JUAN DE MATA GARCÍA GUISADO
Prestigioso hijo de Almería, nacido el 9 de febrero de 1812 y fallecido en la misma ciudad. Abogado de los tribunales del reino, Sindico del Excmo. Ayuntamiento de su ciudad natal y Socio de número de la Sociedad Económica de Amigos del País de Almería, publicó en 1844 "La nave de gracia", crónica en verso de la aparición y los milagros de María Santísima del Mar, Patrona principalísima de la ciudad de Almería y sus arrabales. También dio a luz una Urbanidad, que logró excepcional difusión, y en 1867 redactó y entregó a la publicidad una Proposición sobre el ferrocarril de Granada, Guadix y Almería, aprobada en Cabildo extraordinario por la Corporación Municipal, y un luminoso
Informe sobre el impuesto y registro de hipotecas y/o títulos de propiedad.
LA APARICIÓN DE LA VIRGEN DEL MAR
De Almería hacia el oriente
distante como dos leguas
está la Torre García
de un ancho mar ribereña.
Sobre la torre una noche
estaba haciendo la vela
el guarda Andrés de Jaén,
y al golfo miraba alerta
para avisar del peligro
con atronadoras señas,
en cuanto viese de moros
las repentinas galeras,
que caian a deshora
sobre arrabales y vegas
dejando sangriento estrago
y llevándose la presa.
Pero en vano a los piratas
Andrés vigilante acecha:
santa es la nave que arriba;
feliz será la sorpresa.
Un resplandor se levanta
en la orilla de allí cerca,
que no es de los pescadores
ni de náufragos hoguera;
en aquel sitio parece
que el horizonte se abrevia
al punto de la alborada
transparente, blanca y bella;
y en el brillo y la hermosura
tanto el resplandor aumenta,
que el buen torrero se asombra,
se deslumhra y embelesa.
Un interior sentimiento
de profunda reverencia,
que comprender aún no sabe,
lo atribula y amedrenta;
mas un celestial impulso
hacia el resplandor lo lleva,
como el imán al acero
hacia la polar estrella.
Cuando el torrero ver pudo
que la luz aureola era
de una imagen de María,
que estaba sobre la arena:
cuando miró a la redonda
y halló la playa desierta,
y conoció que por nadie
la imagen allí fué puesta:
cuando contempló su cara
celestial pero morena,
como cara peregrina
que de gran distancia llega:
cuando observó las señales
tan patentes como ciertas
de que la sagrada Virgen
-sin nave que la trajera-
había surcado los mares
con planta leve y serena,
sin temor de que a los golfos
los austros embravecieran,
trayendo en brazos al Niño
-que aún a los gigantes pesa-
sin que en las liquidas ondas
fracasaran ni se hundieran:
cuando el milagro y misterio
de la aparición penetra;
se arrodilla ante la Virgen
y sus pies húmedos besa,
y prorrumpe en alabanzas,
y candorosas ternezas,
y plegarías muy sentidas
y generosas ofertas,
aunque rústicas y pobres,
tan devotas y sinceras,
que a la Virgen peregrina
y al Niño fueron aceptas.
(De La nave de gracia)
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