Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

sábado, 23 de julio de 2011

MARÍA JOSÉ COLLADO ROMERO [622]


MARÍA JOSÉ COLLADO ROMERO


Jerez de la Frontera, (Cádiz), 1958, reside en Sevilla.

Colaboraciones en: Agenda de la tolerancia, revista Océano, Cuadernos de Roldán, Aldaba, Diálogo, Jirones de azul, En sentido figurado, Tinta china. Revista Grisú. Nueva Grecia. Las afinidades electivas, etc. Ha participado en antologías como: I y III Encuentro hispano marroquí de poesía. Versos para derribar muros, Especial Poesía Andaluza vol.1 En sentido figurado. Miradas sin fronteras. Alquimia del fuego, etc.

Publicaciones individuales: Pliego La Cuerda del Arco. Poemarios: La luna en el laberinto (1987). Arde la vida bajo el cobre lunar (1992). Tapiz de agua (2011). Bruñidas sombras (2012). Aún la lumbre (2014). Centinelas del frío (2015).

Premio de poesía del IV Certamen Internacional Traspasando Fronteras, Universidad de Almería 2010. 2º Premio del III Certamen de Poesía Erótica Galería-Taberna Ánima 2015.

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Cuaderno

A manos lentas
huelen estas páginas,
a construcción de invierno,
a lana escardada,
a frutos tardíos.
Hay lluvia en sus palabras,
sonidos vegetales,
escarcha enamorada,
regocijo de lumbre,
un escritorio, una ventana.



Del dolor y su cura

Hay lágrimas de sol en cada herida
cose el aire su surco,
enseñanzas escritas con la sangre
protegida su pulpa.
Curtido cuero, pálida cicatriz,
inventario cerrado,
calma, disueltos puntos de sutura,
un ábaco es la piel.



1

Curativo retorno

Por los cuartos gélidos de una noche
sonámbulos pies siguen al instinto,
con derrumbe de sillas la memoria
reclama atención, luz de burbujas
con personajes, decorados, voces,
familias emigradas hacia el norte
y niños que construyen juegos propios.
Como hace el viento con los pájaros
sopla, te da impulso, muda tu ruta,
alumbra en un mapa antiguas señales;
ahora aciertas a verte más completo,
una lágrima cae de la nostalgia,
el consuelo es un rostro en el visillo
de aquel niño que fuiste y sonríe.



2

Huellas

Ocre algodón de plumas el otoño
sobre la piel rugosa del asfalto.
Toca Vivaldi columnas de lluvia
trazando pentagramas hacia el este.
Tiemblan perfiles de edificios sobre los charcos,
fugitivos los pasos bajo el agua.
Calvino busca en la niebla ciudades,
con un lápiz remueve capas de humus.
En semáforos líquida la luz,
húmedas acuarelas son los rostros.
En las calles círculos de ceniza,
un diario escrito al calor de cartones.
Cae rápido el día de sus bisagras,
huellas en los portales de la noche.



3

El destino de las cosas

Cae lentitud sobre las cosas
con un silencio reverente,
el tiempo guante usado
borrador de contornos.
Las úlceras de la madera
conviven con la vieja plata
y su piel vestida de luto,
la lepra en las fotografías,
a horcajadas el óxido
sobre las barandillas.
Por la pendiente todo rueda
como en un dilatado sueño
hacia la turbia inexistencia,
bajo la médula del tiempo
la sepultura de las cosas.



4

Luz oscilante

Luz oscilante, grave,
por un viejo pasillo,
sombras en movimiento
auscultan las paredes.
Grietas, llagas del yeso,
dan al viento permiso
que trastorna las cosas,
sopla en lo inerte.
Un vértigo de marcos
y flores deshojadas,
ecos lejanísimos
de palabras sin labios.



5

Rescatados hilos

Un poco más al sur de la memoria
en arcones, tras su recia madera,
secas flores y brumosos encajes,
como sombras las agujas encallan
en ámbitos regidos por el sueño.
Un tufo a naftalina sobrecoge
envolviendo la inercia de las cosas,
pulso a pulso vencemos los estratos
quitamos algodones al letargo,
regresan hilos sueltos de memoria.



6

Reloj solar

Se sientan al sol tibio del otoño
en jardines de paso,
en sus ojos el manso río de la vida
lentamente transcurre.
Sus dedos sarmentosos recorren las esquelas
o señalan insólitas noticias,
el bastón reposando a su costado,
el albero estela
izada por zapatos.
Acuden las palomas
con su rito de siempre,
en la fuente un murmullo
con ecos del pasado.
Entre ellos un cruce de gestos y palabras,
bajo los álamos les crecen
raíces de nostalgia.





COLEGIALA

Un mundo de papel por escribir
mientras pones al azar un dedo
en un punto del globo terráqueo.
Las huellas de tus manos, tatuajes
incriminatorios en la ventana
por la que escapas como sombra
para eludir la misa en la capilla del colegio.
La luz, crisálida atrapada en el ramaje
de centenarios árboles a mediodía,
mariposas acuáticas son los nenúfares,
el gesto reposado de las estatuas
invita a la cera dúctil de las confidencias.
La rigidez sombría del uniforme
no es óbice para que desde el aula
contemples a esos muchachos
que pasan bajo la ventana
acicalados camino del instituto.
Los días cincelan otra imagen,
te asombra ese cuerpo en el espejo,
rozas en la embozada intimidad
del dormitorio el terciopelo intranquilo
de senos al ritmo de la respiración.
Se demora el sueño, otro universo te alcanza,
eriges palacios de nácar, exuberantes jardines,
jazmines de otra edad, pájaros libres.
Tristeza de rejas donde el tiempo encerrado
va horadando el barro de la adolescencia.



LA EXTRAÑA LÍNEA

A mitad de camino entre la tierra y el mar
habita un mundo de escurridizos sueños.

Rozan la arena imposibles añoranzas
de un tiempo no vivido.

Huellas lavadas por la expansiva espuma,
bajo las gotas del irisado nácar
el tiempo en grano, borroso, sepultado.

Recuerdos apilados entre las cosas rotas,
sosiego en la sombra para un cuerpo tendido.

En el azul la luz afina los sentidos,
pálidas brumas mecidas por la brisa
de un dormitar sereno y delicioso.

En esa extraña línea, caballitos de mar,
racimos de coral, estrellas blancas, 
aves de la imaginación en alto vuelo.

El ritmo de cien caracolas es sólo el eco 
del largo discurso marino frente a las rocas.



REGRESO A ORIHUELA

La casa sigue en pie
anclada como un barco,
recorren sus ventanas
fantasmas familiares.
Tus retratos y libros
presiden las estancias;
la cuna de los niños,
los platos primitivos,
la cántara de leche,
han desaparecido.
En el patio la fronda
de olorosas macetas,
la sombra de un tiempo
reflejada en los muros.
No pudieron callarte,
pájaros tus palabras
anidan en el mundo,
corceles en las nubes.
La tristeza de marzo
hace suyo tu nombre
con el sol en las tapias,
los almendros floridos,
regresas por el aire
en los labios de otros.
La estatura del hombre
se mide por sus actos,
trigo claro, conciencia.
Azucenas y humo,
corazones y mármol,
un siglo compañero
tu nombre entre nosotros.



AYER

La tarde es una sábana
que de ventana a ventana
recoge el último rubor
de un sol apaciguado.
La tosca flauta de madera
con el hilo de una tonada
nos devuelve ilesos a los prados
donde la niñez deletrea
un perdido alfabeto.
El roto espejo de la casa
con tránsito de sombras,
trae un tiempo enredado
en la confusión de sus venas.



CON OTROS OJOS

Regreso una tarde de invierno
a la casa de mi infancia,
sin llamar entro, todo
parece detenido, sepia.
Mi madre cose junto al brasero
aún lleva la juventud prendida
como una flor en el pelo.
Al otro extremo de la mesa
mi padre ensimismado con sus cuentas,
un lápiz diminuto guía su mano.
Percibo el frío de su distancia,
un hondo silencio lo envuelve todo.
Ella deja en el aparador
el viejo costurero, lleva
un hechizo en los ojos,
en las sombras del corredor
se desvanece pálida.
Él remueve lentamente las ascuas,
el cansancio del mundo
en su perfil de cera.
El silencio es un pájaro disecado
presidiendo la estancia,
un ramo helado sobre el mantel,
la línea divisoria entre dos extraños.



ECLIPSE DE UNA VOZ

Su voz era la danza,
segunda piel hecha de arrullos,
túnel de luz hacia el mañana,
la piedra necesaria
para cruzar los charcos.
Un día se desplomó
como lo hacen las paredes
cuando las vigas gimen
y se arrodillan las casas.
Entre silencios de polvo y escombros
su lengua innecesaria palpita
y se redime en el hundimiento
de todas las palabras.
En la saliva derramada
flotan pétalos, las cuerdas
de un laúd y cisnes blancos
cruzan un puente de barcas,
un arcoíris palidece en el mástil
de su horizonte, eco desvanecido.



ESTA HORA

Dibuja el infinito
sobre mi silueta tendida,
me acerca a las ascuas
por las venas nocturnas.
No sé su nombre, en su rostro
fluvial se unen muchos otros.
Le pido la sal necesaria,
urge la lluvia en esta hora,
cruzan cometas naranjas
en el lienzo invernal.
Única cita de nieve,
lento deshielo, anónima
sombra de regreso al dintel
donde los pájaros duermen
en una raya de agua,
en un cuaderno malva.





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