ELOY GARCÍA VALERO
El laureado vate y docto canónigo de la catedral de Sevilla, D. Eloy Garcia Valero, nació en la ciudad de Ronda, (Málaga), en 31 de Diciembre de 1839.
En el Seminario de Málaga empezó sus estudios con gran aprovechamiento, concluyendo las carreras de Teología y Cánones, cuando aún no tenía la edad reglamentaria, mereciendo por su elevado concepto literario, ser ordenado á título de suficiencia.
Una vez concluida la carrera de sacerdote, cursó las de Filosofía y Letras y Derecho, en Sevilla, hasta doctorarse en ambas, obteniendo premios extraordinarios en algunos grados mayores, y desde entonces á hoy han llovido sobre él los títulos y distinciones más honrosas, siendo en la actualidad Rector de los Reales Alcázares de Sevilla; Capellán de honor de S. M. (quien le condecoró con la encomienda de Carlos III por el primer sermón que predicó en la capilla pública del palacio de Oriente), y por último, individuo de la Academia de Buenas Letras, desde 1888.
Tan correcto prosista como inspirado poeta, sus trabajos, en una y otra forma literaria, han llamado siempre la atención de la prensa y de los críticos más serios, y han sido favorecidos dignamente en cuantos concursos ha tomado parte, de los que recuerdo ahora, entre otros, el certamen de la Sociedad Católica de Córdoba, el internacional de Buenos Aires, el de la Asociación de Católicos de Sevilla, que le premió su obra El Pontificado y la Ciudad Eterna, de la que se han hecho dos ediciones, y los de la Real Academia Sevillana, en los que se ha ganado ya tres ó cuatro premios por otras tantas composiciones poéticas, y recientemente en el del Ateneo de Sevilla, por su notable oda á la Catedral de la misma.
Las obras más notables del Sr. García Valero son las que llevan los títulos siguientes:
Poesías varias; Estudios acerca del Clasicismo y el Romanticismo; La Encíclica Conditione Opificum, con la tradición católica en el problema social, presentada al Congreso Católico de Sevilla (del que fué ponente) en 1892; Calderón y su siglo; Ideales de Calderón; Santo Tomás y su tiempo: La yiovela contemporánea; Necrología de fí. Francisco Rodríguez Zapata; Góngora y el Culteranismo; No8do, poema en fábula, lujosamente editado en caracteres góticos por el Ayuntamiento de Sevilla y su notable opúsculo El Pontificado Romano, paráfrasis de los salmos 3.", Ü7 y 72.
Ha publicado un elegante tomo de poesías en que figuran todas las premiadas, precedida de un prólogo del Sr. Vidart y un juicio del Sr. Montoto, obra editada bajo los auspicios y protección de la augusta cuanto modesta y benéfica Infanta D." María Luisa de Borbón.
Siento no tener á la mano el tomo de poesías varias ya citado, para escoger entre ellas las que más patentizasen los talentos de su autor. Mas, aunque no pueda presentar las mejores de todas, como yo desearía, recuerdo una que sin poderse ofrecer como modelo, da una idea bastante clara de las dotes del poeta. Es un soneto dedicado á la memoria de D. Antonio de los Rios y Rosas que me limito á transcribir:
Su voz tonante en memorable día,
No justicia, silencio reclamaba;
Y su palabra, cual la hercúlea clava,
Hiedras y monstruos formidable hundía.
De un poder temerario la osadía
En apostrofes rudos increpaba...
Que se escriba, la Cámara gritaba;
Que se esculpa, indomable respondía.
La tribuna, do rayos vibradores
Fulminara su voz, honor rindiendo
Negro crespón en su orfandad ondea.
Que llevaron los cielos vengadores
Al que á Catón Demóstenes uniendo
Los fundió en su figura gigantea.
Asi no habría que añadir, después de lo ya dicho, que D. Eloy García Valero es uno de nuestros oradores sagrados más profundos y elocuentes, porque dada su capacidad y vastísimos conocimientos, lo supondrán desde luego mis lectores.
Sin embargo, para sintetizar las facultades del ilustre presbítero, como orador, como poeta y como crítico, dejo la palabra (ó la pluma) al eximio Manuel Cano.
«Ministro del Dios Crucificado, jamás hizo de la lira torpe instrumento en que resonara la licencia. Su lira de oro ha vibrado con sublimes arpegios, como los que arrancaran las cuerdas del salterio bíblico, su musa severa y casta, eleva la mirada al cielo, la Beatriz de Dante, como aquella musa de azules ojos que tenía fortaleza de águila para contemplar al Sol, y pudores de virgen mística para mirar á la tierra; su musa coronada de mirto y con vestiduras sin mancha, inflamó el alma del vate cristiano para que cantara á Dios, á su patria, á los héroes, inmortalizase los grandes hechos de la historia y llorara las grades amarguras de la vida.
Y si como poeta y como orador ha alcanzado el Sr. García Valero justo renombre, renombre merecido le han conquistado sus estudios críticos sobre
El Pontificado y la Ciudad Eterna; Gónyora y el Culteranismo; Calderón y su siglo; Ideales de Calderón y Clasicismo y Romanticismo.»
Título: En la muerte de S.M. el Rey Don Alfonso
Eloy García Valero
En alternado son, pueblan los aires,
Con pavorosos ecos,
Cañones y campanas que pregonan
EL KEY ALFONSO HA MUERTO.
Suena el aire en los árboles y flores
Con ayes lastimeros,
Cual si solo entre sauces y cipreses
Moviera el triste vuelo.
Toda alma llora al ver como en un trono,
Para sarcasmo horrendo,
Mueren tanta esperanza, gloria y vida,
Orgullo de un gran pueblo.
Hoy de Sevilla fiel los nobles hijos,
Al funeral lamento,
Su augusta aparición dentro sus muros
Recuerdan en su duelo.
Del Sol poniente los tendidos rayos
En su blondo cabello,
Cual nimbo de su frente, levantaban
Vivísimos destellos.
Sobre noble alazán so alzaba erguido,
Gentil, gallardo, apuesto,
Y en sus hernioso? ojos reflejaba
Todo el azul del Cielo.
Con su histórico nombre renacían
Un mundo de recuerdos,
Y en entusiastas vítores sonaba
Con delirantes ecos.
El genio de la España parecía,
Vivas, valiente, ingénuo,
Iris de paz, tras tormentosa noche,
Cual limpio sol naciendo.
Proscrito ayer, su frente revelaba
Pensar grave y sereno,
Brillando al par en sus radiantes ojos
Relámpagos del genio.
Murió angustiando sus postreras horas
Los males de su pueblo,
De gloria y esplendor siempre alhagando
Dulcísimos ensueños.
¡Morir, cuando á la vista se desplegan
Brillantes derroteros,
En la cima de un trono divisando
Un horizonte inmenso!
¡Morir, cuando surcaba las primeras
Ondas do un mar espléndido
Mundos inexplorados, lux de gloria
En los confines viendo!
¡Morir en la}, alborada], de la vida,
En el dulce embeleso,
Del juvenil amor, con tiernos seres
Formando hogar y cielo!
¡Cuando las alas maternales llevan
Al mundo de los sueños,
Con desprendido amor anticipando
El despertar risueño!
¡Morir cuando las sienes se delatan
Con altos pensamientos,
Cuando á fundirse empiezan en los moldes
De un corazón de fuego!
Más perdona ¡ó mi Dios! si el ronco grito
Que arranca, nuestro duelo.
Semeja de la duda desolada
El desgarrado acento.
Solo eres grande tú; cielos y tierra,
Como reyes y pueblos,
En un punto los hunde ó los levanta,
Un soplo de tu aliento.
Murió; quizás de, redentora, ofrenda
Repítese el misterio;
Propiciatorias hostias, nunca han sido,
Los bajos y protervos.
Antes quizás, á prevenir su dicha
Un ángel de los cielos
Puso su planta sobre el trono hispano,
Y á Dios alzó su vuelo.
No suenen no, desgarradores ayes;
Tened el llanto acerbo,
Que perturban la paz (leí elegido,
Desesperados ecos.
Más alto trono á la divina diestra
Le procuró el Eterno;
De allí obtendrán solicitas sus preces,
La ventura y grandeza de su pueblo.
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