José María Prieto
Poeta y pintor.
De familia malagueña nació accidentalmente entre Tarifa y Algeciras, Cádiz en agosto de 1947. Su niñez fue malagueña y su juventud transcurrió en Madrid donde estudió Filosofía y Letras y Bellas Artes. Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de de Madrid, catedrático de Dibujo en Fuengirola durante más de treinta años. Ha realizado exposiciones individuales y colectivas en diversos lugares y fue distinguido con un Accésit del Premio Adonais 1972 por su libro Círculo ciego. También obtuvo el Premio Puente Cultural por Lector de Fausto en 1977, Premio Juan Ramón Jiménez de Poesía Hispanoamericana en 1986 por Geometrías y Premio Ibn Gabirol en 1999 por La memoria mítica. Ha publicado además Teoría y ejemplo (colección Puerta del Mar, 1985), Hypnos, el sueño (Colección Jarazmín, 1981), Lector de fausto, Hypnos, el sueño (Colección Pentesilea, Ediciones Caballo Griego para la poesía (1984) y Guía de pequeñas (Ediciones secretas, 2001).
BLACK ROSE
Por milagrosa tengo
esta mitad de mí que vuelve ahora
no por azar, al límite de algo
indiferente y ciego. Materia del poema
-tal vaciedad de símbolos- que cierra
con su torpeza de pequeño logro
alguna nimia acción que ahora recuerdo
y el tiempo, o el olvido, vaciarán de cadáver:
apenas en el aire una estructura bella.
Pues no es un arma el verso,
sino una dirección. Recta que apunta
al infinito -dado
como lugar geométrico-, y como ella
oculta en ese cambio de su naturaleza
la misteriosa realidad que cumple.
Acusarse de frívolo
señala una manera de entender la poesía,
una señal de su dominio. Vana
es la voz de quien pretende algo.
(De Hypnos, el sueño)
ESTATUA DEL DIOS
En la penumbra el dios, la cara urdida
para el placer de la benevolencia
-obra menor, y otros
dictámenes; mas siempre
una gozosa tolerancia, un aire
complacido y burgués- pero qué hacha
levemente devuelve la piedra a su memoria,
la inscripción a su origen: puro trazo,
máscara de quien quiso
ahondar en la ironía. Qué Dios,
sino el ultraje
a los que luego habrán de coronarlo,
y en una misma cosa a la materia.
OCIO FINGIDO
La mano es el cansancio, escribe apenas
de una ciudad remota: sus raíces,
las nubes acamadas sobre un cielo
de tarjeta postal. Fugaces, Póstumo,
las horas y los días, cuando el ocio
arrastra su desmayo entre alfi leres
y un caballo de bronce se retuerce
girando una llanura. Dale un nombre,
redúcelo memoria a lo que queda
más acá del deseo si se cumple.
PLAZA DE ARMAS
¿Las fl ores de qué luz, cuando a distancia
se vuelve a esa llanura de la piedra
que una mano trazó? Curvos los frutos
que ornaban las cornisas donde el aire
alzó en vilo una sombra. Desmesura
de todo un cielo junto en la memoria
con sus nubes de yeso. Y el sonido,
o el eco de un silencio golpeado
por caballos de plomo sin jinetes.
¿Las fl ores de qué luz, cuando a distancia
se vuelve a esa llanura de la piedra
que una mano trazó? Curvos los frutos
que ornaban las cornisas donde el aire
alzó en vilo una sombra. Desmesura
de todo un cielo junto en la memoria
con sus nubes de yeso. Y el sonido,
o el eco de un silencio golpeado
por caballos de plomo sin jinetes.
ENTREGA
Mano invisible la que da: su nada
fl otando en ese punto donde gira
la irrealidad de ser.
Leve una sombra,
oblicua en el volumen entregado,
cava en aire ese prisma: un homenaje.
SONDA
¿Si todo permanece,
fi jo en su propio tránsito,
de que luna de ahora
excavar la materia
que dé sustancia al alma,
la inútil retorcida?
¿El vuelo de qué ojo
dibujaba el paisaje
de lagunas siniestras,
islas a la deriva?
Afl oran los metales
en el campo indiviso,
los espasmos del agua
que un pez de plomo agita.
Visto y no visto, el mundo.
EFECTOS PERSONALES
Como el que arriba a un puerto
desconocido, y nadie
lo recibe: la niebla
achicando la luz de las farolas,
los húmedos silencios esquinados
en la desolación del abandono.
Y arrastra su equipaje de torpeza,
los pocos libros útiles, el daño
de cuadernos trazados sin esmero,
hacia lugares que se desorientan.
DE LAS CAIDAS
Ícaro
En la belleza oblicua
nimbada con la luz de un solo gesto,
y en el desequilibrio
de la forma desnuda, resbalada,
late la eternidad: todo es del aire,
todo es ausencia y voz que, sin sonido,
ahueca el firmamento y lo retiene
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