Juan de Dios de la Rada y Delgado (Almería, septiembre de 1827 - 1901), arqueólogo y orientalista español.
Miembro Correspondiente de la Real Academia de la Historia
Doctor en jurisprudencia, catedrático de arqueología y numismática de la Escuela superior Diplomática, caballero de la Orden española de Carlos III, académico profesor de la de Jurisprudencia y Legislación matritense, y de igual clase de la de Ciencias y Literatura del Liceo de Granada, etc.
En 1894 fue nombrado primer director del Museo Arqueológico Nacional, cargo que ocupó hasta 1900.
Obras
Elementos de derecho romano, presentados para su mas fácil inteligencia en cuadros sinópticos. Obra declarada por el Real Consejo de Instrucción pública de mérito especial para el autor. Dos tomos en 4°. menor, 1856-57.
Derecho civil y práctica de escribanos.
Memoria sobre la posición de la antigua Illiberis. Madrid.
Amor de esclavo. Drama.
Cristóbal Colón. Drama histórico.
Tres en uno.
Wifredo II, Conde de Barcelona. Novela histórica.
D. Ramón de Berenguer. Id.
La Revista universitaria.
Viaje de S. M. la Reina de Castilla, Asturias y Galicia.
Historia de la Villa y Corte de Madrid, en colaboración con José Amador de los Ríos
Mugeres célebres de España y Portugal. Barcelona, Víctor Pérez, 1868.
Relación de las cosas de Yucatán: el apéndice de la edición francesa del libro de Leon Rosny, Essai sur le dechifrement de l'ecriture hiératique maya, publicado en Madrid en 1884, con el título de Ensayo sobre la interpretación de la escritura hierática de la América Central.
JUAN SEBASTIÁN
DE ELCANO
Cese tudo o que Musa antigua canta
que outro valor niais alto se levanta.
(CAMOENS. Lusiadas.)
No de guerreros codiciados lauros,
No de sangrienta fratricida historia,
Canto de triunfo, que entonó la muerte,
Pido a la gloria.
Triunfo más alto enardeció mi alma.
Lauro más puro mi entusiasmo inspira;
Notas de amor y gratitud tan sólo
Pido a mi lira.
De un nombre oscuro el esplendor radiante.
De hazaña inmensa por la Fe lograda.
Cantar anhelo la etemal victoria,
Nunca eclipsada.
Vencer en lucha que inspiró el Averno
A hijos de Dios, hermanos contra hermanos,
Llevando impíos con su misma sangre
Rojas las manos,
Hazaña es propia de humana flaqueza
Que aplaude el hombre en el error sumido
Delirio triste, aspiración doliente
De ángel caído.
Pero lanzarse á portentosa lucha
Con la creación en gigantesca guerra
Por arrancarle el escondido arcano
Que oculto encierra;
Y en Dios la mente y en su empeño fija
Del alto arcano levantar el velo,
Hazaña
es propia de divina estirpe.
De hijos del cielo.
Envuelta en nieblas la razón humana
Hallando estrecha en derredor la tierra,
De la ambición al abrasado aliento
Brotó la guerra.
De la conquista el indomable empuje
No satisfizo su insaciable sueño;
Era vencer á las naciones todas
Triunfo pequeño.
Valla movible de bullente espuma
Detuvo al hombre en su ambición inmensa,
Y de los mares extendió á sus ojos
La niebla densa.
Mansas ó altivas sus rugientes olas,
No gobernadas por humano imperio.
Guardaban, fieles á misión divina,
Hondo misterio.
Romperlo quiso en su arrogancia el hombre,
Y en vano, en vano, interrogó á la ciencia;
La luz ansiada descubrir debía
Santa creencia.
La fe de un sabio adivinó la vida
Donde creyeron vislumbrar la nada;
Que aún lo invisible la del genio mide
Firme mirada.
Loco juzgaron su entusiasmo ardiente;
Loca creyeron la esperanza inquieta
De aquel coloso, de los anchos mares
Digno profeta.
En tan amarga y fatigosa lucha
Sólo una Reina le tendió la mano,
Porque era el genio de Isabel primera
Del suyo hermano.
Sólo por ella se lanzó a los mares
En frágil nave que su orgullo asombre;
Y hunde su espalda con la débil quilla
De Dios en nombre.
La Fe, del sabio iluminó la mente
Y el hondo arcano le mostró fecundo;
Por ella surge de las turbias olas
Un nuevo mundo.
Y el hombre vio que tras los anchos mares,
Que sin confines en su error juzgaba,
Nueva familia en fraternal contento
Su amor le daba.
Rolo el misterio, pero no saciado
De afán humano el perennal destino,
Busca en las ondas, al remoto Oriente
Fácil camino.
Allí otros hombres sin la fe vivían
Lejos del mundo en que su luz brotaba;
Marina brisa, de dolor gemidos
Triste llevaba.
Todos hermanos, que esparció infecunda
Soberbia humana en su delirio intenso,
Unir debiera en bendecido instante
Abrazo inmenso.
El mar rugiente valladar les puso,
Siempre impidiendo el fraternal abrazo,
Sus mismas ondas servirán vencidas
De tierno lazo.
Pero fijarle en su movible espalda
Con blanca estela de atrevida nave,
Como al camino de los cielos guía
Subiendo el ave,
Empresa digna de gigantes era,
Lucha tan grande cual buscar un mundo;
Que avaro guarda su tesoro altivo
El mar profundo
La Fe de nuevo iluminó la mente
De otro marino en venturoso día;
También su genio comprendió tan sólo
La patria mía.
Gloria en la lucha conquistó triunfando
De envidia vil á sórdido despecho:
Su nombre dicen las revueltas olas
De áspero estrecho.
Desde su altura descendió en mal punto;
Á inútil riesgo aventuró su vida,
Y en lucha estéril, sin honor ni lauros
Quedó perdida.
El mar altivo al contemplar inerte
La luz del genio en sus cerrados ojos,
Lanzó á la orilla de la fuerte armada
Tristes despojos.
Mísera nave á la sañuda furia
Del mar se atreve abandonada y sola;
Era también de soberano aliento;
Era española.
Clava en su popa la gloriosa enseña
Retando heroico al elemento fiero,
Nauta indomable que debió a Vasconia
Temple de acero.
La nave sola en el combate rudo
Lucha y relucha por la ansiada palma;
Nada la aterra, el capitán valiente
Dióle su alma.
La lucha es fiera, desigual, horrible;
¿Cómo enfrenar el líquido elemento?
Contra la nao su furor desatan
Mar, tierra y viento.
Fija la vista en el desierto espacio
Vela el marino con afán constante;
Siempre la proa, que las olas hiende
Lleva adelante.
Con alta mira, en el timón la diestra
Rige la nave el español piloto,
Y vuela á impulso de la hinchada lona
El casco roto.
Ni un solo instante vaciló su esfuerzo,
Ni el mar contrario amedrentarle pudo:
Alta esperanza le sirvió de faro;
La Fe de escudo.
Y vence al mar, y á la borrasca humilla,
Y es el primero que tras ruda guerra
Circunda el globo, y con gigante lazo
Ciñe la tierra.
Triunfó la Fe del pavoroso arcano;
¡Gloria al marino, á sus esfuerzos gloria!
¡El nombre de su nave, á su recuerdo
Canta, Victoria!
¿Qué importa luego, que infeliz juguete
De negra ingratilud, triste sucumba?
Como la gloria vive en lo infinito,
Nace en la tumba.
¡Oh! gran ELCANO, tu radiante nombre
No há menester que mi cantar lo encumbre;
El vivirá mientras el sol la tierra
Próvido alumbre.
Perdón, perdón, si con osada lira
Llego á turbar tu venerando sueño,
Del entusiasmo que mi pecho enciende
Pálido empeño.
Tumba dio el mar á tu grandeza digna,
Postrer tributo á tu preclara historia;
La inmensidad que te acogió en su seno
Canta tu gloria.
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