvo dentro de los moderados alejado de las tentaciones republicanas y apoyó la elección de Amadeo de Saboya como Rey de España. Pero el fracaso de esta experiencia y el advenimiento de la primera república le acercaron a las tesis de Emilio Castelar (republicanismo unitario) frente a las de Pi i Margall (republicanismo federal), mucho más radicales; aunque discrepaba de aquel en las cuestiones religiosas. Murió en Madrid sin apenas recursos.
La opinión
La sien latiendo, turbia la mirada,
teñido el rostro de rubor sangriento,
la espléndida melena suelta al viento
la vestidura al seno desgarrada.
Ella me ciñe en lúbrica lazada,
trémulo el cuerpo, el labio macilento,
con honda sed bebiéndome el aliento,
en su boca mi boca aprisionada.
¡Oh, visión que mis sueños envenenas,
y en lava del volcán hinchas mis venas!
¿quién eres, di, mujer, deidad o arpía?
Soy la Opinión, tu esclava y tu tirana,
hoy transida de amor tu barragana,
ayer, tu dama infiel con befa impía.
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