JOSÉ DURBÁN OROZCO
Poeta sentimental, que ahondaba en el interior y tenía un padecimiento constante por la vida vivió apenas 56 años. Nació en Salamanca en 1865 y moriría en 1921 en Almería. Era hijo de un ingeniero de caminos y nieto del político Ramón Orozco, era el primero de siete hermanos. Pasó su infancia con idas y venidas de un lugar a otro por los constantes traslados de su progenitor. Con la muerte de su padre, en 1878 comienza a escribir: Sus primeras piezas se las dedica a su madre en su compromiso de ayudar en la familia, según explica J. Martínez Romero.
Su desasosiego lo plasmó en toda su obra a lo largo de su vida. Inició estudios de Derecho en Granada y Madrid, que después abandonaría. En ese tiempo estaría influenciado por Bécquer, Campoamor y Espronceda. Escribía por entonces al amor, pero con un sentido dramático. Con anterioridad se había dado a conocer como poeta en 1889 en el semanario La Ola. Colabora con otros poetas almerienses en varias publicaciones, con aportaciones poéticas como los 24 sonetos incluidos en una colección de la Crónica Meridional. En 1896 se establece definitivamente en Almería. José Durbán era partícipe frecuente de la sociedad la Trastienda que se reunía en la librería de Fernando Estrella.
Entre su obra poética se encuentra Tarde Gris que fue escrita en el año 1900. Antes vería la luz Afanes eternos, de un gran pesimismo y La Sombra. Más adelantado el siglo José Durbán creó A Paco Villaespesa, de 1912, y Lebonina de 1916. Sólo el nacimiento de su hijo le propició cierta vitalidad plasmada en sus creaciones.
En sus últimos años hubo de ser internado en un psiquiátrico madrileño, aunque murió años después de artioesclerosis y ya de regreso a la ciudad de Almería.
TARDES GRISES
¡Qué hermosas son las frias tardes de invierno
cuando en girones blancos la densa niebla
del cadáver del mundo sudario eterno,
de fantásticos seres los aires puebla!
Pensativo en lo inmenso, trémulo flota
el genio de la vaga melancolía,
que las aspiraciones del alma agota,
dando luz a la noche, sombras al día.
¡0h genio misterioso, que haces alarde
de convertir en dulce lo que es amargo!
¡Al verter tus tristezas sobre la tarde,
despiertas mi memoria de tu letargo!
Tú a mis enjutos ojos el llanto traes
en estas misteriosas tardes tranquilas,
cuando con blando suelo sobre mí caes
y te asomas al fondo de mis pupilas.
¡Yo te amo! Por tus brazos acariciado,
soñando con benditas pasadas horas,
en el mar me sumerjo, jamás sondado,
de divinas tristezas halagadoras.
Que vivo de tus nieblas en los países;
y todo aquello miro que adoro y quiero
en tu impalpable manto de nieblas grises:
la imagen de mi madre, mi amor primero;
de la niñez hermosa los dulces días,
exentos de cuidados y de amarguras;
recuerdos de las negras desgracias mías
y recuerdos eternos de mis venturas.
Del astro-rey a veces la mano armada
con fúlgido y brillante rayo incendiario
atraviesa las nubes como una espada
hiriendo las veletas del campanario,
y arrancando a la tarde chispas de oro
que se hunden en las grises tonalidades
de ese cielo sombrío que tanto adoro,
porque calma al mirarlo mis ansiedades.
En las rientes tardes de Primavera,
no así se oculta triste del sol el rayo
que vibra por la ardiente cerúlea esfera
con la alegría loca de Abril y Mayo;
que entonces ese rayo de luz dorada,
en que del día laten los mil fulgores,
llega hermoso a la tierra vieja y cansada
y arranca de las cosas vivos colores;
enciende de los mares la superficie,
dora de los arbustos las verdes hojas,
y de los campos tuesta la ancha planicie,
enviando a los llanos sus lenguas rojas.
Bellas son esas tardes de Abril y Junio
cuando del sol al beso brotan las flores,
y palpita en las noches de plenilunio
el vivo Dios fecundo de los amores.
Mas yo adoro la tarde de invierno fría,
y aliento, de la madre naturaleza,
mejor que entre los rayos de la alegría,
entre las nieblas grises de la tristeza.
(Del libro Tardes grises, Introducción)
PARÁFRASIS
I
-Corazón, corazón mío.
¿porqué no siento ya el brío
de tu latido violento?
¿porqué te ahoga el desaliento
y languideces de frío?
Yo te siento acurrucado
dentro del pecho encogerte
como un pájaro asustado,
y tu latido apagado
es un latido de muerte.-
Lloré con negra aflicción,
y a mis preguntas abierto
por misteriosa ilusión,
respondió mi corazón
muy triste: "El amor ha muerto."
II
-Corazón, corazón mío,
presa de incurable hastío,
que en mi pecho acurrucado
como un pájaro asustado
te estás muriendo de frío.
Contéstame antes que mueras
de frío y melancolía:
Si ha muerto el amor, ¿qué esperas?
¿porqué guardar lisonjeras
esperanzas todavía?-
Lloré con negra aflicción,
y con voz que aún mi alma hiere
con su inolvidable son,
respondió mi corazón:
"¡Ay! el que no espera, muere."
(De Tardes grises)
EL HASTÍO DEL SOL
Estrellas de esmeralda y de topacio
pueblan lo azul... La luna soñolienta,
como enorme pupila amarillenta
de un ojo inmenso, brilla en el espacio.
Los astros palidecen... Ya, despacio,
se acerca el alba gris y cenicienta...
Tengo el alma cansada y vacilenta,
y siento el cuerpo fatigoso y lacio.
La estrella virginal de la mañana
brilla en el cielo pálida y lejana,
entre las claridades misteriosas...
Y surge el sol sobre las auras frías,
cansado de alumbrar todos los días
los mismos hombres y las mismas cosas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario