JOSÉ LUIS FERNÁNDEZ ÁLVAREZ
Nacido en Vícar el 21 de noviembre de 1871, murió en Almería en marzo de 1930. Cursó con aprovechamiento los estudios de Filosofía y Letras, así como los de Derecho, demostrando una gran predilección por el conocimiento del árabe. Fué redactor del periódico La Alpujarra y director de El Regional.
Cultivó con entusiasmo la poesia, pero graves reveses de fortuna y una dolorosa parálisis que entorpeció sus miembros cortaron el vuelo al desarrollo de su actividad. Dejó sin embargo varias obras, como fueron:
ElCardo, poema de Ossián (traducción); El Mulahacen, poema (Madrid, 1902); El juguete,
poesia (n.°166 de El Guadalquivir de Andújar); Sensitivas (un tomo); Historias del tiempo viejo: El Cristo del "Escucha" (tradición altneriense), folleto (Almería, 1920); y tenía en preparación Cosas mías (versos) y Consejas (cuentos).
PEDESTALES
Voy cruzando silencioso
avenidas solitarias
del inculto jardín viejo
de una quinfa abandonada.
El astro rey sus fulgores
en el Occidente apaga:
harapos de antiguas sedas,
teñidas de ópalo y grana,
fingen las ligeras nubes
con que se envuelve el monarca
y despiertan en mi mente
ecos de glorias pasadas...
Los árboles se despojan
de sus vestiduras pálidas
y como puntas de encaje,
que tejieran manos de hada,
sobre el fondo azul del cielo
se miran las secas ramas.
El otoño ya preludia
Su monótona sonata;
los melancólicos sauces,
del bosque dolientes harpas,
agitados por el viento
dulces melodías cantan,
como si mano invisible
tañera sus cuerdas lacias...
Por todas partes me acosan
evocaciones lejanas...
Las marmóreas esculturas
que las sendas adornaran,
al pié de sus pedestales
ahora yacen mutiladas...
¡Yo también en otros días
los senderos de mi alma
poblé de ídolos hermosos
que hoy destrozados se hallan!.
Al recordar, muertos dioses,
la fe con que os adoraba,
al contemplar cómo el mundo
vuestros altares profana,
lleno el pecho de congojas,
ante vuestras rotas aras,
aún articular pretendo
por vuestra memoria santa,
igual que en tiempos pasados
una ferviente plegaria
y, no puedo, dioses míos;
porque las fuerzas me faltan...
¡Porque me ahogo de pena,
pedestales sin estatua!
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