JOSÉ MANUEL RODRÍGUEZ VIEDMA
José Manuel Rodríguez Viedma. Poeta. Nace en Granada en septiembre del año 1.969. Amante de la literatura desde su infancia. En 1988, conoce al Poeta Granadino D. Manuel Benítez Carrasco, quien marcará profundamente su trayectoria literaria. Numerosas son las charlas que desde ese momento mantienen, maestro y alumno. Conversaciones donde comienza a gestarse su primera Obra. Autor de los libros de poemas “Suspiros de un alma” (1.990) y “A la orilla del recuerdo” (A lágrima viva) (1.999) En 2.012 nace “72 horas buscando amor” Obra mezcolanza entre la novela y la narrativa. En esta ocasión apuesta directamente por una literatura que nos dibuja parcialmente diferente al autor. Poeta romántico de versos sencillos y apasionados, cuya métrica y ritmo nos hace saltar del clasicismo al contemporáneo en su juego de palabras, prosas y versos. Ha realizado varios trabajos discográficos como letrista, para composiciones musicales arraigados a las fiestas andaluzas. Reconocido articulista de diversos medios. Sus formas de recitar sobre el escenario, recuerdan la figura y el estilo del Maestro, Manuel Benítez Carrasco, quizás por tal efecto, hay quien lo llama, discípulo del poeta.
ADORMECIDO
Amanece en la ventana y apenas he dormido.
He dejado desiertos los trigales de los sueños
y mantenido alerta, el alma de tu noche oscura.
He cerrado los postigos sin hacer ruido
y tapado la boca al grillo de las nostalgias.
Cuando la luna ha deshojado la seda de tu desnudez
las esencias del jazmín y la azucena,
han corrido a besarte la piel,
¡tan delicadamente! que la brisa siquiera
ha advertido, el sonido del agua al golpear tu beso.
Me han llamado a gritos las estrellas,
y las luciérnagas,
han puesto la huella de sus luces en mis párpados.
¡Qué desdicha la mía! ¡Qué otra muerte!
¿Puede uno dormir sin verte?
¿Y mentir después? ¡sin haber soñado!
QUERERTE YA NO LO DUDO
¿Es, o no es lo mismo,
quererte como te quieren
o haberte yo querido?
Que no es lo mismo perderte
ni mi amor parecido,
al de haber podido quererte
lo mismo que te han querido.
Por eso al poner a mi suerte
tanto amor enardecido,
sigo teniendo pendiente
que nunca mi amor fue lo mismo,
ni el quererte como te quieren,
lo mismo que te he querido…
NANA DEL BESO
¿Qué tal si apagamos la luz?
¿No está ya, la noche cerrada?
Dame pues, la cara y la cruz
de tu abrazo y de tu alma.
¿Está cerrada la puerta
a cal y canto la ventana?
Mira pues si la luna llena,
se ha metido en la cama.
Ya está mi beso en tu beso,
ya está mi mano en tu espalda.
Ya está mi sueño y tu sueño
contando auroras en la almohada.
Desnudas están las estrellas,
con los pies sobre las ramas.
Lamento triste
He visto tu lágrima rota,
ante el látigo en tu cara impreso
y he maldecido la hora,
de quien a cambio de darte un beso
encontró la fusta traidora
con la que poner al maltrato su precio.
He visto tus ojillos chicos
y el cardenal de tu cuerpo
y mal pagar tus risas en gritos,
para ahuyentar al silencio.
He visto la rabia del lobo,
maltratar la infancia de nuevo
y bostezar su garganta en el pozo,
para dar de beber a los cuervos.
Y ahora… ¡cómo te digo!
que este mundo es reflejo del alma.
Que los hombres se hacen viejos,
contando cuentos en las ventanas.
¡Cómo te hablo de amores!
De primaveras, de rosas tempranas
de que el abrazo y las ilusiones
pequeña mía… ¡no cuestan nada!
Después de ver tú sangre deshecha,
carecer de sueños a tu almohada.
Mientras se incrusta en tu alma la flecha,
en forma triste de bofetada.
¡Cómo te digo mi niña!
Que las sonrisas jamás inventadas,
duermen como todas las niñas
entre sirenas de una mar en calma.
Después de sentir tus manos tiernas,
después de saber que ya no hablas
y de tener truncadas las piernas,
que te regalaron a tientas dos hadas.
¿Quién puso en tu camino la mano?
¿Quién la cobardía en tu lágrima?
¿Quién puede llamarse humano
y no estremecerse en tu rabia?
¡Cómo te digo mi niña!
Que no tengas miedo ¡ya a nada!
Que he puesto un jardín a tu herida
y un parche rosa a tu alma.
Como te digo… ¡qué ames!
si te preguntas ¿a ti quien te ama?
Si hasta por una caricia, se relamen,
los perros viejos de tu plaza.
¡Cómo te digo que sueñes!
tapadita entre sábanas blancas.
Si no puedo olvidar que tienes
cien pesadillas malvadas,
clavadas cincuenta a tus sienes
y en tu costado otras tantas.
Duérmete mi niña ¡tranquila!
Que un tropel de angelitos te guarda.
Si existe gloria divina
allí a cambio de espinas,
te pondrán aureola de nácar.
Duérmete mi niña ¡tranquila!
que ya tiene la luna blanca,
por escolta cien estrellitas,
para jugar en tus pestañas.
Duérmete mi niña ¡tranquila!
que para quererte solo hace falta,
dibujarte de bailarina
y en el escenario de tu mirada,
besarte de noche y día
tus cicatrices templadas.
Ya se acabó tu tormento
el látigo, la fuerza y la rabia.
Para ti sopita de besos,
para irte a dormir a tu cama.
Ya se acabó tu lamento.
¿Si quieres hacemos un trato?
Mientras la luna te trenza el cabello,
yo juego con tu muñeca de trapo.
Ya se ha terminado el tiempo
donde llovían los malos ratos.
Voy a contarte un cuento,
donde no existe el sufrimiento
y vengan a ti, besos y abrazos.
Dejaremos que pase la vida.
¡Caramelos serán tus zapatos!
hasta que este pozo de cobardía
que partió tu infancia en pedazos,
deje a la luz, tus heridas
y Dios te haga, princesa algún día,
a cambio de aquellos maltratos.
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