Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

miércoles, 18 de abril de 2012

FRANCISCO CHECA Y OLMOS [1.226]


Francisco Checa y Olmos 

Natural de Lanteira (Granada), nació en 1960. Allí creció y estudió, hasta que se trasladó a Cehegín (Murcia) y Hellín (Albacete), donde cursó estudios de primaria y el bachiller. Volvió a Granada para licenciarse en Filosofía pura (1984) e iniciar sus estudios de Antropología Social, que culminaron con la Tesis Doctoral que redactó precisamente sobre Lanteira: un estudio de comunidad (1991) que años más tarde publicaría bajo el título de ‘Labradores, pastores y mineros en el Marquesado del Zenete’.Fue en este momento cuando se inició como profesor de la Universidad de Almería, si bien es cierto que durante el lustro anterior había impartido clases en diferentes institutos de enseñanza secundaria de Andalucía.

Según el autor, lo escribe “obligado”, pues no era su intención de poeta ni sufrirlo ni escribirlo. La repentina muerte de un ser querido, como su hermano, es la razón vital para desahogarse en un río de versos. “El poeta es lo que pretende ser… y lo que las circunstancias le exigen. Por eso los poetas son necesarios, nos alimentan nuestros sentidos y nos conducen y agrandan los sentimientos, máxime en la sociedad en la que vivimos, donde prima más el prisa que el sosiego, lo estéril que lo humano, el usar y tirar que la cultura”, afirma.

‘Los hombres lloramos en círculos’, publicado por la editorial catalana Icaria (2009) consta de 36 poemas, acompañados de 23 ilustraciones de 17 magníficos pintores/as. El proceso de escritura ha permitido a Checa superar su propia angustia y reflexionar sobre los grandes existenciales que preocupan al ser humano. “He aquí también la poesía como terapia para quien la lee. Celebro, al mismo tiempo, que este poemario venga acompañado de unas magníficas ilustraciones, llegadas desde múltiples lugares, buena prueba de las extraordinarias personas que tengo como amigos y amigas”, comenta el autor.

Francisco Checa es conocido fundamentalmente por su faceta de investigador del fenómeno migratorio, donde ha publicado multitud de trabajos, impulsados desde su Grupo de Investigación. Ha organizado 12 congresos de inmigración y, más recientemente, ha sido nombrado para ponerse al frente del Centro para el Estudio de las Migraciones y las Relaciones Interculturales que el Ministerio de Trabajo e Inmigración ha creado en la Universidad de Almería. Aunque su faceta de poeta es más bien desconocida, éste es su tercer libro después de ver la luz ‘Rincones Deshabitados y Estación azul, y un cuarto poemario publicado "El mar que no piso", (Círculo Rojo, 2016).




MAGDALENA EN SUS ÚLTIMOS PASOS

Hoy mi madre
desanda el camino de la vida;
no lleva retorno,
yo lo sé,
también ella lo sabe.

Se llevará consigo nuestro amor,
nos deja la agonía de haber nacido.
Meterá en su maleta
rayos de soles nuevos
y su voz, eternamente callada.
El silencio más profundo.
Fue paz y resignación,
jirones de sufrimiento,
siempre desnuda.

Nos trajo el agua para la garganta
y el caldo más dorado,
la ternura más amplia
y el jabón más áspero:
su dolor oculto, su corazón débil, su suelo.
Para ella, siempre nada.

La veo caminar mirando el cielo del ayer
y, en un ¡ay!,
baja la mirada:
pies que tropiezan en la raya de un lápiz
que nunca supo dominar.
Se va yendo despacio,
silenciosa como su cara humilde.

Sólo la veo sonreír
cuando sueña nietos,
añoranza de una infancia robada.
Se lleva la llave de la bondad,
yo lo sé,
ella también lo sabe.

Cincuenta años más tarde,
ante el altar
-azahares en su pelo-
empezó a desandar la tierra y buscar el universo.
Ya lo ves,
así es el mundo.
Despacito, despacito…

Ella lo sabe,
nosotros también.

(Rincones deshabitados, 2007)




GRITOS Y SILENCIO

El grito es la esperanza
de la desolación,
a medio camino
entre el vacío y el deseo.

El grito es el clarín ronco
del dolor y el llanto,
a medio camino
entre la angustia y la aurora.

El grito es el tambor
de un enamorado,
a medio camino
entre la ausencia y el beso.


***


El silencio
es la máscara del alquimista que oculta recuerdos,
es el obsequio de los enamorados,
el mosaico oscuro de los solitarios.

El silencio
es el aquelarre de los tristes,
la histeria mustia de la soledad.
Es el dintel de la sonrisa,
pátera de la juventud,
la hebilla de los iracundos,
lauda funeraria de los moribundos.

El silencio
se refugia en la lucerna de los sabios,
es el cadalso con nardos de los pecadores.

El silencio…

(Rincones deshabitados, 2007)





Todos los rosales serán blancos,
junto a la ribera del lodo
o en mis campos de estrellas.
Y yo te regalaré rosas blancas
blancas, blancas, siempre blancas…
(o amapolas).

Y cuando crezca algún jardín
que sus rosas no sean blancas,
yo esperaré regalártelas
un día que la nieve
les haya lavado la cara.

(Rincones deshabitados, 2007)




LA LLEGADA DEL OTOÑO

Se me ha colado el otoño
por el costado
y ha herido con hojas
mi memoria dormida…

¡Frío de arrayanes
-con sabor a espuelas-;
noches de verano
-con olor a lunas-!

Se me enredan los sueños
en el reflejo del agua.

(Estación azul, 2008)




LOS ESCONDITES DEL COSMOS

¿Por qué no tienen
agua los espejos?
Porque viven
laberintos de sueños.

¿Por qué no guardan
tierras las pisadas?
Porque son
alas de peregrino.

¿Por qué no tienen
fuego las almenas?
Porque sueñan
con peces de hielo.

¿Por qué no guardan
aire las ciudades?
Porque son
esclavas del olvido.

(Estación azul, 2008)




LAS PALABRAS DEL ALBAYCÍN

Cuando anochece, Granada
se inventa el mundo
y cada esquina
es una imagen presa del recuerdo.

Sobre la bella cristiana,
el Albaycín callado:
vómitos de otoño
en cada carmen,
hálitos de jazmín
sobre la frente,
sobresaltos de estrechez.

Altozano de altares
conduce las miradas
por callejuelas de llantos.
Bullicio en San Nicolás
sobre el aljibe sin agua;
plazuela que irrita la memoria,
llamada a quien no está
y un beso traicionero.

El Albaycín callado…
con puertas sin dintel
y hogares llagados por el tiempo.

Hoy, una paz sin salida,
una risa de algodón,
un poema;
tetería que socorre a dos amantes…
y silencios.

Tambor de plata
bajo balcones que perfuman
las piedras
de escaleras sin vientos.
Y otro beso.

¡Si el Albaycín hablara…!

Blancura de tus ojos son
espejos de amor y sombras,
yedra de angustia y vida.

El Albaycín… 
¡ay, amante de la Alhambra
herido por el río!

(Estación azul, 2008)




SI HOY LLOVIERA

Si hoy lloviera…
yo tendería mi ropa al sol para secarla,
de mi juventud las migajas asomadas al puente,
pestañas de recuerdos
cosidos a la piel de la quebrada.

Si hoy lloviera
yo regaría la tierra
con las pompas rotas al amanecer
y secaría la penumbra
con una tempestad de sombras,
alimento de frutos hueros.

Si hoy lloviera
yo viajaría por todos los senderos
descalzo,
ausente,
peregrino de sotos sin cruces,
errante,
mirando al mar desde cualquier otero
silencioso…
esperando encontrarte
seco entre la lluvia…

(Los hombres lloramos en círculo, 2009)




AMANECERES

Yo te veo
todas las mañanas
donde ahora habitas:
sembrado junto al naranjo
y un laurel,
abono de la tierra
que antaño trabajamos;
te miro y veo
clavado de espinas
de un rosal de inciensos.
Sé que no vendrás,
mas te llamo y oigo,
te saludo…
y sigo,
fanal de argucias y requiebros
por no encontrarte desnudo.
Aun sabiendo que no estás,
te atisbo en la prisa de los días
y sigo…

Oscurece lentamente…
Hasta mañana.

(Los hombres lloramos en círculo, 2009)



EL LLANTO

Allí vi, de frente,
desmoronarse un padre
y llorar a una madre.

Los hombres lloramos en círculo, 
colgados de bucles de hielo.
En la cara ponemos la luz de los días,
la ilusión de las mañanas,
los quehaceres de seres vivos,
quizá el amor.
El vino y la taberna,
la rabia y el fútbol,
la tele y un beso de otros
endulzan desayunos de leche agria.
De frente, la cara de los sueños.

Por la nuca, los ojos del crepúsculo
son agua de escarchas heladas,
cárdenos pinos de miel
enraizados al corazón.
Las espaldas son espejos
de nuestra esencia: 
oyen nuestros llantos quienes nos siguen.

Llorar en círculo
es la forma ingrata
de plantarle cara a Dios.

Yo he llorado,
como todos los hombres de la tierra,
y los he visto llorar
en el ocaso de soles verdosos.

Por amor solloza una madre,
en una esquina ríen dos enamorados;
llora un niño al elevarse su globo.
He visto llantos desbaratados,
obscenos, pueriles, abiertos,
llantos roncos con sonrisas de almíbar,
lágrimas contenidas sobre un podio.
Lloros en la impotencia de nuestra pequeñez.
Llantos en círculo,
enfrentados al destino y a dios.

Yo había llorado
-como todos los hombres-
colgado de bucles de acero.

En aquel febrero de sucios tejados,
desde las entrañas de la tierra y frente a Dios, 
todos llorábamos en círculos rotos.

No hay un llanto
que llega de lo más profundo,
más lejano,
más extraño,
más largo,
más transido de dolor,
más inhumano,
más hondo,
más angustioso
y más humano,
que el llanto que dice adiós.

(Los hombres lloramos en círculo, 2009)




TRILOGÍA

Soñar por soñar sueño
que llegarás un día,
que no te irás;
que si vuelves siendo
el mar que te regalo
serías el sueño que te trajo.


***

En tu cuerpo oigo el mar
reflejado en sal, sol, luna y arena,
refrescado en son, ser, agua y fuego.
Tatuada tu figura en la marea,
por la espalda... el viento.


***

Frente a ti…
me has devuelto a la tierra,
mojado de esperanza
y descalzo de niñez.
Cuando aprenda a hablar contigo
podré contarlo.

(El mar que no piso, 2016)





EL MAR POR TESTIGO

El labio de arriba el cielo,
y la tierra el otro labio.
Miguel Hernández

Entre el cielo y la tierra
un árbol,
frondoso, erguido, abierto al aire,
inquieto y deshojado
cargado de fruto.
Bajo el cielo
un ciprés;
sobre el suelo
tierra de negro musgo.

Te acercas y susurras tu hambre, 
tu dicha enmelenada
y tu pasión de estar viva,
sobre el páramo desnudo
con el voraz deseo de saciarla.
Y te alejas…
deslenguada y hambrienta,
sobre el insaciable abrigo de la carne.

Entre el suelo y el cielo
¡cohete cubierto de miel!,
donde los pájaros acuden
sin el plumaje ocre de las noches,
donde las abejas liban
una rosa color humano.

Y te acercas… 
(¡otra vez!)
y te alejas…
Y llegas al tiempo que esa boca
(a la sombra)
ofrece un beso.

(El mar que no piso, 2016)






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