Antonio López Muñoz, (Huelva, 1 de abril de 1850 - Madrid, 15 de marzo de 1929). I Conde de López Muñoz. Escritor y político español, fue ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, ministro de Estado y ministro de Gracia y Justicia durante el reinado de Alfonso XIII.
Fue profesor de la Universidad de Sevilla, catedrático de Psicología en los institutos de Osuna, Granada y Cardenal Cisneros de Madrid. Inició su carrera política en el seno del Partido Liberal con el que obtendría acta de diputado en el Congreso por las circunscripciones de Barcelona (1886), Granada (1893 y 1901), y Albacete (1898). En 1903 pasó al Senado representado a Albacete, y en 1908 fue nombrado senador vitalicio. Fue presidente de ambas Cámaras.
Fue ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes entre el 31 de diciembre de 1912 y el 13 de junio de 1913 en un gabinete Romanones con el que también sería ministro de Estado entre el 13 de junio y el 27 de octubre de 1913. Finalmente sería ministro de Gracia y Justicia entre el 26 de mayo y el 15 de septiembre de 1923 en un gobierno presidido por García Prieto.
Entre 1915 y 1917 fue embajador de España en la ciudad de Lisboa por lo que por sobrados méritos el Rey Alfonso XIII le concedió el título de Conde.
En cuanto a su obra literaria ésta se sitúa en el romanticismo (en el periodo final, siendo coetáneo de autores como Zorrilla), obra que comenzó a ser reconocida a partir de 1866, cuando en el Teatro de San Fernando de Sevilla estrenó un poema en octavos reales.
Obra
Fundador de "El Diario en Granada".
Aliatar, leyenda oriental y en verso.
La cruz azabache.
Granada (1865)
Errar la senda, Herencia forzosa.
El amigo de la casa.
El precio de un caballo.
¡Oh, qué hermosa nazarena
Para un harén oriental,
.........................................
Ven a Córdoba, cristiana,
Sultana serás allí,
Y el Sultán será ¡oh Sultana!
Un esclavo para ti.
Te dará tanta riqueza,
Tanta gala tunecina,
Que has de juzgar tu belleza
Para pagarle, mezquina21 .
-Bella cristiana, luz de mi vida,
Duélete amante de un alma herida.
Yo de Granada soy el sultán.
Oye mi ruego, niña querida,
Flor del desierto, mi único imán.
Grande es mi anhelo, grande mi pena;
Mi amor, ardiente como la arena
Que agita el simun abrasador;
Sé mi sultana, blanca azucena,
Tú que ya reinas sola en mi amor.
Tengo palacios, tengo jardines,
Todo lo bello que tú imagines
Lo encierra, niña, mi hermoso Edén;
Tengo a mi mano cien paladines;
Pero desierto yace mi Harén.
Vente a Granada; que es tu hermosura
Como una perla brillante y pura
Que aquí no tiene luz ni arrebol.
Deja esta concha triste y oscura;
Serás envidia del limpio Sol
Pero ya cuando el mendigo
De tu tribu pan y abrigo
Implore desde este día,
Jamás nadie de la mía
Le tenderá brazo amigo
Alza la frente, ¡oh!, Patria, con el brío
De tu antigua grandeza.
Rinde honor al pasado poderío,
Porque obliga nobleza.
Cumple tú los deberes
De la vida que empieza
Para la Humanidad; que digna eres,
De toda actividad para el progreso,
Trueca de los combates el exceso
Por el santo rumor de los talleres,
Trabaja, economiza; mas por eso,
Que es redentor, que es útil, que es humano,
No reniegues del sano
Limpio fulgor de tu envidiable historia,
Las flores de tu inocencia
También perdieron sus galas,
Murieron en un segundo
De frenesí.
Él manchó con negras alas
El cristal de tu conciencia.
Jamás el mundo
Tendrá sonrisas ya para ti
Nunca el alma en la refriega
Del mundo su afán resuelve;
Porque lo presente ciega,
Lo porvenir nunca llega,
Lo pasado nunca vuelve.
Eres tú como el arroyo
Que besa por donde pasa.
Yo soy como el mar, que siempre
Va a dar en la misma playa
LO IDEAL Y LO PRÁCTICO
Es verdad; lo ideal por sí no basta
Para cumplir los fines de la yida,
Que, si no es en lo práctico atendida,
Su más pura labor sin fruto gasta
Ella en el hecho el ideal contrasta;
Mas por los hilos del placer tejida
Sin fe, sin luz sin punto de partida,
El peso de lo práctico la aplasta.
Modele, con amor la vida austera
El ideal, que ensalza cuanto toca,
Y surja el equilibrio en toda esfera.
Mas si de opción el trance se provoca,
¡Ah! Bendito mil veces el que invoca
La audaz inspiración de la quimera
EL BUEN SENTIDO
No es la sola razón que al fin decreta
La marcha regular del pensamiento,
Ni tampoco es el solo entendimiento
Que su discurso a la razón sujeta.
No es en el alma facultad concreta,
Como son voluntad y sentimiento;
Y todas ellas ven numen y aliento:
Del buen sentido en la función discreta.
El buen sentido, cuya acción emana
De nuestro doble ser vivo y entero,
En la experiencia por instantes gana
Siendo el guía en difícil derrotero.
El buen sentido es en la vida humana
Lo que es el fino temple en el acero
EL POLÍTICO
Su bandera es el triunfo del Derecho
Como el momento nacional lo exija
Su medio, la palabra que dirija
Por el camino del deber estrecho
Su obra inicial, la apreciación del hecho
Su acierto, dar la ley que al pueblo rija
EL ORADOR
Ha de brillar en esta doble fase,
Para que digno de su estirpe sea:
Con la palabra cincelar la idea
Y con la idea ennoblecer la frase.
Sereno, sin temor de que fracase,
Su aspiración en desigual pelea,
No debe ambicionar otra presea
Que la emoción con la verdad por base.
Su triunfo con retórico artificio
Profana el noble fin de la oratoria
Y nunca es del bien público en servicio.
Varón de ciencia y rectitud notoria,
Por la justicia darse en sacrificio
Es el salvoconducto de su gloria
MODERNISMOS
Novela de un autor muy celebrado:
Ahora mismo termino su lectura,
Y siento en mí la pena, la amargura
De la complicidad en un pecado.
¡Qué lástima de ingenio, consagrado
A rasgar la piadosa vestidura
Que allá mantiene la cantal locura
Del amor en misterio impenetrado!
No ya el santo pudor herido clama
De un libro así bajo la impura huella;
Es que es odiosa de por sí la trama.
Sacar a luz lo que el decoro sella
No es la divina inspiración que inflama
Sino la vil lujuria que atropella
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