Josefa Sevillano Morillas
Natural de Sevilla, donde nació en 1829, es en Jaén donde desarrolla su actividad poética. Mujer de amplio bagaje cultural y de buena poesía social, siente por la poesía una entusiasta atracción que le procura un hueco en el panorama poético de la segunda mitad del XIX. Su obra es abundante y digna. Desarrolló su actividad cultural en La Económica. Murió en Jaén en 1878.
La tempestad.
(Esta composición fue escrita hace seis años,
en días muy aciagos para su autora).
Por la mar tranquilo dichosa vagaba,
con viento apacible mi frágil barquilla:
la dulce esperanza su rumbo guiaba,
las aguas cortando su rápida quilla.
Surcaba serena el piélago undoso
dejando sus remos lumínica estela,
sin miedo a las furias del mar proceloso,
izada hasta el tope, llevando su vela.
El lago bullente cristal parecía
su límpido espejo, las nubes retrata,
la luna rielaba y el mar se dormía
plegando su vuelo de líquida plata.
Las dichas sembrando mi barca de flores
risueñas mullían mi cálido lecho,
velaban mis sueños los castos amores,
las blancas estrellas bordaban mi techo.
Tranquila mi alma, la frente serena
sin nube que empañe mi alegre semblante
feliz navegaba, sin miedo y sin pena,
latiendo mi pecho de amor palpitante.
En torno a mi barca jugaban las olas
que yo indiferente rizarse veía;
mas ¡ay! que en su seno color de amapolas
el mar de mi barca, las aguas tenía.
Lejanos rumores percibe mi oído,
que incauto se finge murmullos del viento;
mas ¡ay! de repente terrible estallido
los ejes del mundo sacude violento.
En globos de fuego se inflama el espacio,
y en los lagos de fuego se tornan los mares,
del cóncavo abismo el áureo palacio
recruje cediendo sus recios pilares.
Se agrupan las olas, sus rojas espumas
salpican mi frente, que hiela el espanto,
el ancho horizonte se pierde en las brumas,
inundan mis ojos, raudales de llanto.
El ronco bramido su furia acrecienta
que el gran elemento repite salvaje;
despliega sus alas la negra tormenta,
y ¡rompe sus diques el mar de coraje!
Cual frágil arista, de viento impelida,
que envuelta en la arena remóntase ignota
las férvidas ondas, su vela perdida,
sin remos arrastran mi barca, ya rota.
¡Socorro a mi barca! ¡Socorro, Dios mío!
que pierde su rumbo, y al puerto no acierta;
mi grito de muerte repite el vacío;
mi grito de muerte, la playa desierta.
Se hundió mi barquilla, la negra tormenta
recoge a sus antros su manto de horrores,
los mares se calman, la nube se ahuyenta
y el iris refleja sus bellos colores.
Y torna a la vida la tierra y el cielo;
que siempre a los males, el bien se encadena;
ya sola en el mundo no tengo consuelo;
que ¡el mar de mi alma jamás se serena!
Álbum Poético de "El Industrial", 1877-78.
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