Rocío Muñoz Vergara
(Sevilla 1982), es licenciada en Filología Hispánica, profesora de lengua y literatura y tesista de la maestría en literaturas española y latinoamericana de la Universidad de Buenos Aires. Codirige junto a Maia Morosano la editorial Espiral Calipso, con sede en Rosario (Argentina). Ha publicado un libro de cuentos: Pedacitos del otro lado (2008), y un poemario: Tacuarita (2009), y ha participado en varias antologías. Ahora está preparando, muy poquito a poco, un nuevo libro de poemas.Desde hace años promueve actividades literarias de diversa índole, y también imparte talleres de escritura creativa y cursos de literatura infantil, en España y Argentina. Actualmente organiza junto a Beto Steinmann el ciclo literario “A cuatro voces”, todos los martes en el café cultural “La gallina en el diván”.
Cicatrices
Un cuerpo es un conjunto de ásperas cicatrices,
Una cartografía de líneas que recuerdan
Que uno ha vivido tanto como le ha permitido
La vida hasta el momento.
Un cuerpo es un estar siempre exhibido,
Siempre a merced de todas las miradas,
siempre a juicios, a gustos y a distancias.
Demasiada presión;
Un cuerpo solo no resiste tanto.
Un cuerpo solo solo junta heridas
Del tiempo y del espacio que se habita.
Un cuerpo dice más de lo que calla
Y calla siempre más de lo que dice,
Y hay que ponerlo siempre en todas partes,
Al cuerpo, acarrearlo como a un muerto
A veces, y otras veces
Como a un vivo artefacto en resistencia.
Un cuerpo sabe todo.
Memoriza el pasado de su especie,
Lucha por su futuro
Y es desde luego el único presente.
Un cuerpo es una herida plural e indivisible,
Es una meta, un puente y un abismo,
Es lo que hay,
lo que toca.
Lo demás no se sabe.
Misiones
Sé que vendrás, Misiones, a hacer violento al verde,
A hacer del rojo una verdad inapelable.
Vendrás Misiones toda de grito y catarata
A negar la armonía,
A exceder los espacios y los límites,
A desgarrar de juncos el asfalto,
Las paredes y todo.
Vendrás desordenada
Y acogerás la angustia en la maleza,
Y toda serás selva
Porque nadie podrá domesticarte.
Serás ciudad maldita
Roja como la sangre de tu tierra,
Serás incontenible, inaplacable,
Serás del viento norte,
Tuya como ningún otro lugar.
Vendrás tumultuosa
De silencio taimado y de secreto.
Vendrás tan excesiva
De insectos y de pájaros,
Que toda serás vida entera eterna grande,
Y surcarán tu siesta misterios y acechanzas
Sé que vendrás, Misiones, con la lluvia, de pronto,
Y arrastrarán las víboras tu vientre colorado,
y en la tormenta ¿quién sabrá cómo nombrarte?
Misiones, paraíso terrenal de tus serpientes,
No dejarás crear, no dejarás creer
Las cosas de los hombres.
No serás de los hombres, Misiones infinita,
No les concederás ni paz ni amparo,
No encontrarán en vos el equilibrio.
Llovete, desgarrate, guardá bien tu secreto
Cuando vengas, Misiones,
Mirá que quieren ríos para sentir que fluyen como ellos,
Mirá que quieren verde para sentir que son Naturaleza,
Mirá que al contemplar tu selva inabarcable
Quieren pensar la paz de sus espíritus.
Estate siempre con los pescadores
que conversan con vos el mismo grito.
Estate siempre con los canoeros
que remontan el río peligroso.
No dejes que acompasen los hombres sus guitarras
Al sonido del río.
No dejes que te exijan un verde más sutil.
Griten tus cataratas
Y calle lo demás entonces, todo.
Gracias, Fernando, por acercarnos a esta poeta,que como residente en Sevilla, me interesa bastante.- Un abrazo
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