Cayetano Fernández y Cabello
(Cádiz, 1820 - Sevilla, 1901)
Sacerdote virtuosísimo, literato consumado y orador eminente. Sus ingeniosas Fábulas ascéticas son un género nuevo en la moderna literatura.
Coloquio del Beato Diego José de Cádiz,
con su crucifijo
Deja beber tus lágrimas divinas,
y su raudal ablande el pecho duro.
¡Ay! permite también al labio impuro
besar de tu corona las espinas.
Si abandonado y sólo te imaginas,
héteme aquí que, de tu amor seguro,
el cáliz del dolor sediento apuro
por si la tierra a perdonar te inclinas.
Al verte en esa Cruz, mi Bien, yo creo,
remóntase hasta el cielo mi esperanza
y el corazón te rindo por trofeo.
Ven, pecador, y abrevia tu mudanza;
que, aunque de negro crimen fueses reo,
quien le pide perdón, perdón alcanza.
Soneto
¿Sabes dar al caballo la pujanza?
¿Y qué, al relincho, encorve el ancho cuello?
¿Qué salte cual langosta? Aterroriza
el resoplar de su fogoso aliento.
Hiere la tierra con robusto callo,
encabrítase audaz, corre al encuentro
de la enemiga hueste en la llanura.
No conoce el temor, no cede al hierro.
Oyese encima golpear la aljaba;
siente el vibrar del asta y del acero.
Ni refrena el ardor, ni aguarda, ansioso
de sorberse la tierra, el clarín bélico.
Resuena al cabo, y ¡sus! de lejos huele
la matanza, el rumor, y el clamoreo.
La ventanera
Era hermosa mujer la Doña Juana,
y de mucho caudal; pero tenía
el achaque, el desbarro, la manía
de estar siempre asomada a la ventana.
Cuanto ocurre en la casa más lejana
no s esconde a su atenta policía;
mas, con esto, la pobre no sabía
lo que pasa en la suya, ¡tan cercana!
Todo en ella es desórdenes y olvidos:
en fuerza de lo cual, a competencia,
le robaban sus bienes más queridos.
Luego el Alma, que pasa su existencia
asomada al balcón de los sentidos,
recoja esta lección de la experiencia.
El uno y el dos
Graves autores contaron
que en el país de los Ceros
el Uno y el Dos entraron;
y, desde luego, trataron
de medrar y hacer dineros.
Pronto el Uno hizo cosecha,
pues a los Ceros honraba
con amistad muy estrecha,
y dándoles la derecha,
así el valor aumentaba.
Pero el Dos tiene otra cuerda,
¡todo es orgullo maldito!
Y con táctica tan lerda,
los ceros pone a la izquierda,
y así no medraba un pito.
En suma, el humilde Uno
llegó a hacerse millonario,
mientras el Dos importuno
por su orgullo cual ninguno
no pasó de un perdulario.
Luego ved con maravilla
en esta fábula ascética,
que el más baja más brilla,
y el que se exalta se humilla
hasta en la misma Aritmética.
EL ESQUILÓN Y EL GATO
Un esquilón muy ladino
asomado a su tronera,
con limpio acento argentino,
llamaba al culto divino
al pueblo de esta manera:
"¡Parroquiano,
mal cristiano!,
ven a misa,
pues te avisa
que ya es hora
mi sonora
voz de serafín:
tin, tin, tin.
"¿No te pasma
y entusiasma
mi desvelo
y ese celo
con que llamo
cual reclamo,
del empírico confín?
Tin, tin, tin".
Oyó el sonsonete un gato
(el rubio Marramaquí)
desde el tejado inmediato,
y sin pizca de recato,
hubo de argüirle así:
"¡Linda pieza!
¿No es rareza
que con tanto
son de santo,
nunca al templo
dando ejemplo,
descendió tu beatitud?
Miau, miau.
´"Así digo
que conmigo,
tu palabra
poco labra,
pues no tiene
lo que viene
a dar paso a la virtud.
Miau, miau."
Quien las virtudes predique
sin dar a la vez ejemplo,
que no muy alto repique,
no sea que se le aplique
lo que al esquilón del templo.
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