Narciso Heredia y Beginés (1775-1847).
Político y diplomático español, Marqués de Heredia y Conde de Ofalia, nacido en Ginés (Sevilla) el 11 noviembre de 1775 y muerto en Madrid el 8 de septiembre de 1847. Ocupó diversos cargos políticos durante el reinado de Fernando VII.
Miembro de una antigua familia de Almería, realizó sus estudios en Almería y Granada y se licenció en Filosofía Leyes. En 1798 se trasladó a Madrid, donde obtuvo un puesto como agregado en el ministerio de Estado. En los años anteriores a la Guerra de Independencia fue secretario de la embajada española en los Estados Unidos y jefe de negociado en el ministerio de Estado. Cuando en 1808 Napoleón nombró a su hermano José I Bonaparte rey de España, se retiró a Málaga, donde permaneció toda la Guerra de Independencia, ya que era sospechoso de afrancesamiento. Volvió a la política en 1814 tras el golpe de estado de Fernando VII. En marzo de 1818 fue nombrado ministro del Consejo Supremo de la Guerra.
Cayó en desgracia junto con sus protectores en 1819, por lo que fue desterrado a Almería el 13 de junio. Se le acusaba de apropiación de bienes públicos, asunto que estaba relacionado con la negociación de la cesión de los territorios de Florida en la que tomó parte. Fue indultado con el inicio de la Revolución de 1820. Tras la muerte de su primera esposa, María de la Soledad Cerviño y Pontejos, contrajo matrimonio en 1820 con la hermana del Marqués de Torrecilla, lo que le aportó una gran fortuna y el derecho a usar el título de Conde de Ofalia. Poco después de la expedición francesa de los Cien Mil Hijos de San Luis entró a formar parte nuevamente de la camarilla que rodeaba a Fernando VII.
El rey le nombró el 2 de diciembre de 1823 ministro de Gracia y Justicia en el gabinete presidido por el Marqués de Casa-Irujo, cargo en el que dio muestras de su carácter absolutista. Tras la muerte de Martínez de Irujo fue encargado de formar gobierno, reservándose para sí mismo los ministerios de Estado y de Gracia y Justicia. Presidió el gobierno desde el 9 de febrero de 1824 hasta el 11 de julio de 1825; desde este puesto mostró una política pacificadora hacia las potencias extranjeras y los rebeldes americanos, frente a las actitudes vengativas de los sectores políticos absolutistas. Hacia finales de su mandato tuvo serios enfrentamientos con Fernando VII, quien el 3 de junio había pasado una nota escrita a todos los ministerios para que no diese ningún tipo de trabajo a los antiguos liberales, lo que molestó profundamente al Conde Ofalia.
Tras el fallido golpe del coronel Valdés en Tarifa en agosto de 1824 se produjo una persecución de los constitucionales, por lo que Narciso Heredia, que era acusado de tener ideas liberales fue depuesto y desterrado. Tras un breve destierro recibió el nombramiento de secretario de la Embajada española en Estados Unidos. En 1827 fue designado embajador en Londres, puesto que abandonó dos años después para pasar a desempeñar el mismo cargo en la Embajada de París. Ante la situación revolucionaria que se vivía en Francia, Heredia escribió a Fernando VII para tratar de convencerle de que realizase un cambio en su actitud política y así evitar que se produjese una revolución en España.
Impresionado por el contenido de la carta el monarca le hizo venir a España para que le expusiera de forma más extensa sus ideas. Heredia fue ganando influencia sobre Fernando VII, lo que provocó las iras de Calomarde y su camarilla, quienes presionaron para que Heredia fuese enviado de vuelta a Francia. Fue designado ministro de Fomento el 10 de noviembre de 1832 en una de las reformas de gabinete de Cea Bermúdez, puesto que conservó hasta la muerte del monarca. A pesar de la oposición de Calomarde se ganó la confianza de Fernando VII, quien es su testamento le nombró secretario del Consejo de Gobierno; desde ese puesto debía asesorar a la reina regente María Cristina.
Volvió a ocupar entre el 29 de septiembre de 1833 y el 15 de enero de 1834 la cartera de Fomento en el gobierno presidido por Francisco Cea Bermúdez. A finales del 1837 recibió el encargo de formar gobierno para sustituir el presidido por Eusebio Bardají y Azara. Su gobierno, en el que se reservó la cartera de Estado, tomó posesión el 16 de diciembre. Narciso Heredia formó un gobierno moderado del que formaban parte políticos como Alejandro Mon y Pidal y Francisco Castro y Orozco. Heredia no consiguió poner freno a los graves problemas económicos y políticos que sufría el país, el principal de los cuales era la Primera Guerra Carlista que se encontraba en pleno apogeo.
Las medidas económicas con las que trató de hacer frente a la crisis en la que habían dejado la Hacienda Pública los gobiernos anteriores le hicieron bastante impopular entre la población española. Aunque en el Parlamento la mayoría pertenecía al Partido Moderado, los parlamentarios le impidieron realizar un empréstito de 500.000.000 de reales y fue acusado de carecer de un plan fijo de gobierno. Las críticas hacia su persona se intensificaron tras producirse el destierro del infante don Francisco y su esposa. Pero el golpe definitivo para el gobierno fue la derrota de Pardiñas. Heredia presentó la dimisión y la de todos sus ministros, pero la misma no fue aceptada por la Regente doña María Cristina de Borbón.
Su gobierno vivió una nueva crisis cuando fue incapaz de hacer frente a la falta de metálico para hacer pago a los servicios públicos. Con el fin de encontrar una solución envió a Remisa, Olaberriague y Polo a París para que negociaran un préstamo con las autoridades francesas, pero sus gestiones no tuvieron éxito. Las presiones eran cada vez más fuertes para que presentase sus dimisión, cosa que nuevamente hizo, esta vez la Regente fue obligada a aceptarla. Heredia abandonó el gobierno el 6 de septiembre de 1838 y fue sustituido por Bernardino Fernández de Velasco, Duque de Frías. Desde su dimisión vivió totalmente alejado de la vida política española, hasta que fue nombrado senador vitalicio en 1845.
SONETO
Amar es renunciar á los amores
que brinda franca la beldad impura;
es vivir de esperanza en la amargura
y vencer de la suerte los rigores.
Es desdeñar del mundo los favores
y ardiendo en caridad dar sin usura;
es domar la soberbia con ternura
y olvidar del ingrato los rencores.
No es amor la pasión arrebatada
que el sacrificio generoso afea
por vivir al deleite encadenada.
Amar no sabe quien gozar desea,
y arriesga de la vida en la jornada
que solo sueño su ventura sea
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