MARIANO ÁLVAREZ ROBLES
Afamado periodista y poeta lírico y dramático nacido en Almería en los primeros años del siglo XIX y fallecido en la misma ciudad el 4 de Agosto de 1908. Polemista por vocación, fundó hacia el año 1835 El Pensil, primer semanario de Almería suprimido por orden gubernativa, al cual sustituyó a poco El Cascajar y después El Carídemo, tras de los cuales vieron más tarde la luz La Campana de la Vela y El Progreso, periódicos todos en que desfogó su combativa pluma Mariano Alvarez Robles. Introducido en la política, militó en el partido radical, llegando a conseguir algunos cargos, señaladamente de alcalde, retirándose luego a regentar la librería e imprenta propias, con las cuales consiguió algún bienestar, aunque transitoriamente, acabó sus días en suma pobreza. Vate declamatorio y patético popularizó por medio de su imprenta muchas de sus poesías, como la leyenda titulada La flor marchita, y dió a la publicidad varias piezas escénicas, por ejemplo, el cuadro dramático Vengar con sangre una ofensa, el drama en dos actos y en verso María (Almería, 1848) y algunos otros. Finalmente en colaboración con el compositor almeriense Pedro Orihuela escribió la opereta andaluza El Sol de Sevilla.
AL DOS DE MAYO
(ESTANCIAS)
El Dos de Mayo con su sol hermoso
doró las torres de la heroica villa,
y el León altivo abandonó el reposo,
que no sufriera en su valor mancilla.
El vil usurpador, terror de Europa,
nuestra patria ocupó por el engaño;
eran más de cien mil... guerrera tropa
aquí encontró para su tumba paño.
Eran las nueve, y el audaz guerrero,
que a los infantes respetó en palacio,
los quiso desterrar... el fuerte acero
el pueblo empuña y le gritó: «¡Despacio!»
Los nietos de Fernando sin consuelo
como niños lloraban ¡se han salvado!
rodaron los tiranos por el suelo
y el déspota Murat se vio burlado
Una horrible descarga esparce el luto;
el pueblo en dispersión clamó: «¡Venganza!»
el tiempo no pasó que en un minuto
se bate fuerte con espada y lanza.
"¡Plaza, extranjeros!" con furor gritaban;
y a cada golpe en el combate rudo
los héroes de Marengo se quedaban
la vista fija y el semblante mudo.
Murat huyó espantado; pero luego
la disciplina obró: huestes guerreras
entre las voces de exterminio y fuego
acometieron cual hambrientas fieras.
La lucha es desigual; el pueblo ceja,
que no le auxilia el español soldado;
«¿cómo quieres, responde, te proteja,
si una mano traidora le ha encerrado?»
Velarde sucumbió, la sien orlada;
y Daoiz le siguió; ¡terrible suerte,
ir a tocar la libertad sagrada
y atravesarse sin piedad la Muerte!
El pueblo, sin embargo, no se asombra;
en combate parcial la sangre corre
y el suelo cubre como roja alfombra;
que nadie al español, nadie socorre.
Los traidores las calles recorriendo
les ofrecen unión, paz y ventura:
entonces los valientes van cediendo...
¡y en vez de paz les dieron sepultura!
Les engañaron vil, traidoramente...
Los que se alzaron contra el torpe yugo
tuvieron que bajar la altiva frente,
orlada de laurel, ante el verdugo.
Tamaña iniquidad en movimiento
pusiera al resto de la madre España:
Asturias lanzó el grito, y a su acento
respondió la ciudad con la cabaña.
Y la España triunfó; y el vil tirano,
que esclavizarla quiso en su osadía,
oculto el rostro en la sangrienta mano
a sus valientes tropas maldecía
¡Gloria a los libres, que el sepulcro encierra!
Ellos sus frentes de laurel orlaron;
y en las plazas, en campos y en la sierra
al extranjero imbécil destrozaron.
¡Gloria al valiente, que al perder la vida
por libertar al oprimido Iberio,
al Águila causó tan grande herida
que por allí se desangró el Imperio!
(Del drama María)
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