Francisco Rueda López fue un periodista y escritor español del siglo XIX nacido, según algunas fuentes, en Tabernas (provincia de Almería, Comunidad Autónoma de Andalucía) en 1834.
Nacimiento y juventud
Proveniente de una familia humilde, a muy temprana edad se trasladó junto con su familia a la ciudad de Almería, en cuya iglesia de Santiago fue bautizado.
Casó en la misma ciudad con Carmen Gallurt y, tras trabajar en unas canteras, su suegro, Andrés Gallurt, lo acomodó como dependiente en un establecimiento dedicado a la venta de café sito en la calle Mariana de la capital.
Fue un voraz lector desde la infancia. De ello se percató Antonio Brocca, amigo de la familia, quien por ello lo recomendó para la imprenta del impresor y poeta Vicente Duimóvich, en la calle de las Tiendas. Al morir éste, Francisco Rueda López, ya impresor, trasladó la imprenta a la plaza de San Pedro.
La Crónica del Sur
Sería allí donde verían la luz, tras no pocas vicisitudes, los primeros ejemplares del diario plural de información general soñado por Francisco Rueda López: La Crónica del Sur, el diario decano de la prensa almeriense y de más larga vida: nacido el 15 de marzo de 1860, funcionaría durante 76 años sin interrupción, hasta enero de 1937, tirando casi 26.000 números y dando pie a toda una saga de directores y periodistas: Francisco Rueda López, su hijo, Guillermo Rueda, y su nieto.
Madurez. Obra literaria
Casó en segundas nupcias con Encarnación García López, con quien no tuvo hijos. De talante republicano, colaboró con diversas comisiones ciudadanas y fue autor de una obra literaria variada. A él se atribuyen dos comedias, El tío Calambres y No hay regla sin excepción, varios trabajos poéticos (muchos de los cuales se publicaron en la Revista de Almería, como la Oda a las gloriosas víctimas sacrificadas en 1824, dedicado a los Coloraos. Destaca por fin la miscelánea de poesías, cuentos, epigramas y semblanzas titulada Secretos de mi cartera, publicada en 1866.
Falleció en su ciudad el 22 de julio de 1903 por una insuficiencia cardiaca. Cinco días después el Ayuntamiento de Almería le dedicaba la antigua calle de la Vega.
La verbena de San Juan
¿Deseas que te describa
la verbena de San Juan?
Pues es que vienen y van
gentes abajo y arriba.
Noche de bulla y de fiesta,
que por calles y ventanas
vemos bailes y jaranas
y alguna tronada orquesta.
Es una noche de ruido,
ue con gran algarabía
hasta que amanece el día
alternan Baco y Cupido.
Es noche, que en toda España
celebrar estamos viendo:
noche de música, estruendo,
que da siempre alguna hazaña.
Las mozuelas (y no es mofa),
con el fin que se conoce,
juntas esperan las doce
para quemar la alcachofa.
Hay también otra manía,
por cierto muy singular,
y es por la zarza pasar
al que tiene quebrancía.
Tampoco olvidarme debo
de alguna, cuya ilusión
es echar, al primer son
de las doce, en agua un huevo.
Apenas esta hora ha dado,
todas con curiosidad
quieren ver la novedad
que en su mente se han formado.
«El mío es un carpintero;
mira la sierra y la azuela»
-Y otra dice: «Es una vela;
¡Justo!, Luis el marinero.»
Y luchan las infelices
por sostener su ilusión,
quedándose en conclusión
con un palmo de narices.
Mas el huevo quedó entero;
zarza y alcachofa a un lado;
y aquel que estaba quebrado
vuelve a ponerse el braguero.
Y asi se pasan la noche
diciendo mil necedades,
creyendo que son verdades,
que no habrá quien las reproche.
Hay también quien ya cansado
de tanta broma se tiende;
a mi ver este lo entiende,
si solo no se ha acostado.
Pasemos ahora a la calle,
y ya verás cuántas cosas;
verás del brazo a las mozas
luciendo su lindo talle.
Aquí resuena un silbido;
allí se ven dos parejas;
otros hablan por las rejas;
y otro se duerme aburrido.
Allí va uu grupo tocando
con una guitarra rota;
Y otros se empinan la bota
y van bebiendo y bailando.
Detrás ves la policía,
que siempre los va siguiendo,
a cada paso temiendo
que turben tanta alegría.
Después de su diversión,
si bueno alguno se halla,
se va derecho a la playa
a darse un buen refrescón.
No pienses que aquí se queda;
que esperan en la marina
ver de Santa Catalina,
al salir el sol, la rueda.
Y aquí es de ver la algazara,
los embustes que se afirman,
mientras que muchos confirman
que han visto la rueda clara.
Otros se echan embriagados
en los poyos o en la arena,
que siempre de la verbena
son estos los resultados.
En fin, es en conclusión
la verbena de San Juan
gentes que vienen y van
en tropel y confusión.
(Del libro Secretos de mi cartera)
No hay comentarios:
Publicar un comentario