Poeta Joaquín Alcaide de Zafra,1915
Óleo sobre lienzo
Museo Julio Romero de Torres, Córdoba (España)
Joaquín Alcaide de Zafra
Poeta. Nació en Sevilla en 1871- Murió en 1946
OBRA:
-Estrellas fugaces, 1895.
-Cantos de la Giralda : notas sevillanas, 1896
-Trébol / Poesías (1899)
-Cantares de amor y celos, 1911
-Espadas de cartel: semblanzas de toreros, (1914)
Joaquín Alcaide de Zafra.
Trébol.
(Selección de Poesías)
LA HOJA DE ORO
LA ESPADA DEL POETA
Envidiosos, ingratos y traidores,
mujeres sin pudor y sin terneza,
proceres de la infamia y la bajeza;
¡almas muertas á todos los amores!
Excitan del poeta los clamores,
que en estrofas de olímpica grandeza,
al cantarlos, castiga su vileza,
de la inmortalidad con los honores.
¡0h, espada bienhechora y sacrosanta
que á su golpe benéfico levanta
hasta la humana escoria maldecida!
No es criminal tu acero ni inhumano,
pues semeja al del hábil cirujano,
¡que al herir no da muerte, sino vida!
EL MISIONERO
Sin mirar lo inseguro de la suerte,
llevando por enseña el Cristianismo,
con un valor rayano en heroísmo,
surca los mares sin temer la muerte.
Escudado en su fe, que le hace fuerte,
traspone el monte, salva el hondo abismo,
y con las puras aguas del bauptismo
almas á miles por doquier convierte.
Pero un día, cruzando ignota sierra,
fanático salvaje, ¡alma de hielo!
blande una lanza con furor que aterra;
corre la sangre á enrojecer el suelo,
rueda el cuerpo del mártir por la tierra
y un alma bendecida ¡sube al cielo!
(Durante la guerra de Filipinas)
TAPIZ
El espacio se torna trasparente,
y de azuladas tintas se colora;
en el brillante carro de la Aurora,
llega Febo, de lux resplandeciente.
Bella como ninguna y sonriente,
de la mano de Abril, se muestra Flora,
que sus rosas con gracia que enamora
por la tierra derrama diligente.
Se engalanan los valles y los prados
con mantos de vivísimos colores;
ejércitos de músicos alados,
dan al aire sus cánticos de amores;
y envuelta entre celajes encarnados,
¡Se presenta la Reina de las Flores!
LA HOJA DE PLATA
¿QUÉ QUIERES?
A Michol.
El alma me pediste y te la he dado,
después el corazón y tuyo ha sido,
luego mi voluntad y la has tenido,
que fueses mi ilusión y lo has logrado.
Que te quisiera mucho y te he adorado,
que sólo fuese tuyo y lo he cumplido,
que sólo en ti pensase y no te olvido,
que tu esposo he de ser y lo he jurado.
Si tuyo ha sido cuanto pude darte,
si viví solamente para amarte,
dando al olvido las demás mujeres,
¿Por qué no te conmueven mis amores?
¿Por qué no te impresionan mis dolores?
¿Exiges más de mi? -Dilo,— ¿Qué quieres?
HELENICA
Luciendo tu figura seductora,
á la luz virginal de una mañana,
cruzabas por la Fuente-Castellana,
radiante de belleza, encantadora.
Y mirando tu faz deslumbradora
y tu porte de helénica Diana,
me pareciste altiva soberana,
indómita, cruel, dominadora.
Penetré de tu hogar en lo sagrado,
y cual por el desgarre de un nublado
se ve lucir el escondido cielo...
Al contemplarte humilde y condolida,
vida prestando á quien te dio la vida,
¡me pareciste El Ángel del Consuelo!
FLAMENCA
Marta.
En la Feria de Sevilla,
mostrando garbo y majeza,
y luciendo en la cabeza
una calada mantilla,
se presenta tal chiquilla,
en esplendorosa tarde,
que el sol se oculta cobarde
al ver mujer tan bonita,
y hasta La Giralda grita:
—¡Buena moza... Dios le guarde!
LA HOJA DE HIERRO
DEL COMBATE
De la lid del amor, el caballero
paladín de la gracia y la hermosura,
regresa destrozada la armadura,
bajo los golpes del contrario acero.
En su semblante varonil y fiero,
retratada aparece la bravura,
y es su gallarda y bélica figura,
la viva imagen de ideal guerrero.
Truncado el hierro trae de la batalla,
deshecho el traje de brillante malla,
el yelmo hendido, rota la cimera;
la bandera rasgada en mil girones,
y el corazón, troquel de sus pasiones,
¡hecho trizas igual que la bandera!
EN NOMBRE DEL AMOR
En nombre del más puro sentimiento
no vuelvas á decirme que me amas,
que el santo nombre del amor infamas,
pues te delata tu fingido acento.
Di, que anhelas gozarte en mi tormento;
di, que si humilde mí pasión reclamas.
¡es para condenarme entre sus llamas
á perpetuo y horrible sufrímiento!
Y como el que lograrás tu idea,
cuando á las puertas del morir me vea,
antes que exhale el postrimer gemido,
antes que verme perecer consigas.
En nombre del amor, no me lo digas,
¡Más dilo en nombre del que te he tenido!
MI MUERTO
Una débil mujer me lo ha matado,
y en verdad que lo tengo merecido,
que no es ley del amor, la del descuido,
y debe sucumbir el confiado.
En el pecho lo llevo sepultado,
y al tocarlo no siento ni un latido;
parece que por siempre se ha dormido,
parece que jamás ha palpitado.
Muerto sobre la cruz de tus dolores,
descansa, corazón de mis amores,
pues de tu fuego se extinguió la llama.
A no ser que llegase un ángel bueno,
como á Lázaro, un dia, el Nazareno,
y te dijese: —¡Resucita y ama!
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