José Carlos de Luna nació en Málaga (1890-1965). Ingeniero industrial. Gobernador Civil de Badajoz y Sevilla. Colaborador de varios diarios nacionales. Entre sus obras mas significativas figuran: Del cante grande y cante chico, La taberna de los Tres Reyas, El Cristo de los Gitanos, El Café de Chinitas. . . .Un poeta costumbrista y florido quizá de los mas leidos, en lengua castellana, y también de los mas recitados.
por Francisco Baquero Luque
José Carlos de Luna, nacido en Málaga, fue cotáneo y condiscípulo de Pepe González Marín en el Instituto Baena de esta capital, en donde cursaron bachiller. El malagueño hizo Ingeniería y el cartameño se doctoró en leyes, pero, ambos siguieron sus respectivas vocaciones más acuciantes: uno la poética y el otro el teatro.
Vino por Cártama muchas veces a visitar a su fraternal amigo de la niñez y compañero de correrías estudiantiles. Algunos de sus poemas más señeros, siempre de sabor a campo y terruño (fue el poeta andaluz que mejor y con más frescura dominó el argot del pueblo profundo andalusí), se los inspiró esta bendita tierra nuestra, sus gentes y sus costumbres ancestrales.
José Carlos de Luna escribió mucho y bueno sobre Málaga, sus pueblos más acendrados incluidos, por supuesto, ya digo, Cártama. Pero, ambas que han sido siempre, más que madres, madrastas resentidas con sus hijos más preclaros y representativos, los han olvidado injustamente. A este respecto, con fecha 16-3-2.008, el periodista malagueño Miguel Ángel del Pozo, decía en un sueldo en el periódico SUR:
"Sabemos que Málaga es cuna de poetas ¿Por qué no evoca algo del vate José Carlos de Luna y se erige una estátua en dicha plaza --se refiere a la de la de Las Flores--alegórica al Piyayo" Sigue la nota periodística en los siguientes términos: " También se puede hacer lo propio con el gran recitador González Marín..." Ya ha llovido y ni al Piyayo, personaje universal y creador de un cante que hoy llevan en su repertorio todos los artistas flamencos, ni a José Carlos de Luna con su poema, ni a González Marín, el "Faraón de los decires", se les ha hecho justicia"
Creo que últimamente algo se ha movido en Málaga en pro de la memoria y figura del Piyayo, pero nada de su autor literario, José Carlos de Luna, y de quien lo dio a conocer, y con él a Málaga, por el mundo entero, José González Marín.
NOTA: Sobre el día 20 de septiembre próximo, si la autoridad no lo dificulta, con ocasión de la presentación en Cártama de mi libro "Cártama histórica. El Juglar y la Virgen Peregrina" se proyertarán unas secuencias del VD relativo al juglar cartameño quien, en los arpegios de prodigiosa voz canta al Piyayo, tomado de los antiguos discos de pizarra que nos dejó. A esta presentación están invitados todas las personas que me honran con su visita diaria a este mi blog. Ya se confirmará día, hora y lugar de dicha fiesta literario- cultural.
A continuación tengo la satisfacción de insertar uno de los poemas de Carlos de Luna inspirado en las faenas de la trilla de Cártama, allá por la mitad de la década de los años veinte. Dice así:
A continuación tengo la satisfacción de insertar uno de los poemas de Carlos de Luna inspirado en las faenas de la trilla de Cártama, allá por la mitad de la década de los años veinte. Dice así:
EL CANTE DE LA TRILLA
"Son las doce.
--¡Espabílate, zagá!
¡Sarvadó!
¡Ve y remuda al caporá,
que se cose
con la lumbrte que echa er só!
¡V en seguia!...
¡Quien pudiera
ponerle un tordo a la era!
Más toavía:
triyá la parva aquí mesmo
dentro de la gañanía.
Treinta pasos
que separan
la era del sombrajío,
¡trainta pasos
sobre plomo derretío!
Se achicharra la chicharra,
y se hace polvo la parva,
y tiene el campo reflejos
de metal,
y, allá lejos
--duelen al mirar los ojos--
arde un inmenso rastrojo:
¡Fuego!
¡Chispas
de eslabón y pedernal!
Un gazpacho de nieve
y una sandía.
La sombra de la parra...
¡Qué güena vía!
Los zanquilargos potrillos,
temblorosos los ijares,
prisoneros de la cerca del sombrajo,
escuchan las campanillas:
que acompasan el trabajo
de las yeguas de la triya.
El relincho quejumbroso
de un poranco receloso
va del sombrajo a la era:
"Un mensaje,
qiue hace temblar las coleras
de coraje!
¡Moñitos! ¡Guapa! ¡Paloma!
¡¡¡Riiiiá!!!
¡Ven acá; ven acá
toooma!
Esta yegua castaña
tiene un potrito
con una pata blanca
y un lucerito
¡Moñitos!
¿Mira la yegua lunanca?
con una pata blanca-aa-
y un luserito-oo-o
¡Fuera, fuera!
¡Pobrecita mi potrita
Carselera!
¡Doradita! ¡Regalona!
Ven- acá-ven-acá-tóoma!
Ya está jecho el gaspacho
y en los dornillos;
espante usté a las moscas
y los chiquillos.
Cuántos recuerdos de una lejana niñez y adolescencia nos trae a las mientes este poema del genial andaluz José Carlos de Luna. Seguiremos semblando su figura y sus estancias en Cártama, en algunas de las cuales tuve la suerte de acompañarle por los parajes pintorescos de nuestros campos, incluído aquel baño que nos dimos en el remanso de la "traque" de "Las mimbres" en la acequia del Barullo, para lo que no fue óbice en él para tal camadería el ser entonces gobernador de una provincia española.
EL PIYAYO
¿Tú conoces al Piyayo,
un viejecillo renegro, reseco y chicuelo,
la mirada de gallo,
pendenciero
y hocico de raposo
tiñoso. . . ,
que pide limosna por "tangos"
y maldice cantando "fandangos"
gangosos...?
¡A chufla lo toma la gente,
y a mi me da pena
y me causa un respeto imponente!
Ata a su cuerpo una guitarra,
que chilla como una corneja,
y zumba como una chicharra
y tiene arrumacos de vieja
pelleja.
Yo le he visto cantando,
babeando
de rabia y de vino,
bailando
con saltos felinos,
tocando, a zarpazos,
los acordes de un viejo "tangazo".
Y el endeble Piyayo jadea,
y suda... y renquea.
Y a sus contorsiones de ardilla
hace son la sucia calderilla.
¡A chufla lo toma la gente!
A mi me da pena
y me causa un respeto imponente.
Es su extraño arte
su cepo y su cruz,
su vida y su luz,
su tabaco y su aguardentillo...,
y su pan y el de sus nietecillos:
"churumbeles" con greñas de alambre
y panzas de sapo,
que aullan de hambre,
tiritando bajo los harapos;
sin madre que lave su roña,
sin padre que "afane",
porque pena una muerte en Santoña;
sin mas sombra que la de su abuelo...
¡Poca sombra porque es tan chicuelo!
En El Altozano
tiene un cuchitril
-¡y a las vigas alcanza la mano!-
y por lumbre y por luz un candil.
Vacía las alforjas
-que son sus bolsillos-.
Bostezando, los siete chiquillos
se agrupan riendo.
Y entre carantoñas les va repartiendo
pan y pescao frito,
con la parsimonia de un antiguo rito:
-¡Chavales!
¡Pan de flor de harina!...
Mascarlo despasio.
Mejó no se come en palasio.
Y este pescaito ¿no es ná?
¡Sacao uno a uno del fondo der má!
¡Gloria pura é!
Así... despasito.
muy remascaito.
¡No llores, Manuela!
Tú no pués, porque no tienes muelas.
¡Es tan chiquitita
mi niña bonita!...
Así despasito,
Muy remascaíto,
migaja a migaja -que dure-,
le van dando fin
a los cinco reales que costó el festín.
Luego, entre guiñapos, durmiendo,
por matar el frío, muy apiñaditos,
la Virgen María contempla al Piyayo
riendo.
Y hay un angel rubio que besa la frente
de cada gitano chiquito.
¡A chufla lo toma la gente!...
¡A mi me da pena
y me causa un respeto imponente!
--¡Espabílate, zagá!
¡Sarvadó!
¡Ve y remuda al caporá,
que se cose
con la lumbrte que echa er só!
¡V en seguia!...
¡Quien pudiera
ponerle un tordo a la era!
Más toavía:
triyá la parva aquí mesmo
dentro de la gañanía.
Treinta pasos
que separan
la era del sombrajío,
¡trainta pasos
sobre plomo derretío!
Se achicharra la chicharra,
y se hace polvo la parva,
y tiene el campo reflejos
de metal,
y, allá lejos
--duelen al mirar los ojos--
arde un inmenso rastrojo:
¡Fuego!
¡Chispas
de eslabón y pedernal!
Un gazpacho de nieve
y una sandía.
La sombra de la parra...
¡Qué güena vía!
Los zanquilargos potrillos,
temblorosos los ijares,
prisoneros de la cerca del sombrajo,
escuchan las campanillas:
que acompasan el trabajo
de las yeguas de la triya.
El relincho quejumbroso
de un poranco receloso
va del sombrajo a la era:
"Un mensaje,
qiue hace temblar las coleras
de coraje!
¡Moñitos! ¡Guapa! ¡Paloma!
¡¡¡Riiiiá!!!
¡Ven acá; ven acá
toooma!
Esta yegua castaña
tiene un potrito
con una pata blanca
y un lucerito
¡Moñitos!
¿Mira la yegua lunanca?
con una pata blanca-aa-
y un luserito-oo-o
¡Fuera, fuera!
¡Pobrecita mi potrita
Carselera!
¡Doradita! ¡Regalona!
Ven- acá-ven-acá-tóoma!
Ya está jecho el gaspacho
y en los dornillos;
espante usté a las moscas
y los chiquillos.
Cuántos recuerdos de una lejana niñez y adolescencia nos trae a las mientes este poema del genial andaluz José Carlos de Luna. Seguiremos semblando su figura y sus estancias en Cártama, en algunas de las cuales tuve la suerte de acompañarle por los parajes pintorescos de nuestros campos, incluído aquel baño que nos dimos en el remanso de la "traque" de "Las mimbres" en la acequia del Barullo, para lo que no fue óbice en él para tal camadería el ser entonces gobernador de una provincia española.
EL PIYAYO
¿Tú conoces al Piyayo,
un viejecillo renegro, reseco y chicuelo,
la mirada de gallo,
pendenciero
y hocico de raposo
tiñoso. . . ,
que pide limosna por "tangos"
y maldice cantando "fandangos"
gangosos...?
¡A chufla lo toma la gente,
y a mi me da pena
y me causa un respeto imponente!
Ata a su cuerpo una guitarra,
que chilla como una corneja,
y zumba como una chicharra
y tiene arrumacos de vieja
pelleja.
Yo le he visto cantando,
babeando
de rabia y de vino,
bailando
con saltos felinos,
tocando, a zarpazos,
los acordes de un viejo "tangazo".
Y el endeble Piyayo jadea,
y suda... y renquea.
Y a sus contorsiones de ardilla
hace son la sucia calderilla.
¡A chufla lo toma la gente!
A mi me da pena
y me causa un respeto imponente.
Es su extraño arte
su cepo y su cruz,
su vida y su luz,
su tabaco y su aguardentillo...,
y su pan y el de sus nietecillos:
"churumbeles" con greñas de alambre
y panzas de sapo,
que aullan de hambre,
tiritando bajo los harapos;
sin madre que lave su roña,
sin padre que "afane",
porque pena una muerte en Santoña;
sin mas sombra que la de su abuelo...
¡Poca sombra porque es tan chicuelo!
En El Altozano
tiene un cuchitril
-¡y a las vigas alcanza la mano!-
y por lumbre y por luz un candil.
Vacía las alforjas
-que son sus bolsillos-.
Bostezando, los siete chiquillos
se agrupan riendo.
Y entre carantoñas les va repartiendo
pan y pescao frito,
con la parsimonia de un antiguo rito:
-¡Chavales!
¡Pan de flor de harina!...
Mascarlo despasio.
Mejó no se come en palasio.
Y este pescaito ¿no es ná?
¡Sacao uno a uno del fondo der má!
¡Gloria pura é!
Así... despasito.
muy remascaito.
¡No llores, Manuela!
Tú no pués, porque no tienes muelas.
¡Es tan chiquitita
mi niña bonita!...
Así despasito,
Muy remascaíto,
migaja a migaja -que dure-,
le van dando fin
a los cinco reales que costó el festín.
Luego, entre guiñapos, durmiendo,
por matar el frío, muy apiñaditos,
la Virgen María contempla al Piyayo
riendo.
Y hay un angel rubio que besa la frente
de cada gitano chiquito.
¡A chufla lo toma la gente!...
¡A mi me da pena
y me causa un respeto imponente!
Es avergonzante,,que un poeta de la categoria de esta malagueño, no tenga apenas Bibliografia,,.gracias al fuengiroleño Cristobal Cuevas,,en su Diccionario de escritores de Malaga y su provincia,pude recopilar algunos datos mas..!!Que le pasa a Malaga y a los malagueños con sus grandes hombres!!?
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